Tedio y otros cuentos
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Tedio y otros cuentos

  1. 90 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Tedio y otros cuentos

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Información del libro

Me encuentro y me pierdo en los cuentos de Viridiana; al leerlos siento que ella nos presta, a nosotras mujeres, su potente voz. Una voz capaz de decir con humor lo que importa, de contarnos del vacío, de la soledad… la misma voz que nos relata la cartografía de un desamor mientras uno de sus personajes hace la relación de los objetos que olvidó en una casa que ya no es la suya. Viridiana nos presta su voz para hablarle a quien escuche de nuestros miedos, pero también para invitarnos a descongelar los perdones, a quitar el óxido a los tequieros, a desanudar las ilusiones, a ser mujeres fuertes, capaces de ser sustantivos en un mundo que nos ha preferido adjetivos.

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Información

Año
2013
ISBN
9789587415001

Los besos de Susana

“Los pecados solo existen en la memoria”.
Los campanazos le hacen sentir una bomba en el corazón a punto de estallar. Es domingo, son las tres de la tarde y suenan las campanas tin tan tin tan; el sonido logra traspasar las gruesas ventanas del apartamento; de nada le sirvió cambiar dos veces sus vidrios, los campanazos se sienten como si las campanas estuvieran junto a la cama.
Susana se hunde en el sofá de cuero que le regaló su suegro el día de la boda, de eso hace ya cinco años; parece que quisiera fundirse con su color negro, como si en la oscuridad no existieran dudas, impurezas, pecados ni nada de nada. Recuerda que pasó meses recorriendo la ciudad en busca de un nido de amor donde derramar las pasiones de la mente, del cuerpo y del corazón, para dar justo en el cuarto piso del Edificio Paloma Blanca, frente al campanario de la iglesia de la Virgen Inmaculada.
Cuando lo encontró, creyó que era privilegiada al conseguir un apartamento en un barrio donde solo vive gente bien y frente a la única iglesia con aire acondicionado en toda la ciudad, y ni qué decir de ver las bodas de todas las fulanitas con los fulanitos en vivo y en directo antes de que aparezcan en el periódico local las tres fotografías de rigor: los novios junto a sus padres, los novios rodeados de los arreglos florales importados de Europa y los novios junto al político de moda, dirigente “honestísimo y culto” que garantiza la elegancia del evento.
No pensó en ese entonces Susana, que la vista de sus ventanas era una iglesia donde vive el Cristo crucificado, recordándonos con sus heridas nuestros pecados: el original, del que nadie se libra, por el que lloramos en cuanto nacemos arrepintiéndonos sin saber por qué, y la lista interminable de aquellos por los que los campanazos suenan y a ella le recuerdan...
Llega el esposo y la mira confundida con el cuero negro del sofá, y le dice:
— Susy, Susana, qué te pasa, pareces una gatica mojada, así acurrucada. ¿en qué piensas mi amor? — .
Él luce algo puro, habla con voz inocente, para ver si ella, la pobre gatica mojada, le dice algo; después de todo, él también vive hace cinco años frente a la iglesia y algún efecto le tenía que causar el sonido habitual de las campanas; el más obvio, claro está, es el de actuar como un buen sacerdote: nunca confiesan sus pecados, pero qué bien escuchan los pecados de los otros, con ojos y oídos bien abiertos para ver el tamaño de las faldas de las fieles y oír la voz entrecortada de las pecadoras arrepentidas; luego dictan la condena: ocho padrenuestros y diez avemarías.
Susana le contesta —Nada mi amor, no pienso en nada, tal vez siento un poco de sueño — . Ella sabe que hay cosas que no se dicen, pero las campanas suenan una y otra vez todos los días tin tan tin tan tin tan y cuando las siente, la gatita mojada cree que el corazón se le sale de la boca. Algunas veces las escucha distantes y cree que ha llegado el momento del olvido; pero en otras ocasiones, como hoy, las siente como un dolor en el útero, como un mal parto tal vez y vuelven los recuerdos. Piensa en Eva, la costilla de Adán, la que cogió la manzana del árbol prohibido para probar un nuevo sabor, condenada hasta su muerte por ese atrevimiento, con una procreación dolorosa, llanto, sufrimiento y gritos al parir hombres; por eso Susana quiere confesar, no quiere que el sonido de las campanas la persigan hasta su tumba.
No, Susana, no lo hagas, noooooooooooooo
—Mi amor, necesito que hablemos —sueña Susana— (primer error, Revista Vanidades Número 333, año 2005, DIEZ CONSEJOS PRÁCTICOS PARA CONSERVAR LA COMUNICACIÓN EN LA PAREJA: 1. Nunca diga: NECESITO QUE HABLEMOS).
