En busca de los desaparecidos
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En busca de los desaparecidos

Ciencia forense después de atrocidades

  1. 288 páginas
  2. Spanish
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En busca de los desaparecidos

Ciencia forense después de atrocidades

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Información del libro

Las fosas comunes de nuestra larga historia humana de genocidio, masacres y conflictos violentos, forman un mapa subterráneo de la atrocidad que se extiende a través de la superficie del planeta. En las últimas décadas, el estudio científico de esas fosas se ha transformado en una faceta estándar de la asistencia internacional posterior al conflicto. En busca de los desaparecidos les brinda a los lectores una ventana a esta forma creciente pero poco conocida de trabajo de derechos humanos, incluidos los peligros y, a veces, las complicaciones inesperadas que surgen mientras se reúnen pruebas y se nombra a los muertos.Adam Rosenblatt examina los fundamentos éticos, políticos e históricos de la investigación forense de crímenes de lesa humanidad, desde las fosas de los "desaparecidos" en América Latina y los genocidios en Ruanda y la antigua Yugoslavia, hasta el Irak post Saddam Hussein. En ese proceso, ilustra cómo los equipos forenses responden a las distintas necesidades de los tribunales de crímenes de guerra, los gobiernos transicionales y las familias de los desaparecidos. A través de entrevistas con actores clave, En busca de los desaparecidos presenta una nueva manera de analizar el trabajo que realizan los expertos forenses en las fosas comunes. El libro desplaza la discusión desde un enfoque exclusivo sobre los derechos de los vivos a un análisis riguroso del cuidado de los muertos. Rosenblatt aborda estos temas difíciles con el fin de ampliar la investigación sobre las formas limitadas pero poderosas de reparación disponibles para las víctimas de la atrocidad.

