Libertad, emprendimiento y solidaridad
eBook - ePub

Libertad, emprendimiento y solidaridad

10 lecciones de economía social de mercado

  1. 300 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Libertad, emprendimiento y solidaridad

10 lecciones de economía social de mercado

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

La economía social de mercado, base de la recuperación de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, "surgió como una manera concreta de combinar la libertad y el bienestar de las personas". Frente al capitalismo rentista, el socialismo estatista y el neoliberalismo, promueve la libertad individual y la propiedad privada, la competencia y el espíritu emprendedor, la solidaridad y la inclusión social. Casanova nos plantea en este libro la aplicación de dicho modelo como una "alternativa deseable" en un tiempo en que las economías del mundo requieren fórmulas de crecimiento factibles y sostenibles que garanticen el crecimiento de sociedades innovadoras, participativas y materialmente satisfechas.Con un título que apela a la Revolución francesa para sintetizar en tres palabras la esencia doctrinaria de la economía social de mercado, Casanova destaca que "debemos plantear (…) la necesidad de equilibrar el poder en nuestras sociedades, de liberar al Estado y a la economía de la captura de renta, de promover la competencia y el emprendimiento, de apoyar solidariamente a los sectores rezagados, de ofrecer oportunidades educativas a todos, de dialogar públicamente sobre los problemas colectivos y sus soluciones". "Libertad, emprendimiento y solidaridad" es un texto esclarecedor, escrito sin tecnicismos para el lector no especializado, que nos permitirá comprender los principios de una corriente de pensamiento económico renovadora y de probado éxito.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Libertad, emprendimiento y solidaridad de Roberto Casanova en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Economia y Teoria economica. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9788412145014
Categoría
Economia

1. Libertad y orden: la mirada de la complejidad

¿En medio del caos?

De vez en cuando los hechos sociales nos desbordan. Nos parecen innumerables, cambiantes, impredecibles. Nos resulta difícil identificar las relaciones entre ellos y darles algún sentido. Nuestro entorno nos luce entonces ajeno e, incluso, amenazante. En tales circunstancias a muchos nos gustaría encontrar explicaciones integradoras y accesibles que nos ayudasen a comprender, aunque sea de manera general, los problemas. Las interpretaciones especializadas, en ocasiones, lejos de aclararnos las cosas, nos las hacen aún más complicadas.
Este es un terreno fértil para el florecimiento de terribles simplificaciones. Explicaciones que se acomodan bien a nuestro prejuicios y que, con frecuencia, hacen responsable a alguien –individuos, grupos o países– de lo que nos sucede. Su seductora sencillez nos invita a renunciar a la búsqueda de interpretaciones más elaboradas y a rechazar cualquier evidencia o argumento que puedan cuestionar nuestras certezas.
Toda explicación implica, desde luego, algún grado de simplificación de la realidad. No existen hechos, solo interpretaciones, nos recuerdan numerosos filósofos. El asunto está en que algunas interpretaciones pretenden ser definitivas mientras otras permanecen abiertas a la experiencia. Las primeras conducen al fanatismo y al conflicto; las segundas al debate y al aprendizaje. Hay una demanda general de claridad intelectual, pero no todo vale con el fin de alcanzarla.
Muchos vienen argumentando que necesitamos hacer más complejo nuestro pensamiento para comprender mejor una realidad que se ha hecho irremediablemente más compleja. De proceder así tal vez descubramos que nuestro entorno solo es desordenado algunas veces y que, en verdad, el orden es lo más frecuente. Otra cosa es que ese orden no sea de nuestro agrado o que nos perjudique. Que todo ello no nos sea evidente sugiere que, quizás, el problema esté en nuestra mirada, por así decirlo.
Quiero dedicar unos breves párrafos a la complejidad como tema. Las nociones que presento pueden lucir algo abstractas pero me parecen de gran ayuda para entender nuestro contexto. Una economía moderna, en particular, resulta ininteligible sin el uso de conceptos como el de sistema complejo.