—Ya no puedo seguir así, callada, como si no pasara nada; sí, yo sé... para los hombres es más difícil hablar, pero siento que andamos como en un carro viejo, que se mueve con el olor a gasolina. No me vuelvas a recordar que compraste muebles nuevos, no es eso lo que nos hace falta es que. sí, también sé que las mujeres somos histéricas, después de todo nosotras tenemos ovarios, ciclo menstrual; pero. yo solo te pido cinco minutos, las noticias pueden esperar a la emisión de las diez, además siempre son las mismas: el dólar subiendo y el peso bajando, la sobrepoblación, la contaminación y para terminar se cierra la emisión con broche de oro: lindas modelos mostrando lo último en ropa interior, hoy se usa en tonos blancos, mañana negros, después los tonos rojos, vuelven los tonos blancos, luego los negros, los rojos... siempre es igual, nada cambia.
Voy a hablar, escúchame: hemos recorrido un largo camino juntos, pero hay entre nosotros un silencio negativo que nos separa, ¿tú piensas igual?, anda, respóndeme, no te quedes callado sin decir nada, escuchándome fríamente como una serpiente acechando a su presa; ¿crees conocer todos mis sentimientos, saber toda mi rutina? ¿piensas que después de tantos años juntos ya no puedo asombrarte porque no tengo misterios? Te equivocas, estuve con otro hombre, con un sabor diferente al tuyo, me encontraba con él todas las tardes, solo hablábamos y de nada importante, hasta que un día, aunque mis piernas temblaban mis labios se atrevieron a besarlo, una, dos, tres y hasta diez veces, lo dejé por temor a que te lo contaran todo, pero desde entonces el sonido de las campanas me recuerda los besos y.
El esposo de Susana la encuentra dormida en el sofá, ella habla entre sueños, pero él no alcanza a entender nada, se detiene a contemplarla y piensa:
— Qué linda se ve mi esposa ahí dormida, cuando escucha el tin tan tin tan de las campanas se queda tranquila, elegimos muy bien este apartamento, los campanazos se sienten como un arrullo y le iluminan su carita de ángel — .
La despierta con un beso y le dice: —Susy, Susana, despierta. ¡Qué delicia, mi amor, últimamente tus besos me saben a manzana! — .
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SIN TÍTULO, collage, 12,0 x 12,0 x 4,5 cm, 2013.
Cosas que no se dicen: Esteban recibió el sobre, lo abrió, vio la foto y se quedó sin aire; como pudo se sentó en la larga banca de madera que había diseñado para la vida juntos. No pudo reaccionar aunque el olor a cedro viejo se mezclara con su sudor frío. —No puedes quedarte mi amor, no puedes, porque me dueleera el coro de la canción que se escuchaba por la ventana vestida de verde, mientras él intentaba concentrarse en la imagen que tenía entre las manos, que se le escapaba incontrolable como el anhelo después de una copa de vino, como las lágrimas después de hacer el amor, como la vida después de que ella cerró la puerta.
Sus manos mojaron la imagen, la doblaron, no pudieron borrarla, estaba cubierta de un suave barniz que dejaba entrever un frágil brillo. —No puedes quedarte mi amor, no puedes, porque me hieresEsteban recuperó la conciencia, ahora sabía dónde estaba, reconocía su casa y el olor a café quemado que llegaba desde la cocina, se levantó despacio sin soltar la fotografía, se sirvió un poco en una taza manchada y con el reborde partido, caminó hasta el balcón, corría una suave brisa.No puedes quedarte mi amor, porque me dueles, porque me hieres, porque te amo—. Se escuchó el final de la canción.
Esteban dejó el balcón, volvió a la mesa, a la banca, al olor, a la fotografía que acaba de recibir enviada desde lejos; los sellos postales daban cuenta de días pasados, pero ella estaba ahí, entre sus manos y esta vez con la música que provenía del sonido de su pecho, decidió decirlo —La sigo amando—.
Esteban acarició la imagen temblando, ella lucía un cabello más largo, los ojos más profundos y la misma sonrisa de antes de cerrar la puerta. Era ella, la de los pechos grandes como las ideas, la única en la que se olía la libertad de la piel usada solo para el amor; un amor entre risas que valiera la pena, como le repetía sin cansarse, un amor esquivo que evitaba enraizarse y que volaba por miedo a la muerte. Solo ella era capaz de llegar hasta él fotografiada desnuda y con ...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. ÍNDICE
  5. Presentación
  6. Advertencia
  7. Tedio
  8. Celina
  9. Me engaña
  10. Bonita
  11. Querida M
  12. La amante de mi marido
  13. Los sueños que una tiene
  14. Cosas que cambian
  15. Por una libra de carne más
  16. Los besos de Susana
  17. Sigrid llora por las mañanas