Sociedad, cultura y política en el Antiguo Régimen
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Sociedad, cultura y política en el Antiguo Régimen

Prácticas y representaciones en la monarquía española

  1. 430 páginas
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Sociedad, cultura y política en el Antiguo Régimen

Prácticas y representaciones en la monarquía española

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Información del libro

Los trabajos reunidos en este libro están conectados por una coordenada común: la historia sociocultural de la política. Política y cultura pueden parecer distantes en una primera mirada, pero la interacción de ideas y valores con las necesidades de los poderes políticos resulta un campo fundamental para la mejor comprensión de las sociedades modernas.Desde orientaciones diferentes y con metodologías diversas, los autores que colaboran en la primera parte de esta obra estudian la guerra de sucesión española y los tratados de paz que le pusieron fin. La segunda parte está dedicada a problemas sobre prácticas, actores y representaciones en la sociedad del Antiguo Régimen en el ámbito de la monarquía de España.

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Información

Año
2020
ISBN
9789876917865
Categoría
Historia
PRIMERA PARTE
La guerra de sucesión española y la Paz de Utrecht

El marqués de Brancas, enviado de Francia en Madrid, y su enfrentamiento con el ministro Jean Orry (1713-1714)*

Joaquim Albareda
Universitat Pompeu Fabra-Barcelona
No acostumbra a pasar que el estudio de un personaje ilumine con tanta claridad un momento histórico como sucede con el enviado extraordinario en Madrid, el marqués de Brancas, durante su breve pero agitada estancia, de la que dio perfectamente cuenta en su correspondencia dirigida al secretario de Estado marqués de Torcy. En efecto, entre el 15 de junio de 1713 y el 31 de marzo de 1714 representó a Francia en un momento crítico en el que se esbozaba el fin de la guerra de sucesión y la consolidación de Felipe V en el trono español no sin graves tensiones tanto en el interior de España –con la guerra aún presente en Cataluña y las reformas de Jean Orry,1 muy resistidas– como entre Luis XIV y su nieto Felipe V.
Louis de Brancas-Céreste, cuya familia era de origen napolitano, contaba con una sólida experiencia militar: mosquetero a partir de 1689; en 1692 entró en la marina y en 1699 en el ejército de tierra, donde fue coronel del regimiento del duque de Orleans. En 1702 fue nombrado brigadier por su conducta en el sitio de Kaiserswerth y enviado a España, donde combatió en Gibraltar y Barcelona. En 1707 luchó en tierras portuguesas y al año siguiente en Extremadura. Fue nombrado commandeur de l’ordre de Saint-Louis y lieutenant général, sirviendo en el Roussillon, de donde fue enviado a Girona. Allí fue designado gobernador a partir de 1711 y resistió durante ocho meses el bloqueo de la ciudad por parte de las tropas aliadas. Su mérito fue reconocido con el toisón de oro. Él mismo pidió a Luis XIV la embajada en España.2
En Madrid la primera misión que le esperaba, con el apoyo del secretario Jean-Baptiste Pachau y de Nicolas Partyet, era procurar que Felipe V firmara y ratificara los tratados acordados por Luis XIV con Saboya, Portugal y Holanda,3 puesto que la lentitud de su nieto exasperaba a Luis XIV:
Je l’ai soutenu pendant tout le cours de la guerre très longue et très difficile; il me seroit fâcheux de l’abandonner, lors que les principales puissances de l’Europe sont convenues avec moi de le reconnoître comme légitime Roi d’Espagne, et qu’il ne tient qu’à lui de conclure les mêmes traités que j’ai signés avec elles; mais il ne seroit pas juste de faire périr mes sujets pour satisfaire au seul entêtement de la cour de Madrid et de m’exposer à voire la guerre plus vive que jamais […] parce que le Roi mon petit-fils refuse de satisfaire aux engagements qu’il a pris et parce qu’il persiste trop opiniâtrement dans les demandes qu’il a formés. (28 de agosto de 1713)4
