Millán-Puelles. VIII. Obras completas
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Millán-Puelles. VIII. Obras completas

Teoría del objeto puro (1990)

  1. 652 páginas
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Millán-Puelles. VIII. Obras completas

Teoría del objeto puro (1990)

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Este octavo volumen comprende el título Teoría del objeto puro (1990).Con un permanente horizonte metafísico, Millán-Puelles ha desarrollado una ontología del espíritu que investiga la articulación de las facultades superiores en la estructura trascendental del sujeto. Razón y libertad son temas de los que siempre parte y a los que continuamente retorna. La amplitud de su planteamiento filosófico le permite abrir su indagación hacia cuestiones específicas del ámbito económico, social o cultural, con lo que sus hallazgos antropológicos quedan contrastados en campos aparentemente ajenos a su ontología del ser humano. Su amplia bibliografía es clara muestra de la universalidad de sus intereses intelectuales, que cubrían la práctica totalidad del saber filosófico.

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Información

Año
2015
ISBN
9788432145841
Categoría
Literature
Categoría
Literary Essays

SEGUNDA PARTE
TAXONOMÍA DE LO IRREAL

XI. La tabla general de lo irreal

§ 1. TIPOLOGÍAS INSUFICIENTES
La ordenación sistemática del ingente polimorfismo que lo irreal presenta en la más ancha de sus acepciones no ha sido llevada a cabo hasta el presente. Determinados tipos y formas de irrealidad —ciertos «casos especiales» de objeto puro— aparecen, más o menos dispersos a través de la historia de las ideas filosóficas, como privilegiados centros de atención, a consecuencia, unas veces, de su singular interés especulativo, y por virtud, en otras ocasiones, de sus nexos, directos o indirectos, con algunos problemas de la vida práctica. También aquí serán examinados, pero no aisladamente, sino dentro del marco de un elenco general de lo irreal. Este marco es indispensable para que todos esos casos especiales queden debidamente situados, pero ante todo y sobre todo es necesario para poder tener de lo irreal una visión tan panorámica o completa como la que del ámbito de los seres finitos nos suministra el catálogo de los predicamentos o categorías.
El muestrario de formas de lo irreal que en la Introducción (cap. I, § 2) se consignó estaba exclusivamente dirigido a esbozar una idea aproximada de la variedad y la amplitud del ámbito propio del objeto puro. No se trataba de hacer una taxonomía general de lo irreal. Para procurarla hubiera sido imprescindible el disponer de un fundamentum divisionis que permitiese fijar una tipología sistemáticamente articulada, no un simple repertorio indicativo, y ese fundamento no podía quedar suficientemente establecido y justificado cuando solo se trataba de ofrecer una presentación introductoria del sentido y alcance de la teoría del objeto puro. Ahora, por el contrario, estamos ya en condiciones de poder ocuparnos de ese principio ordenador, sin el cual la taxonomía general de lo irreal, aunque de hecho pudiera ser completa, permanecería de iure radicalmente insuficiente, en tanto que desprovista de la razón suficiente de su validez.
Afirmar la necesidad de establecer el fundamento o principio ordenador en cuestión no equivale a decir que se tengan aquí por infundadas las divisiones de lo irreal propuestas por la doctrina del «ente de razón». Tales divisiones están perfectamente justificadas o fundadas y, por lo mismo, serán aquí recogidas, bien que no en calidad de primeros miembros divisivos del entero ámbito de lo irreal, porque, como ya se advirtió en la Introducción, la doctrina del ens rationis toma lo irreal en una acepción más estrecha que la que aquí se le asigna. Recuérdese el motivo de la mayor amplitud que a lo irreal se adscribe en la presente investigación: precisamente, el significado más estricto que lo real tiene en ella y que, sin duda, es asimismo el más propio (cap. VIII). Tomado, pues, lo irreal en un sentido más amplio que el que lo hace equivalente al ens rationis, el fundamento o principio ordenador de su taxonomía general no puede coincidir con el de la propia de este «ente», puesto que ha de permitir la irrealidad de lo que, careciendo de existencia, es, sin embargo, posible (i.e., apto para existir). O lo que vale igual: en la clasificación de lo irreal según su acepción más amplia, el fundamentum divisionis no puede serlo inicialmente la diversidad de las maneras de no poder existir, diversidad que es lo que justifica la distribución de los entes de razón en los dos grupos de las negaciones (concebidas como si fuesen positividades) y las meras relaciones de razón.
La diferencia entre los entes de razón con y sin fundamento in re es trasladable, mediante las correcciones oportunas, a la taxonomía de lo irreal, pero no constituye en ningún caso (es decir, ni para los entes de razón, ni para lo irreal en su más amplio sentido) una división esencial. Ni la posesión ni la carencia de un cierto apoyo transobjetual pueden ser configurativas de los objetos irreales, como tampoco pueden ser la de los reales en su formalidad objetual (independiente de la respectiva materia). Sea cual fuere su índole y su modo de comportarse, cualquier apoyo transobjetual es extrínseco a todo objeto considerado precisamente en cuanto objeto.
