Tubérculos andinos
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Tubérculos andinos

Conservación y uso desde una perspectiva agroecológica

  1. 584 páginas
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Tubérculos andinos

Conservación y uso desde una perspectiva agroecológica

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Este libro plasma los resultados de un proceso de investigación participativa, que desde una perspectiva agroecológica, tuvo como propósito fomentar la conservación y uso de tres especies nativas de la zona andina: la ibia, el cubio y la ruba. Estos tubérculos han persistido desde la época precolombina en sistemas productivos indígenas y campesinos, y hoy forman parte de las denominadas especies infrautilizadas, dada la marginalidad a la cual han sido sometidas durante el último siglo, no obstante su importancia en la diversificación alimentaria y el sustento de poblaciones locales en los Andes. En Turmequé y Ventaquemada, dos municipios del Departamento de Boyacá en Colombia, un grupo de familias agricultoras, junto con la Pontificia Universidad Javeriana y la Corporación PBA, emprendieron un trabajo que permitió reconocer la variabilidad morfológica de estas especies, así como las características de los sistemas productivos diversificados en los cuales se encuentran inmersas, junto a sus prácticas de cultivo, sus usos y valoraciones respecto a nutrición y seguridad alimentaria, aspectos que los agricultores consideran bastión principal para su conservación.

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Información

Año
2014
ISBN
9789587168549

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Descripción de los tubérculos andinos

