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Tejiendo encuentros entre familias y maestros

  1. 128 páginas
  2. Spanish
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Tejiendo encuentros entre familias y maestros

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Es una obra que valora la dupla familia-escuela; propone orientaciones y herramientas metodológicas para el trabajo con los padres de familia y, con ello, fortalecer los vínculos entre ambos en bien de la formación de los alumnos de educación básica.

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Información

Editorial
Ediciones SM
Año
2015
ISBN
9786072409897
CAPÍTULO IV
Claves para tejer encuentros entre la escuela y la familia
A pesar de los cambios y características de las familias en el mundo de hoy, de las incomprensiones y dificultades que se presentan en las relaciones entre la escuela y la familia, ambas mantienen la demanda y el deseo de coordinarse para lograr una formación integral y aprendizajes relevantes en los niños. Por esta razón presentamos posibilidades para salir del círculo negativo y generar diferentes espacios de entendimiento y de interacción positiva y efectiva.
Las claves que presentamos en este capítulo pertenecen, en su mayoría, al ideario y las experiencias de los maestros que trabajan arduamente en jardines infantiles, escuelas y colegios de todos los niveles socioeconómicos, en especial con los sectores pobres. Estas se han recogido mediante la sistematización de diversas experiencias e investigaciones que han logrado identificar avances y logros en esta relación. Las claves pueden convertirse en ejes de la construcción de una comunidad escolar, entendiendo por comunidad el contexto social dentro del cual las personas asumen acuerdos, aceptan y respetan diferencias y manejan conflictos de manera efectiva.
En toda comunidad priman las interacciones de solidaridad, la cooperación para satisfacer las necesidades de sus integrantes. En una comunidad escolar se comparten valores, concepciones e ideas acerca de la naturaleza humana y la escolaridad. Sus miembros se vinculan en torno a lo que es bueno para los estudiantes, el sentido de enseñar y aprender y lo que necesitan para vivir en conjunto con satisfacción y armonía (L. Alcalay, 2005). Por tanto, la participación de sus miembros viene a ser el eje que sustenta las acciones de sus integrantes en función de finalidades y objetivos consensuados y acordados.
En una comunidad escolar, participar significa opinar, proponer y disentir en los diversos espacios de la institución educativa, por tanto, tomar ciertas decisiones. Por ello, la participación involucra un proceso permanente de diálogo y deliberación con quienes se encuentran comprometidos en llevar a cabo la misión de educar y formar. En ese sentido, la participación otorga poder a sus integrantes para que la voz de quien habla tenga validez, sea escuchada y sus ideas, opiniones y acciones tengan la posibilidad de influir (R. Blanco, M. Umayahara y O. Reveco, UNESCO, 2004).
4.1. LA ESCUELA, PRIMERA RESPONSABLE DE LA APERTURA HACIA LA FAMILIA
Resulta importante señalar que, en opinión de numerosos especialistas, la primera clave fundamental está en que a la escuela, como institución, le corresponde dar los primeros pasos para un encuentro positivo, aun cuando se reconozca que en la familia reside el mayor interés en el progreso educativo de los alumnos.
A la institución educativa le corresponde conducir los procesos de enseñanza y de aprendizaje, organizar las normas, los procedimientos, las comunicaciones interpersonales y colectivas. Es quien debe abrir espacios para analizar, definir y unificar criterios en torno a los sentidos y objetivos de la labor que se comparte, así como definir las acciones y coordinarlas para lograrlos. En la escuela se resuelve la opción de asumir, aceptar, respetar y valorar en sus espacios a los diferentes tipos de familias como legítimos interlocutores.
La búsqueda permanente de una relación positiva y de colaboración con la familia debe ser conducida por los directivos y adoptada por todos los maestros, asistentes y colaboradores externos del centro, como una estrategia educativa sistemática para lograr aprendizajes significativos y una positiva formación ciudadana de los estudiantes. Sin esta condición, los maestros seguirán concibiendo y actuando en una relación frustrante con los padres de sus alumnos, porque los avances que un docente logre con las familias de un grupo pueden ser desechados u obstaculizados por otro que no confíe en la realización de encuentros positivos con ellas.
