Con Portugal en la maleta
eBook - ePub

Con Portugal en la maleta

Historias de vida de los portugueses en la Venezuela del siglo XX

  1. 256 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Con Portugal en la maleta

Historias de vida de los portugueses en la Venezuela del siglo XX

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El historiador Antonio De Abreu Xavier escudriña a través de numerosísimas fuentes, en especial historias de vida, tanto las privaciones cotidianas en Portugal –que impulsaron a miles de hombres y mujeres a cruzar el Atlántico– como las condiciones cambiantes de la sociedad venezolana, a las que se adaptaron los recién llegados en diferentes oleadas migratorias.Por su doble mirada, esta es una obra inédita en la historiografía venezolana de la inmigración. Fraguado en el año 2002 como proyecto de Doctorado en Historia en la Universidad Central de Venezuela, este libro asienta de manera definitiva no solo la gesta de miles de portugueses anónimos que llegaron al país, cuyo esfuerzo ha sido altamente significativo en su desarrollo, sino la trascendencia de la comunidad portuguesa en la historia de Venezuela y en la de Portugal.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Con Portugal en la maleta de Antonio de Abreu Xavier en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Historiografía. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2016
ISBN
9788416687893
Categoría
Historia
Categoría
Historiografía

El trabajo

Cliente a la vista

Desde finales de 1948, las condiciones económicas venezolanas brindaron posibilidades de ascenso para todos. Confiando en esto, el inmigrante portugués abordó empresas no sólo dentro de la seguridad de la negociación entre pares sino también en solitario. Pocos recuerdan a los inmigrantes portugueses que trajeron sus liquidaciones de las petroleras; su llegada sólo está comentada en unas cuantas memorias oficiales, pero ellas no cuentan que parte de su dinero fue invertido en la diversificación agrícola. Luego, siguiendo el ejemplo de algunos obreros venezolanos y de otras nacionalidades, que se habían instalado en el comercio de Curazao a la sombra del negocio de las refinerías, el portugués montó su pequeño negocio en Caracas una vez que el éxodo campo-ciudad en Venezuela le mostró nuevas posibilidades de progreso. Eso sí, el portugués, se fijó una meta: no depender del Estado venezolano. Su propósito significó grandes esfuerzos por hacerse un nombre entre la clientela y en la sociedad que lo acogía. Esta intención exigió hasta 20 horas de trabajo diario. En algunos casos, la presión psicológica de la deuda y los intereses acumulados obligaron a trabajar corrido, noche y día, para montar estanterías, hacer mostradores e instalar máquinas para abrir lo más pronto posible. A veces se trabajaba sin ganancia alguna durante los primeros meses y hasta más de un año, pero siempre con la esperanza de ser recompensado por una clientela que luego le sería fiel.
Los portugueses que llegaron después no traían capital y para ellos la situación fue diferente. Sus historias indican que su inversión era humana porque consistía en una vida para el trabajo que, no obstante, permitió su ascenso socioeconómico. Para unos, haber vivido con sueldos restringidos o retenidos para luego ser convencidos a participar en alguna sociedad, permitió la independencia comercial. Aquellos que empezaron con la familia avanzaron sobre el camino ya preparado; otros vieron un pequeño capital ahorrado después de años de ser empleados y esta cantidad, aunque poca, los motivó a invertir. Hay testimonios de ahorros significativos logrados entre la década de 1950 y un ejemplo de ello es el emigrante que logró acumular 47.000 bolívares en diez años, con los que se asoció con un compañero del último abasto donde era el encargado. Entre ambos compraron un pequeño local, con una pequeña casa en la parte posterior, en San José. Tuvieron suerte de comenzar el negocio sin deudas y contar con el crédito de los suplidores quienes confiaron en su inversión. Con este procedimiento, Caracas se fue llenando no sólo de abastos sino de una extensa variedad de comercios y pequeñas industrias dirigidas por portugueses. Lo más difícil era, sin duda alguna, hacer el punto y ganar clientela.
