Disputas por el espacio urbano
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Disputas por el espacio urbano

Desigualdades persistentes y territorialidades emergentes

  1. 421 páginas
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Disputas por el espacio urbano

Desigualdades persistentes y territorialidades emergentes

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En los últimos años el estudio sobre las desigualdades se ha transformado en uno de los temas centrales de la agenda de investigación de las ciencias sociales.De hecho, los usos del concepto se han multiplicado notablemente.En América Latina, el debate sobre esta categoría se vio favorecido por el crecimiento económico que varios países experimentaron durante el primer decenio del siglo XXI y sus relativos impactos. En ese contexto, el libro se propone pensar las desigualdades que aún hoy, luego de años de crecimiento, deben ser enfrentadas y combatidas.En ese marco, se focaliza en las disputas urbanas que sin duda están signadas y son parte de la configuración de la(s) desigualdad(es) socioterritorial(es). Desde una mirada centrada en el territorio, esta obra busca contribuir a la identificación y la comprensión de las dinámicas y factores que intervienen en su producción y reproducción. Dinámicas y factores que son emergentes, pero también, inerciales y persistentes.El libro propone aportar una mirada compleja sobre la relación desigualdad(es)-territorio rompiendo con la división espacio-sociedad y pensando esa díada ontológicamente de forma conjunta. Esta perspectiva permite complejizar la mirada sobre las desigualdades existentes y las territorialidades emergentes.

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Información

Año
2019
ISBN
9789876915878
Categoría
Sociologie

1. Entre Marx y Latour: cristalización espacial de las asimetrías, agencia del territorio y desigualdad

Luis Reygadas
En los últimos años hay una preocupación creciente sobre la dimensión espacial de las desigualdades. Cada vez queda más claro que el territorio importa; que además de las asimetrías en los ingresos son fundamentales las disparidades en las oportunidades y restricciones que ofrecen los distintos territorios. Da cuenta de esta inquietud la utilización creciente de conceptos que intentan comprender los aspectos territoriales de las inequidades, por ejemplo, desigualdad territorial (Brette y Moriset, 2009; RIMISP, 2012), segregación urbana o sociorresidencial (Caldeira, 2000; González, 2011; Séguin, 2006) y capital espacial o capital territorial (Apaolaza y Blanco, 2015; Arce y Soldano 2010; Capello, Caragliu y Nijkamp, 2011; Hoffman, 2007; Lévy, 1994, 2003; Marcus, 2008). Sin embargo, aunque se habla mucho de espacios y territorios, no siempre queda claro el papel que desempeñan en los procesos de construcción de las desigualdades (o el que podrían desempeñar en el proceso inverso, de reducción de las asimetrías sociales).
Las diferencias en torno al rol que se asigna al territorio pueden observarse en los debates sobre la noción de capital espacial, en los que se distinguen dos posturas: una que ve el capital espacial como un atributo de las personas y otra que lo ve como un atributo de los territorios (Apaolaza y Blanco, 2015: 4-6; Suárez, Ruiz y Delgado, 2012: 77).1 La primera perspectiva se apoya en la definición que ofreció Jacques Lévy (2003: 124), según la cual el capital espacial es “el conjunto de recursos, acumulados por un actor, que le permiten beneficiarse, en función de su estrategia, del uso de la dimensión espacial de la sociedad”. En este caso se habla de cualidades que poseen o no poseen los individuos y los grupos (habitus, conocimientos, propiedades, capacidades para movilizarse, etc.). La primacía reside en el sujeto que acumula capital espacial, se apropia de él o lo usa. Aunque se menciona de manera repetida el territorio, lo que suele privilegiarse en el análisis son las acciones de los sujetos sobre el espacio y las maneras en las que los individuos y los grupos aprovechan los factores espaciales.
Desde la segunda perspectiva se señalan características que poseen los territorios (configuración, dotación de infraestructura, concentración de recursos, etc.). Se presta más atención a los procesos de aglomeración social que ocurren en el territorio y a las sinergias positivas y negativas que esto genera. En este caso el territorio es el objeto de estudio (Marcus, 2008; Séguin, 2006; Soja, 2010). Sin embargo, en ocasiones se observan los espacios solo como cristalizaciones de la acción humana y de las relaciones entre grupos sociales. Se considera el territorio, incluso se le otorga centralidad, pero se lo ve como un objeto pasivo de las intervenciones de las personas. En ambos casos se incluye al territorio en el análisis, lo que de suyo es un avance. También tienen la ventaja de incorporar una noción fuerte de agencia de las personas y los grupos sociales, al destacar sus estrategias, sus acciones e interacciones, lo mismo que las dimensiones simbólicas de la acción. Sin embargo, con frecuencia carecen de una noción fuerte de agencia del territorio. Sin negar los aportes de estos estudios, me parece que resulta interesante otorgarle un mayor protagonismo al territorio en sí mismo. No basta verlo como el entorno en el que se desarrolla la agencia humana, como un simple intermediario pasivo de las relaciones asimétricas entre las personas, sino como un factor que interviene en el proceso de producción y reproducción de las desigualdades. Vale la pena tratar de investigar la agencia del territorio. Para ello puede ser útil voltear la vista hacia las propuestas conceptuales de Bruno Latour.

