III PARTE:
RECAPITULACIÓN HISTÓRICA
La visión de la autoridad eclesiástica como contexto histórico del 31 de mayo
P. Ángel Lorenzo Strada
Ex postulador de la causa de beatificación del P. José Kentenich
Editado por Isabel Margarita González M.
Lo ocurrido el 31 de mayo de 1949 es abarcable desde varias perspectivas, pero tal vez una de las menos conocidas es la mirada desde las dudas que la Iglesia albergaba sobre Schoenstatt en ese entonces. Es probable que, al menos en parte, hayamos revisado el texto de la Epistola perlonga, o bien estemos enterados de las explicaciones que desde la perspectiva del Padre Fundador -José Kentenich- validaban la Obra y su modo de actuar. Sin embargo, las cartas y los textos enviados por el visitador Mons. Stein, y luego por el Obispo Tromp, no nos resultan tan familiares.
El padre Ángel Strada, al ser interrogado por estos asuntos, con mucha transparencia entregó una selección de textos que ayudan a formarse una visión más completa de las razones que llevaron a la Iglesia a decretar la total separación del P. Kentenich de Schoenstatt, aquellas que impulsaron al Fundador a escribir la extensa y profunda explicación de su actuación y, en buena medida, a descubrir él mismo la envergadura de la misión que Dios, por medio de la Santísima Virgen, había puesto en sus manos.
Es posible que estos mismos textos históricos ayuden al lector contemporáneo a percibir esa especie de ‘diálogo de sordos‘ entre dos partes que intentaban comunicarse en dos frecuencias paralelas y a captar por sí mismo tanto el fondo del problema como sus horizontes.
1. Las primeras dudas sobre Schoenstatt
El origen del interés de la Conferencia Episcopal Alemana por investigar el Movimiento de Schoenstatt se remonta a la década del 30, época en la que ya se habían cuestionado las llamadas “ideas peculiares” de Schoenstatt, sobre todo en las diócesis de Tréveris y de Limburgo. Algunas de las principales críticas de ese entonces habían sido:
Se rechaza la vinculación local de la Santísima Virgen María al santuario porque, al no haber milagros, no habrían señales seguras del origen sobrenatural del mismo.
Se considera signo de “pedante exclusividad” afirmar que Schoenstatt es una “creación predilecta de Dios”.
Se estima que hablar de “contribuciones al capital de gracias” y de “poder en blanco” es usar una terminología propia del “corrupto ámbito de las finanzas”.
Se considera improcedente pedir fe en la misión divina de Schoenstatt, pues tal misión no estaría confirmada ni por la magnitud de su éxito, ni por la gravedad de las dificultades por las que atravesaba Schoenstatt.
Se rechaza considerar la Alianza de Amor como “contrato bilateral”, porque Dios no puede ser obligado a sellar un contrato. En este mismo sentido, se estima que Schoenstatt utiliza expresiones “desacostumbradas”, de “mal gusto” y “demasiado modernas”.
Estas dudas hay que considerarlas además en el contexto del desarrollo de la Iglesia en Alemania, la cual, en ese tiempo, contaba con una notable red de organizaciones y asociaciones de diferentes tipos. La mayoría de ellas eran fruto de iniciativas laicales, inspiradas en la doctrina de la Iglesia, pero su estructura era conforme al derecho civil, no al derecho canónico, por lo que gozaban de mucha independencia respecto a la jerarquía. Estas agrupaciones tenían personería jurídica propia, manejaban sus finanzas autónomamente, elegían sus propias autoridades y se organizaban según sexo y profesiones (obreros, estudiantes). Algunas poseían un claro objetivo, intensos programas de formación y fuertes exigencias ascéticas; otras desarrollaban actividades esporádicas. Todas fueron perseguidas por Hitler; se requisaron sus sedes, encarcelaron a sus dirigentes y prohibieron sus publicaciones, pero aun así, en 1943 se constituye el Comité Central de los Católicos Alemanes.
Al terminar la guerra los obispos quisieron poner un nuevo acento, reducir un tanto la autonomía laical y, siguiendo el modelo de la Acción Católica, darle importancia a la parroquia y la diócesis. Por este motivo, la Conferencia Episcopal reunida en Fulda el 22 de agosto de 1945 decidió: “La pastoral de los cuatro estados de vida: hombres, juventud masculina, mujeres y juventud femenina, se construirá sobre el suelo de la parroquia. Se organizará diocesanamente y bajo la dirección del Obispo. Los grupos existentes según profesiones y estados de vida también deben integrarse en este principio de orden. Lo mismo se aplica a la formación de nuevos grupos, que solo puede tener lugar con la aprobación del Obispo. Los grupos supraparroquiales no deben ser excluidos, pero deben servir al principio de orden de la parroquia”.
En este contexto, lo que ocurrió después de finalizada la Segunda Guerra Mundial fue que se produjo un fuerte desarrollo de Schoenstatt y, a la vez, una convergencia de cuestiones que exigían clarificación. La Conferencia Episcopal Alemana decidió entonces que se ocupara de los temas o “ideas peculiares” de Schoenstatt una comisión especial, integrada por los obipos G...