Interdisciplinariedad: un desafío para transformar la universidad en el siglo XXI
eBook - ePub

Interdisciplinariedad: un desafío para transformar la universidad en el siglo XXI

  1. 186 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Interdisciplinariedad: un desafío para transformar la universidad en el siglo XXI

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El desarrollo del campo científico se puede considerar como un escenario siempre en construcción. A lo largo de este proceso constructivo, la ciencia ha presenciado dos procesos que a veces se perciben como distantes e irreconciliables y a veces complementarios: por un lado, una tendencia a la profunda especialización disciplinaria y, por otro lado, una tendencia interdisciplinariedad. Los debates y las discusiones en torno a este doble proceso aun forma parte de la vida académica e intelectual. No existe campo alguno en el que se hable de ello. Son discusiones que están en el orden del día. Esta característica del campo científico enriquece no solo la reflexión por la dinámica de la ciencia misma, sino también por el papel que esta cumple en la sociedad. Sobre todo en aquellos espacios académicos y de formación, como las universidades en donde residen comunidades académicas que la animen y le den vida.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Interdisciplinariedad: un desafío para transformar la universidad en el siglo XXI de Carlos Augusto Hernández Rodríguez, Enrique Leff Zimmerman, Yves Lenoir, Carlos Eduardo Vasco, Hernando Uribe Castro en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Pedagogía y Educación general. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2017
ISBN
9789588994482
Categoría
Pedagogía

¿Multi, Pluri, Inter, Trans, Meta o Postdisciplinariedad?

Carlos Eduardo Vasco8

Presentación

Agradezco mucho a la Universidad Autónoma de Occidente la invitación a tratar esta problemática tan difícil, porque me permitió recordar los primeros intentos de reflexión que hice respecto a la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad cuando llegué de Alemania, en el año 1971. Fue un reto muy desafiante para alguien que acababa de terminar distintas carreras académicas como la filosofía en Bogotá, la física y las matemáticas en Estados Unidos y la teología en Alemania, así como volver a finales de ese año a la Universidad Javeriana y recibir mi primer encargo académico de parte del Rector, en ese momento el padre Alfonso Borrero Cabal. En ese año, él estaba empeñado en adelantar una radical reestructuración de la Universidad, y una de sus muchas ideas futuristas era la de iniciar una Facultad de Estudios Interdisciplinarios, llamada “la FEI”.

La problemática de la interdisciplinariedad

La interdisciplinariedad era para mí un tema nuevo. Mi formación había sido muy tradicional: disciplina por disciplina, curso por curso, con muy pocas conexiones entre las distintas ramas del saber; pero a medida que iba estudiando el tema, iba cayendo en la cuenta de que era un debate ya antiguo, que había comenzado hacía más de 20 años, poco después de la Segunda Guerra Mundial. Ese debate se había agudizado por la percepción de los intelectuales europeos sobre la agitación que representó en la China la revolución cultural de Mao Tse-Tung y por el movimiento post-estructuralista en Francia; en particular, por la euforia sobre el saber y la sabiduría con la correspondiente crítica a la ciencia occidental que se llamó “la Primavera del 68” en París. La percepción de los intelectuales europeos era que habían colapsado las disciplinas académicas, y que la súper-especialización en cada una de ellas había creado más problemas que los que había resuelto: parecían encerradas cada una en su restringida problemática, empeñadas en producir conocimientos cada vez más detallados y esotéricos, irrelevantes para resolver los problemas de la posguerra como la “Guerra Fría”, la superpoblación y la ya prevista escasez de combustibles fósiles.
Desde una mirada histórica a largo plazo, las disciplinas antrópicas, como las llamaba mi maestro Carlo Federici, conocidas en las universidades como “ciencias sociales”, “ciencias humanas”, “ciencias del espíritu” o “Geisteswissenschaften”, eran muy recientes, muchas de ellas con menos de un siglo de existencia desde que trataron de volverse científicas a imitación de la física newtoniana e independientes de las ideologías políticas, filosóficas y teológicas. Al menos no eran tan antiguas como las ciencias naturales y las matemáticas. Así era el caso de la sociología desde Augusto Comte en Francia, o el de la psicología, que apenas había nacido en Alemania a finales del siglo XIX en los laboratorios de psicofísica, o el del psicoanálisis en Viena, cuyo carácter científico se negaba en muchas partes. Era muy reciente el debate sobre si la historia podía ser científica, adelantado en Alemania entre Dilthey, Droysen, Rickert y Windelband a fines del siglo XIX, o sobre si la filología y la lingüística podían ir más allá de los inventarios y clasificaciones al estilo de la botánica y la zoología anteriores a Darwin.
Con la proliferación y fragmentación de las universidades en todos los países, especialmente en muchísimas ciudades europeas y en los “Colleges” y universidades norteamericanas, cada vez había más facultades y departamentos, más doctorados, maestrías y especializaciones, más carreras de pregrado con más denominaciones y posgrados específicos. La percepción generalizada era que la profundidad hacia perder de vista la amplitud de los problemas sociales que surgían en la postguerra.