4.2. PRINCIPIOS QUE SE DEBEN CONSIDERAR EN LA ESCUELA PARA GENERAR ALIANZAS Y PROMOVER LA PARTICIPACIÓN DE LA FAMILIA
Tres principios, al menos, pueden movilizar el quehacer de la escuela en su relación con las familias de los estudiantes para establecer acuerdos que favorezcan la coordinación de acciones y lograr los niveles de participación deseados por los maestros y los padres de familia.
4.2.1. Evitar las atribuciones negativas
Si deseamos estimular una convivencia constructiva entre la escuela y la familia, resulta necesario que los profesores eviten construir o reforzar imágenes o creencias negativas sobre las carencias educativas de las familias, especialmente respecto a aquellas de bajo nivel de escolaridad y escasos recursos. Lo anterior implica ahondar en forma crítica, y en conjunto con todos los maestros y agentes de la escuela, en las opiniones y expectativas que se tienen sobre las familias de los alumnos. Para ello, es determinante utilizar datos bien fundamentados sobre las posibilidades educativas de ellas. Por tanto, es imprescindible que cada profesor conozca la realidad familiar para acordar, en colectivo, qué estrategias seguir.
Así procede un centro educativo para conocer las familias y proceder en forma pertinente con ellas.
Una característica de la escuela es la gran diversidad de familias que hay en el colegio. Lo común en todos los cursos es que en cada uno hay una cantidad de familias que necesita ayuda, con dificultades sociales, en lo económico, en la salud. En las entrevistas se va conociendo el tipo de familia con que contamos, recogemos las inquietudes de los padres y madres, y según eso podemos planificar, evaluar e intentar comprometer, si es posible, a la pareja de adultos que está detrás de cada alumno, para contar con su apoyo durante el año (P. Méndez, 2001, p. 75).
Utilicemos la información disponible
Las escuelas disponen de abundante información de los estudiantes y su familia que recogen al momento de la matrícula u otro, pero que raramente se utiliza para tomar decisiones atendiendo a sus debilidades y fortalezas. Las entrevistas con las familias dan la posibilidad de averiguar capacidades, aspiraciones o expectativas que tienen algunos de sus miembros y cómo estos pueden apoyar el trabajo educativo de la escuela.
4.2.2. Búsqueda constante de formas de encuentro posibles
Así como los maestros aprenden constantemente sobre lo que sirve para guiar y apoyar el aprendizaje y las conductas positivas de los alumnos, ocurre lo mismo con las familias. Las estrategias para acercarse y buscar la participación de una familia pueden ser inadecuadas o insuficientes para otra. En ambos casos es importante construir una suerte de registro para sistematizar las estrategias exitosas o aquellas que fracasaron. Lo esencial es determinar la función de las actitudes y conductas de los maestros para facilitar u obstaculizar el encuentro. Sin una actitud autocrítica no se logrará despejar la mirada sobre las familias y sus posibilidades reales de colaboración. También son indicadores la disposición de la escuela, los horarios y espacios fijados para los encuentros y las actividades a que se les convoca. Una profesora de una escuela rural manifiesta, por ejemplo, la disponibilidad de los maestros para facilitar el encuentro con las familias:
Nos adecuamos a los horarios de los apoderados porque muchas veces son de distintos cursos. Entre los profesores nos coordinamos con ellos, y el horario de reuniones se hizo de acuerdo con lo que ellos proponen como adecuado (P. Méndez, ob. cit., p. 135).
