La conjura de Los Notables
Carlos Andrés Pérez asume por segunda vez la Presidencia en febrero de 1989. Octavio Lepage es presidente del Congreso Nacional, designación que disputó puertas adentro del Comité Ejecutivo Nacional de Acción Democrática contra David Morales Bello. Se impuso por un solo voto de diferencia. Le pone la banda presidencial a Pérez en el acto efectuado en el Teresa Carreño, que la prensa bautizó como la «coronación». Lepage admite que lo hizo con desagrado. Aquella espectacularidad de CAP fue vista con recelo en los propios ámbitos partidistas.
Compartirá las labores parlamentarias y políticas con la presencia en las páginas de opinión del diario El Universal, desde donde alerta sobre la lucha desmedida entre los partidos, advierte sobre el uso de la corrupción como arma destructiva y critica sin dureza, pero con insistencia, que el gobierno de Pérez deje de lado al partido. El programa de ajustes y rectificaciones denominado El Gran Viraje sigue su curso, a pesar del Caracazo, de la reticencia de la dirigencia adeca y de la incomprensión interesada de poderosos medios de comunicación social.
Lepage reconoce que Pérez estaba plenamente convencido de las bondades de su propuesta de cambios y admite, también, que su partido se equivocó al no alinearse sin dudas en la misma dirección del Gobierno. El partido intuyó lo que se preparaba en los cuarteles, pero no captó lo que se fraguaba desde el ámbito civil, con Arturo Uslar Pietri como figura descollante. Con la liquidación de un personaje, CAP, se urdía la liquidación de Acción Democrática.
–¿Usted conocía a los hombres que gobernaron con Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno, el grupo de tecnócratas, tan competente y tan incomprendido?
–Tuve contacto con ellos antes de iniciarse el Gobierno. En una ocasión me invitó a su casa Marcel Granier y estaban allí. Recuerdo claramente a Miguel Rodríguez, Moisés Naim y dos o tres más. Los recuerdo porque me impresionaron.
–¿Por qué lo impresionaron?
–Porque era gente que se veía muy capaz, con mucha facilidad de palabra, tenían criterio y lo expresaban bien. Ese encuentro debió ser efectivamente antes de iniciarse el Gobierno y ellos tuvieron esa deferencia de invitarme a mí, que había sido contendor de Carlos Andrés y seguramente suponían que nos habíamos distanciado. Yo más que todo escuché, pero me impresionaron muy bien, gente competente.
–Cuando gobernaron habrán cometido errores y el país no los entendió…
–Pienso que no tenían ningún entrenamiento político, no captaron la necesidad de crear climas favorables de opinión para que su proyecto se comunicara. Como tenían fe ciega en sus ideas, en que eran correctas, pensaron por eso que todo el mundo debía entenderlas, y no es así, menos en la cuestión económica y, menos aun, en una democracia venezolana acentuadamente populista, como la que tuvimos nosotros. Carlos Andrés siempre sostuvo que su política de El Gran Viraje estaba funcionando y dando resultados positivos.
–Los registros indican que la economía creció a alto ritmo en 1991 y 1992.
–Si, a 6 o 7 por ciento, de manera que la economía iba por un camino de recuperación.
–En las reuniones entre el partido y el Gobierno se explicaba lo que se iba a hacer. ¿El partido entendió aquello?