Un poco de historia de América

No olvidemos que en ese momento se percibía el final de la hegemonía de Europa que duró mil años y el comienzo de la hegemonía norteamericana después de la segunda guerra mundial. Es difícil para nosotros tratar de reconstruir el momento en que, en 1957, la Unión Soviética lanzó el “Spútnik” al espacio. De un día para otro, los que habían ganado la guerra, los que habían destruido el orgullo del Japón con dos bombazos nucleares y habían logrado su rendición incondicional estaban ahora siendo vigilados por un satélite soviético. El Kremlin tenía los cohetes y satélites que podrían llevar en un momento dado una “bomba atómica”, como se llamaba en ese momento, y hacerla caer en cualquier parte de los Estados Unidos sin necesidad de un avión para lanzarla, como sí se había necesitado cuando el “Enola Gay” lo había hecho en Hiroshima y Nagasaki.
El avance aparentemente incontenible de la hegemonía norteamericana sobre la europea estaba amenazado por un hecho que parecía puramente científico y tecnológico; este le mostraba a Estados Unidos que –tanto en los cohetes como en los computadores– el socialismo iba ganando la guerra de las ideas y los inventos, de la ciencia y la tecnología. Como distintos países trataban de afiliarse a uno de los dos bloques y las revoluciones socialistas amenazaban por todas partes, los Estados Unidos se vieron en la necesidad de acudir a lo que se llamó “containment policy” (la política de contención del socialismo), combinada con una política de ciencia, tecnología y educación que le devolviera la ventaja a los países capitalistas.
El gobierno de Washington empezó a preguntarse cómo atajar esa proliferación ideológica, ubicando en el mapa terrestre cada uno de los países a los que había que poner como “buffer” o “colchoncito”, para impedir que se extendiera ese virus ideológico llamado comunismo o socialismo, tanto en su versión soviética como en su versión china. Más grave todavía, solo dos años después, en 1959, con el triunfo de la revolución cubana, ese virus socialista se les infiltró en su patio trasero. Poco después fracasó la invasión de Bahía de Cochinos y pronto se detectaron los misiles soviéticos a cien millas de la Florida. La epidemia estaba ya en el Caribe, ese “mar mediterráneo” de América. Había que hacer algo y pronto. Tenemos que aceptar hoy que muchas de las medidas de la política exterior norteamericana, tomadas en su momento, tuvieron como origen el miedo a la expansión de unas ideas que no podían atajarse sino con un cambio brusco en la política exterior del nuevo imperio. Desde este punto de vista debemos reconsiderar como geoestratégicas las decisiones que podrían considerarse solo como visionarias apuestas de tipo humanitario; por ejemplo, debemos reconsiderar en esa forma la “Alianza para el progreso”, los “Cuerpos de paz” y la ayuda externa norteamericana, y los préstamos y donaciones para la expansión de la educación básica en toda Latinoamérica. Desde ese mismo punto de vista de la sospecha, sin demeritarlas en lo más mínimo, debemos también revisar las que consideramos como dos grandes epopeyas visionarias de la ciencia y la tecnología: la fundación de la NASA y los programas de apoyo a las ciencias naturales y matemáticas de los Estados Unidos.
Para decirlo con una frase muy cargada por la actualidad de los diálogos de La Habana, esas políticas tenían que combinar “todas las formas de lucha”. El presidente Kennedy pretendió que la “Alianza para el progreso” y los “Cuerpos de paz” garantizaran que el progreso no llegara a nuestros países a través del socialismo sino a través del capitalismo. Pero si era necesario imponer embargos o dictaduras, invadir países o armar “contras”, el gobierno norteamericano no dudaba en hacerlo. Los Estados Unidos saben muy bien que esos golpes de fuerza bruta requieren muchas medidas adicionales para que las personas de todos los estratos sociales se convenzan de que la intención de las intervenciones era la de ayudar al progreso económico y social del mismo país, y no simplemente la de apropiarse de sus riquezas minerales como se había hecho en el colonialismo clásico. Hay un cambio de política exterior que pasó del colonialismo a lo que a veces llaman “neocolonialismo”, una expresión en la que cristalizó Mario Arrubla su análisis del cambio de la idea del colonialismo rapaz al neocolonialismo astuto.
Como nuestro tema es la disciplinariedad y la interdisciplinariedad, ubiquemos aquí la sociología y la economía. ¿No será que todo el análisis que he hecho hasta ahora es sociológico? ¿O será más bien politológico? Volvamos a los años sesenta en Chile. De los Estados Unidos viene un grupo de sociólogos a estudiar por qué en Chile está avanzando el socialismo, siendo un país democrático, próspero, con tradición inglesa, y a aprovechar toda la información proporcionada por la investigación social para impedir que Salvador Allende ganara las elecciones. Pero las ganó. Eso mostraba que la sociología no estaba lo suficientemente desarrollada como para impedir el triunfo de Allende, y los Estados Unidos tuvieron que acudir a otros métodos mucho más contundentes. Ese es el significado de la combinación de todas las formas de lucha: no hubo ningún problema en traicionar todos los principios democráticos y los postulados de la cooperación internacional y de la Alianza para el progreso, con tal de que la incipiente organización económica socialista chilena fracasara. Algo parecido acaba de pasar de nuevo en Egipto con la Hermandad Islámica. ¿Esto es sociología o politología? ¿O solo ideología política? ¿O económica?