Revisemos nuestras experiencias y las de otras escuelas
Posiblemente existen experiencias en la propia escuela o en otros establecimientos que ustedes conozcan, las cuales tuvieron éxito. Es importante analizar en qué circunstancias se dieron y por qué resultaron exitosas, o bien, revisar aquellas que fracasaron. Así se podrán corregir y perfilar nuevas formas de acercamiento entre la escuela y las familias.
4.2.3. No esperar más de lo que las familias pueden dar
Este es un principio de realidad muy importante. Debemos ser prácticos en relación con las expectativas que formemos sobre la reacción de los distintos tipos de familias. Habrá que aceptar que algunas no se acercarán a la escuela, no asistirán a las convocatorias y no se ocuparán en sus hijos como los maestros esperamos. Sin embargo, con esos estudiantes, la escuela tiene la posibilidad de desarrollar muchos recursos que son parte de su bagaje pedagógico y psicosocial. En estos casos, la tarea es utilizar este conocimiento para evitar caer en acciones de abandono de aquellos niños o niñas cuya única posibilidad de supervivencia y de integración sociocultural es la escuela.
Así lo expresa un maestro de una escuela que practica este principio:
No tenemos la panacea pero hemos encontrado una alternativa viable para desarrollar nuestro trabajo, atraerlos con actividades entretenidas y talleres sobre temas de su interés como adultos. Tenemos que confiar en nuestros apoderados para trabajar con los alumnos. Hay apoderados que todavía no se integran, y en una buena cantidad, pero seguiremos trabajando por ellos (P. Méndez, ob. cit., p. 172).
Tal como lo indica este testimonio, la falta de compromiso o disponibilidad de la familia no impide a la escuela emprender acciones que puedan acercar a esas familias al proceso escolar en que están inmersos sus hijos.
4.3. CLAVES QUE FACILITAN LA PARTICIPACIÓN DE LA FAMILIA EN LA ESCUELA
La participación de la familia en la escuela procura la implicación de los padres en actividades voluntarias en la comunidad escolar, donde intervienen de manera directa o indirecta en la toma de decisiones en aspectos educativos, en beneficio de toda la comunidad. Generalmente, la participación de los padres adquiere una forma organizada, como son los centros de padres o asociaciones de padres, cuyos roles, funciones e inserción varían de un país a otro.
En la investigación internacional “Participación de los centros de padres en la educación” (C. Bellei, V. Gubbins y V. López, 2002), se señala que existe apertura y organización de las instituciones educativas para incorporar la participación de las familias.
Las investigaciones y experiencias educativas de trabajo con las familias dan cuenta de distintas modalidades y niveles de participación que logran diferentes grados de acercamiento de las familias hacia la escuela. Estas se insertan en las prácticas educativas y de gestión directiva que emprenden los maestros con el fin de involucrarse en los procesos educativos y de convivencia positiva para hacer de la escolaridad de los estudiantes un periodo valioso y útil. (V. Gubbins y C. Berger, 2002). Estas prácticas se basan en formas de comunicación donde las actitudes, declaraciones y acciones son explícitas y coherentes.
Hemos seleccionado algunas claves que consideramos importante compartir, constituidas por disposiciones, estrategias y acciones realizadas por las escuelas. Estas claves se observan en los niveles de participación que más se practican en el sistema escolar de Latinoamérica, incluidos los que se presentan con mayor frecuencia: de información y colaboración (véase el esquema 3).
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Esquema 3. Niveles de participación de la familia
Dichas formas de participación favorecen el involucramiento de la familia en distintas modalidades, siempre con vist...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Acerca de los autores
  4. Prólogo
  5. Introducción
  6. CAPÍTULO I: Las familias no son lo que fueron
  7. CAPÍTULO II: La compleja tarea de la escuela: viejos problemas, nuevos desafíos
  8. CAPÍTULO III: Encuentros y desencuentros entre la escuela y la familia
  9. CAPÍTULO IV: Claves para tejer encuentros entre la escuela y la familia
  10. BIBLIOGRAFÍA
  11. Créditos