Hambrear a la bestia, alimentar a los ciudadanos
eBook - ePub

Hambrear a la bestia, alimentar a los ciudadanos

Reflexiones en torno a los ingresos básicos y la democracia

  1. 145 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Hambrear a la bestia, alimentar a los ciudadanos

Reflexiones en torno a los ingresos básicos y la democracia

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

En los últimos años, en un contexto de innovación tecnológica creciente, la propuesta de los ingresos básicos –conocida también como renta universal garantizada o ingreso ciudadano– ha estado acaparando la atención de diferentes sectores de la opinión pública.En este libro, el autor aborda la propuesta de los ingresos básicos desde la perspectiva clásica (como solución al descalce entre consumo e ingresos) pero, además, analiza el problema del financiamiento de los ingresos básicos como parte de la transición fiscal en el marco de un proceso democrático. Si los ingresos básicos pretenden aparecer en la opinión pública dando solución a un conjunto de demandas ciudadanas, la democracia tiene que construir un problema en torno a su financiamiento, y este, en el corto plazo, implica más impuestos y no menos.Desde esta perspectiva, dos asuntos aparecen como cruciales: el significado que los ciudadanos le atribuyen a los impuestos y la visión que los dirigentes políticos tienen todavía sobre el punto. En este sentido, el presente libro introduce la idea dedes-estatizarla democracia como aproximación conceptual a la observable monopolización estatal sobre el vínculo cooperativo (que se encuentra detrás de las categorías teóricas) pero, también, en tanto políticas sobre el trabajo y los impuestos.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Hambrear a la bestia, alimentar a los ciudadanos de Dante Avaro en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Politics & International Relations y Democracy. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2020
ISBN
9789876917773

