La felicidad duradera
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La felicidad duradera

Estudios sobre el Bienestar en la Psicología Positiva

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La felicidad duradera

Estudios sobre el Bienestar en la Psicología Positiva

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Conocer cómo podemos contribuir con la construcción de nuestro bienestar y el de los grupos a los cuales pertenecemos –nuestras familias, centros de trabajo, agrupaciones sociales y comunitarias– constituye una importante herramienta a lo largo de todo nuestro ciclo vital.Hacernos responsables del cultivo de nuestro bienestar; entender por qué nos cuesta tanto autocontrolarnos; concebir que nuestros niños con infancias limitantes y las familias reconstituidas son capaces de rehacerse y crecerse ante las dificultades; convertir el trabajo en un nicho de potenciación personal; responder con lo mejor de nosotros mismos ante el reto de ser ciudadanos y comprender por qué el amor y las relaciones interpersonales pueden hacernos tan felices o infelices, son algunos de los temas abordados en el presente volumen bajo el paraguas conceptual de la Psicología Positiva."La felicidad duradera. Estudios sobre el Bienestar en la Psicología Positiva" está orientado a desarrollar las fortalezas del carácter y la práctica cotidiana de emociones positivas, cuyos efectos sobre la salud y el bienestar son ya incuestionables.

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Información

Año
2016
ISBN
9788416687718
II. La apuesta está en la familia

Resiliencia en niños y adolescentes venezolanos maltratados
Angelita López Cortez

El hombre que se levanta es aún más grande que el que no se ha caído.
CONCEPCIÓN ARENAL

Resumen

El presente artículo tiene como objetivo hacer una revisión de la relación entre el maltrato infantojuvenil y la resiliencia en investigaciones venezolanas. Se inicia haciendo un resumen teórico sobre el maltrato infantil, conceptos, causas y consecuencias, y sobre la resiliencia en general y posteriormente en la resiliencia en niños, haciendo énfasis en los factores protectores tanto intrínsecos como extrínsecos, y los factores de riesgo. Posteriormente se reseñan tres investigaciones venezolanas donde se miden cinco factores personales de resiliencia en poblaciones de niños con discapacidad auditiva, niños escolarizados de estratos socioeconómicos bajos y niños trabajadores. Los resultados muestran que las tres poblaciones en estudio presentan niveles medios y altos de resiliencia, los factores personales que puntúan más alto en todas las investigaciones son autoestima y empatía, y en los puntajes más bajos está la creatividad. Se concluye que estas muestras de niños que poseen factores de riesgo presentan niveles óptimos de resiliencia, ya que poseen diversos factores protectores que contrarrestan los efectos de sus condiciones de vida desfavorables.
El artículo finaliza con reflexiones sobre la relación entre resiliencia y maltrato infantil de acuerdo a las etapas evolutivas de los niños en estudio, los factores personales intrínsecos, extrínsecos y los factores de riesgo que posean; además de la importancia del proceso psicológico de ayuda a este tipo de poblaciones para consolidar la resiliencia.

