Gaston Bachelard, filósofo de la imaginación†
El 16 de octubre se cumplen 50 años de la muerte de Gaston Bachelard, matemático, filósofo, poeta. Esa triple calidad hace de él una figura singular, una mente fuera de serie cuya vasta obra —el Fondo ha publicado nueve de sus libros— mantiene plena vigencia y no deja de seducir a nuevos lectores. Revisemos en algunos párrafos su vida y la ruta que ha seguido su obra para llegar al español
I
Es difícil caracterizar de manera sintética la obra de Gaston Bachelard sin reducirla simplemente, como suele hacerse, a una dualidad: de un lado la vertiente científica, dedicada a la epistemología (o, considerada con mayor amplitud, a la filosofía de la ciencia), y del otro la poética, enfocada en la fenomenología de la imaginación. Se trata, en efecto, de dos campos distintos del conocimiento (“los ejes de la poesía y de la ciencia son inversos en principio”, dice el propio Bachelard), pero complementarios a través de la filosofía, que puede unirlos “como a dos contrarios bien hechos”.
Así quería demostrarlo con la publicación, que él habría querido simultánea, de La formación del espíritu científico (enero de 1938) y Psicoanálisis del fuego (noviembre de 1938), libros entre los que se establece una serie de correspondencias y reflejos. Ésa era también la intención de Jean Paulhan, el legendario crítico literario y editor, quien deseaba publicar ambos trabajos bajo el sello de Gallimard —pero Bachelard ya había comprometido el primero con la casa editorial Vrin, dedicada a la publicación de obras de filosofía y editora de sus libros anteriores.‡
En uno y otro, Bachelard acude siempre a la literatura, sobre todo a la poesía. Pero, ciertamente, la vertiente “literaria” de su obra es más accesible al lector no familiarizado con la ciencia y los problemas del conocimiento, que exigen un cúmulo de lecturas especializadas. Antes de abundar en ella hay que subrayar que la vertiente científica es, en verdad, muy compleja y que Bachelard se muestra como un pensador de altos vuelos. Su noción de “corte” o “ruptura” epistemológica, acuñada en 1934, en El nuevo espíritu científico, y ahondada en La formación del espíritu científico, conforme a la cual los avances en la ciencia no sólo requieren una acumulación, sino una ruptura con los hábitos mentales del pasado para vencer resistencias y prejuicios que pertenecen al cuadro conceptual y a las imágenes dominantes en la configuración epistemológica que ha de superarse —estoy citando, aunque no de manera textual, al filósofo español Albert Ribas—, se corresponde aproximadamente a lo que en 1962 escribirá Thomas S. Kuhn sobre los cambios de paradigma en La estructura de las revoluciones científicas.†
Como es lógico, sus ideas han dejado una estela importante entre los pensadores franceses posteriores a él. Ejemplo de ello es Michel Foucault, para quien Bachelard —según escribe James Miller,‡ profesor de The New School for Social Research— significó mucho en sus años de formación. “Nunca fui directamente su alumno —le dijo Foucault a Duccio Trombadori en 1978— pero leía sus libros. Y fue el filósofo vivo de quien más leí cuando era estudiante. […] Había en su obra una serie de elementos que me sirvieron mucho y que he elaborado posteriormente.”§ “Algunas de las páginas más hermosas de Locura y civilización₵ —escribe Miller— sobre el mundo acuático que va y viene en la ‘Nave de los locos’ medieval deben mucho al modo como Bachelard analiza el ensueño del agua.” “Nadie —apuntó Foucault en 1954— ha entendido mejor el trabajo dinámico de la imaginación.”†
II
Queremos siempre que la imaginación —dice Bachelard en la introducción de El aire y los sueños— sea la facultad de formar imá-genes. Y es más bien la facultad de deformar las imágenes suministradas por la percepción y, sobre todo, la facultad de librarnos de las imágenes primeras, de cambiar las imágenes. Si no hay cambio de imágenes, unión inesperada de imágenes, no hay imaginación, no hay acción imaginante. Si una imagen presente no hace pensar en una imagen ausente, si una imagen ocasional no determina una explosión de imágenes, no hay imaginación. Hay percepción, recuerdo de una percepción, memoria familiar, hábito de los colores y las formas. El vocablo fundamental que corresponde a la imaginación no es imagen, es imaginario.
