La cultura es el elemento que habitamos como individuos. Si la cultura nos permea y constituye, si reside en los documentos, objetos y prácticas en derredor, si circula en forma de significados y valores que aprendemos y reproducimos como buenos ciudadanos, ¿cómo, en tales circunstancias hemos de practicar la crítica cultural, si la crítica implica una cierta distancia entre el crítico y la cultura? La respuesta está en que las culturas no son homogéneas; ni son ellas necesariamente coherentes. Existen siempre otras perspectivas, de tal suerte que las culturas ofrecen posiciones alternativas a los sujetos que las reclutan.
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En Bogotá, al finalizar los años 1950, un puñado de miembros de una entonces joven generación de arquitectos abre aguas frente a la corriente dominante en la producción edilicia local. La tendencia dominante se encontraba en la época marcada por una euforia de modernización, por vía de una racionalidad instrumental, cuyo referente arquitectónico principal (en forma difusa como también explícitamente) fue asociado con una “arquitectura funcional”en sintonía con la expresión material y formal del llamado “estilo internacional”. Vinculado a ideas de progreso y eficiencia, el establecimiento racionalista de tal tipo de modernismo, gozaba de gran receptividad por parte tanto del gobierno como del sector privado. Dicho establecimiento, representado por firmas de consultoría ya bien consolidadas que, en su mayoría, ofrecían una consultoría conjunta en ingeniería, administración de obra y diseño arquitectónico, se beneficiaba entonces de los encargos arquitectónicos más exclusivos y de mayor envergadura y representatividad. Eran ellos, por demás, determinantes en la definición de los patrones ideales (ethos) de la práctica profesional en aquel momento histórico. El pequeño grupo de arquitectos disidentes, que posteriormente surgiría por su parte, se opuso estratégicamente a las firmas establecidas con una serie de contra-valores y de prácticas, con el propósito de crear su propio nicho profesional, en la historia y la sociedad y forjar una identidad alternativa de modernidad para la arquitectura local.
Este periodo de cambio (1946-64), tan significativo para la historia de la arquitectura bogotana ha sido ampliamente estudiado por académicos colombianos con diferentes propósitos e inflexiones particulares. Gran parte de la discusión en este campo (debate que se extiende hasta nuestros días) ha sido puesta en términos de lenguaje arquitectónico como fin en sí mismo —en cuanto a referentes formales y uso de las técnicas—, visto en forma bien sea descriptiva o de interpretación estética. Sin demeritar la validez de otras aproximaciones precedentes, en el presente texto se ofrece una mirada al asunto desde una perspectiva distinta. A partir de textos sobre arquitectura, testimonios, objetos y conjuntos urbanos se analiza aquí la formación de identidades específicas en el surgimiento de constructos sociales y culturales por parte de grupos de arquitectos, también identificables.
Al abordar el asunto de la identidad se busca explicar fenómenos de cambio y conflicto ideológico, tales como manifestaciones de la creciente complejidad social que caracteriza a las sociedades modernas. La premisa de base es que una sociedad solo se hace moderna cuando ofrece posiciones y perspectivas distintas a quienes la conforman. Una creciente complejidad y un sano y constructivo conflicto son síntomas de una sociedad moderna; una visión hegemónica sobre los procesos de modernización no lo es.
La relectura de un momento histórico en la arquitectura local a partir de un entendimiento de la formación de constructos de identidad manifiestos en el espacio habitable (proyectado y construido), puede contribuir a resolver una pregunta relevante en relación con dicho momento histórico que tiene ramificaciones en el presente: ¿Cómo y por qué, situados en un mismo tiempo y espacio y frente a condicionantes sociales, económicos y geográficos similares, surgieron posiciones diferentes y, en consecuencia, propuestas arquitectónicas y urbanas diversas? Se busca dilucidar los elementos constitutivos de tales posiciones en conflicto. Para el efecto, se hace uso de un cuerpo conceptual alrededor de las ideas de identidad, lugar y “entorno comportamental” particularmente vistos desde la geografía humana e histórica. El trasfondo del asunto, más allá de la validación histórica de una posición a expensas de la otra – pues ambas, por demás, hicieron contribuciones significativas a la construcción de una cultura local en la arquitectura y la ciudad de Bogotá–, es la explicación de la construcción de una sociedad moderna como producto de la apertura de posiciones críticas distintas frente a los mismos elementos factuales de una realidad específica.
Fig. 1 Portada.
Fuente: Revista PROA. Agosto de 1946. No. 1.
Esta corta investigación se circunscribe al contexto profesional de la arquitectura en Bogotá, siendo esta ciudad, por la época en cuestión, epicentro de la práctica y pensamiento arquitectónicos en Colombia. En una línea de tiempo, el estudio se concentra en la lectura de eventos, textos, dibujos y...