El acuerdo que parecía más difícil era el de Holanda, que se complicó por la concesión del rey de España de un principado para la princesa de los Ursinos en Flandes, territorios asignados al emperador. De este modo Felipe V quiso recompensar los servicios prestados por Anne Marie de la Trémoille, concediéndole el título de soberanía y un ducado en Limburgo el 28 de septiembre de 1711. La princesa constituyó una pieza clave en el desarrollo de la solidaridad dinástica entre París y Madrid, y su influencia en la corte siguió el modelo de la marquesa de Maintenon.5 En efecto, en virtud del tratado concluido el 11 de abril de 1713 en Utrecht, entre Francia y los Estados Generales, Luis XIV debía entregar los Países Bajos españoles a condición de que los devolvieran al emperador, a excepción de un territorio en Luxemburgo o en Limburgo, con una renta de 30.000 escudos, para convertirlo en principado para la Ursinos. Pero las Provincias Unidas –y, por supuesto, el emperador– rechazaron garantizar esta cláusula que “paraissait de la plus haute importance a Leurs Majestés Catholiques”, según Alfred Baudrillart, hasta el extremo de que, sostiene, no sin un punto de exageración, que “on peut affirmer qu’il n’existe point de lettre de Philippe V relative aux négotiations où cette clause ne se trouve mentionnée”.6
Brancas, que no formaba parte del núcleo de gobierno, el Despacho –para evitar, en palabras de Torcy, que se proclamara que “la France toujours a gouverné et qu’elle gouverne encore l’Espagne” (9 de octubre de 1713)–7 pronto tuvo que lidiar con la oposición abierta de la influyente camarera mayor de la reina, la princesa de los Ursinos, “qui voulait cette principauté de toute la force de son ambition sans scrupules et qui avait pris assez d’empire sur le roi pour qu’il risquât de compromettre la paix à la seule fin de lui complaire”.8 Tanto su vinculación al duque de Orleans como las instrucciones del rey de Francia que le urgían a hallar una pronta solución al asunto del principado despertaron una declarada animosidad en la princesa hacia el nuevo embajador. Es cierto que Torcy, en sus instrucciones, le había recomendado (9 de octubre de 1713) que “vous agirez donc d’un parfait concert avec elle, la regardant comme una bonne Françoise, remplie de zèle pour la maison royale et particulièrement attachée à la personne de Sa Majesté”.9 Pero aquel consejo casaba mal con el objetivo prioritario de firmar de inmediato la paz con Holanda en contra del deseo de Felipe V y del plenipotenciario español conde de Osuna, contrarios a sacrificar los intereses de la Ursinos. De hecho, a principios de noviembre Brancas ya había planteado a Felipe V que era preciso abandonar la exigencia de la garantía del principado para la camarera mayor a los holandeses. El precio que pagó por su osadía fue el rechazo de la Ursinos y, seguidamente, el enfrentamiento con el entonces todopoderoso ministro Jean Orry.
En realidad, la fría acogida de la princesa y sus gestos de rechazo invalidaron cualquier buena entente, a la par que el enviado pronto se percató tanto de la adhesión “inébranlable” de los reyes de España a la causa de la soberanía para la Ursinos como de las dificultades que entrañaba su materialización: “J’aurois bien souhaité que le roy d’Espagne se fust un peu plus relaché sur cet article mais il n’a pas eté posible”.10 Además constataba la “mesintelligence” entre los dos plenipotenciarios españoles el conde de Monteleón y el duque de Osuna, que no se comunicaban entre ellos, y se malfiaba de los cálculos políticos de Osuna, de quien añadía que “l’on ne seauroit s’imaginer qu’un homme comme le duc d’Osuna fust assez hardi pour en imposer a son maître”.11 En otro momento (14 de diciembre de 1713) comentaba que “ce duc fera encore mille difficultés que retarderont la conclusion de la paix”.12 En contraste, advertía que en la corte de Madrid estaban satisfechos con Osuna, a diferencia de lo que sucedía con Monteleón y d’Aubigny. Pronto, también, expresó sus dudas sobre la viabilidad del principado ya que consideraba que los holandeses no estarían dispuestos a aceptarlo (13 de noviembre de 1713).13 A su juicio Orry, a pesar de su proximidad con la princesa, mantenía una actitud crítica con las ideas de Osuna, aunque sin llegar al extremo del plenipotenciario conde Bergeyck, quien calificaba las pretensiones de la princesa de quiméricas e insostenibles (20 de noviembre de 1713).14
