15
«Mejor que Harvard»
Michael Sexton, asesor de dirección de empresas y empresario de la educación privada, mantuvo una breve disputa con Donald Trump en el año 2004. Sexton proponía crear una franquicia con el apellido Trump para unos cursos de gestión inmobiliaria a través de Internet parecidos a los que periódicamente se exige cursar a los agentes inmobiliarios para renovar su licencia profesional. Trump suscribía la idea. De hecho, a Trump le gustó tanto que cuando Sexton y sus socios regresaron a la Trump Tower para cerrar el acuerdo, Trump anunció que, en lugar de cederle el uso de su apellido, adquiriría la empresa. Sexton tendría una participación accionarial del 5 por ciento y un salario de un cuarto de millón de dólares al año para dirigir su funcionamiento.
«En la Trump University enseñamos a tener éxito —decía Trump, mirando a la cámara en un vídeo promocional de 2005—. De eso es de lo que se ocupa…, del éxito. Te va a suceder a ti. Va a haber profesores titulares y adjuntos absolutamente fantásticos: gente fantástica, cerebros fantásticos, triunfadores. Vamos a contar con lo mejor de lo mejor. Todas son personas seleccionadas cuidadosa y personalmente por mí».
Ninguna de esas afirmaciones era cierta.
En primer lugar, no había ninguna «universidad», ni en el sentido habitual de la palabra (una institución donde se dan cita muchas ramas de conocimiento avanzado), ni en el de la legislación de Nueva York, que prohíbe que una empresa lleve la palabra universidad en su nombre a menos que haya sido autorizada por el departamento de educación del estado.
En lugar de ser algún tipo de campus, el cuartel general de la Trump University se encontraba en un edificio del n.º 40 de Wall Street, propiedad de Trump. En julio de 2016, la revista Bloomberg Businessweek informaba de que también era el domicilio escogido por estafadores del mercado de valores, mecánicos de cuartos de calderas y timadores con acciones baratas. Según las listas del servicio de alerta pública, que difunde la Comisión de Seguridad e Intercambio (SEC, Securities and Exchange Commision), un organismo federal que previene a la gente de las estafas, ningún otro domicilio alberga tantas empresas de agentes de bolsa no registradas.
Una semana después de que se presentara la Trump University, las autoridades de Nueva York ordenaron a Trump que dejara de emplear la palabra universidad. En esencia, Trump y Sexton ignoraron los requerimientos durante cinco años, aunque en el año 2010 sí cambiaron el nombre por el de Trump Entrepreneur Initiative. Trump declaró que no sabía casi nada al respecto y remitió las preguntas a Sexton.
La falsa universidad tampoco tenía profesores, ni siquiera adjuntos a tiempo parcial, y la «plantilla» (según se le llamaba) no se componía sin duda de «lo mejor de lo mejor». Eran agentes de ventas a comisión, muchos de ellos sin ninguna experiencia en cuestiones inmobiliarias. Uno regentaba un restaurante de comida rápida, como señalaría el senador Marco Rubio durante el debate de las primarias republicanas celebrado el 3 de marzo de 2016. Otros dos instructores estaban en quiebra personal cuando recaudaban tasas de matrícula de potenciales licenciados por la Trump University ansiosos de aprender a enriquecerse.
Trump ni siquiera cumplió su compromiso de escoger cuidadosamente la plantilla. En el año 2012, cuando Trump fue demandado por fraude civil en California, la fiscal Rachel Jensen leyó los nombres de todos y cada uno de los miembros de la plantilla docente, exhibió fotografías y presentó imágenes de vídeo de «actos» de la Trump University. Trump, que protestó por esta línea de investigación a la que calificó de una pérdida de tiempo, no fue capaz de identificar a una sola persona. «Hace demasiados años…, demasiados años…, es historia antigua», dijo. Algunos de esos actos se habían celebrado menos de dos años antes. Una vez, y otra, y otra, Trump declaró que no recordaba.
Vale la pena señalar que la memoria de Trump parecía bastante aguda tres años más tarde, en 2001, cuando insistió en que había visto en la televisión que miles de musulmanes de Nueva Jersey jaleaban las llamas de las Torres Gemelas. Nunca se ha encontrado ninguna cinta de vídeo, ninguna fotografía, ni ningún informe policial que sustente este recuerdo. Pero Trump sostiene que su recuerdo era fiel. Después de todo, como dijo en Iowa en el año 2015 ante el público de su campaña, él había sido agraciado con «la mejor memoria del mundo».
En todo caso, cuando Jensen preguntó finalmente si Trump podía citar «el nombre de un buen instructor de aquellos actos» de la Trump University, Trump respondió lo siguiente: «No conozco a los instructores», con lo que contradecía por completo su promesa de que los seleccionaría a todos.
