Pragmatismo y educación
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Pragmatismo y educación

Charles S. Peirce y John Dewey en las aulas

  1. 256 páginas
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Pragmatismo y educación

Charles S. Peirce y John Dewey en las aulas

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El pragmatismo norteamericano, que nos lleva a entender al ser humano en relación con sus acciones, puede verse como una teoría del aprendizaje que tiene mucho que aportar en una sociedad tan compleja como la actual, en la que resulta más necesario que nunca un pensamiento flexible, imaginativo y eficaz que sepa manejar la información y las nuevas tecnologías. La creatividad aparece en el pensamiento de los pragmatistas, particularmente en Charles S. Peirce y John Dewey, como el eje en torno al que gira un nuevo concepto de educación. Esa creatividad no está reñida con la profundidad de los contenidos, con la disciplina o con el rigor, sino que tiene que ver con aprender de la experiencia y con razonar más eficazmente. La acción y sus posibles consecuencias, el razonamiento mediante hipótesis -que combina rigor e imaginación-, la valoración positiva del error, el fomento del autocontrol, el desarrollo de hábitos de crecimiento y la búsqueda de un espíritu científico que promueva en los alumnos la investigación y la comunidad constituyen las claves que nos ofrece el pragmatismo para mejorar la educación. Con esas herramientas es posible convertir todas las materias, incluso aquellas aparentemente poco imaginativas como el deporte o las matemáticas, en algo creativo, orientado hacia el crecimiento integral de las personas.

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Información

Año
2015
ISBN
9788491141532
Edición
1
Categoría
Psicología

CAPÍTULO IV

Un modelo de educación pragmatista

Se ha visto en el capítulo anterior que es preciso educar creativamente, enseñando no solo contenidos, sino una serie de habilidades y actitudes necesarias para que los alumnos crezcan como personas. La pregunta por el currículo, por aquello que debe contener el plan de estudios para no marginar los necesarios contenidos y para despertar a la vez el interés y el esfuerzo de los alumnos, aparecía como una de las cuestiones centrales a las que hemos de enfrentarnos para mejorar la enseñanza. El plan de estudios había de ser participativo y realista, pegado a la experiencia vivida por el alumno, debía incluir en las lecciones algo más que meros hechos y datos, procurando la «comprensión» de lo que se enseña, que lleguen a entenderse los fines y las consecuencias de lo que se aprende.
Iré ahora un paso más allá proporcionando una respuesta más concreta, elaborada desde el pragmatismo, a esa pregunta por el currículo, es decir, proporcionando las líneas generales de un plan de estudios pragmatista que conduzca al crecimiento integral de la persona, al desarrollo de su razonabilidad en el sentido más amplio de la palabra. Como ha escrito Pesce, un currículo pragmatista «no es una lista estática de contenidos, sino más bien un proceso comunicativo y dinámico»1. Me detendré en las áreas que dicho plan de estudios debería contemplar, teniendo en cuenta que esas áreas pretenden ser algo más que una mera identificación con asignaturas concretas o con la transmisión de unos contenidos. Se trata más bien de distintos aspectos necesarios para el crecimiento de las personas que toda educación a cualquier nivel debería contemplar y abarcar. Quizá no todo plan de estudios en la escuela o en cualquier carrera de la universidad debería incluir la asignatura llamada matemáticas, pero sí debería fomentarse el uso de la imaginación y de las capacidades analíticas que van unidas a esa área. Sería bueno que los estudiantes supieran manejar diagramas mentales y perseguir imaginativamente el resultado de algo, estén matriculados en ingeniería, filosofía o derecho, y eso debería contemplarlo su correspondiente plan de estudios y, sobre todo, los profesores que imparten dicho plan de estudios, que deberían estar formados para fomentar esas habilidades. Tampoco, por ejemplo, debería incluirse siempre y en todo nivel la asignatura de educación física, pero toda educación debería tener siempre en cuenta el desarrollo físico de la persona, los beneficios del juego y el cuidado del cuerpo en conformidad con la continuidad de cuerpo y espíritu que sostiene el pragmatismo.
Este capítulo, por tanto, ha de leerse como algo más que un ejemplo concreto de plan de estudios: pretende ser un modelo –es cierto que puede haber otros– que ponga de manifiesto las áreas que debería de un modo o de otro incluir el plan de estudios integral que perseguimos, esto es, las habilidades que todo plan de estudios debería tratar de desarrollar, habilidades que contribuirán al autocontrol y a que el alumno aprenda a pensar, habilidades por tanto que traspasan las barreras de un área específica y se convierten en algo que el alumno podrá aplicar en cualquier circunstancia y área del saber. Ser bueno en matemáticas nos permitirá sacar buena nota en asignaturas de contenido matemático, pero adquirir una serie de habilidades relacionadas con esa área, más allá de los conocimientos, permitirá que el aprendizaje matemático nos haga mejores en muchos otros aspectos de nuestra vida. Se trata por tanto de habilidades y capacidades básicas que los profesores de cada área deberían fomentar, pero son también aspectos que deberían estar contenidos en cualquier clase de educación, independientemente de las áreas, y que deberían fomentarse en cualquier tipo de enseñanza, sea en la escuela, en la universidad, en cualquier empresa u organización. A todos ayudará por ejemplo el enfrentarse a las cuestiones con espíritu científico, el buscar el significado de lo que se aprende o el intentar expresarnos a través de una narración. Se trata, en suma, de habilidades que nos ayudarán a razonar y a vivir mejor.