La sociedad venezolana fue tomando conciencia, poco a poco, de la importante presencia de la comunidad portuguesa. Esta importancia quedó expuesta en un directorio de la colectividad, publicado en 1973, que ratificaba la logística del comercio portugués como un hecho consumado muchos años antes de significativo valor antropológico y sociológico en la vida urbana venezolana. De hecho, en el artículo «Aporte de los portugueses al comercio de los víveres» se pormenoriza la locución «el portu de la esquina» en función de la relación creada con la clientela y los cambios en los hábitos de comercialización y consumo. Al mismo tiempo, muestra tanto una visión endógena de la vida del abastero como de su impacto exógeno en la vida social. Al respecto, el ensayo detalla lo conveniente que ha resultado un mayor número de comercio de víveres pues tiempos había en que, para hacer compras, hacía falta dar una larga y cansona caminata. Hacía falta cargar, dejar la casa y los niños. O llevarlos al mercado como una molestia más (Guía: varias).
Los métodos de trabajo del portugués están más vinculados a su capacidad de observación, comprensión y adaptación al medio social local que alguna atribución innata a su origen campesino donde el comercio era ocasional. Sólo de esta forma se explica la forma como el portugués iba conformando su stock de mercancías y adquiriendo un nuevo conocimiento que validaba sus propias capacidades individuales. La alusión al sacrificio es evidente pues el capital realmente no era mucho y el pequeño comerciante se surtía conforme a los pedidos que hacía la clientela y de acuerdo a su posibilidad financiera. Se hizo costumbre escuchar al bodeguero decir «Ahora no tengo, pero se lo consigo» y el cliente se marchaba a casa conforme a esperar cómodamente el día siguiente. La introducción de productos típicos de la dieta portuguesa entre los compradores venezolanos encontró un aliado en la esposa del abastero. Ellas daban a probar entre sus vecinas y clientas milho frito, habas, vainitas y bacalao en escabeche salpicado con aceite Gallo; sopas verdes de hoja de nabo o de brócoli; potajes de trigo con trozos pequeños de chayota, auyama tierna, nabo y batata, entre otras recetas; todo con el fin de entusiasmarlas con la cocina portuguesa y, por supuesto, inducirlas a surtirse de esos ingredientes en el negocio del marido. A mediada que las venezolanas se familiarizaban con estos artículos, aumentaba el surtido y cantidad de los mismos así como la facilidad para identificar el abasto de un portugués.
Una manera de ganarse la clientela era conociendo su sistema de manejo del dinero. De hecho, este sistema no era nuevo. En la década de 1940, algunos comerciantes venezolanos, propietarios de grandes almacenes tanto en Caracas como en las ciudades más importantes del interior, acostumbraban fiar desde comestibles, como jamones ensacados o enlatados europeos, hasta artículos de tocador y muebles, a personas de conocida prestancia pública y solvencia económica. Este procedimiento inspiró a los portugueses pero con dos grandes diferencias: primero, ellos no estaban en el centro de la ciudad sino en zonas marginales y, segundo, su clientela era de escasos ingresos económicos. A esto se añade el comentario de un antiguo propietario de abasto sobre la conducta pública del deudor: la mayoría de sus clientes que no pagaban no se inquietaban por el «¿qué dirán los vecinos?». Como consecuencia, al portugués le tocaba salir a la calle para cobrar a los morosos.
En este sentido, el mencionado artículo sobre «Aporte de los portugueses al comercio de los víveres» confirma la importancia de la presencia del abasto del portugués en los barrios y las facilidades de crédito que otorgaban estos establecimientos, considerados por el articulista como un servicio de carácter social que el inmigrante prestaba, más por su sensibilidad humana, que por su espíritu comercial. Es de considerar la certeza de esta apreciación por el riesgo que suponía para el portugués la venta a crédito pues, en realidad, arriesgaba su propio capital que muchas veces era todo lo que tenía. A veces, la necesidad de ganarse una clientela tenía estas desventajas y, tal como aseguró un abastero, no fueron pocos los portugueses que eran vistos en la calle más de una vez frente a la misma casa tratando de cobrar.
