La verdad en los tiempos de la posverdad
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La verdad en los tiempos de la posverdad

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La verdad en los tiempos de la posverdad

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Índice
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Información del libro

Se constata una mutabilidad de la verdad en el entendimiento que juzga. Si esta verdad puede cambiar, es posible el progreso de la filosofía, y también su retroceso. El autor aborda en este libro la mutabilidad de esta verdad lógica, tal y como la afrontó Tomás de Aquino. Pero este no tuvo en cuenta el factor de la historicidad, y por ese motivo, Gómez Pérez lo contrasta con textos esenciales de Heidegger.Tras estudiar la mutabilidad de la verdad, aborda su historicidad y la conclusión que reúne a ambas: el progreso en la verdad en el trasfondo de su inmutabilidad.

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Información

Año
2020
ISBN
9788432152238
SEGUNDA PARTE.
VERDAD E HISTORIA
15.
TRAYECTORIA
ANTES QUE NADA CONVENDRÁ ANALIZAR qué es el historicismo, principal defensor reciente de una verdad —la historicidad de nuestro conocimiento— que había operado (con mayor o menor consciencia) en toda la historia del saber filosófico. Cuando aflore la historicidad del historicismo se precisará qué se entiende aquí por “historicidad”. Complemento indispensable será un estudio sobre cómo cambia de hecho y de derecho la verdad lógica del entendimiento humano, es decir, la comprehensión filosófica de la verdad.
16.
TEXTOS SIGNIFICATIVOS
LA FILOSOFÍA DE ORTEGA Y GASSET, un libro del dominico Santiago Ramírez[1], provocó en su día en España una polémica hoy muy olvidada[2]. Contra Ramírez se levantaron cuatro orteguianos; pero quizá el más decidido defensor del maestro fuera Julián Marías. Marías contestó a Ramírez en un folleto[3] en el que aseguraba que los libros del dominico son “peligrosos desde el punto de vista de la religión”[4]. Ramírez contestó con otra obra: La Zona de seguridad. Rencontre con el último epígono de Ortega[5], en el que hay afirmaciones e interrogaciones iniciales como estas: “Laicismo”, “¿Brahmanismo orteguiano?”, “Ockhamismo orteguiano”, “Ortega defensor del catolicismo”, “Ejemplos de imprudencia o errores dogmáticos”, etc.
Ese incidente pasado servirá para traer a colación el problema de la historicidad de la verdad en Ortega. Ramírez habla de esto como un «ejemplo de extorsión y de manipulación»[6]. Ortega es clasificado como defendiendo un «radical historicismo y movilismo» que «excluye toda fijeza e inmutabilidad, aunque sea la verdad de los primeros principios... expresamente negados por Ortega».
Es verdad que en el escrito orteguiano Qué es filosofía[7] parece afirmarse que lo que cambia no es la verdad, sino el hombre. Pero eso es pacífico, como lo es la afirmación de que la verdad es «la coincidencia entre el hablar de una cosa y la cosa misma de que se habla»[8]. Ramírez sostiene en cambio que, aunque dijese eso alguna vez, luego se desdeciría rotundamente. Y señalaba un prueba: la obra orteguiana La idea de principio en Leibniz[9]. En ella se afirma que «una ciencia (se refiere a la física actual) es verdadera precisamente porque su doctrina es cambiante, da en rostro a la idea tradicional de la verdad, y solo puede ser esclarecida renovando a radice la teoría general de la verdad misma, y haciéndonos ver que, siendo esta asunto humano, queda afectada por la condición del hombre, que es la de ser mobilis in mobili».
Hasta aquí lo que interesa de esta polémica. Este texto significa una afirmación historicista típica, de un historicismo como el de Ortega lleno de efluvios vitalistas, muy de moda en su tiempo. Pero al valor que Ramírez daba a este texto cabría oponer algunas objeciones:
  1. que la física y las demás ciencias son verdaderas «precisamente porque su doctrina es cambiante»; no es un error, sino todo lo contrario.
  2. que la verdad es, en cierto sentido, “un asunto humano” y “queda afectada por la condición del hombre, que es la de ser mobilis in mobili.
Todo esto es aceptable en este texto orteguiano. Aceptable, distinguiendo, operación fundamental (dada precisamente la naturaleza progresiva de nuestro entendimiento), que Ortega no practicó con demasiada frecuencia pero que Ramírez —que la practicaba casi por oficio— no quiso poner en práctica en esta ocasión. Distinguiendo esto: Ortega al hablar de verdad no distingue y cree que la movilidad de la física (en este caso) «da en rostro a la idea tradicional de la verdad». No es así. Se ha visto en santo Tomás que la inmutabilidad de la verdad exige la mutabilidad. Con eso baste. Este aspecto parcial de la polémica habrá servido -al menos- para ambientar nuestro problema.