¿Y si tomamos en serio a Latour?

Por medio de un rodeo conceptual, este capítulo busca contribuir a las discusiones sobre desigualdad territorial que se presentan en el libro. Este texto se desarrolla a partir de la siguiente pregunta: ¿qué podríamos aprender de las desigualdades territoriales si utilizamos la perspectiva de Bruno Latour? Se trata de un rodeo, porque los postulados de Latour rara vez son esgrimidos en el análisis de las inequidades sociales. Por lo general se recurre a otros autores que han colocado el tema de la desigualdad en el foco de sus indagaciones, como sería el caso de Karl Marx, Max Weber, Pierre Bourdieu, Charles Tilly o Göran Therborn, por citar solo algunos. En cambio, Latour no ha investigado, al menos de manera explícita, la cuestión de la desigualdad. Con frecuencia se le reprocha que no ha concedido suficiente atención a las relaciones de poder y a las asimetrías sociales. Esto vuelve a Latour un autor incómodo, en especial para quienes consideran que uno de los objetivos primordiales de las ciencias sociales es la comprensión de las causas que generan inequidades e injusticias, con el fin de proponer estrategias para eliminarlas o reducirlas. El diálogo entre los planteamientos de Marx y Latour no se produce de manera automática, no brota de manera espontánea de sus respectivas propuestas. Es un diálogo complicado, que requiere un trabajo de mediación y construcción.
A pesar de las críticas que se han hecho a Latour por no otorgar centralidad al tema de la desigualdad, o acaso como respuesta a ellas, en uno de sus libros más relevantes el antropólogo francés aborda de manera directa esta problemática:
Si bien la sociología ha estado marcada desde el comienzo por el descubrimiento de que otras agencias se apoderan de la acción, ha sido impulsada aún más por el descubrimiento ético, político y empírico de que existen jerarquías, asimetrías, y desigualdades; que el mundo social es un paisaje con tantas irregularidades como un terreno accidentado y montañoso; […] que cualquier pensador que niegue esas desigualdades y diferencias es ingenuo o en alguna medida reaccionario, y, finalmente, que ignorar la asimetría social es tan ridículo como sostener que no existe la gravitación newtoniana. (Latour, 2008: 95)
Más adelante responde a las acusaciones que ha recibido y afirma, en forma quizás provocadora, que su propuesta puede explicar las desigualdades mejor que otras perspectivas:
Exasperada, la gente podría inquirir qué se ha hecho con el poder y la dominación. Pero es precisamente porque queremos explicar esas asimetrías que no queremos simplemente repetirlas y aún menos seguir transportándolas sin modificaciones. Una vez más, no queremos confundir la causa y el efecto, el explanandum con el explanans. (Latour, 2008: 96, subrayado en el original)
Latour sugiere que para entender las causas de la desigualdad no basta investigar las estrategias de las personas y las relaciones de poder entre ellas, sino que hay que entender el papel que desempeñan los objetos en esas relaciones. A diferencia de otras aproximaciones, que se concentran en el estudio de los agentes humanos, el enfoque de Latour, también conocido como teoría del actor-red (TAR), otorga una importancia fundamental a los actores no humanos. Para Latour, no se trata de suplantar el determinismo social, cultural o político (que privilegia a los actores humanos y los factores culturales y políticos) por un determinismo tecnológico o material (que privilegia a los actores no humanos y los factores tecnológicos y materiales), sino de ver ambos aspectos. Es decir, se trata de estudiar las relaciones entre las personas y las cosas, en un proceso incesante de interacción, que obliga al analista a observar el zigzag que va de las personas a los objetos y viceversa.