–¿Cómo decirlo? Ahora estoy convencido no solo de lo positivo sino también de lo indispensable que era aquel programa, pero en aquel momento no lo capté bien. Las reuniones se hicieron donde estaba el despacho del Presidente en La Casona, en una mesa muy grande, y concurrían, claro está, Miguel Rodríguez, Moisés Naím, Gerver Torres, Ricardo Haussman, el equipo económico de El Gran Viraje, y nosotros, los del CEN, haciendo preguntas que ellos respondían. Sin duda alguna yo abrigaba ciertas reservas frente a una innovación tan drástica en relación con lo que se había venido practicando durante tantos años, sobre todo durante la ultima década. Nos habíamos acostumbrado a desempeñarnos políticamente en ese escenario acentuadamente populista y aquello nos resultaba difícil de entender y de aplicar, rompiendo con una tradición de 40 años. En ese populismo caímos tanto Copei como nosotros, todos los gobiernos. Betancourt y Leoni menos, porque ellos recibieron un país muy deteriorado económicamente, pues Pérez Jiménez hizo obras pero se excedió, el país quedó endeudado y socialmente mostraba signos preocupantes. Por eso, Betancourt aplicó el plan de emergencia dirigido por José Agustín Catalá, porque se dio cuenta de la urgencia de hacer algo para que la gente en la calle, para que las masas populares se tranquilizaran. Era una situación de muchos padecimientos económicos.
–¿En esas reuniones de La Casona alguien llevaba la voz contraria con más claridad que otros?
–Básicamente eran preguntas, era siempre como indagando, como tratando de entender el plan, pero con reticencia, fuimos siempre reticentes con ese plan, aunque no lo obstaculizamos realmente. Hay que recordar que gobernábamos con minoría en el Congreso, porque en aquella elección Pérez salió victorioso, pero AD quedó con minoría en el Congreso por primera vez.
–¿Era la primera minoría en los gobiernos adecos?
–No, siempre había tenido mayoría. AD perdió la mayoría por las divisiones, y hubo que llegar a acuerdos para las presidencias del Congreso, porque las rupturas del MIR, del ARS y del MEP nos quitaron la mayoría, pero esta vez la perdimos. Pérez entra a gobernar con minoría, pero fue temerario, en el sentido de lanzarse tan directamente con aquel paquete completo sabiendo el panorama de votos en el Congreso.
–Usted en los años del gobierno de Pérez escribía regularmente en El Universal artículos que luego recogió en el libro Política, democracia, y partidos, y de manera insistente señalaba que Pérez gobernaba sin el partido. ¿Cómo fue posible que AD ganara las elecciones y después no mandara?
–Las elecciones las ganó AD y también Pérez. Él fue electo Presidente, con las facultades que le da la Constitución a la Presidencia. Él estaba convencido de que el modelo populista que aplicaron los gobiernos anteriores, entre ellos los de AD, no era apropiado para construir una Venezuela moderna, que pudiera sobrevivir y progresar en un mundo globalizado y que era indispensable aplicar un nuevo esquema de gobierno. Pérez estaba absolutamente convencido de eso y se concibió a sí mismo como realizador de ese cambio de mentalidad y de estructura del Estado para lograr objetivos por otras vías.
–¿Aquel Pérez es el que se nutre de lo que vivió como dirigente de la Internacional Socialista?
–Debe haber revisado las experiencias de otros países, pero es que se dio cuenta de que en Venezuela el fracaso de las empresas de Guayana, que él creó con tanta ilusión, considerando que podrían transformar al país para que no siguiera viviendo exclusivamente del petróleo, dejó de dar resultados y se convirtieron en una carga para el Estado. Pero la mentalidad prevaleciente en la clase política, incluido yo en eso, era que esas empresas fundamentales tenían que ser manejadas por el Estado. Guayana podría ser un polo industrial importante, pero nosotros los políticos estábamos empeñados en retener esas empresas, aunque fuera necesario subsidiarlas con miles de millones de bolívares. Es lo que pasa ahora con Sidor. Chávez la renacionalizó con gran alborozo de los trabajadores que aplaudieron a rabiar la decisión y hoy están arrepentidos porque otra vez la producción cayó, no hay suficiente producción para siquiera cubrir la demanda nacional y nada para exportar. Los propios obreros están listos para apoyar la privatización de Sidor. Esa política de privatización tuvo una resistencia muy fuerte en los partidos políticos y me incluyo, porque estábamos cautivados por aquella visión.