III
La apreciación de la obra de Gaston Bachelard es diversa, pero siempre positiva.
En 1963, cuando Roland Barthes se pregunta “¿Qué es la crítica?”, Bachelard le parece el precursor de una escuela crítica fundada en el análisis de las sustancias desde una óptica psicoanalítica heterodoxa a través de la cual “sigue las deformaciones dinámicas de la imagen en numerosísimos poetas”. Esa escuela es “tan rica que puede decirse que la crítica francesa es actualmente, bajo su forma más desarrollada, de inspiración bachelardiana (Georges Poulet, Jean Starobinski, Jean-Pierre Richard)”.‡
Bachelard inició su estudio del fenómeno de la imagen poética en 1938 con Psicoanálisis del fuego,† obra —dice en las páginas introductorias— que “es una ilustración de todas las tesis generales sostenidas en un reciente libro sobre La formación del espíritu científico. […] No sería difícil volver a hacer para el agua, el aire, la tierra, la sal, el vino, la sangre, lo que nosotros hemos bosquejado aquí para el fuego.” Sus palabras son prácticamente la enunciación de un proyecto.
En 1948, tras escribir cinco libros más en los que ahonda sus indagaciones en la entraña de la imagen poética —Lautréamont (1939), El agua y los sueños (1942), El aire y los sueños (1943), La Tierra y los ensueños del reposo (1946), La Tierra y los ensueños de la voluntad (1948)—, Bachelard ha desarrollado a plenitud su filosofía de la imaginación material, que lo vuelve tan apreciado en el mundo de las letras. Es también en 1948 cuando un matemático y filósofo de 25 años de edad, adentrado en el camino de la poesía (si bien pasarán dos años antes de que publique su primer libro), se inscribe como alumno de Bachelard en el Instituto de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, que este último dirige. Se trata de Yves Bonnefoy, hoy el más célebre poeta de Francia, cercano a cumplir 90 años.
Bonnefoy, quien trabó amistad con Bachelard en aquella época, publicó en 2001 un testimonio sobre su maestro: “Bachelard en mi recuerdo”.‡ Contra lo que podría suponerse —y lo deja muy claro desde el primer párrafo—,
No era el teórico de la poética lo que más me atraía de Bachelard. No porque yo fuese enemigo de reflexionar sobre los elementos —Psicoanálisis del fuego fue uno de los primeros libros suyos que leí, debido a una nota de Maurice Blanchot que por azar llegó a mis manos […] sino porque me parecía que Bachelard hablaba de la imaginación y no de la poesía […] El Bachelard que me atraía era el autor de El nuevo espíritu científico, libro que yo había devorado, y el de La filosofía del no. Nutrido de un poco de matemáticas y de física, al concluir mis primeros años de licenciatura yo soñaba con una síntesis audaz de la epistemología […] como la que se esbozaba en esas obras, sobre todo en la segunda. Era ese Bachelard, el que dejaba atrás las ortodoxias del racionalismo en el seno mismo de la razón, el que, en suma, me parecía el verdadero poeta.
Y a ese Bachelard fue al que le pidió que dirigiera su tesis sobre historia y filosofía de las ciencias. Bonnefoy no asistió a los concurridísimos cursos de Bachelard sobre la imaginación de la materia; en cambio, en los cursos sobre filosofía de la ciencia el grupo sólo estaba compuesto por el aún joven poeta y cuatro o cinco estudiantes más, lo que les permitía “beneficiarse de manera casi privada de su presencia y su palabra” cuando les hablaba de matemáticas y de físico-matemáticas.
IV
Gaston Louis Pierre Bachelard nace el 27 de junio de 1884 en Barsur-Aube, un pequeño poblado a 240 kilómetros al sureste de París, en la región de Champagne, habitado entonces por 4 636 personas, en el que sus padres tenían un pequeño expendio de periódicos y tabaco. Su infancia transcurre prácticamente en el campo. Le gusta pasear por el bosque en los alrededores, ama los árboles (¡uno querría que Bachelard hubiese escrito un libro sobre los árboles!), los ríos… Es en la infancia, viendo a su pad...