Otros desplazamientos le dieron también mayor visibilidad social al portugués y están relacionados directamente con su clientela. De hecho, en el limitado mundo de sus relaciones comerciales y familiares, la movilidad adquirió un doble sentido funcional. El primero de ellos está compuesto por tres espacios de recorrido caracterizados, básicamente, por la actividad económica. Las rutas de abastecimiento alimentario conforman el primero de estos espacios de recorrido, que están determinadas por la regularidad casi diaria o semanal de los itinerarios y por las transacciones más o menos impersonales. Estos viajes comprenden cierta distancia del negocio, el uso de vehículo propio o alquilado y conducen principalmente a los mercados de venta de productos vegetales, al mayor y al detal, panificadoras así como distribuidores de productos animales y lácteos.
La cotidianidad comercial prevalece en los comentarios de los portugueses cuando hablan de recorridos, en especial, por parte de los hombres quienes refieren anécdotas de los inicios de la actividad laboral. Para un empleado de abasto, por ejemplo, el aprendizaje en el negocio del tío fue vital en su posterior independencia económica pues aplicó las mismas tácticas comerciales de comprobado éxito con la clientela. A su entender, los compradores en su abasto se acostumbraron a sus propios días de mercado y los productos perecederos se vendían con prontitud antes de arrojar pérdidas. Así, comenta, los lunes compraba más fruta verde de modo que al fin de semana siguiente ya estaba madura pero quedaba poca por vender y la clientela lo sabía. De esta forma, satisfacía la demanda de plátanos verdes para tostones a comienzo de semana, los pintones estaban listos a mediados, cuando entonces compraba buena yuca y verduras para el hervido. Quien quería maduros para tajadas esperaba hasta el viernes, cuando estaban en rebaja, o los compraba madurados con carburo. La llegada del mercado al abasto era muy esperada y rara vez la descarga se hacía sin la compañía de amas de casa deseosas de productos frescos. Algunas preguntaban directamente por sus encargos mientras que aquellas sin pedido escudriñaban entre los guacales indagando: «¿qué trajiste hoy portugués?»
Las rutas de reparto a la clientela fueron un segundo espacio de recorrido. Cumplidas a horas según la exigencia, implican distancias cortas, recorridas a pie o en bicicleta, hasta domicilios en las inmediaciones del comercio. Al contrario de las primeras rutas, éstas involucran más al emigrante con la comunidad venezolana y favoreció la caracterización de la figura del repartidor por sus rasgos comunes. La figura del portugués con gorra o con sombrero de poca ala, conduciendo la motocicleta con cajón o la bicicleta con una cesta ancha adelante para cargar el despacho; la liga roja que apretaba una bota del pantalón para no mancharla con grasa de la cadena; la camisa blanca arremangada que dejaba ver la camiseta sin mangas; la línea de los rosetones en los brazos causados por el sol tropical, que la picaresca venezolana dio en llamar «bronceado a lo portugués» se hizo popular entre la gente del barrio. El trabajo de repartidor correspondió al personal más joven del negocio y en ocasiones al dueño, en especial si era día de cobrar los fiados. Estas salidas daban oportunidad a los empleados para fumar un cigarrillo a escondidas del patrón, mantener breves charlas con las muchachas del barrio y hasta dar una vuelta por la casa de la querida.