1. Dominio sobre el tiempo o el tiempo que sobra

§ 1. El mundo que enfrentaremos en los próximos años ya no solo pondrá a prueba a la democracia, y más específicamente a las democracias consolidadas, sino, como suele decirse, pondrá a prueba a la humanidad para ver de qué madera está hecha. Y de alguna manera –como tendremos la oportunidad de demostrar–, una vez más, de qué estamos hechos, es que la democracia se convertirá o bien en fuente de creación de problemas que buscan solución, o bien en obstáculos que nos atascan con y en el pasado. Y no me refiero a los angustiantes problemas que enfrentamos sobre el cambio climático o el agotamiento y la aniquilación de nuestro hogar (la Tierra), tampoco a los peligros de una nueva carrera armamentista, ni a los efectos del creciente dominio comercial-económico y político de una potencia no democrática (China) en el concierto de las sociedades democráticas; tampoco me refiero a los campos de refugiados que se incrementaron notablemente en estos años, ni a las migraciones que prevemos serán masivas y no solo de humanos, sino de gran parte del reino animal y vegetal, si es que deseamos preservar algunas de las fuentes para la seguridad alimentaria; no me enfoco en la carrera desenfrenada por la obtención de energías requeridas para eficientizar la posesión y el control del espacio exterior y mucho menos poso el lente sobre nuestra transición lenta pero persistente hacia una comunidad de ciborgs, entre muchos otros asuntos que nos dejan sin aliento, aunque “estupor” sería la palabra adecuada para los dignos hijos de Epimeteo. Por el contrario, frente a estas preocupaciones mi tema de análisis aquí parece menor y ciertamente, si bien no pasa desapercibido al estar camuflado entre otros debates, no ha calado como se requiere en las charlas y agendas públicas (especialmente fuera de la Unión Europea). El tema que me ocupa se puede formular mediante una pregunta: ¿de qué forma la democracia, como régimen de gobierno, enfrentará la tendencia creciente y aparentemente irreversible de liberación de tiempo individual y colectivo de trabajo? Esta no es una pregunta sobre política económica, tampoco sobre economía política; es ante todo pura y genuinamente un asunto político. ¿Políticamente tenemos el deber y la obligación de intervenir sobre el consumo del tiempo (que nos sobra)? ¿La democracia usará ese tiempo extra o será consumida por él?
§ 2. La proposición tendencia creciente y aparentemente irreversible de liberación de tiempo individual y colectivo de trabajo resulta difícil de aprehender quizá menos por su complejidad que por su obviedad y sus lugares comunes (pre-juicios). En la proposición hay tres dimensiones que resultan, a mi juicio, fundamentales: una existencia en el tiempo, caracterizada por las palabras “tendencia” e “irreversibilidad”; un conflicto abierto e irreductible con el tiempo, caracterizado por subjetividad e intersubjetividad a lo largo del tiempo; finalmente, el concepto “trabajo” puede ser entendido como un ejercicio de poder y dominación sobre el tiempo. De tal forma que lo anterior se puede poner de la siguiente manera: hasta ahora la misión del trabajo ha consistido en darle forma al tiempo, llenarlo, conquistarlo, someterlo con la excusa del “sentido”, sin embargo, la sumisión del tiempo al sentido ni es gratis ni dejó de ofrecer resistencia. Si el tiempo es una empalizada a perforar y conquistar, se requiere un ejército entrenado y organizado según reglas y criterios propios de la división social y técnica del trabajo. Así, los aportes de la infantería, los arqueros y la caballería no son menos que los realizados por estrategas, ingenieros, carpinteros, herreros, informantes, espías, diplomáticos, propagandistas y sacerdotes; cada uno se especializa (división social) y mejora su actividad (división técnica), aunque todos saben que su empresa descansa sobre las trampas, triquiñuelas, traiciones, desconfianzas, no menos que en la lealtad, el compromiso y la devoción, en conjunto sobre las creencias y motivaciones que generan los conflictos irreductibles de los hombres frente al tiempo. Perforar la empalizada del tiempo, dominar el tiempo, es hacerlo para sí y para otros sin tener la certeza de que los otros procederán de la misma manera. El conflicto subjetivo con el tiempo solo se puede soportar con una existencia intersubjetiva en el tiempo: la cooperación. Pero su existencia está fuera del tiempo: está siempre en el tiempo a conquistar, aunque solo es comprensible en retrospectiva, cuando logramos perforar la empalizada. Somos hijos de Epimeteo, el que piensa lento, el que piensa después, el que llega tarde. La cooperación se inscribe en la historicidad, mientras que la existencia intersubjetiva en el tiempo se inscribe en el futuro: en la política, i.e. cuando ejercemos poder sobre el tiempo.