Hablemos de economía. El gobierno de Allende tenía un asesor de sistemas, el profesor Stafford Beer. Él se había propuesto aplicar a los distintos aparatos productivos de Chile su teoría de sistemas viables, con lo cual se podría mostrar que el mercado no era tan sabio ni omnipotente como decían los economistas capitalistas, sobre todo von Hayek. Con los todavía muy primitivos computadores y sistemas de información, creía él que se podría mostrar que en la economía ya había manera de compartir la información más rápido que por los canales del mercado y se propuso organizar la economía chilena con una nueva propuesta económica socialista, que no estaría ya basada en el análisis marxista de la lucha de clases sino en el análisis de la información y el análisis de sistemas viables. Esa fue la amenaza que hubo que eliminar a toda costa, empezando con las huelgas de camioneros y culminando con la intervención militar de Pinochet. Así se pudo impedir que unas ideas económicas, sociales y políticas, basadas en una teoría de sistemas mucho más fina que la que se utilizaba en Estados Unidos, pudieran tener éxito y servir de ejemplo a otros países latinoamericanos.
Por un lado parecía que si un estudiante brillante se dedicara a estudiar más, a especializarse y llegara a obtener un doctorado en economía samuelsoniana, eso no le serviría para tener una visión de conjunto de los grandes problemas de tipo político, social y aun económico de la postguerra. Esa visión disciplinaria desde la economía más bien se convertiría en un obstáculo para apreciarlos. Por otro lado, si otro estudiante brillante prefería la filosofía del materialismo histórico y la nueva ciencia social del materialismo dialéctico, y se especializaba en economía socialista (aun con doctorado en Moscú), también fracasaría en las medidas que aconsejara a los gobiernos que se decían socialistas o comunistas. ¿Qué pasó con la planificación en la Unión Soviética, o en Cuba, o en Nicaragua? ¿Sería que el análisis marxista era menos bueno o más bueno que el análisis marginalista samuelsoniano? Lo que pasa es que aunque fueran tipos de análisis específicos probablemente muy acertados para ciertos procesos económicos bien delimitados, separando la macroeconomía de la microeconomía tenían que concretarse en proponer medidas monetarias, industriales y comerciales que no podían tener en cuenta muchos de los más influyentes factores políticos externos e internos: los problemas de corrupción y contrabando, el narcotráfico, los flujos de capitales golondrina, la evasión de impuestos y los paraísos fiscales.
Por otro lado, como había pasado ya con los análisis del tomo primero de “El Capital”, el rápido cambio tecnológico le ganaba siempre la carrera al avance en los modelos y las teorías disciplinares, y hacía fracasar la planificación aparentemente muy bien diseñada que se concretaba en los planes quinquenales y decenales de la Unión Soviética, así utilizaran enormes matrices de Leontiev y computadores lo suficientemente potentes para lanzar cohetes y satélites. No sirvieron para lanzar la economía socialista más allá de la capitalista.
Parecía pues necesario avanzar en dos frentes simultáneos: parecía que era necesario profundizar en cada disciplina académica lo más posible y a la vez dedicarle enormes inversiones a mejorar las tecnologías. Sin embargo, eso no era suficiente, pues cada disciplina parecía avanzar en profundidad pero alejándose cada vez más de las demás en sus lenguajes, métodos y modelos. Los aspectos antropológicos, lingüísticos, sociológicos, psicológicos y neurológicos seguían desconectados y mientras más supiera un especialista de su disciplina, más difícil le quedaba trabajar en equipo con especialistas de otras disciplinas.
Además, en las profesiones también se agudizaba el mismo problema que en las disciplinas académicas. Hoy vivimos el problema con la medicina actual, en la que cada especialista trata su parte del cuerpo humano como si no fuéramos un organismo que necesita articular múltiples sistemas para mantener la salud. Ahora hay un clamor general para que las EPS contraten muy buenos médicos generales, pero ninguna especialización médica por definición puede prometer especializar a un generalista ni a generalizar a un especialista. Así, mientras más estudiaba las distintas disciplinas académicas, profesiones y currículos de formación universitaria para hacer propuestas concretas para el diseño de la Facultad de Estudios Interdisciplinarios –FEI- de la Universidad Javeriana, con mayor preocupación caía en la cuenta de que el problema de la interdisciplinariedad no solo no era nuevo sino que era mucho más extendido en el tiempo y el espacio, y mucho más difícil de lo que había pensado. Así, aunque ya hubiera empezado a discutirse desde los años cincuenta y sesenta, ya había empezado a complicarse con las propuestas transdisciplinarias y con la pretendida postdisciplinariedad de los estudios culturales posmodernos que comenzaron tímidamente, sin llamarse todavía “posmodernos”, con Stuart Hall y Raymond Williams en Birmingham en los años sesenta.

