1. Bienestar social, paternalismo y la construcción de la colectividad alemana
Durante la primavera de 1905, Richard Petersen, Hermann von Freeden, Carlos Aue y otros quince hombres acaudalados de Buenos Aires lanzaron una campaña para recaudar fondos para el Hogar de Mujeres Alemanas. Los hombres recalcaban la necesidad por parte de la comunidad de aumentar la asistencia a los enfermos, los humildes, las mujeres solteras, los marinos y los huérfanos. Adele Petersen, Elisabeth von Freeden, Hanna Scheringer, la doctora Petrona Eyle y más de doscientas mujeres miembros de la Asociación de Mujeres Alemanas de Buenos Aires ya realizaban contribuciones al hogar mencionado desde su fundación, en 1896, pero en esa ocasión se recurrió al apoyo de los hombres con el fin de obtener aportes mayores. La recaudación total de la campaña alcanzó unos 25.000 pesos para la asociación sin fines de lucro, lo que permitió la compra por parte de las lideresas de un inmueble de veinte habitaciones en el barrio porteño de Recoleta. Con esta adquisición, la Asociación de Mujeres intensificó sus actividades: brindar alojamiento temporal y asequible a las mujeres de clase trabajadora, liderar un programa de inserción laboral para mujeres, ofrecer albergue permanente a personas mayores y financiar un orfanato.
El hogar formaba parte de una red más amplia de servicios de bienestar social que estaban destinados a los germanohablantes que habitaban Buenos Aires. Otros germanohablantes prósperos también fundaron un hospital y una clínica, implementaron programas de inserción laboral y abrieron otros hogares que ofrecían alojamiento nocturno, comida y apoyo financiero para hombres solteros o familias. Los germanohablantes pudientes de Buenos Aires, tanto hombres como mujeres, solían describir tales instituciones y servicios de bienestar social como “los pilares de su comunidad”. Por medio de la relación entre benefactor y beneficiado que establecieron estos autoproclamados líderes con la clase trabajadora de habla alemana, y por medio de variadas campañas para recaudar fondos, los inmigrantes acomodados se establecieron como los protectores benevolentes de una comunidad étnica.
De manera similar, este tipo de actividades también se llevaba a cabo en las instituciones lideradas por inmigrantes de otros orígenes en la capital argentina a comienzos del siglo XX. Los italianos adinerados fundaron un hospital, asociaciones de socorros mutuos, servicios de inserción laboral, entre otras organizaciones que mejoraban las condiciones laborales y de vida para los inmigrantes italianos. Los inmigrantes españoles establecieron un hospital, asociaciones de socorros mutuos y un hogar de mujeres. Los judíos inmigrantes y los de ciudadanía argentina también se hicieron presentes en cuestiones de bienestar social, caridad y filantropía. Los esfuerzos realizados por parte de los líderes de las diferentes comunidades de inmigrantes se asemejaban a los desplegados también por las elites argentinas. Sin embargo, al reivindicar un lugar para sus propias instituciones junto con aquellas a cargo del Estado, de la Iglesia Católica y de las elites de habla hispana, los inmigrantes pudientes de varios orígenes superaron sus propias comunidades, a las que buscaban brindar apoyo, y contribuyeron a definir la relación entre comunidad y sociedad.
En este capítulo se sostiene que los inmigrantes pudientes utilizaron diferentes instituciones de bienestar social para forjar el significado de “ciudadanía” en Buenos Aires. A través de las organizaciones de habla alemana de bienestar social, miles de inmigrantes y bilingües de segunda generación también moldearon una visión de la colectividad alemana en la Capital. Los líderes de la colectividad que ofrecían a los trabajadores inserción laboral y asistencia promovían ciertas nociones idealizadas de lo que debía ser un buen jefe de familia, un trabajador sano y productivo y la respetabilidad de las mujeres obreras. Sin embargo, tales acciones comunitarias constituían, al mismo tiempo, actos cívicos. Más aún: la idea de deber de la clase trabajadora inmigrante suponía también la idea de derechos y obligaciones para los miembros de la sociedad porteña. Estaba en juego para los germanohablantes adinerados –al igual que para otros inmigrantes europeos que buscaban prestar servicios de bienestar social según el origen étnico– el poder social, de género y de clase social, tanto dentro de su propia comunidad como en la sociedad argentina. La creencia en una comunidad, el sentimiento de responsabilidad social y la preocupación por el honor propio y el de su comunidad impulsaron a los líderes y a los que financiaron estas organizaciones a involucrarse. La red de instituciones comunitarias, al igual que las creadas por los autoproclamados líderes de otras comunidades étnicas, demandaba un lugar para el liderazgo inmigrante en los movimientos de reforma social y moral de la Argentina, y un lugar para la comunidad alemana en la Buenos Aires del futuro. Estos líderes sentían que las familias y los hombres económicamente estables contribuirían a crear una comunidad de habla alemana en Buenos Aires que fuera dinámica y perdurable.