Aproximadamente en el 8000 a.C., en los países andinos el hombre domesticó, además de la papa, un grupo de tubérculos afines morfológicamente pero de distintas familias botánicas (Tapia y Fries, 2007). La ruba (Ullucus tuberosus Caldas), la ibia (Oxalis tuberosa Molina) y el cubio (Tropaeolum tuberosum Ruíz & Pavón) son algunos de ellos. Debido a su adaptación a condiciones ambientales desfavorables son cultivos que tuvieron gran aceptación en las comunidades precolombinas. Se distribuyeron ampliamente por los Andes, adquiriendo así muchos nombres vernáculos que de manera paulatina tomaron gran importancia en la alimentación (véase tabla 1). Actualmente estos tubérculos se encuentran sembrados en pequeñas áreas bajo sistemas de producción tradicionales y en condiciones difíciles, pero son imprescindibles para asegurar la diversificación alimentaria y el sustento de las poblaciones que viven en mayor riesgo (Espinosa, 1997).
Tabla 1. Nombres comunes de tubérculos andinos
Fuente: FAO, 1992
Con excepción de la papa y el maíz, los conquistadores pusieron poca atención en los cultivos que sostenían las civilizaciones andinas. Por esta razón la ibia, el cubio y la ruba, junto con algunos cereales y cucurbitáceas perdieron importancia, hasta el punto de ser estigmatizados como comida para campesinos o indios, quienes para la época eran considerados como la clase social más baja. Durante muchos años se ha mantenido este imaginario, haciéndose evidente en el bajo consumo de tubérculos en las zonas urbanas e incluso, de manera paulatina, en zonas rurales (Espinosa, 1997 y Clavijo, 2011). Prueba de esto es que ninguno de los tubérculos mencionados ha sido incluido en programas de nutrición rural o urbana promovidos por los países andinos: no aparecen en los materiales educativos, ni dentro de las dietas saludables recomendadas. Tampoco han sido considerados dentro de las cadenas productivas prioritarias de Colombia, y por ende no se destinan recursos económicos estatales para su investigación y promoción.
Como consecuencia, el cúmulo genético de estas especies, mantenido y manejado históricamente por los indígenas y campesinos de los Andes, está afrontando un grave riesgo de desaparición. La presión de los mercados y la pérdida de saberes tradicionales ha conllevando a una disminución irreversible de genes y a la probable desaparición de variedades de plantas, las cuales, en una combinación única de genes, pueden tener un valor particular y una utilidad inmediata aún inexplorada (FAO, 1996).
Sin embargo, a pesar de lo descrito, en la última década se ha observado un cambio de tendencia mundial hacia la protección de los recursos naturales, suscitada por el reconocimiento del ser humano como un habitante más del planeta que depende de su ambiente circundante para sobrevivir. Esta conciencia le exige al ser humano hacerse responsable de sus acciones sobre los recursos limitados que el planeta le ofrece, y los cuales han sido explotados sin restricciones durante muchos años. Esto ha desencadenado consecuencias tales como la insostenibilidad, la creación de pobreza hasta límites impensables y altos efectos de inseguridad alimentaria. Bajo este panorama, adquiere relevancia el futuro de los tubérculos andinos y otras especies subexplotadas con potencial para alimentación humana, pues abren una ventana de oportunidad para su uso y preservación.
Como fruto de esta discusión, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), promovió la firma del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, el cual Colombia firmó en el año 2002. En este tratado, los países firmantes se comprometieron, entre otras cosas, a realizar estudios e inventarios de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura, teniendo en cuenta la situación y el grado de variación de las poblaciones existentes, incluso los de uso potencial. También adquirieron responsabilidad sobre las amenazas que pudieran correr tanto los cultivos de tubérculos como de otras especies; y así mismo, se comprometieron con el mantenimiento de estos a través de la recolección y promoción de la conservación in situ y ex situ, prestando una debida atención a la necesidad de investigaciones y documentación necesaria para el conocimiento de diversas siembras. Otro de los compromisos se trataba de analizar la caracterización, regeneración y evaluación varias especies, promoviendo el perfeccionamiento y la transferencia de tecnologías apropiadas con el objeto de mejorar la utilización sostenible de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura. Y finalmente, también se comprometen a apoyar a comunidades locales para la conservación de los cultivos y de las diferentes especies de tubérculos (FAO, 2001).
Es así como T. tuberosum, O. tuberosa y U. tuberosus, son algunas de las especies que estarían amparadas por este acuerdo, pues son cultivos valiosos por su alta capacidad para tolerar el estrés biótico y abiótico, con estabilidad en su producción y un nivel de rendimiento atractivo para los productores. Según Zeven, 1998 (citado por Piñeros, 2004), estas características se deben a que los sistemas agrícolas bajo los cuales son cultivados, emplean poco o casi ningún gasto energético. Además de esto, en las dietas de pobladores rurales se ve reflejado el gran aporte nutricional de las especies mencionadas. Estas ventajas, que hasta hoy han sido poco promocionadas, acercan a dichos cultivos a un peligro y una realidad que son inminentes: su extinción o permanencia sin sentido en bancos de germoplasma ex situ, al no darles un lugar en programas de mejoramiento, desarrollo y conservación (Piñeros, 2004).
Uno de los mayores retos para la conservación de especies nativas como los tubérculos andinos, es encontrar usos que sean económica y socialmente rentables para los productores y ambientalmente sustentables. Por este motivo, son indispensables las investigaciones realizadas para el mejoramiento de los sistemas de producción y el aprovechamiento de los diferentes usos que se le puede dar a los cultivos y sus productos. Al respecto, Ximena Cadima realizó en 2006 un trabajo de revisión sobre tubérculos andinos, en el cual se documentan algunos usos potenciales para estas especies. Se resalta principalmente su alto contenido de almidón, que podría ser aprovechado en la industria como posible fuente de amilosa2 que substituya total o parcialmente a las fuentes tradicionales representadas por el maíz y el trigo. De igual forma en Ecuador, Susana Espín y colaboradores, revelaron en 2001 una serie de datos obtenidos a través de la caracterización fitoquímica de estas plantas, en dicha caracterización se identificaron metabolitos secundarios que pueden ser útiles en términos de sus propiedades medicinales, así como fuentes potenciales de principios activos con aplicación en diferentes áreas de la industria.
En Colombia, investigaciones adelantadas por la Universidad Nacional, demuestran la capacidad que tienen los cubios como controladores biológicos de enfermedades causadas por hongos en el cultivo de papa. En este sentido, el desarrollo alimentario, nutracéutico y agroindustrial de los tubérculos andinos puede ofrecer perspectivas de gran valor en la economía de los países andinos si se reconsidera su amplio potencial todavía sin explorar. Sin embargo, para poder entender las capacidades inexploradas en los tubérculos andinos y rescatar de la memoria colectiva su cultivo, uso y sabor, es imprescindible recordar sus características básicas, las cuales se describen a continuación.