Trump hacía otra promesa vana en el vídeo promocional de la Trump University: «Vamos a enseñarte más que de lo que te van a enseñar en las escuelas de negocios, y yo asistí a la mejor escuela de negocios —decía—. Vamos a enseñarte mejor. Creo que va a ser una educación mejor y va a enseñarte todo lo que te hace falta saber».
Nada de esto era cierto tampoco. Lo único que se aproximaba un poco a la verdad era que él asistió a «la mejor escuela de negocios». Trump jamás asistió a la señalada Escuela Wharton de Pensilvania, pero sí estuvo matriculado dos años en un grado de cuatro años.
Basándose en el testimonio que Trump prestó a Rachel Jensen en 2012, es ridículo sostener que la Trump University ofrecía mejor educación que cualquier escuela de negocios de primera línea. El propio Trump reconoció que Sexton, a quien había otorgado la responsabilidad de gestionar la Trump University, «no tenía muchos conocimientos de asuntos inmobiliarios». Trump también dijo que Sexton jamás había dirigido una escuela hasta ese momento. «Hace demasiado tiempo», dijo.
Trump también negó saber cuánto costaba un seminario de tres días. «Fue hace mucho tiempo —declaró—. No lo sé».
Cuando Jensen le preguntó si «alguien que no tenía ninguna experiencia en la compra-venta de inmuebles» podría estar «cualificado para cobrar decenas de miles de dólares por un programa tutorizado de tres días», Trump respondió: «De verdad…, realmente no puedo contestar… No sé cuál es su formación. No lo sé en realidad. Tal vez sea un genio en muchísimos aspectos, no lo sé. Quiero decir, no puedo decirle. Sencillamente no puedo decirle».
Trump también reconoció que nunca había revisado los guiones que se suministraban a los instructores de los actos: «No lo creo, no», declaró. Con certeza, Trump no podía dar fe del valor de las conferencias, que tanto los investigadores del gobierno como los alumnos que reclamaban la devolución del dinero calificaron de guiones de tácticas de venta refinadas y agresivas que contenían entre muy poco y ningún valor formativo.
Todos los testimonios anteriores proceden de una demanda de 2012, pero otras dos demandas afirmaban que la empresa de la Trump University en su totalidad era un fraude; una estafa en la que los desesperados y los ingenuos pagaron a Trump unos 40 millones de dólares por lo que resultaron ser técnicas de venta agresivas. En un caso del año 2013, el fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman, dijo que el seminario de tres días de la Trump University (que costaba 1.497 dólares) ofrecía acceso a una «base de datos» especial de prestamistas. Lo que en realidad entregó fue una lista que remitía a la Scotsman Guide, una revista mensual a la que yo accedí gratuitamente en Internet.
Nueva York no era el único estado donde las autoridades sospechaban que la Trump University era una estafa. En Texas, agentes estatales de la lucha contra el fraude en el consumo camuflados asistieron a muchos de los cincuenta y siete seminarios gratuitos de la Trump University celebrados a lo largo de siete meses. Después, elaboraron un informe.
Entre los hallazgos de los investigadores se encontraba que «se enseña» a los alumnos que asistieron a un seminario de «nivel intermedio» a «asediar a propietarios de viviendas en estado de tormenta financiera y a buscar ejecuciones hipotecarias». La primera mañana de ese curso de tres días también se les enseñaba a «llamar a compañías de tarjetas de crédito, bancos y agencias hipotecarias y pedir un incremento o una ampliación del crédito para que financiaran la compra del paquete “Élite Dorada”. La acusada, Trump U., pedirá incluso a los asistentes que llamen a su banco durante estas sesiones individuales mientras el representante espera. El objetivo principal de los seminarios de tres días parece ser más tácticas de venta agresivas con la intención de inducir en ellos la compra por 35.000 dólares del paquete “Élite Dorada” de la acusada, la Trump U.».
Los inspectores de defensa del consumidor también informaron de que lo que la Trump University enseñaba «está anticuado, es inaplicable al mercado inmobiliario de Texas y, en general, reviste muy poco valor práctico. Además, las denominadas estrategias que se enseñan son altamente especulativas y pueden equivaler a fomentar que los asistentes vendan propiedades inmobiliarias sin licencia, lo cual es ilegal en Texas».
El informe oficial también señalaba que los supuestos agentes de ventas que pasaban por ser la plantilla «afirman en falso en estos “talleres gratuitos” que las clases otorgan créditos homologados de formación continua para agentes inmobiliarios», aun cuando no estaban en absoluto homologados. Por último, denominar a toda esta actividad una «universidad» quebrantaba una ley texana semejante a la de Nueva York. La Trump University ni siquiera había obtenido la licencia obligatoria en Texas y había sido registrada para el pago de impuestos por las ventas, como establecía la ley del estado. (Sexton declaró más adelante que, en última instancia, se pagaban los impuestos).
Para los expertos inspectores contra el fraude que confeccionaron el informe, la acusación contra Trump parecía estar blindada. Los inspectores concluían con la insinuación de que se citara personalmente a Trump (quien, para los cl...