El distribuidor es una variante de la imagen del repartidor. El circuito de la distribución era mayor en términos espaciales pero menor en interacción con la sociedad venezolana. Un historiado llegado en 1938 aún recuerda haber empezado a trabajar de inmediato con el papá; después pasó a ser repartidor de leche con un amigo durante dos años y en 1946 compró el reparto. Esta actividad le valió, en parte, conocer otros paisanos (así como otras áreas de Caracas y regiones de Venezuela) que le permitieron hacerse socio en otras empresas ubicadas en varias partes del país. Igual sirvió para el distribuidor de hielo comprado en La Yaguara, que recorría toda Caracas visitando a sus paisanos. La distribución fue también una inversión donde la producción de beneficios podía ser efectuada por otro. Así lo hizo quien compró una camioneta a medias para ser conducida por el socio en el reparto de pan y víveres mientras a él le tocaba mensualmente una parte de la ganancia.
Mientras el dueño del abasto se ganaba su clientela, otras instancias lo querían ganar para sus propios objetivos como fue el caso de los portugueses dedicados a la construcción. El antiguo peón de obra se independizó haciendo pequeños trabajos de albañilería, carpintería, marquetería de ventanas y puertas, herrería, electricidad o plomería. Con poco capital, no pocos obreros portugueses crearon una empresa de remodelaciones de inmuebles pasando luego a emprender trabajos de gran envergadura mediante compañías contratistas para movilizaciones de tierra o construcción de edificios. Los portugueses se convirtieron de hecho en una abierta competencia para los italianos que, mal vistos después de la caída de Marcos Pérez Jiménez, abandonaron un tanto el negocio. Pero, en 1958, el empirismo profesional en el área de la construcción ocasionó preocupación tal como informó Ecos de Portugal bajo el título «Noticia para os mestres de obras». El Colegio de Ingenieros se vio precisado a definir y legalizar la profesión de los maestros de obras mediante un examen en el que participarían unos 400 aspirantes y donde la mitad eran maestros prácticos y otros maestros teóricos; en ambas categorías había oficiales portugueses.
Más importante resultó el afán de los institutos oficiales y privados por asimilar al portugués como cliente del sistema bancario nacional. En 1941, el mismo Instituto Técnico de Inmigración y Colonización se convenció de ello cuando, en correspondencia de su directiva al Banco Agrícola y Pecuario, recomendó varias solicitudes de crédito para inmigrantes portugueses dedicados a la agricultura. Por su parte, la prensa nacional de 1943 se interesó en las negociaciones financieras que realizaban los lusitanos e incluyó el escudo en sus tablas junto a los tipos de cambio en función del dólar americano. Para ese año, en los tipos de cambio de apertura fijados para el 22 de septiembre, el escudo valía 0,0414 en relación con el dólar y 0,1391 respecto al bolívar. Hasta las delegaciones venezolanas en el exterior habían cambiado su actitud ante el emigrante portugués. Ésta fue la apreciación de Antonio Ferreira Tavares Jr. cuando en 1958 quiso venir de turista a Caracas por 15 días desde Brasil, donde residía, para visitar a amigos de su pueblo. Al requerir la visa en el consulado respectivo le aconsejaron venir como transeúnte por si una vez en el país decidía quedarse. A su entender, esta actitud era inusual y cuando requirió una explicación le fueron presentadas favorables perspectivas de inversión porque en su aplicación había indicado que era industrial de profesión.
Con la llegada de la democracia, la comunidad portuguesa tuvo una demanda inesperada como cliente potencial. La banca nacional comenzó a prestar servicios en portugués para atraer la comunidad a sus arcas. En 1958, Ecos de Portugal anunció varios campañas de este tipo. En febrero refirió a sus lectores que las directivas del Banco Táchira y de la urbanización Maturín habían ofrecido un almuerzo de confraternidad organizado por José Antonio Cangueiro, jefe de relaciones públicas del Banco para la comunidad. En diciembre, el Banco Miranda hizo una presentación de los planos de la urbanización Caricuao destinada a motivar a la industria de la construcción, personalidades del mundo bancario y del comercio a financiar la inversión. Al año siguiente, el Banco de la Producción contaba con los servicios de Antonio Neves como miembro de su junta promotora quien anunciaba a la comunidad en Maracaibo la apertura de una sucursal para atender sus necesidades.