Sobre la complejidad

La complejidad, como estrategia intelectual, se define ante todo por su aspiración a superar el reduccionismo. Por reduccionismo entiendo la tendencia de cada disciplina a apropiarse de una parcela de la realidad y a tratar de explicar lo que acontece en ella prescindiendo del aporte de otras disciplinas. De acuerdo a ese sesgo intelectual, la ciencia económica se bastaría a sí misma para comprender la economía, la ciencia política para entender el proceso político, la psicología para analizar nuestra realidad psíquica y así sucesivamente. Una perspectiva que asuma la complejidad tiene, por el contrario, la disposición a interconectar diferentes dimensiones de lo real en la búsqueda de explicaciones sobre determinado fenómeno, sin sobrevalorar –ni desconocer totalmente– las fronteras entre disciplinas.
No sugiero que la perspectiva de la complejidad nos permita obtener una teoría unificada de la sociedad ni algo que se le parezca. Tampoco pretendo descalificar el valioso conocimiento especializado. Tan solo sostengo que la perspectiva de la complejidad tiene una propensión unificadora que, probablemente, nos ayude a comprender mejor algunos de los problemas colectivos que hoy enfrentamos y a encontrar maneras más adecuadas para superarlos. En tal sentido, la economía, la filosofía, la política, el derecho y la ecología, entre otras disciplinas, vienen ya sosteniendo un diálogo fecundo que enriquece los análisis en sus respectivas esferas de estudio y, al mismo tiempo, hace surgir síntesis esclarecedoras. El pensamiento que separa y reduce debe, definitivamente, conjugarse con el pensamiento que distingue y religa (Morin, 2001).
Las llamadas ciencias de la complejidad[2] nos permiten hoy tener una mejor comprensión de los sistemas complejos. Se denomina sistema complejo a todo conjunto relativamente grande de elementos que mantienen incontables interacciones de acuerdo a un número limitado de reglas y que logran generar un orden colectivo. En un sistema complejo no existe un control central. Nadie ni nada tiene la capacidad para cumplir tal función y, además, no es necesario pues los sistemas complejos crean su propio orden: se autorganizan. Una simple mirada a nuestro alrededor permite corroborar esta afirmación.
Nuestro entorno está compuesto por innumerables sistemas complejos. Desde una lejana y enorme galaxia a una diminuta molécula, desde nuestra comunidad al conjunto de naciones, desde una empresa a la economía mundial. Nosotros mismos, de hecho, somos sistemas, integrados por elementos que, a su vez, también son sistemas. La pregunta que tal vez deberíamos hacernos sería si hay acaso algo que no sea un sistema. Sí lo hay, desde luego. No constituye un sistema un grupo de elementos que no sigue ningún patrón de organización. Una planta que muere, por ejemplo, deja de ser un sistema vivo (aunque sus elementos no desaparezcan al desvanecerse el patrón que los mantenía organizados y se integren a otros sistemas).
Si pensamos por un momento en una economía podremos apreciar, entre otras cosas, cómo las personas usamos colectivamente enormes volúmenes de conocimiento para crear y distribuir, cada día, incontables productos. Este no es un fenómeno individual: nadie posee ni puede poseer todo ese conocimiento. De hecho, «cuanto mayor es el conocimiento que los hombres poseen, menor es la parte del mismo que la mente humana puede absorber» (Hayek, 1991). No se trata, además, solo de un asunto de cantidad. Buena parte del conocimiento del que hablo es creado y descubierto por cada persona, en sus circunstancias particulares; por ello es difícilmente transmisible. Es conocimiento no solo disperso sino también práctico y subjetivo. Y, a pesar de todo ello, una economía funciona. Lo hace «porque sus miembros forman redes que les permiten especializarse y compartir sus conocimientos con otros» (Hausmann, Hidalgo et al., 2011). Estas redes no son otra cosa que las múltiples interacciones que constantemente mantenemos, de acuerdo con ciertas reglas, a través de organizaciones y mercados. La economía es, en síntesis, un sistema complejo. Uno muy complejo, en verdad.