Si bien Brancas consideró esperanzadora la acogida que le dispensó el rey de España (“Le Roy d’Espagne m’a receu avec bonté, m’a dit des choses obligeantes sur mon compte et il paroist que je ne lui suis point desagradable”, escribió), a partir del encuentro con la Ursinos se percató de la compleja tarea que le esperaba. Después de que ella anulara tres veces el encuentro mediante excusas, no albergó dudas: “Je vois bien qu’elle avoit sohuaité quelqu’autre à ma place”, para concluir certeramente que “je vois qu’un ambassadeur qui ne sera pas du gout de Me. des Ursins ne reussira jamais en ce pays ici”, agravado por el hecho de que “elle croit que la France lui est contraire dans ses pretentions”. En consecuencia, deducía que “je ne suis point surpris qu’une partie de son chagrain rejaillisse sur moi” (30 de noviembre de 1713).15 En efecto, cuatro incidentes jalonaron su misión nada más llegar a Madrid: el primero, cuando la Ursinos le impidió visitar a la reina, a diferencia del trato que dispensó a los embajadores Bonnac y Lexington; el segundo, los obstáculos para que su esposa pudiera instalarse en Madrid; el tercero, que habiendo recibido el toisón de oro, tuvo que pagarlo de su bolsillo, a diferencia de los que recibieron Villars o du Casse, quejándose infructuosamente de ello a la Ursinos. Al fin y al cabo, razonaba, “cépendant sans que je l’aie demandé, le roy m’en a fait la grâce”. Finalmente, le llegaron comentarios desagradables de la camarera en relación con su persona, en el sentido de que era indigna para el cargo que ocupaba. Además, observó que en aquella corte “où il n’y a ni ordre ni régles, tout le monde se plaint qu’on finit rien et il est difficile que cela soit autrement quan un seul homme est chargé de tout, J’ai trouvé ici plus de trente affaires indecises, dépuis un très long temps, et mesme dépuis le temps de M. Amelot qui regardent la nation”. Así pues, presagiando toda suerte de dificultades escribía (30 de noviembre de 1713) con resignación: “Je m’attends à recevoir tous les dégousts”.16
Sea como fuere, el embajador auguró los problemas que se avecinaban en relación con la soberanía. Defendió la propuesta francesa que descartaba la idea de la soberanía en Limburgo, y que proponía el establecimiento de un principado en Chiny, en territorio del elector de Baviera, a quien los holandeses habrían de pagar los 30.000 escudos de la renta que Felipe V había concedido a la Ursinos, una propuesta aceptada por el duque de Monteleón y por d’Aubigny, secretario de la princesa.17 Pero Felipe V le había comunicado personalmente, reiterándolo diversas veces, que en el caso de que, por algún motivo, los holandeses no pagaran reclamaría de nuevo la garantía del principado en Limburgo.18 En consecuencia, barruntaba:
Je prevoyoit que l’establiment trouveroit de grandes difficultés, je vis bien qu’il me seroit presque impossible de ne me pas me brouiller avec elle (la Ursinos); en effet quelque ménagement que j’aye eu, tout son chagrin est tombé sur moi, il n’y a sortes de petits dégouts et mortiffications qu’elle ne m’ait fait essayer.19
Pero, a fin de cuentas, los problemas de mayor gravedad surgieron en relación con el ministro Jean Orry, miembro del Despacho, que contaba con el apoyo incondicional de la Ursinos y de Felipe V.20 Lo cierto es que Torcy en sus instrucciones a Brancas no había dejado bien parado a Orry:
Vous savez que la réputation d’Orry n’est pas fort bonne […] il ne paroît pas plus de solidité dans les projets qu’il forme présentement, et dont on ne voit encore nulle exécution, que dans ceux qu’il avoit formés lors de son premier voyage. Je crois que sa considération n’est pas disminué auprès de LL.MM.CC.21
El embajador no tardó demasiado en percibir el malestar contra el gobierno de la monarquía de España y las consecuencias enojosas que aquella situación le acarreaba:
Je me trouve tous les jours fort embarrasé au sujet de Mr. Orry, parce qu’il est français et que je suis ambassadeur de France, tout le monde se croit en droit de m’en venir faire des plaintes; si je les écoute, et que je compartisse aux peines des plaignants et que je desaprouve la conduitte d’Orry, je desplai à cette cour; si au contraire, je rebutt...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca este libro
  3. Portada
  4. Introducción
  5. Primera parte. La guerra de sucesión española y la Paz de Utrecht
  6. Segunda parte. Actores, prácticas y representaciones
  7. Créditos