4.1. La investigación científica: partiendo de la experiencia

En primer lugar, hay que fomentar en el aprendizaje una actitud científica. Los alumnos deben encarnar el espíritu científico, esto es, aplicar el método científico que lleva a una organización más eficaz de las cuestiones. Esto es algo que evidentemente ha de conseguirse en las asignaturas de ciencias, pero es además una actitud general de investigación y método que hemos de lograr que los alumnos desarrollen. Los alumnos han de aprender el método científico para aplicarlo después en contextos más amplios, en otras áreas y en los problemas del día a día.
¿En qué consiste ese método científico que hay que fomentar? Podría decirse para empezar que es una prosecución incansable de la verdad, una actitud de no cesar en ella, de no aceptar principios fundamentales, dados y fijos en nuestra búsqueda del saber, de no darnos nunca por satisfechos. El verdadero científico querrá saber al llegar a una verdad qué significa, qué consecuencias tiene, encarnando así el verdadero crecimiento. Dice Peirce: «La ciencia es incompleta; es esencialmente incompleta, lo que entendemos por ciencia es la suma de la actividad humana en cualquier época en la senda del descubrimiento (…). La verdadera ciencia nunca pronuncia un ultimátum» (W 8.347, 1892). Esa actitud debería acompañarnos en todo aprendizaje.
Se trata por tanto de promover una actitud de investigación científica, sabiendo que por científica entendemos algo más amplio, que no nos vemos reducidos a lo estrictamente empírico, a nuestros sentidos o a un experimentalismo. Se trata de enseñar a los alumnos a trabajar con el método científico tal como lo veían los principales pragmatistas, por ejemplo, Peirce o Dewey, siguiendo los pasos adecuados a la investigación de cualquier tema: duda, conjetura, revisión cuidadosa y comprobación en la práctica de las consecuencias. A la hora de aplicar ese método a la enseñanza hay que tener en cuenta dos puntos fundamentales: primero, enseñar a los alumnos a partir de la experiencia, y segundo, provocar la reflexión a partir de ella. Esos dos puntos nos llevarán al descubrimiento de cosas nuevas y al necesario proceso de comprobación, venciendo los obstáculos para la investigación. Como afirma Peirce, tomar las verdades de la ciencia como afirmaciones absolutas o como explicaciones últimas y perfectas, o pensar que hay cosas que no pueden llegar a conocerse y hechos inexplicables, son actitudes que bloquean por igual el camino de la investigación (EP 2, 49, 1898).
Por tanto, se incluye como primer punto partir de la experiencia, esto es, de las cosas que nos rodean, que nos llaman la atención, que nos provocan dudas. Como ya se vio en el primer capítulo, el partir de la experiencia es algo definitorio del pragmatismo. Peirce afirma que todo conocimiento parte de la experiencia, James afirma que es el único punto de partida legítimo y Dewey sostiene por su parte lo que llama una educación de laboratorio, iniciada en la actividad y que produce con esa actividad un contacto efectivo entre el alumno y las cosas reales. La experiencia concreta es la fuente primaria de toda educación concebida desde el pragmatismo, pues el pensamiento no surge de la nada, sino de experiencias directamente vividas.
Entonces, ¿qué es esa experiencia que juega un papel tan importante? Para el pragmatismo la experiencia es una interacción del organismo con su ambiente, una conexión intrínseca del yo con el mundo. Como ya se había dicho en el primer capítulo la experiencia es mucho más que los datos de los sentidos, es aquello que contiene todo lo que nos rodea y nos afecta, y que por tanto nos permite unificar, conectar lo que sucede y lo que tenemos alrededor. Dewey lo expresa de la siguiente manera:
Experiencia significa el campo sembrado, las semillas esparcidas, las cosechas recogidas, los cambios de noche y día, primavera y otoño, seco y mojado, frío y calor que son observados, temidos, esperados; también denota a aquel que planta y cosecha, que trabaja y se alegra, que espera, teme, planea, que invoca a la magia o a la química para ayudarle, que está abatido o triunfante (…) La experiencia no reconoce en su integridad primaria ninguna división entre acto y material, entre sujeto y objeto, sino que contiene a ambos en una realidad sin analizar (LW 1, 1925, 18).
Es necesario por tanto redefinir el concepto de experiencia, que ya no equivale a los datos de los sentidos sino a la totalidad de las relaciones del individuo con su ambiente. La experiencia, como afirma Dewey, es una relación entre el presente y el futuro, entre el yo y el medio. Podemos decir que tiene dos momentos importantes, la observación y la reflexión, aunque en la realidad esos momentos no se dan de forma separada.