Los políticos también vieron en los inmigrantes portugueses el respaldo financiero que necesitaba el país. Aunque el presidente Rómulo Betancourt restringía, por un lado, la entrada de extranjeros y las visas de inmigrantes, quería, por otro, contar con el respaldo económico de las comunidades nacionales residenciadas en el país. Betancourt personalmente solicitó al industrial Alejandro Hernández, presidente de la Asociación Pro-Venezuela, su intermediación para realizar un llamado en respaldo de la banca nacional y acabar así con la campaña de rumores que los medios llamaron conspiración bancaria. Ésta causaba gran agitación en torno a los bancos, en especial al Banco Unión, del que se dijo estaba en difícil situación económica. La colaboración de la comunidad surgió a través de Ecos de Portugal en marzo de 1960 y estuvo orientada a apuntalar la credibilidad del Banco Unión que contaba con un elevado número de clientela de cuentas de ahorro y, por consecuencia una gran mayoría de nacionalidad extranjera, especialmente italianos, españoles y portugueses.
Este hecho, de gran importancia histórica en la economía venezolana, nunca es referido porque desdice la idea panfletaria de que los portugueses, como el resto de los extranjeros, enviaban a su tierra hasta el último centavo ahorrado. El portugués, sin embargo, y bueno es asentarlo de manera clara y evidente, así como creía en su clientela, creía y ahorraba en el país. Por tanto, era injusto que fuese el chivo expiatorio de políticos inescrupulosos que ante el mal manejo de cualquier crisis le achacaban la culpa al extranjero. Para mayor visibilidad de la importancia económica del inmigrante portugués, ésta quedó definitivamente comprobada en un foro televisado, promovido por la Asociación Pro-Venezuela, que salió al aire el 14 de marzo de 1960, en el que intervinieron diversos representantes de las comunidades extranjeras para emitir su opinión sobre la situación y llamar a la calma en vista de una ola de xenofobia que sacudía al país desde la caída de Pérez Jiménez. La representación portuguesa estuvo formada por Daniel Morais y Francisco da Silva Motuela, presidente y tesorero del Centro Portugués de Caracas, respectivamente.
Este ahorro y reinversión de los portugueses en Venezuela captó la atención de la banca en Portugal. En el primer semestre de 1967, el Banco Português do Atlântico era el intermediario para las transferencias de los montos operativos consulares. En 1972, Aquí Portugal publicó un artículo sobre una comitiva de 60 comerciantes, industriales y financistas entre otros profesionales, dirigida por Rui Aragâo de Freitas, fundador y presidente de la Asociación Luso Venezolana de Lisboa y miembro de la directiva del Banco Internacional Portugués, quienes habían venido a Caracas para conocer a la potencial clientela portuguesa bajo la premisa «Nuestro lema es servir». Poco después, comenzaron a instalarse en el país sucursales de bancos portugueses interesados en captar inversionistas para obras en Portugal.
Sin embargo, la premisa de reinvertir en Venezuela se mantuvo. Y como competencia a la banca nacional y portuguesa surgió el Banco Plaza el 9 de marzo de 1989. Éste organismo siguió la tradición con que el portugués se había labrado su imagen ante la sociedad venezolana. La entidad fue constituida con un capital inicial de ciento veinte millones de bolívares. Su sede abrió en la esquina de la Avenida Francisco Solano López con Calle La Iglesia con 20 empleados. El slogan «Hombres de trabajo al servicio de usted» hacía mención a una directiva conformada po...

Índice

  1. Dedicatoria
  2. Presentación
  3. Un proyecto de vida
  4. De tiempos antiguos
  5. La gran oleada
  6. La salida
  7. La llegada
  8. El trabajo
  9. La familia
  10. El bienestar
  11. La comunidad
  12. El viaje postergado
  13. Fuentes
  14. Abreviaturas utilizadas
  15. Anexos
  16. Créditos