¿Qué implicaciones tiene, para el análisis de la desigualdad, el reconocimiento de la agencia de los objetos? La más importante es que permite advertir que los objetos, en su relación con los humanos, desempeñan un papel central en la producción y reproducción de las disparidades. La tesis central de Latour al respecto podría formularse de la siguiente manera: las desigualdades profundas y persistentes no se pueden explicar considerando únicamente a los actores humanos, es necesario incorporar al análisis otros elementos, que hacen fuertes y duraderas asimetrías que de otro modo serían frágiles, inestables y temporales.2 Su apuesta es que la incorporación de los actores no humanos permite explicar mejor las desigualdades que si solo se analizan los agentes humanos.
La cuestión decisiva no es si se toma en cuenta o no a los agentes no humanos (los objetos, las máquinas, los territorios, los animales y vegetales, etc.), sino el papel que se les asigna, es decir, “el rol preciso que se les reconoce a los no humanos: deben ser actores y no solo los infelices portadores de una proyección simbólica” (Latour, 2008: 26, subrayado en el original). En relación con esto, el autor introduce una distinción crucial entre intermediarios y mediadores:
Un intermediario, en mi vocabulario, es lo que transporta significado o fuerza sin transformación: definir sus datos de entrada basta para definir sus datos de salida. Para todo propósito práctico un intermediario puede considerarse no solo una caja negra sino también una caja negra que funciona como una unidad, aunque internamente esté compuesta de muchas partes. Los mediadores, en cambio, no pueden considerarse solo uno; pueden funcionar como uno, nada, varios o infinito. Sus datos de entrada nunca predicen bien los de salida; su especificidad debe tomarse en cuenta cada vez. Los mediadores transforman, traducen, distorsionan y modifican el significado o los elementos que se supone que deben transportar. (Latour, 2008: 63, subrayado en el original)
Las palabras “intermediario” y “mediador” pueden confundirse o parecer sinónimos, pero las ideas de Latour al respecto son precisas: es muy distinto pensar que las cosas simplemente transportan la fuerza o el significado que las personas les imprimen a afirmar que las cosas, debido a sus especificidades, agregan fuerzas o significados que “transforman, traducen, distorsionan y modifican el significado o los elementos que se supone deben transportar”.
Cuando se habla de agentes no humanos por lo general se piensa en animales y plantas o en objetos singulares, por ejemplo, máquinas, herramientas, objetos de uso cotidiano, etc. Curiosamente, con frecuencia se pasa por alto uno de los actores no humanos más importantes: el territorio, que constituye no solo el soporte de otros actores, sino un conjunto de muy diversos agentes, sin cuya presencia y agencia serían inimaginables los procesos sociales, e incluso sería imposible la vida misma. En este texto intento resaltar la agencia del territorio como mediador activo en la generación de las desigualdades, así como explorar las implicaciones que tiene esa agencia. También me interesa pensar cómo interviene el territorio (y cómo podría intervenir) en la reducción de las asimetrías sociales. Si es cierta la hipótesis de Latour de que las enormes desigualdades se pueden explicar mejor si se toman en cuenta los actores no humanos, entonces podría aseverarse que la lucha contra la desigualdad también implica cambios de gran envergadura en el ámbito de las cosas. No basta con transformar las leyes, la cultura y las relaciones sociales, también hay que modificar el mundo de los objetos. Bajo esa premisa, la transformación profunda de las configuraciones territoriales se vuelve un imperativo en el combate a la desigualdad.