La complejidad de un sistema se define por el número de elementos que lo componen y por la naturaleza, cantidad y variedad de interacciones entre tales elementos. En sistemas muy complejos, la repetición de un sinnúmero de interacciones crea aceleraciones, inhibiciones, oscilaciones y otros fenómenos casi imposibles de pronosticar. Puede ocurrir, por ejemplo, que un cambio mínimo en alguno de sus elementos sea amplificado de forma impredecible hasta afectar la dinámica global del sistema. Este fenómeno ha sido popularizado como el «teorema de la mariposa»: un hecho tan insignificante como el aleteo de una mariposa en el otro lado del mundo puede ser el inicio de un proceso que acabe produciendo un huracán en nuestros predios.
Con respecto a los sistemas complejos no resulta pertinente hablar de un equilibrio único aunque su dinamismo no es, insisto, caótico. En tales sistemas es factible, más bien, identificar varios estados posibles que atraen a los elementos del sistema. Un sistema tenderá a permanecer en alguno de tales estados –llamados a veces «cuencas» de atracción por analogía a la forma en que son atraídas las aguas de un territorio hacia un río– mientras no experimente otro choque que lo desaloje de allí y lo conduzca a otro estado. En tal sentido el orden económico, por mencionar un ejemplo, es algo que sucede constantemente, no es una situación a la que se llega para permanecer allí, indefinidamente. El orden es proceso constante. Es, repito, autorganización.
El desarrollo de la perspectiva de la complejidad ha estado estrechamente asociado a la revolución de las tecnologías de la información. Hoy es posible obtener y procesar volúmenes inimaginables de datos sobre nuestro entorno y sobre nosotros mismos. Por ello, en el campo de las ciencias sociales –especialmente en la economía– vienen disminuyendo los esfuerzos orientados a crear modelos de ecuaciones sobre sistemas complejos a nivel agregado. Aumentan, en cambio, los intentos dedicados a diseñar programas computacionales que reproduzcan las incontables interacciones de los elementos de diversos sistemas, de acuerdo con ciertas reglas[3]. A partir de estas ideas e instrumentos es posible estudiar dinámicas que estaban, hasta no hace mucho, fuera del alcance de las investigaciones.
Es cierto que ya se había comprendido que, en muchas ocasiones, la consideración de los elementos de un sistema no nos permite entender el comportamiento de este como un todo. La expresión según la cual «el todo no es igual a la sumatoria de las partes» sintetiza la idea de que las propiedades de diversos sistemas no pueden deducirse del comportamiento individual de sus elementos. La explicación de estas propiedades «emergentes» requiere considerar las relaciones entre los elementos, precisamente aquello de lo cual había que hacer abstracción para tratar de modelar un sistema mediante ecuaciones. Las ciencias de la complejidad nos permiten hoy concentrarnos en las relaciones entre los elementos de un sistema y las reglas a las que se ciñen.
Si nuestra mirada permanece a nivel de los elementos de un sistema, el cambio permanente nos dificultará llegar a una explicación global del sistema. Tampoco avanzaremos mucho si solo nos concentramos en el comportamiento del sistema como un todo, prescindiendo de las relaciones entre sus elementos. Ni la macro –ni la micro– perspectivas resultan suficientes para comprender los sistemas complejos. Sin embargo, si logramos identificar las reglas –a veces sorprendentemente sencillas– dentro de las cuales interactúan libremente los elementos, las cosas lucirán diferentes. Descubriremos algo fascinante. A pesar de ser prácticamente imposible conocer con exactitud el estado de un sistema complejo en cualquier momento, veremos que este logrará autorganizarse a partir del uso y producción de información y sin la necesidad de algún mecanismo de control central. La libertad de los elementos que constituyen un sistema complejo, en el marco de un conjunto básico de reglas de interacción, permite el surgimiento de un orden de gran dinamismo. Del aparente caos nace el orden.
Sistemas, complejidad, variedad, autorganización, impredecibilidad, evolución, libertad y reglas son, en definitiva, algunos de los términos que debemos sumar a nuestro léxico si queremos comprender mejor nuestro entorno y actuar eficazmente en él.