–¿Por la visión estatista?
–Y estábamos equivocados, eso no funciona en Venezuela, ni en ninguna parte del mundo. Pérez tuvo el coraje intelectual y político de plantearse la necesidad de cambiar aquel enfoque. ¿Fue certero en la selección de los técnicos? Quién sabe, no sé. Pero aquello era indispensable y en Venezuela no se podría pensar en seguir manteniendo empresas complejas manejadas por el Estado porque fracasan.
–¿Con excepción de la industria petrolera?
–La única que se salva es Petróleos de Venezuela (Pdvsa), que ahora está en decadencia. La irresponsabilidad de Chávez casi la liquida. El petróleo se nacionalizó y eso funcionó a la perfección. ¿Por qué? Porque para el momento en que fue nacionalizada, la industria petrolera estaba manejada por venezolanos, los presidentes de las empresas petroleras eran todos venezolanos y todos los cuadros técnicos eran venezolanos. Tuvo el buen juicio Pérez de dejar esa organización intacta y colocar allí a una gran figura como era Rafael Alfonzo Ravard. Eso funcionó a la perfección y esas empresas petroleras empezaron a progresar y a producir beneficios para el país.
–¿AD y Copei entendieron que ese era un bien nacional y fueron precavidos?
–Así fue. Copei, que es sectario, nombró al final a un técnico competente, con mucha cancha, quien dirige en la actualidad una empresa petrolera privada, como es Humberto Calderón Berti. Es decir, tenía calificación para ser presidente de Pvdsa. Pero la política era no politizar esa empresa y confiar siempre su manejo a gente no sometida a disciplina partidista. Apenas llega Jaime Lusinchi al poder lo sustituye por Brígido Natera, un técnico independiente.
–Pérez gobernó con su grupo de técnicos, que la gente reconoció que era de alto nivel, que incluso no hay ni hubo ningún juicio por corrupción contra ellos, pero el partido se sintió fuera.
–El partido se sintió excluido, pero no tenía razón el partido. Incluso tengo que rectificar porque es que había que cambiar ese modelo de capitalismo de Estado que fracasó, que no podía continuar, que no podíamos mantener.
–¿Había alguien en el partido que lo entendiera en su momento?
–En general en la estructura dirigencial del partido no lo entendíamos, estábamos muy aferrados a ese modelo estatista.
–¿Perder los gobernadores, los puertos, las empresas públicas que se reformaban, fue un costo muy alto?
–Para el partido significaba una clara pérdida de poder, pero tenía que adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas realidades políticas, sociales y económicas. Había que capacitarse, las universidades estuvieron mucho tiempo tomadas por los comunistas y eran fundamentalmente políticas. El IESA formaba técnicos para la empresa privada, pero era elitesco. Solo el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho permitió a gente irse a preparar al exterior, pero tenía un alcance limitado. Los partidos no nos ocupamos de formar cuadros para manejar una Venezuela que cada día se hacía más compleja, conservábamos un esquema muy elemental de organización política.
–¿Hubiera sido posible hacer los cambios si Pérez le hacía caso a su partido?
–Tenía que hacer un trabajo de lobby. Pérez se sobreestimó, así como no escuchó los alertas sobre la conspiración de Chávez. Estaba muy imbuido en sus esquemas, creía que eran perfectos.
–¿Cómo un partido como AD, con dirigentes veteranos, no pudo manejar un momento como aquel?
–Porque los partidos los dirigen seres humanos. Pérez trató de romper el esquema tradicional y estaba dando resultados para el momento en que lo sacan del Gobierno.
–Cuando se produce el Caracazo, en los días iniciales del segundo gobierno de Pérez, AD incrementó sus reticencias sobre lo que podía venir con el plan de ajustes. ¿Se percibió el desastre social del país?
–Eso se atribuyó al aumento de la gasolina, que no hubo tal aumento, fue posterior. Fue una ...