Por lo demás, sostener que la diferencia entre contar con un apoyo transobjetual y carecer de esta base no determina para los objetos irreales o puros una clasificación esencial, sino tan solo una divisio per accidens, no quiere decir que semejante división esté desprovista de importancia o únicamente la tenga en muy escasa medida. Por el contrario, se trata de una clasificación cuya singular relevancia se nos hace patente al advertir que la forma de objetualidad más fecunda en problemas filosóficos es la de los objetos irreales que cuentan con un apoyo transobjetual o real. Los objetos así «apoyados» no dejan de ser objetos puros. Formalmente irreales, son, sin embargo, objetos con fundamento in re. Ni este fundamento los convierte en objetos reales, ni la formal irrealidad que les conviene es por completo ajena a la realidad. La necesidad de distinguir y a la vez conectar la objetualidad pura de la forma y la transobjetualidad del fundamento no hace imposible, pero sí arriesgada, la exacta intelección de este tipo de irrealidades. Y una de las más inequívocas pruebas de la efectiva mesura del realismo que se denomina «moderado» está en el mantenimiento de ese delicado equilibrio entre la pura objetualidad formal y la transobjetualidad fundamental de esta clase de objetos puros. Con todo, la división de los objetos puros e irreales en dotados y no dotados de un fundamento in re no representa la taxonomía que per se conviene inicialmente a lo irreal, ya que, en su propia formalidad objetual, este no queda intrínsecamente determinado o afectado por la posesión, ni por la carencia, de semejante apoyo.
* * *
Fuera de la teoría tradicional del ens rationis, con las dos divisiones, una per se y otra per accidens, que de este se hacen en ella, la taxonomía de lo irreal ha sido abordada, pero no sistemáticamente elaborada, por N. Hartmann en sus consideraciones acerca de los tipos de lo «puramente irreal» (cf. Grundzüge einer Metaphysik der Erkenntnis, LXII Kap., d). La noción hartmanniana de lo «puramente irreal» (bloss Irreales) o de lo «meramente intencional» (bloss Intentionales) tienen una cierta coincidencia relativa con lo aquí designado por las expresiones «lo irreal» y «el objeto puro». Se trata, efectivamente, de todas las modalidades de lo irreal carentes de independencia respecto de los actos que las objetivan (vid. el apartado d, «Irrealität ohne ldealität», que inmediatamente antecede al que se acaba de citar). «Su ser —dice Hartmann— es puramente intencional, dependiente, prestado y, en este sentido, un ser impropio, un mero ser para-mí, sin en-sí» («Ihr “Sein” ist ein “bloss intentionales”, abhängiges, verleihes und in diesem Sinne uneigentliches Sein, blosses “Fürmichsein” ohne “Ansichsein”»).
La explicación de que Hartmann no hable de lo irreal simplemente, sino que use la expresión «lo irreal puro», significando con ella lo que posee una «irrealidad sin idealidad», se encuentra, por una parte, dentro del mismo capítulo 62, en los apartados que se dedican a la «idealidad libre» (freie Idealität) y a la «idealidad dependiente» (anhängende Idealität) y, por otra parte, en el capítulo 61, especialmente, en el apartado «El ser ideal y el ser real». En síntesis, la explicación consiste en que lo que Hartmann llama lo ideal es, como tal, siempre algo irreal, pero nunca lo irreal puro, pues mientras este carece del en-sí, aquel, por el contrario, lo posee. Sin embargo, se ha de tener presente que ese en-sí es tan solo gnoseológico, no ontológico, tal como en general ocurre en Hartmann, salvo en los casos en que lo contrario quede explícitamente dicho. Por lo demás, la diferencia misma entre lo ideal y lo real es descrita por Hartmann en los siguientes términos: «El ser real es el ser de las cosas, los acontecimientos, las personas, los hechos; es tempoespacial, solamente individual; tiene efectividad y posee la específica inclusión de lo efectivo en el unitario contexto de la totalidad de lo existente, donde se da su inevitable surgir y desaparecer, así como su presencia empírica en tanto que es vivido. De ahí que solamente al ser real conciernen las dos formas, la a priori y la a posteriori, del conocimiento. En cambio, el ser ideal está exento de temporalidad, efectividad y posibilidad de ser objeto de experiencia sensible; nunca tiene el carácter de lo individual, es rigurosamente permanente, poseyendo siempre el ser y solo a priori puede ser captado» (LXI Kap., c: «Ideales und reales Sein»).
No puede dejar de resultar extraño que, una vez hecha esta minuciosa descripción de lo real y lo ideal según sus contrapuestos rasgos peculiares, Hartmann niegue que la caracterización así determinada tenga algún sentido ontológico (keine ontologische Charakteristik). Evidentemente, no es ontológica la diferencia que estriba en que mientras lo real puede conocerse tanto a priori como a posteriori, lo ideal solo a priori pueda ser captado. ¿Mas cómo cabe entender que no sean ontológicas las diferencias entre lo efectivo y lo no-efectivo, lo individual y lo no-individual, lo temporal y lo no sometido al tiempo…, es decir, todas las diferencias mencionadas por Hartmann, excepto las concernientes a la forma en que lo real y lo ideal están presentes a la conciencia en acto?