Introducción

El maltrato infantil es una problemática mundial, biopsicosocial, la cual, según cifras nacionales e internacionales, va en aumento cada año; las causas son complejas y combinadas, siendo frecuentes las problemáticas familiares, como la violencia doméstica, ausencia de uno de los padres, exceso de hijos; conflictos emocionales en los padres, generalmente vinculados a su propia infancia como niños maltratados, carencia de conocimientos amplios sobre herramientas psicoeducativas para propiciar una educación óptima y saludable en los hijos, pobreza extrema, nivel de educación bajo, condiciones socioeconómicas deficientes.
El maltrato infantil genera secuelas biológicas, sociales y emocionales en los niños, las cuales estarán directamente relacionadas con los factores asociados al maltrato infantil explicados anteriormente. Según las investigaciones nacionales e internacionales un alto porcentaje de los niños que han sufrido maltrato en cualquiera de sus formas en la infancia se convierten en adultos maltratadores, propiciando el ciclo de la violencia.
Sin embargo la psicología positiva, corriente teórica reciente, hace énfasis en los aspectos saludables y positivos del ser humano, proporciona una visión distinta al estudio del hombre, y uno de sus aportes al estudio del maltrato infantil es la resiliencia; que remite a la capacidad que tenemos los seres humanos de superar las dificultades y vicisitudes de la vida, convirtiéndolas en grandes oportunidades para el crecimiento emocional y personal.
Entre las variables que influyen para que se consolide la resiliencia en los niños están los factores protectores; estos pueden ser intrínsecos o extrínsecos. Los intrínsecos se refieren a características de personalidad que potencian la visión del mundo de una manera optimista, como son: iniciativa, capacidad para experimentar las emociones y la introspección, entre otras. Los factores protectores tienen que ver con el entorno del individuo, entre ellos, una relación de apego con alguien en los primeros años de vida, contar con el apoyo de pares, buen nivel de educación, una familia estructurada, apoyo del Estado, medios de comunicación adecuados. Los factores de riesgo son aquellos que merman la capacidad resiliente del ser humano, como son no tener las necesidades biopsicosociales satisfechas, carecer de conexiones afectivas positivas y de un vínculo con los padres y miembros de la familia además de su medio ambiente.
En ese sentido, varias investigaciones nacionales e internacionales en el campo de la psicología positiva, en especial en la temática de resiliencia, reseñan poblaciones de niños vulnerados por causas sociales, psicológicas o biológicas, que son resilientes ante las diversas dificultades que afrontan, siempre y cuando no presenten patologías psíquicas importantes.
Esas investigaciones serán discutidas en este artículo, pudiendo dar un aporte a la comprensión del maltrato infantil, que es un área importante de la psicología infantojuvenil, bajo la mirada de la psicología positiva.

El maltrato infantojuvenil

El maltrato infantojuvenil es una problemática tan antigua como lo es la humanidad, y se refiere a las conductas y comportamientos inadecuados que emiten o dejan de emitir hacia los niños y adolescentes todas aquellas personas encargadas de su crianza y bienestar biopsicosocial.
El maltrato se ha tipificado, para efectos de estudio, en varios tipos:
  • Maltrato físico, que son las lesiones físicas que se propinan a niños o adolescentes, generando daño físico y psicológico.
  • El maltrato psicológico o emocional, de amplio espectro, remitido al trato emocional inadecuado hacia los niños y adolescentes, sin tomar en cuenta su ciclo evolutivo ni sus necesidades.
  • El maltrato por negligencia, que se caracteriza por el incumplimiento de los deberes como padres o cuidadores de los niños, generando daño físico y emocional.
  • El abuso sexual, que implica emitir comportamientos inadecuados que erotizan a los niños y despiertan su sexualidad antes de su etapa evolutiva, los cuales van desde la exposición a la sexualidad sin participación directa (pornografía, dormir o bañarse con los padres) o la penetración de genitales o zonas erógenas directamente (Muñoz y De Pedro, 2005; Soriano, 2005).
Las causas del maltrato infantil son muy variadas y de amplio espectro. Las más frecuentes en el área social son la pobreza extrema, el hacinamiento, el déficit en servicios de salud y educación, y el desempleo. Las causas psicológicas o individuales están directamente relacionadas con problemas emocionales de diversa índole presentes en los padres o cuidadores, producto de su propia historia de maltrato infantil, sumado a factores biológicos y genéticos. Las causas familiares son muy amplias y están referidas a problemáticas familiares variadas, desde la violencia doméstica, alcoholismo, drogas, ausencia de figuras parentales de autoridad, entre otras. Las causas culturales educativas son muy frecuentes en los casos de maltrato infantojuvenil. Entre ellas se encuentran: bajos niveles educativos y culturales por parte de los padres o cuidadores, y por ende la presencia de déficits para proporcionar una crianza adecuada, pues no cuentan con herramientas diversas y acordes para brindar una adecuada disciplina con amor a sus hijos.
Según diversos estudios, cuantos más factores estén asociados en los casos de maltrato, y esté presente mayor número de tipos de maltrato infantojuveniles, mayores son las consecuencias a nivel biopsicosocial. Las más frecuentes son las lesiones físicas, como contusiones, quemaduras, laceraciones. En el área emocional, que sería la que recibiría más impacto, puede haber presencia de trastornos conductuales y emocionales de diversa naturaleza, que pueden propiciar el desarrollo de patologías psíquicas en la adultez. Todos o algunos de estos sucesos pueden generar como producto el ciclo de la violencia, donde el niño que ha sido víctima del maltrato se puede convertir en un adulto abusador (Walter, 2006; Barudy y Dantagnan, 2007).