Un segundo texto que conviene ver es de Benedetto Croce. Croce —se sabe— bebe en Hegel, pero exactamente se le podría calificar como “neo idealista-historicista”. Esta conjunción, puede resumirse en estas palabras; «Cuanto más navegamos en el mar del ser, no salimos nunca del bien definido mar del pensamiento»[10]. Para Croce, en efecto, Espíritu no es sino autorrevelación inmanente y continua a través de grados, un devenir, un desenvolverse sin cesar, implicando en el momento actual la realidad de sus momentos anteriores: es esencialmente Historia. En virtud del idealismo, se niega la trascendencia, y, en este sentido historicista,
el pensamiento histórico ha jugado a esta respetable filosofía trascendente un mal tiro, como a su hermana la religión trascendente, de la cual es la forma racional y teológica: el tiro de historizarla, interpretando todos sus conceptos, disputas y doctrinas y sus mismas desconfiadas renuncias ascéticas como hechos históricos y afirmaciones históricas, nacidas de ciertas necesidades a las que en parte ha satisfecho, en parte no[11].
Croce (en este marco que ni siquiera hemos bosquejado) admitirá la idea de progreso, y, por tanto, el crecimiento en la Verdad, pero le dará un sentido típico, idealista: no es ya una conquista de nuestro entendimiento, sino el desenvolvimiento del Espíritu, porque todo el devenir del Espíritu alcanza actualidad y vida en el concepto universal concreto de la Historia. Así la Historia, como la filosofía «progresa, como el arte y la vida toda; progresa, porque la realidad es desenvolvimiento (svolgimento), incluyendo los antecedentes en los consecuentes: es progreso»[12]. Por un momento, podría parecer verdadera esta afirmación de Croce: pero no hay que olvidar el ambiente idealista en que se inserta.
El idealismo de Croce —ha escrito Derisi—, al separar el acto cognoscitivo del ser objetivo, que desde la trascendencia ontológica esclarece y estructura a aquel en su inmanencia, en su esencia propia de identidad intencional, arruina a la vez la realidad y la inteligencia. Tal es la tragedia de Croce. Todas sus intuiciones de verdad, alcanzadas en no pocos temas por su indiscutible talento, están socavadas por su propio sistema de la inmanencia absoluta del Espíritu en que procura encuadrarlas[13].
EI error crociano es de fondo. Su mérito, haber intentado explicar de algún modo este real progreso de la verdad, del avance histórico de la filosofía. He aquí un texto muy característico, que doy también en el idioma original, porque se puede apreciar en él incluso un arranque lírico:
La infinitud de la filosofía, su continuo cambiar, no es un hacer y deshacer, sino un continuo superarse: la nueva proposición filosófica es posible solamente gracias a la antigua, y la antigua vive eterna en la nueva que la sigue y en la nueva que la seguirá aún, volviendo antigua la anterior nueva. Eso basta para dar seguridad a los ánimos, que fácilmente se extravían y lloran al ver la vanidad de las cosas. Donde toda cosa es vana nada es vano; la plenitud está constituida precisamente por ese nacer perpetuo de la realidad, el devenir eterno. Nadie renuncia a amar porque el amor pase; y nadie deja de pensar porque su pensamiento cederá el paso a otros pensamientos[14].
Enseguida Croce precisa qué entiende por eternidad de la filosofía:
La eternidad de toda proposición filosófica se ha de afirmar contra aquellos que consideran todas las proposiciones como privadas de valor y que pasan sin dejar huella, fenómenos de una brutal materia que sería solo lo constante (…) Pero la misma eternidad se ha de negar cuando se entienda como un fantástico aislamiento de las condiciones históricas, y, en cambio, hay que afirmar la relatividad de toda filosofía, cuidando solo que ese concepto de relatividad no asuma la equivocada vestimenta del materialismo histórico y de determinismo económico[15].
El “isolamento” hace referencia a la filosofía trascendente; siempre late en Croce un idealismo absoluto, que le ...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADA INTERIOR
  3. CRÉDITOS
  4. ÍNDICE
  5. INTRODUCCIÓN
  6. PRIMERA PARTE
  7. SEGUNDA PARTE.
  8. EPÍLOGO. DE LA PASIÓN POR LA VERDAD A LA POSVERDAD
  9. BIBLIOGRAFÍA
  10. AUTOR