Ibia (Oxalis tuberosa Molina)

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Fotos: Clavijo, 2010.

Origen y distribución

La ibia es una planta endémica de los Andes que pertenece a la familia de las oxalidáceas (Campos, 2010). Hay varias hipótesis sobre su lugar de origen, pues se le atribuye a Ecuador, al sur de Colombia y a Bolivia. De Perú se presume que produjo este especie en sus tierras altas del sur, donde se supone que se domesticaron sus primeros parientes silvestres, también se cree que el cultivo progresivo y las migraciones humanas la fueron extendiendo a otras regiones (García, 1974). Se estima que su antigüedad puede datar del 8000 a.C., según hallazgos de este tubérculo en tumbas encontradas en la costa peruana, lejos de su supuesto lugar de origen. Sobre la importancia y consumo de este tubérculo, en la época precolombina, Garcilazo de la Vega, 1617 (citado por Orbegoso, 1957) en su obra Comentarios Reales de los Incas, dice:
Hay otra legumbre que se llama oca, es de mucho regalo, es larga y gruesa, como el dedo mayor de la mano; cómenla cruda porque es dulce, y cocida y en sus guisados, y la pasan al sol para conservarla y sin echarle miel ni azúcar parece conserva, porque tiene mucho dulce.
Efectivamente, al igual que los otros tubérculos, esta especie constituía un importante componente de la dieta precolombina. De hecho, hasta nuestros días es reconocida como el segundo tubérculo más importante en los Andes. Es una planta cultivada en climas fríos, a una altura de 2600 y 4000 msnm. Sin embargo, el límite de altitud con mayor concentración de parcelas y mayor producción, está entre los 3000 y 3800 msnm (Tapia y Fries, 2007). Dependiendo de la altura en la que se cultive, su ciclo puede durar entre 7 y 10 meses3. En los Andes, el cultivo se puede desarrollar con precipitaciones anuales de 570 a 2150 mm. Tolera bajas temperaturas y prospera en climas moderadamente fríos; las heladas afectan su follaje pero sus tubérculos poseen excepcionales capacidades regenerativas, pero las temperaturas mayores a 28°C causan la muerte de la planta. Esta especie es indiferente a los tipos de suelo y tolera terrenos con acidez entre 3,5 y 7,8 pH (Bernal y Correa, 1998).
O. tuberosa está distribuida en los siguientes países: Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela y ha sido introducida en México y Nueva Zelanda (Bernal y Correa, 1998), tomando diversos nombres comunes, según la zona y el país de cultivo (véase tabla 2). De acuerdo a registros y ejemplares depositados en el Herbario Nacional Colombiano, es cultivada en los departamentos de Cauca, Cundinamarca, Boyacá y Nariño, donde se han recolectado en altitudes comprendidas entre 2700 y 3600 msnm.
Tabla 2. Nombres vernáculos y distribución geográfica de Oxalis tuberosa Molina
LUGAR NOMBRE
Colombia-Departamentos de Cundinamarca y BoyacáIbia Ibia
Colombia-Departamento del Cauca Piga-Mishi
Colombia-Departamento de Antioquia Papa ibia
Colombia y Mérida Venezuela Cu...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Agradecimientos
  6. Introducción
  7. CAPITULO 1
  8. CAPITULO 2
  9. Capitulo 3
  10. Capitulo 4
  11. Capitulo 5
  12. Conclusiones
  13. Bibliografía