El alargamiento de la vida individual y como miembros de la especie ha sido el resultado de un esfuerzo denodado por producir tiempo, la primacía de la vida sobre el tiempo; hemos creado intersubjetivamente vida donde solo había tiempo, un indefinido que llenamos con lo vívido de nuestra existencia como especie. Ahora, sin embargo, nos asalta la cuestión de cómo lo consumimos. Siendo ese tiempo producido una cuantía finita frente al indefinido, un adelanto del cielo en la tierra, la conquista de la abundancia relativa desde la escasez, qué otra cosa podríamos hacer con ese tiempo sumiso y conquistado que gastarlo en vida, llenarlo y abarrotarlo con la vívida existencia individual y colectiva de la especie humana. Lo que nos falta porque nos sobra es la contracara de cómo insertamos el tiempo extra en el ciclo de vida, es decir, cómo nos apropiamos (agenciamos) de él.
Quizá cuando nuestros lejanos antepasados se embarcaron en la aventura de oprimir el pulgar con el dedo índice no previeron la dimensión de las fuerzas que desataron; tampoco nosotros somos plenamente conscientes sobre los logros obtenidos al conquistar el tiempo, quizá nunca tuvimos tanta confianza en lograrlo. Lo que nos pasó con la conquista del tiempo es similar a lo que le sucede a un gobierno y sus integrantes cuando les va bien con una política pública: no suelen estar preparados para lidiar con el éxito. El éxito casi siempre abre la puerta a nuevos asuntos que no se tenían contemplados en el plan original. El éxito, a diferencia del fracaso, nos conmina a expandir el mapa cognitivo, a salir a cazar nuevos problemas que tengan solución, mientras que el fracaso invita una y otra vez a revisar el pasado, a desandar pasos, buscando yerros, fallas, en definitiva: a rellenar huecos, lo que faltó, a lidiar con las propias limitaciones, y en muchos casos salir a cazar portadores de mala voluntad.
La democracia junto al capitalismo, simplificando las cosas en aras de ponerlo en una escala temporalmente cercana, ha desatado fuerzas extraordinarias para producir tiempo; ahora parece que la democracia tiene el desafío de que con o sin capitalismo debe lidiar con su extraordinario éxito. Esta debe diseñar mecanismos y artefactos para consumir, para gastar ese tiempo. Debe ofrecer a los ciudadanos afilados cuchillos y tenedores para deglutir ese manjar que el sacrificio de generaciones anteriores ni siquiera pudieron imaginar con disfrutar, porque al igual que nosotros no pensaron en tener éxito. Y no pensamos en tener éxito porque como dignos hijos de Epimeteo nos aferramos a la esperanza, a lo que se espera y no llega, por eso se espera. De tal forma que el mensaje que recibe la democracia es: ahora tienes que gobernar (ya) no (solo) sobre los seres vivos, sino sobre el tiempo que les ofreces a ellos. La democracia ya no solo gobierna sobre hombres, sino que tiene que hacerlo sobre el tiempo que los hombres han creado. Puesto así, estamos en una zona incómoda, desnudos y frágiles. Entre otras cosas, porque el arsenal conceptual que nos ofrecen las ciencias sociales tiene incorporado al tiempo como aquello a lo que hay engañar y dominar, nunca como a un aliado. Pero si la democracia no se abalanza sobre el tiempo creado, no será devenir, será solo historicidad.
§ 3. Quizá lo anterior se reduce a una ratio. Dependiendo de qué tanto (cuánto) es el tiempo de trabajo liberado resulta que la democracia tenga o no que abalanzarse sobre el futuro. Aunque esta pregunta es prudente o lo más prudente que podemos esperar a lo largo de esa frontera móvil entre ciencia y gobierno, no da, me parece, en el blanco. Y la interrogación no da en el blanco no solo porque este es móvil sino porque, fundamentalmente, la pregunta obedece a la lógica del conocimiento inserto en la industria académico-científica; necesitamos una pregunta que nos permita tomar decisiones, no solo verificar teorías. O, dicho de una manera políticamente incorrecta: tenemos que formular teorías que nos permitan tomar decisiones, es decir, expandir el mapa cognitivo para construir problemas con solución. Aquella pregunta no construye problemas con solución, solo nos devuelve al pasado, a aquel momento cuando todavía solo teníamos esperanza en dominar el tiempo. Y esto es así porque no tenemos ni métricas ni indicadores intersubjetivamente convalidados para medir el tiempo dominado; solo sabemos, creo, que tenemos más tiempo, y justamente que hay que llenarlo; cuando lo llenemos tendremos las métricas y los indicadores que andamos buscando. Por ahora, solo tenemos métricas e indicadores de aquellas situaciones que, o bien adjudicamos como causales del tiempo extra (innovación tecnológica, destrucción de puestos de trabajo, descreimiento de normas sociales, por ejemplo), o bien son consecuencias de él (desempleo, pobreza, subempleo, marginación, exclusión, entre otras), pero no del tiempo extra en sí mismo (que por ahora, y en términos generales, está disponible sin acceso a bienes o experiencias socialmente valiosas).
§ 4. Como ciudadanos no seríamos conscientes de la liberación del tiempo de trabajo si no pudiéramos observar cómo nos encontramos imposibilitados de llenar ese tiempo extra. Pero como somos ciudadanos de democracias consolidadas nos encontramos, en mayor o menor grado, de manera discontinua, pero sostenida, demandando de forma creciente objetos y artefactos socialmente valorados para nuestra existencia individual y colectiva; nos encontramos, en general, demandando gastar el tiempo extra llenándolo de objetos y artefactos que consideramos buenos y valiosos. Así (la metáfora) nos falta porque nos sobra adquiere un vívido sentido. El tiempo extra está ahí a la espera de que encontremos mecanismos de agenciamiento, su estar ahí es la muestra cabal de que nos falta un mecanismo de agenciamiento para acceder a aquello que nos sobra.