Marx y Latour: claves para un diálogo

Al analizar las desigualdades sociales, la mayoría de las disciplinas –con excepción de la geografía– no han concedido mucha importancia a la agencia del territorio. Por lo general se ponen en el centro otros procesos: distribución de activos, explotación, discriminación, colonialismo, relaciones sociales, relaciones de poder, configuraciones culturales, etc. Cuando se incluyen los aspectos espaciales o territoriales por lo general se les ve como un marco o contexto en el que se desenvuelven los procesos sociales, pero sin considerarlos como agentes esenciales de esos procesos. Sin embargo, basta un pequeño cambio de perspectiva, el que provoca la pregunta acerca de qué papel ha desempeñado el territorio en la producción de desigualdades, para que emerjan otras vetas de investigación. En este apartado se comentan algunas de las vetas que se abren si buscamos puentes entre los planteamientos de Marx y los de Latour. Es un diálogo complicado, pero no imposible. Intentaré esta conversación a partir de tres temas planteados por Marx: la desigualdad en el capitalismo industrial, la renta de la tierra y la desigualdad en las sociedades precapitalistas. En cada uno de ellos introduciré explicaciones alternativas a partir de las propuestas de Latour.
No es exagerado afirmar que uno de los primeros y más poderosos modelos analíticos para explicar la desigualdad social es el que construyó Marx a partir del análisis del capitalismo industrial. Como es ampliamente conocido, explica las ganancias de los capitalistas –y la miseria de los trabajadores– a partir de la propiedad de los medios de producción, la cual permite la explotación del trabajo asalariado. Desde un enfoque latouriano, podría sugerirse que la teoría marxista de la explotación da la razón, al menos en parte, a la teoría del actor-red: la incorporación de agentes no humanos (los medios de producción) es lo que permite entender la profundidad y la durabilidad de la dominación capitalista y de las asimetrías sociales en este sistema social. Las relaciones de producción entre los patrones y los obreros están mediadas por las tierras, las instalaciones fabriles, las máquinas, las herramientas, las materias primas, las materias auxiliares y todas las demás cosas que constituyen los medios de producción. La transición de la cooperación simple a la manufactura y después a la gran industria, analizada por Marx en el tomo I de El capital, puede entenderse como la profundización progresiva de las asimetrías entre trabajadores y capitalistas, en la medida en que estos últimos adquieren cada vez mayor control sobre los medios de trabajo. En particular la introducción de máquinas herramientas, rasgo central de la Revolución Industrial, catapulta a niveles nunca antes vistos las desigualdades sociales, tanto dentro de los países que se industrializan como entre ellos y el resto del mundo. Este salto cuántico en los niveles de desigualdad no puede entenderse sin el papel que desempeñaron los agentes no humanos en el nuevo sistema fabril.
Lo mismo ocurre con las relaciones de poder en la sociedad industrial. En un principio el poder del capitalista se limitaba a la propiedad de los medios de producción, pero el obrero seguía controlando el proceso directo de producción y los objetos con los que realizaba su trabajo (había solo una subsunción formal, en términos de Marx); con la incorporación de maquinaria que suplanta a trabajadores y les arrebata el control sobre el ritmo y la manera de realizar su trabajo, se consolida la dominación capitalista. Se ha pasado a la subsunción real, como la llama Marx en el famoso Capítulo VI inédito. En ese cambio profundo en las relaciones de poder intervienen de manera crucial los objetos o, dicho de otra forma, es posible porque las relaciones sociales capitalistas se objetivan, se solidifican y se cristalizan en un sistema sociotécnico que articula agentes humanos y no humanos.
Con lo dicho en los dos párrafos anteriores puede pensarse que hay una gran coincidencia en los planteamientos de Marx y de Latour. Sin embargo, una mirada más atenta revela que existe una diferencia sustancial, que tiene que ver con el papel que cada uno de ellos asigna a los agentes no humanos en este proceso. Para Marx lo determinante son las relaciones sociales que se establecen entre trabajadores y capitalistas, mientras que los objetos son presentados como instrumentos al servicio de los intereses de los capitalistas, como herramientas para la extracción de plusvalía. Herramientas de una gran importancia, pero que responden a las necesidades, los deseos y los intereses de unos actores humanos –sus propietarios– para sojuzgar y explotar a otros actores humanos –los obreros que trabajan con ellos–. Son vistos como meros intermediarios del poder del capital, no como auténticos mediadores cuya intervención puede generar un curso de acción diferente del que buscan sus propietarios o al que intentan darle los trabajadores en su lucha frente a los capitalistas. Como ha señalado Latour (2008: 122): “Si bien proliferan los objetos en las obras ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca de este libro
  3. Portada
  4. Presentación, María Mercedes Di Virgilio y Mariano Perelman
  5. 1. Entre Marx y Latour: cristalización espacial de las asimetrías, agencia del territorio y desigualdad, Luis Reygadas
  6. I. Territorialidades, identidades y sujetos sociales
  7. II. Movilidades urbanas
  8. III. Desigualdad y acceso a la ciudad
  9. IV. Experiencias de lugar en contextos de transformación urbana
  10. Conclusiones
  11. Los autores
  12. Créditos