La resiliencia y el maltrato infantil

Una mirada al maltrato infantil desde la perspectiva de la resiliencia abre caminos a la visión del hombre en su contexto de potencialidades y fortalezas, resaltando las capacidades que tenemos los seres humanos de sobreponernos a las situaciones adversas de la vida, para crecer y fortalecernos, en contraposición a las visiones teóricas que resaltan y estudian los procesos enfermos de los seres humanos. Ello nos puede aproximar a un comprensión distinta de la población de niños y adolescentes maltratados.
El vocablo resiliencia proviene del término resilio, del idioma latín, que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997.cp. Cortezía y Orellana, 2010). El término resiliencia es tomado de la física, en donde se refiere a la capacidad que tienen algunos metales de resistir a los golpes y recuperar su estructura interna (Badilla, 2009). En el área de la psicología, está referido a la combinación de factores que permiten a un ser humano afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida.
Remite a la capacidad que posee el hombre para convertir los eventos negativos o destructivos en oportunidades de visualizar la vida con optimismo y desarrollar fortalezas personales para una vida más placentera.
Para Gruhl (2009) la resiliencia está relacionada con la elasticidad, con la capacidad de adaptación y resistencia, que les permite a las personas regresar a una posición original a pesar de lo que les acontezca. Agrega que esos momentos de crisis del ciclo vital son oportunidades para la evolución y el crecimiento personal, lo cual nos puede permitir entender por qué muchos niños y adolescentes que han vivido la miseria humana en sus diversas formas, como el maltrato, la guerra, el hambre, el abandono, desarrollan altas potencialidades emocionales y sociales, y en vez de sumergirse en la depresión y el desasosiego, buscan vías de crecimiento emocional (Cyrulnik, 2003).
Todos los teóricos de la resiliencia hacen énfasis en que para que se consolide la resiliencia deben existir, en el proceso de la infancia, factores protectores, que son las condiciones o entornos capaces de favorecer el desarrollo saludable de los seres humanos, minimizando los efectos de las circunstancias desfavorables, que vendrían a ser los factores de riesgo, los cuales están remitidos a cualquier característica o cualidad de una persona o comunidad que se sabe va unida a una elevada probabilidad de dañar la salud.
Los factores protectores se dividen en internos y externos; los primeros están referidos a los atributos genéticos de cada ser humano, como son la estima, la seguridad, la confianza en sí mismo. Gruhl (2009) explica que las personas resilientes poseen una combinación eficiente de atributos sustentados en tres aptitudes importantes, que son: el optimismo, la aceptación y la orientación a la búsqueda de soluciones.
Grotberg (1998) habla de una adecuada capacidad de introspección, capacidad para relacionarse, iniciativa, humor, creatividad y moralidad como factores protectores internos que poseen todas las personas que son resilientes.
Los factores protectores externos son las condiciones del medio que actúan reduciendo la posibilidad de daño, como son el apoyo de un adulto significativo, tener padres con una aptitud parental competente, poseer una relación buena por lo menos con alguno de los padres, contar con apoyo del medio ambiente, contar con un buen nivel educativo, buena relación con pares, y tener una adecuada capacidad de reflexionar sobre sí mismo y sobre los demás (Cyrulnik, 2003, Barudy y Dantagnan, 2007).