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Información

Año
2019
ISBN
9788417133801

Capítulo 1

Las partes interesadas en las investigaciones forenses internacionales

Pensar primero en la política
En 2000, mi antiguo supervisor en Médicos por los Derechos Humanos, el antropólogo forense Bill Haglund, recibió una de las muchas llamadas para testificar ante el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia. El demandado en este caso era Radislav Krstić, un comandante militar serbiobosnio que, finalmente, sería declarado culpable de “ayudar e instigar al genocidio” por su participación en la masacre de Srebrenica de hombres y de niños bosnios. Después de presentar pruebas forenses de las fosas cercanas a Srebrenica, Haglund fue contrainterrogado por Tomislav Višnjić, un abogado de la defensa quien vestía de negro. A través de una traducción simultánea, Višnjić le preguntó a Haglund cómo podía estar seguro de que las fosas que él había examinado eran el resultado de un asesinato en masa. “¿Sobre la base de qué indicadores se estableció que se trataba de una ejecución, un asesinato, en el caso de todos los cuerpos? ¿Se podría también incluir el suicidio entre las causas de la muerte?”, preguntó. Haglund, exhibiendo un talento para el humor negro no poco común en su profesión, no pudo evitar una sonrisa mientras respondía. “He investigado muchos suicidios”, respondió. “Yo nunca vi a un individuo con sus manos atadas detrás de la espalda que se hubiera disparado a sí mismo varias veces”.1
La pregunta de Višnjić convoca una contra-narrativa en la que las mismas víctimas son responsables de alguna manera por sus propias muertes y no su cliente. Lo más probable es que la contra-narrativa represente no solo un intento de exonerar a este acusado en particular, sino que también aproveche una cultura del rumor, de la insinuación, de la reacción violenta y de la conspiración que, a menudo, surge entre las comunidades que viven con atrocidades.2 La imagen que pinta Haglund en respuesta –de prisioneros atados que de algún modo se dan vuelta para pegarse un tiro– expone la contra-narrativa que ofrece el abogado defensor como lo que es: una mentira. Para cortar con el círculo sin fin de la falsedad y el solipsismo que se vuelven parte de la cultura de la atrocidad y que pueden incluso ocultar las realidades más duras de la violencia, y para darle credibilidad a los cargos de crímenes de guerra, Haglund usa la voz de la ciencia forense.3
Estos momentos, en los que una verdad científica pone a prueba a las mentiras de los perpetradores, son recordatorios significativos del poder de la ciencia forense en el contexto de los derechos humanos. Aun así, no se producen de la nada. Hasta el poderoso testimonio de Haglund se basó en pruebas recogidas en uno de los entornos post-conflicto más complejos, polémicos y políticamente cargados que los investigadores forenses han enfrentado alguna vez y cuyo pleno significado en la historia más amplia de la región todavía se debate hoy. Casi dos décadas después de la guerra, las fosas comunes y la identificación de los desaparecidos continúan exacerbando profundas divisiones y provocan negociaciones complejas en la Bosnia de posguerra.4
Jennifer Burrell y Mercedes Doretti escriben:
La antropología forense aplicada al servicio de los derechos humanos… tiene lugar en los intersticios de las agendas políticas locales, los deseos de las ONG, los programas nacionales y el trabajo de las organizaciones internacionales. Estos espacios grises añaden otra dimensión al papel de los antropólogos forenses: encontrar un punto medio para realizar investigaciones, una búsqueda que incluya negociaciones de roles, cargos, política y requisitos de financiamiento.5
A lo largo de este libro, profundizo a través de ejemplos de este tipo de negociaciones, desde lugares como Chile, Argentina, la ex-Yugoslavia, hasta Polonia y España. A pesar de los contextos muy diferentes en los que se encontraron, este capítulo presenta algunos elementos comunes generalizados que caracterizan el complejo panorama político alrededor de las fosas comunes. Sugiero que los hilos comunes más importantes en las investigaciones forenses internacionales son visibles en tres grupos clave que tienen interés en estas investigaciones: cortes y tribunales, familias y otros dolientes, y gobiernos de transición.
Por supuesto, todos estos grupos que llamo “partes interesadas” están formados, en última instancia, por individuos. Uno puede reconocer las formas en que ciertas instituciones agrupan y organizan los reclamos morales, políticos y prácticos de las personas sobre las investigaciones forenses, sin cometer el error de pensar que una institución representa perfectamente los intereses y deseos de todos sus participantes. Mire de cerca a cualquier asociación de dolientes, a un gobierno post-conflicto o a un tribunal internacional por más de un minuto, y verá brechas, voces diferentes y objetivos que compiten.
De poco sirve tratar a alguna de estas partes interesadas como analíticamente más importante que cualquiera de las otras, aunque, al igual que la mayoría de los equipos forenses en sí, concedo un estatus ético especial a los reclamos de las familias de los desaparecidos y otros dolientes. Otra dinámica que se produce en todas estas partes interesadas es el desacuerdo, a menudo bastante grande, entre lo que desean y lo que esperan de las investigaciones forenses, por un lado, y los resultados que los equipos forenses pueden producir, por el otro. Esta brecha surge, en parte, porque la mayoría del vocabulario optimista post-conflicto de la comunidad de derechos humanos, como los términos “reconciliación” y “cierre”, establece objetivos irremediablemente poco realistas. Los logros de las investigaciones forenses, muchas veces se incorporan a procesos más grandes y polémicos, como juicios por crímenes de guerra y comisiones de la verdad, o solo son presenciados por algunos expertos y dolientes en momentos privados, como cuando un asistente social llega al living de una familia para decirles que, finalmente, se ha identificado a su ser querido. Las decepciones del trabajo –los choques con los miembros de la familia, las acusaciones de parcialidad, las fosas no exhumadas y los cuerpos nunca encontrados, las identificaciones erróneas– son, mientras tanto, a veces muy públicas.
Investigaciones forenses y partes interesadas, a lo largo de los contextos
En casi todos los lugares donde trabajan, los equipos forenses tienen algún tipo de poder para decidir –incluso por omisión, e incluso cuando preferirían no hacerlo– a qué voces van a escuchar con más atención y a qué intereses priorizarán con recursos generalmente limitados. Las decisiones sobre las prioridades tanto impactan como son moldeadas por los mandatos organizacionales y las fuentes de financiamiento, el plan para la exhumación, el tiempo y los recursos asignados, el tipo de empleados que constituye un equipo y las condiciones en el terreno, desde el mal tiempo hasta las amenazas de muerte a las familias de los desaparecidos en huelga de hambre.6
Si un equipo forense planea identificar muchos cadáveres individuales y repatriar los restos a las familias, por ejemplo, debe incluir personas capacitadas para entrevistar a los miembros de la familia que viven y recopilar información sobre los fallecidos. Si las identificaciones se realizaran usando ADN, alguien debe tomar muestras de los parientes vivos, administrar una base de datos e informar a los miembros de la familia con sensibilidad cuando se haya identificado un cuerpo. La recopilación de pruebas de crímenes de guerra puede, por el contrario, requerir expertos en balística, o personas que puedan identificar las huellas de neumáticos de diferentes vehículos que entran y salen de la zona de las fosas. La necesidad de estos expertos en particular puede influir qué organización u organizaciones son contactadas, pero estas organizaciones traen consigo sus propios mandatos, filosofías, mezclas de antecedentes nacionales y experiencia, y otros factores que pueden reconfigurar el panorama político en torno a la investigación. Se da forma a un diálogo entre los salones de las instituciones internacionales, las oficinas de varias organizaciones no gubernamentales, las casas de los dolientes, la fosa y la morgue.
Frente a todos estos detalles, es tentador dudar de la utilidad de hablar de “investigación forense internacional” en un sentido general. Cada nueva investigación forense es tan compleja, tan fuertemente configurada por el contexto político y cultural en el que se lleva a cabo que, tal vez, las únicas historias que podemos contar son historias de países individuales y sus exhumaciones. Este ha sido el enfoque de los antropólogos culturales y de algunos arqueólogos que han escrito sobre la investigación forense de las violaciones de los derechos humanos. Estos estudios de exhumaciones particulares o proyectos de identificación7 –de acuerdo con la ética prevaleciente de “observación y documentación” de su disciplina, mientras se desautoriza cualquier generalización transhistórica o globa...

Índice

  1. Prólogo
  2. Prefacio
  3. Agradecimientos
  4. Introducción
  5. PARTE I
  6. Capítulo 1
  7. Capítulo 2
  8. PARTE II
  9. Capítulo 3
  10. Capítulo 4
  11. Capítulo 5
  12. Apéndice
  13. Referencias bibliográficas