Los esfuerzos por parte de los inmigrantes, oriundos de Alemania y otros países, guardaban semejanza con aquellos realizados a comienzos del siglo XX en ciertas ciudades de América del Norte, como Nueva York, Chicago y Toronto. No obstante, en tales ciudades, las comunidades étnicas, el Estado, los reformistas protestantes, la Iglesia Católica y los sindicatos de trabajadores establecieron relaciones notablemente diferentes con respecto a las halladas en Buenos Aires. Los reformistas protestantes de Norteamérica buscaban alentar e incorporar a los inmigrantes recientes de una forma que no era tan habitual entre las elites católicas de la Argentina. Los diferentes niveles dentro del gobierno de Estados Unidos –incluso antes del gran aumento de la autoridad federal en la década de 1930– tuvieron un papel más importante que en la Argentina con respecto a la provisión de bienestar social. Debido al rol más relevante desempeñado por el Estado y por los reformistas en las ciudades norteamericanas, los líderes de los grupos de inmigrantes de Estados Unidos y Canadá tuvieron, en comparación, una labor más reducida en materia de bienestar social.
En Buenos Aires, los hombres y las mujeres pudientes de habla alemana financiaron un abanico de servicios sociales pero, en general, era un grupo de personas de clase media el que prestaba tales servicios. La Sociedad Alemana de Socorros Mutuos (fundada en 1873), la Asociación del Hospital Alemán (1878), la Asociación para la Protección de los Inmigrantes Alemanes (1882), la Asociación de Mujeres Alemanas (1896) y la Sociedad Alemana de Beneficencia (1916) contaban con una afiliación de entre 150 y 2500 personas. Las organizaciones mencionadas eran independientes entre sí, aunque las listas de socios revelaban ciertas coincidencias. Según los listados de afiliación de estas asociaciones, el número de personas atendidas en el Hospital Alemán y el de los trabajadores receptores de servicios prestados por otras organizaciones alemanas de bienestar social, todo parece indicar que la mitad de los 40.000 germanohablantes (nacidos en Europa o en el continente americano) había tenido al menos un contacto ocasional con tales instituciones en la década de 1920.
Los líderes y principales contribuyentes de estas asociaciones eran dueños de librerías, panaderías, restaurantes, empresas importadoras y otras firmas porteñas. También había directores de empresas tales como la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad y las cervecerías Quilmes y Palermo. Las esposas de los empresarios y las de los pastores luteranos, así como ciertas mujeres profesionales, lideraban la Asociación de Mujeres Alemanas. En general, estas organizaciones funcionaban en pos de un fin común: crear una red de instituciones de bienestar social en función del origen étnico, que ayudaría a los trabajadores de habla alemana y a sus familias a adaptarse, triunfar y permanecer en la Argentina. En estas instituciones eran los hablantes de la lengua alemana quienes ocupaban principalmente los puestos de trabajo y exclusivamente los cargos superiores. El Hospital Alemán empleaba tanto médicos germanohablantes como hispanohablantes; el personal auxiliar era similarmente diverso (es decir, hablaba uno u otro idioma). No había otros grupos de germanohablantes de la ciudad de gran competencia ideológica para los líderes de estas asociaciones de bienestar social. En ese momento no existía un sindicato obrero alemán en el país y la asociación socialista Vorwärts (fundada en Buenos Aires en 1882), con aproximadamente 270 socios, era muy pequeña comparada con la amplia red de organizaciones paternalistas de beneficencia y de bienestar social.
En la segunda mitad del siglo XIX emergió en la Argentina un creciente aparato jurídico moldeado por la ideología liberal, que gobernó las nociones de ciudadanía, la economía y las relaciones laborales. El gobierno sancionó una serie de ordenamientos jurídicos, entre los que se incluyen la Constitución de 1853, el Código de Comercio de 1859, el Código Penal de 1886 y una ley sobre educación pública en 1884. La naturaleza laissez-faire del aparato estatal de la Argentina dio lugar a otros actores, como los grupos de inmigrantes; a su vez, estos contribuyeron a la formación de un Estado en evolución. Desde el momento en que los reformistas separaron la ciudad de Buenos Aires de la provincia homónima y la convirtieron en capital nacional en 1880, el Estado federal comenzó a desarrollar relaciones nuevas con las provincias, que eran autónomas. Otras reformas gubernamentales introducidas en la década de 1930 y, en particular, durante las dos presidencias de Juan Domingo Perón (1946-1952 y 1952-1955) no anularon el sistema previo de bienestar social; pero las relaciones que existían entre los inmigrantes, el Estado argentino, la Iglesia...