Un poco de historia de Colombia

Todavía no se conocía en Colombia en ese momento el modelo de la Inteligencia Artificial IA (AI en inglés), que empezaba a trascender la psicología cognitiva de Ulrich Neisser para dar lugar a la que Howard Gardner (1987) llamaría “la nueva ciencia de la mente”, la ciencia cognitiva en singular (o a las ciencias cognitivas en plural) y luego a las neurociencias cognitivas, las cuales, a su vez, pronto incorporarían los aspectos emotivos y sociales.
Para el diseño de la futura Facultad de Estudios Interdisciplinarios FEI había pues que empezar no por la base neuronal sino por la cúspide de las ciencias antrópicas: por la epistemología, la axiología, la historia, la antropología, la sociología y la psicología. Pero los miembros de nuestro grupo de trabajo, que presidía el Padre Alfonso Borrero, con Enrique Neira, Hernando Arellano, Agustín Lombana y Luis Enrique Orozco, no nos reuníamos a discutir abstractamente en el ambiente aséptico de una torre de marfil. Acababa de ocurrir en la Universidad Javeriana una aguda crisis interna que llevó a la reestructuración de la universidad y al cambio de sus estatutos y reglamentos. En esa crisis tuvo mucho que ver un joven estudiante de Derecho, Luis Carlos Galán Sarmiento. Por la agitación estudiantil de 1970 venían distintos grupos políticos de la Universidad Nacional de Colombia a conversar y debatir con los estudiantes de las universidades privadas para apoyar el movimiento estudiantil interno de cada institución, y procurar integrarlo a un movimiento amplio nacional con pretensiones revolucionarias. Debido a la falta de legitimidad del presidente Misael Pastrana Borrero, cuyo mandato se debió al fraude electoral del gobierno de Carlos Lleras Restrepo para impedir el triunfo de Rojas Pinilla además de la presencia de grupos armados que hacían proselitismo a través de sus organizaciones juveniles se hacía muy difícil para las universidades privadas tratar no solo de responder a las demandas legítimas de sus estudiantes, especialmente los de ciencias sociales y humanas, sino a sus propuestas de tipo social, económico y político para lograr tanto la democratización interna de cada universidad como la democratización de la sociedad colombiana. No bastaban ya los discursos demócrata-cristianos o la doctrina social de la Iglesia Católica, ni los discursos ideológicos que trataran de actualizar las ideologías del liberalismo o del conservatismo, pues todos ellos ya se veían obsoletos en ese momento.
Luis Carlos Galán fue el único que supo responder con un discurso democrático de avanzada a los llamados de los grupos políticos de izquierda que iban a la Universidad Javeriana, y se ganó con ese liderazgo el Ministerio de Educación Nacional después de un grado apresurado para poder ejercer su cargo. Pero la agitación estudiantil en la Javeriana no cedió, y los estudiantes de antropología y sociología empezaron a organizar consejos estudiantiles en otras facultades, lo que llevó al Padre Alfonso Borrero a cerrar ambas carreras. Su argumento principal fue que los estudiantes muy jóvenes no estaban maduros para abordar los problemas políticos y sociales sin ca...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Portada
  4. Créditos
  5. Contenido
  6. Disciplinas, interdisciplina y universidad
  7. Universidad e Interdisciplina
  8. El saber de la vida: más allá de la interdisciplinariedad del conocimiento
  9. ¿Multi, Pluri, Inter, Trans, Meta o Postdisciplinariedad?
  10. Interdisciplinariedad en la formación universitaria: una síntesis de sus especificidades y actualización
  11. El proceso de la interdisciplinariedad en la Universidad Autónoma de Occidente
  12. Notas al pie
  13. Contraportada