La resiliencia en niños

La resiliencia en los niños está sustentada bajo los mismos lineamentos teóricos explicados anteriormente, íntimamente relacionados con el desarrollo de los factores de protección, tanto los internos como los externos. En cuanto a los factores internos, se sabe que aquellos niños que tengan un temperamento o base biológica caracterizada por conductas como apacibilidad, humor, entusiasmo, tendrán mayores posibilidades de percibir el medio externo y sus dificultades diarias como posibilidades de crecimiento, ya que su carga genética posibilita la visión del mundo de una forma saludable y positiva.
En cuanto a los factores protectores externos, Barudy y Marquebreucq (2006) hacen énfasis en las competencias parentales para cubrir las necesidades básicas de los niños, dichas competencias definidas como capacidades y habilidades; las capacidades como los componentes fundamentales de la parentalidad, y las habilidades como los recursos emocionales, cognitivos y comportamentales de los padres.
El cuidado mutuo y el buen trato son tareas humanas de vital importancia en la vida de todo niño. El sentirse cuidado en un clima de compromiso y respeto incondicional facilita la aparición de la esperanza y de la dignidad humana; y más aún en los períodos de crisis, donde la acumulación de estrés y sufrimiento puede propiciar la aparición de las enfermedades mentales (Barudy y Marquebreucq, 2006).
El bienestar de los niños y las niñas como resultado de haber sido cuidados y amados es consecuencia de un proceso social complejo en el que intervienen cuatro factores:
  1. Los recursos y capacidades de las madres y de los padres.
  2. Las necesidades de los niños y las niñas.
  3. Las fuentes de resiliencia de todas las personas implicadas en el proceso.
  4. Los recursos comunitarios.
Entre las capacidades parentales más importantes para proveer un buen trato en los niños se encuentran: la capacidad de vinculación y apego, relacionada con la potencialidad de los padres para amar a sus hijos y establecer una relación amorosa y segura; la inteligencia emocional, que les permita reconocer sus emociones y manejarlas adecuadamente; la empatía, que consiste en entender las emociones de los hijos y responderles de manera adecuada.
Las creencias y los modelos de cuidados relativos al niño y sus necesidades son el conjunto de representaciones y comportamientos que utilizan las madres y los padres para intentar responder a las peticiones de cuidados que hacen sus hijos (Barudy y Marquebreucq, 2006).
Las necesidades de los hijos son biopsicosociales, desde las necesidades fisiológicas básicas como existir, seguir vivo, con salud física, recibir alimento, vivir en condiciones higiénicas adecuadas, estar protegidos de los peligros reales, disponer de asistencia sanitaria, vivir en un medio que permita una actividad física sana; la necesidad de lazos afectivos seguros y continuados por parte de figuras parentales, ya que todos los niños necesitan ser aceptados, reconocidos, amados; las necesidades cognitivas, relacionadas con la necesidad por parte de los niños de estimulación, experimentación y refuerzo, para asimilar oportunamente todos los aprendizajes y desafíos diarios en su proceso de crecimiento; las necesidades sociales, no menos importantes, remitidas a la necesidad de los niños de desarrollar destrezas en cuanto a su independencia, a sus comportamientos sociales y éticos, de acuerdo a su cultura y educación, estimulando su sentido de pertenencia a una comunidad, bajo la convivencia participativa de todos. Los recursos comunitarios corresponden a la obligación que toda la sociedad y comunidad tienen de ofrecer las mejores condiciones de vida a los niños, respetando sus derechos y estimulando sus obligaciones. Y la capacidad de resiliencia de cada una de las personas implicadas en el proceso de crianza de los niños se refiere a las diversas capacidades que pueda tener cada miembro del proceso para convertir las dificultades en oportunidades y crecer, pudiendo contribuir a desarrollar la capacidad resiliente en los niños pertenecientes a ese grupo (Barudy y Marquebreucq, 2006).
En resumen, podríamos decir que la formación de la resiliencia en los niños en general, va a estar íntimamente relacionada con la combinación de los cuatro factores anteriormente explicados, existiendo mayores probabilidades de crear resiliencia en aquellos niños cuyos padres...

Índice

  1. Introducción
  2. Prólogo
  3. I. Las fortalezas de los venezolanos
  4. II. La apuesta está en la familia
  5. III. La sociedad es una oportunidad para trascender
  6. IV. Tendencias y urgencias en la promoción del bienestar
  7. Notas
  8. Créditos