Que nos falten objetos y artefactos socialmente valiosos es la otra cara de que nos sobra tiempo. Las democracias y la democracia, en mayor medida, están empecinadas en encontrar un reposo estable para estas fuerzas a las que se presume encontradas y en desequilibrio, pero ese ajuste es imposible: al reducir una para aumentar la otra, cambiamos, como veremos más adelante, la trayectoria de ambas. El ajuste es imposible, el arbitraje entre ambas es inútil, porque lo que requerimos es plantear de otra forma el problema que enfrentamos, y ahí reside la cuestión radical para la democracia y su salto sobre el tiempo. Nos equivocamos si planteamos que lo que nos falta porque nos sobra son fuerzas encontradas, son fuerzas que viajan a diferentes intensidades, pero en una misma dirección: el dominio sobre el tiempo. El arbitraje es imposible porque se haría a costa de alterar la trayectoria de las fuerzas, es decir, poniendo en riesgo el dominio sobre el tiempo.
El empecinamiento democrático por la fabricación transitoria de un equilibrio móvil resulta comprensible porque el tiempo dominado no es homogéneo, el tiempo ganado es fundamentalmente subjetivo. El desequilibrio antes de serlo es una paradoja: aunque las demandas son miméticas, la producción del tiempo es contingente y radicalmente situada. Como el dominio es sobre el tiempo, i.e. la sumisión de este a la política depende del éxito cooperativo en el tiempo, y como no todas las sociedades políticas lo han conseguido, nos engañamos pensando que todavía no hemos tenido éxito, que de alguna manera podemos revisar el pasado, rellenar hoyos y abalanzarnos sobre el futuro de la misma manera que ayer nos abalanzamos sobre el hoy.
Aunque la conquista sobre el tiempo es lo sobradamente universal para aceptar que es una tendencia en el tiempo, continúa estando lo suficiente y radicalmente situada como para dudar sobre su validez como ley tendencial y sobre sus efectos, no solo en la organización social y productiva de nuestras sociedades, sino también en el futuro de la democracia en sí misma. La sumisión del tiempo al poder de la política no es homogénea, sus éxitos están desigualmente distribuidos a lo largo y ancho del mundo. Distribución desigual y heterogénea entre sociedades políticas, pero también dentro de ellas, entre organizaciones y hacia su interior, entre personas y en ellas a lo largo de su ciclo vital. Nuestra casa, el planeta Tierra, es un hervidero de proyectos, un laboratorio lo suficientemente extenso y complejo como para trazar un mapa definitivo de territorios sociales donde se ha dominado al tiempo; el ejercicio del poder sobre el tiempo es tan voraz que produce mutaciones asombrosas y en breves lapsos de esa unidad de tiempo que es a la vez dominado.
§ 5. Como el tiempo dominado es subjetivamente diferente, a veces estamos tentados a afirmar que todavía no hemos atravesado la empalizada del tiempo. Esto nos sucede, creo, porque aun habiendo perforado la empalizada miramos a los que están todavía ante ella, o porque todavía estamos en medio del ejército presto al ataque final contra ella. Frente al éxito no sabemos qué hacer con él y entonces o sentimos una obligación moral de ayudar a los otros o buscamos sacar provecho de esa situación, o ambas cosas a la vez. Ante el fracaso renovamos las esperanzas para con el ejército liberador retacándonos, dependiendo de la evaluación que realicemos sobre el probable éxito de nuestra empresa combativa, o bien en el resentimiento, o bien en la envidia. A mayor probabilidad de éxito nos moverá la envidia, a menor probabilidad nos alimentaremos con resentimiento. Esa subjetividad propia sobre el tiempo ganado nos devuelve una y otra vez a nuestro lugar en la tarea titánica de la cooperación en el tiempo. La democracia se sostiene sobre ese ímpetu, la democracia se renueva en y con cada conteo de cabezas, al igual que la esperanza.
Sin embargo, la paradoja que funda el desequilibrio, i.e. demandar porque nos sobra tiempo, produce una y otra vez el estupor del éxito, el desconcierto propio de haber tenido éxito cuando profundamente hubiésemos deseado continuar en el fracaso. Los que dominan el tiempo, los que llegan a producir tiempo, fijan expectativas que miméticamente se expanden y reproducen ante aquellos que todavía están en el frente de batalla, i.e. a las puertas de la empalizada del tiempo. El desequilibrio no hace ot...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca de este libro
  3. Portada
  4. Índice
  5. Dedicatoria
  6. Aclaración preliminar
  7. Introducción
  8. 1. Dominio sobre el tiempo o el tiempo que sobra
  9. 2. Los ingresos básicos como respuesta insuficiente al desafío de gobernar el tiempo que sobra
  10. 3. Ni entrar ni salir, moverse
  11. 4. Hambrear a la bestia y desestatizar la democracia
  12. Consideraciones finales
  13. Créditos