Complejidad y economía política

En este libro estudio el sistema económico pero este no es un libro solo de economía. Siendo consistente con la mirada compleja a la que me vengo refiriendo consideraré la economía como un sistema basado en un conjunto de reglas que sirve de marco a incontables decisiones individuales, capaz de generar un orden no diseñado por nadie en particular, ni siquiera por el gobierno, que también es parte del sistema. Partiré, además, de la idea según la cual la economía, como sistema, está en constante interacción con otros sistemas de la sociedad. La reflexión me conducirá, en diversas ocasiones, a la política, el derecho, la moral. Esta es, por cierto, una de las razones por las que algunos autores hablaban de economía social, enfatizando algo obvio pero muchas veces olvidado: la economía es un sistema que se halla en permanente interacción con los otros sistemas de la sociedad.
Con respecto a las reglas o instituciones, en el marco de las cuales interactuamos, lo primero a destacar es que algunas de ellas son el resultado de acciones deliberadas mientras otras son, por el contrario, producto de la evolución histórica. Esa distinción no es precisa pero no por eso no deja de ser relevante. Obviarla puede hacer que políticas que se propongan modificar instituciones arraigadas en una sociedad generen grandes males, tal como la experiencia ha mostrado repetidamente. Veremos varios ejemplos sobre este particular a lo largo del libro.
Cualquiera fuese el caso, las instituciones siempre promueven ciertas conductas y disuaden otras. Conforman, como nos gusta decir a los economistas, «estructuras de incentivos». Cada uno de nosotros, actuando en uno o varios de los papeles que puede desempeñar en una economía moderna (consumidor, ahorrista, inversionista, empresario, trabajador, etc.), interactúa constantemente con otras personas, las cuales a su vez desempeñan uno o varios de esos papeles e interactúan con otras personas más. Si lo pensamos bien caeremos en cuenta de la enorme cantidad y variedad de interacciones que a cada instante se realizan en una economía, sin que nadie las coordine centralmente. Ello no se traduce en un desorden descomunal. Al contrario, la economía, como sistema complejo, tiende permanentemente a autorganizarse. Cómo ocurre esto es uno de los asuntos que trataré en estas páginas. Me permito adelantar que las reglas del mercado juegan un papel central en todo ello.
Quizás resulte obvio que no todo orden económico es deseable. El subdesarrollo es un tipo de orden y es una desdicha para quienes lo padecemos. Tal vez sea evidente también que un país no es realmente subdesarrollado: se subdesarrolla cotidianamente. Y este proceso depende, ante todo, de las reglas o instituciones en cuyo marco interactúan personas, empresas y gobiernos.
Aquí abogaré por un orden económico que, a partir de ciertas reglas, promueve el emprendimiento, incentiva la solidaridad social y genera bienestar para todos. Esta es, reitero, una perspectiva compatible con la adoptada por quienes vienen reflexionando sobre la complejidad, las ciencias sociales y las políticas económicas:
En una sociedad con normas favorables, las personas pueden tener una gran libertad de acción, sin dejar de lograr objetivos sociales. Este énfasis en la libertad individual se asocia generalmente con los defensores pro mercado, pero también es propio de los defensores de políticas que asumen la complejidad (…) En el marco de la complejidad, la política está diseñada para desempeñar un papel de apoyo en una ecoestructura que evoluciona –no está diseñada para controlar el sistema (Colander y Kupers, 2014).
Ahora bien, sería ingenuo pensar que un orden que se subdesarrolla pueda ser sustituido por un orden de prosperidad sencillamente cambiando las reglas según las cuales opera la economía. Las cosas no suelen ser tan simples. Una economía subdesarrollada no es como una maquinaria dañada o incompleta que requiere la intervención de algún tipo de «ingeniero» social.
Muchas de las reglas en una sociedad no son ni podrían ser objeto de transformación intencional, como es el caso de ciertas normas culturales. Y aun siendo modificables, algunas reglas están asociadas a determinadas distribuciones de poder difíciles de alterar. De cualquier modo, sí es cierto que sin cambios en las reglas es casi imposible que una economía deje de mostrar las mismas conductas individuales y los mismos resultados colectivos. No todo cambio de reglas nos hará avanzar pero todo avance requiere un cambio de reglas.
Saber qué es posible y deseable modificar en materia de instituciones exige, sobre todo al liderazgo político, reflexión y mesura.
En un sistema complejo, en principio, todo influye en todo lo demás. Con el fin de tomar decisiones sensatas se tienen que elegir los límites para el problema en cuestión. Esto significa que los res...

Índice

  1. Agradecimiento
  2. Prefacio
  3. 1. Libertad y orden: la mirada de la complejidad
  4. 2. La mesura como teoría
  5. 3. La dignidad de cada persona
  6. 4. Competencia, emprendimiento, instituciones
  7. 5. La dinámica de los bienes comunes
  8. 6. Estabilidad monetaria y disciplina fiscal
  9. 7. Productividad, empleo y desarrollo
  10. 8. La superación de la pobreza
  11. 9. Hacia una sociedad menos desigual
  12. 10. El equilibrio de poder
  13. Oportunidades para todos, privilegios para nadie
  14. Referencias bibliográficas
  15. Notas
  16. Créditos