La observación

Partir de la experiencia supone esforzarse por llegar a los hechos de observación sin dejar que prejuicios o ideas preconcebidas los distorsionen, clarificando nuestra visión del mundo para saber de dónde partimos. Es preciso liberar la atención de las obligaciones cotidianas y usarla para explorar el mundo que nos rodea. Hay que aprender a buscar pistas. Esto no significa perderse en imaginaciones lejanas y estériles, sino más bien comprender mejor lo que hay a nuestro alrededor, la realidad y las efectivas situaciones problemáticas, aquello que nos sorprende en uno u otro sentido. Hay que fomentar en los alumnos la curiosidad natural y la duda genuina, el maravillarse como actividad intelectual, fomentar la iniciativa, aprovechar sus tendencias y enseñarles a experimentar con las ideas, dejando que generen hipótesis, posibilidades, soluciones para esas situaciones problemáticas. Escribe Dewey: «el estudio de la vida mental ha hecho evidente el valor fundamental de las tendencias congénitas a explorar, a manipular instrumentos y materiales, a construir, a dar expresión a las emociones placenteras, etc.» (MW 9, 1916, 202).
Lo que se haga en el colegio debe aumentar la experiencia del alumno de muy diversas maneras. La experiencia es el punto de partida no solo en las ciencias, sino también en las demás áreas de aprendizaje. Por ejemplo, puede convertirse en una experiencia educativa el leer un libro y hablar de cómo me ha cambiado. Aunque resulta más fácil inundar al alumno con una masa de material informativo, y más en nuestros días con la carga de información disponible en Internet, se trata más bien de que sea el alumno quien elabore el material en su experiencia directa. La información no puede estar separada de la experiencia. El material nunca debe sustituir a la observación, sino que debe proporcionarse con fines de estímulo. El alumno debe aprender a observar. Una cosa es proporcionar oportunidades para que los alumnos tengan experiencias y otra dárselas hechas.
Esa experiencia por otra parte ha de ser real, tiene que tene...

Índice

  1. Introducción
  2. I. El verdadero pragmatismo
  3. II. Vivir y educar: tareas creativas
  4. III. Cómo enseñar creativamente
  5. IV. Un modelo de educación pragmatista
  6. V. Conclusión: cinco reglas de oro
  7. Bibliografía
  8. Anexo: Experiencias pragmatistas en las aulas