El mundo en movimiento
  1. 296 páginas
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"Revolución" es un concepto fundamental en la experiencia política moderna y contemporánea. Si bien hoy en día parece haber perdido la potencia política que tuvo durante los últimos dos siglos, lo cierto es que sin este concepto tendríamos dificultades para poder expresar y entender experiencias, expectativas, estados de cosas y procesos sociales significativos tanto del pasado como del presente. Sin embargo, esto no siempre fue así. Como todo concepto, revolución también tiene una historia cuya comprensión requiere atender a la vez a sus aspectos lingüísticos y sociopolíticos. El libro, que se elaboró con esta premisa como punto de partida, reúne un conjunto de trabajos de historia política, intelectual y conceptual cuyos autores reconstruyen y analizan algunos tramos significativos de la historia del concepto revolución en Iberoamérica y el Atlántico norte entre los siglos XVII y XX. En ese sentido, y a diferencia de los estudios que parten de una definición sobre qué es una revolución -ya sea normativa, ideológica o analítica-, su propósito es examinar los usos y significados de revolución y su constitución en un concepto político fundamental en el marco de los procesos históricos considerando para ello tanto su función referencial como su capacidad performativa, es decir, como indicador de estados de cosas, pero también como modelador de las mismas, como prefiguración de otras inexistentes y como guía que orienta las acciones individuales y colectivas.

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Información

Año
2019
ISBN
9788417133566
Edición
1
Categoría
Geschichte
Categoría
Weltgeschichte

Capítulo III

El lenguaje político y la Revolución francesa:

el universo discursivo de las nociones-conceptos1

Jacques Guilhaumou

Centre National de la Recherche Scientifique
Laboratoire UMR “Triangle” (ENS-LSH Lyon)
— Introducción —
En el transcurso del debate sobre el veto real en la Asamblea Nacional que se desarrolla durante los primeros días de septiembre de 1789, Rabaud Saint-Etienne expresa su inquietud por “la pobreza de nuestro idioma para expresar ideas políticas absolutamente nuevas para la masa de la nación” (Archives Parlementaires VIII, 68). Sieyès, presente en aquel debate, aprueba la intervención de su colega, al tiempo que considera que él ha sido, ya desde 1788 y muy especialmente con ¿Qué es el Tercer Estado?, el principal inventor del “nuevo idioma político”.
Al término de su trayectoria intelectual a mediados de la década de 1810, Sieyès regresa a esa cuestión en los siguientes términos:
Quienes forman una ciencia en la cual deben ordenarse y fundirse un sinnúmero de ideas que, mal o bien, ya existen en el idioma usual, están en un gran aprieto. Esas ideas, o más bien las palabras que las expresan, están sujetas a numerosas acepciones, por así decir, móviles. Los necesarios matices carecen de signos precisos y propios. Las mismas nociones han estado mal hechas desde su origen, o han sido alteradas con el tiempo. Y no obstante hay que hablar, observar los hechos exactos, vincularlos entre sí, analizarlos, extraer de ellos nociones generales, encontrar esas nociones en determinadas consecuencias rigurosas, en fin, razonar. Todo ello supone la creación de una nueva lengua con materiales confusamente dispersos y que se resisten a recibir un empleo determinado. (Nota manuscrita titulada Onéologie, Archives Nationales, 284 AP 5 (3))
Semejante proceso de creación de un “nuevo idioma” de “la ciencia política” es lo propio de la Revolución francesa. Consideramos actualmente que es dable cotejar el conocimiento que tenemos de los lenguajes de la Revolución francesa –campo de investigación presente en el ámbito científico en Francia desde hace más de cuarenta años, amplificado a lo largo de la década de 1980– con los avances historiográficos recientes, poniendo particular atención en la manera en que allí se despliegan las nociones-conceptos, entre los usos reflexivos de los actores y los conceptos analíticos de los historiadores.
Notemos ante todo que el acontecimiento revolucionario, contexto principal de la creatividad política en materia de lengua, no está exento de un trasfondo social. Es en ese sentido que nos vemos confrontados de plano con un universo de nociones que corresponden a la manera habitual en la que los seres humanos interpretan su experiencia del mundo de modo casi natural. Se trata del terreno de las “mœurs”, según la expresión empleada en aquella época, que Sieyès califica de forma efímera, aunque significativa, mediante el neologismo de “sociología” (Guilhaumou 2006b).
Ese terreno común del lenguaje corriente, describible bajo la noción-concepto de utilidad, constituye la base sociológica del necesario proceso de generalización del idioma político, en la medida en que permite que las nociones adquieran una dimensión conceptual en función de una sistematización abstracta, mientras conservan un nexo con la observación empírica de los hechos. Esta presencia permanente del “organismo social” confiere un giro realista al ámbito del “arte social” donde se fabrican las nociones artificiales del idioma político, por la singular presencia de las experiencias individuales.
Es cierto que los revolucionarios heredan de la Ilustración el principio de conexión entre la realidad y el discurso, es decir, el recurso a la analogía como único medio para ejercer un control semiótico; esto es, para fijar reglas racionales de uso de las palabras en el campo de las representaciones. Pero estas reglas se mueven dentro de un universo de nociones expresivas que son al mismo tiempo usos y conceptos, constituyendo así, mediante la multiplicación de las experiencias discursivas, una maraña de nociones contextualizadas. Más aún, el investigador actual se desmarca a su vez de esa profusión en aras de la claridad, multiplicando, contra su voluntad, los “usos dispersantes y mutantes”, según la expresión de Maurice Tournier (2003) de aquello que nosotros llamamos nociones-conceptos.
Moverse en el mundo de los usos conceptuales que devienen en conceptos en uso no es, pues, tarea sencilla. Con la publicación de Histoire de la langue française en los años 1960, Ferdinand Brunot había abierto el camino, y los trabajos de lexicología política de estos últimos treinta años lo ampliaron de manera singular, tanto en el plano de los materiales como de las problemáticas. Repasemos rápidamente las principales etapas editoriales de ese derrotero por el interior de los estudios sobre las nociones-conceptos de la Revolución francesa.
Mientras que en Alemania se pone en marcha la vasta empresa del Handbuch politisch-sozialer Grundbegriffe in Frankreich (1680-1820) (Lüsebrink, Reichardt y Schmitt 1985-2000; véase también Reichardt 1997 y 2003), en Francia es momento del proyecto de publicación, en 1987, por el equipo 18e et Révolution de la École Normale Supérieure de Saint-Cloud, del segundo fascículo del Dictionnaire des usages socio-politiques, 1770-1815 sobre las nociones-conceptos, donde se establece, bajo nuestra pluma, el objetivo de dar cuenta de las palabras con valor conceptual a menudo citadas, pero más bien desconocidas en su realidad discursiva. La publicación en 1995 del coloquio de Saint-Cloud Langages de la Révolution (1770-1815) acentúa la importancia de los estudios sobre la expresión de los conceptos en el lenguaje, siempre bajo los auspicios del equipo 18ème et Révolution, verdadero protagonista de toda esa empresa francesa. Por último, el volumen de 2003 sobre Notions-concepts en révolution, signa una nueva etapa de la investigación mediante el establecimiento de un nexo regular, en el marco de la red internacional History of Political and Social Concepts Group, entre la historia lingüística de los usos conceptuales practicada por los investigadores franceses, la historia del discurso, iniciada en los años 1970 por John Pocock y Quentin Skinner en el campo de la investigación angloparlante, y la historia semántica, en torno a Reinhart Koselleck y Rolf Reichardt, en el mundo alemán (Bödeker 2002; Guilhaumou 2002). En relación a nuestro recorrido personal, desde La langue politique et la Révolution française (1989) hasta Discours et événement (2006a), se ha tornado central el abordaje de la problemática del acontecimiento discursivo/lingüístico, organizada alrededor de las categorías reflexividad discursiva e intencionalidad histórica.
No obstante, dentro de ese vasto campo discursivo, nos limitamos al universo de las nociones-conceptos específicas de los lenguajes revolucionarios, contextualizándolo a su vez según los momentos de la Revolución francesa. A la presentación de los resultados del análisis discursivo de las nociones en uso se añade, pues, una preocupación por dar cuenta de las sucesivas configuraciones de las coyunturas políticas en el terreno propiamente discursivo. Pero cabe observar que esta trayectoria es desequilibrada por la desigual repartición de los trabajos lexicológicos sobre cada período, lo que nos incita a tener un interés particular por el momento inaugural de los años 1770-1780, poco conocido y equivocadamente calificado como prerrevolucionario.
— I —
El momento protopolítico: los años 1770-1780
El primer momento histórico que nos proponemos caracterizar constituye el objeto principal de nuestras investigaciones actuales, en la medida en que durante mucho tiempo ha sido descuidado tanto por los historiadores como por los lexicólogos. Se trata de los años 1770-1780, a los que calificamos de momento protopolítico –o neopolítico– en referencia a la aparición, en ese período, de un deseo ontológico de tematizar la realidad social mediante objetos nocionales inéditos, sobre una base sociológica apta para permitir el surgimiento de una nueva lengua política.
A decir verdad, antes de adoptar el nombre de “sociología” bajo la pluma de Sieyès, esa base sociológica se constituyó en la transición, perceptible ya en los años 1770, entre una visión esencialista de la sociedad que no puede pensar al pueblo en acción, y ciertas consideraciones sobre el orden social en términos de experiencia, donde determinadas formas de acuerdo, e incluso de desacuerdo, se instauran entre las élites y el pueblo evidenciando ciertos dispositivos populares de actuación. Así pues, al interrogar el devenir del sustantivo pueblo en los escritos literarios y los testimonios judiciales, Deborah Cohen (2010) precisa de qué se trata ese pragmatismo de las construcciones identitarias populares y su articulación con el discurso erudito. De modo tal que se abre un espacio de los posibles a la experiencia del todo social, inmediatamente relevado por un espacio de lo pensable en ese momento nominalista donde el poder ontológico de la sociedad se convierte en una temática política (Kaufmann 2000). Es ese espacio básicamente nominalista lo que deseamos caracterizar aquí a grandes rasgos.
Ese momento nominalista corresponde en primer lugar al tiempo de imposición de la opinión pública, no solo bajo la forma de una realidad empírica mediante la multiplicación de los espacios de sociabilidad (salones, academias, cafés, etc.) donde se ejerce un uso público del razonamiento, sino también de manera artificialista, es decir, con un tenor a su vez más jurídico, más individualista, más político, que an...

Índice

  1. Presentación
  2. Capítulo I
  3. Capítulo II
  4. Capítulo III
  5. Capítulo IV
  6. Capítulo V
  7. Capítulo VI
  8. Capítulo VII
  9. Capítulo VIII
  10. Capítulo IX
  11. Capítulo X