Pero aun prescindiendo de esa cuestión, no debe quedar inadvertida la imposibilidad de identificar la concepción hartmanniana de lo real con la sustentada en la presente investigación, donde lo real consiste en lo existente o transobjetual, en la acepción de aquello cuyo valor extraquidditativo no se limita a su presencia a la conciencia. El «en-sí» de lo que de este modo es existente (real, transobjetual) no se confunde con el «gnoseologisches Ansichsein» del que habla Hartmann tanto para el ser real como para el ser ideal, y aunque únicamente los individuos pueden poseer ese en-sí no meramente gnoseológico (de tal forma, por consiguiente, que lo calificado por Hartmann de ideal se reduce, en la concepción aquí mantenida, al objeto irreal o puro), no es cierto, en cambio, que todo lo individual sea transobjetual. (Para las relaciones entre lo individual y lo existente véanse las últimas páginas del capítulo IX de este libro, donde también se rechaza que la individualidad imprescindible para poder existir implique necesariamente la mutabilidad y la temporalidad. Lo dicho entonces a propósito de Frege y de Brentano se aplica asimismo a Hartmann en su concepción de lo real como ser individual sujeto al tiempo).
Para dejar inequívocamente señaladas las más decisivas diferencias entre la concepción hartmanniana de lo irreal y la que aquí se propone, deben tenerse en cuenta las observaciones siguientes: a) mientras que para Hartmann lo irreal no tiene ningún en-sí (equivalentemente, no posee ninguna independencia respecto del acto que lo objetiva), el en-sí que la concepción aquí sustentada niega a lo irreal es tan solo el de índole extraquidditativa, de tal suerte que lo irreal no carece de toda independencia respecto de la conciencia que lo capta (y así, pongamos por caso, aunque es verdadero el juicio que niega a la sirena y al centauro todo ser extraquidditativo diferente de su mera objetualidad, son falsos, en cambio, tanto el juicio que identifique entre sí las respectivas quiddidades como el que predique de cualquiera de ellos la índole de un dragón); b) el en-sí que lo irreal no tiene es, en la concepción aquí propuesta, el del carácter extraquidditativo, de modo que, en virtud de ello, lo calificado por Hartmann de ideal es, para la teoría del objeto puro, algo por completo irreal, no obstante ese gnoseologisches Ansichsein que Hartmann le reconoce, porque el valor de este en-sí es solo quidditativo (formaliter tan meramente quidditativo como el del centauro o la sirena, aunque fundamentaliter no responda por él algo dotado de un valor transobjetual).
Con estas aclaraciones queda enteramente justificada la afirmación, hecha arriba, de una cierta relativa coincidencia entre «lo puramente irreal» de que habla Hartmann y lo que se denomina «lo irreal» según la concepción aquí mantenida. Esa relativa coincidencia hace que la tipología de lo irreal puro, tal como Hartmann la ofrece, tenga un cierto interés para nuestra taxonomía general de lo irreal, y cabalmente por ello es aquí examinada con especial atención, a pesar de que la que el propio Hartmann le dedica se debe exclusivamente, según él mismo declara, a la conveniencia de perfilar el ámbito de los objetos ideales, distinguiéndolo de las diversas formas de lo puramente irreal. En las consideraciones de Hartmann sobre ellas hay un indiscutible y radical acierto: la tesis de la diversificación de los tipos de lo puramente irreal en correspondencia con los de las índoles de los actos intencionales que lo objetivan. «Hay muchas formas —así se lee en el apartado d del mencionado capítulo 62 de la Metafísica del conocimiento— de lo “puramente irreal”. Se distinguen en correspondencia con la índole del acto intencional en el que su darse está basado» («Die Arten des “bloss Irrealen” sind viele. Sie differenzieren sich mit der Art des intentionalen Aktes, auf Grund dessen sie bestehen»).
El esencial acierto de este fundamentum divisionis estriba en su adecuación al carácter meramente objetual del dividendum. Puesto que lo irreal es, en cuanto irreal, puro objeto o mero término intencional de la conciencia en acto, la tipología de los actos de conciencia debe necesariamente traducirse en una tipología de lo irreal, o, lo que es lo mismo, esta debe fundamentarse en aquella, paralelamente a como la presencia de lo irreal está basada en el acto intencional correspondiente. Aquí no se trata de clasificar quididdades en sí mismas consideradas, sino de distribuir meros objetos tomados precisamente en su pura objetualidad y, por lo mismo, en su esencial relatividad a la conciencia en acto. Naturalmente, todos estos objetos puros —y puramente tomados como objetos— tienen sus correspondientes quiddidades (hasta la nada absoluta posee su «qué» objetual, sin el cual no cabría pensarla), mas no son estas quiddidades lo que primordialmente importa en la elaboración de la taxonomía de lo irreal, es decir, de lo que no cuenta con otro valor extraquidditativo que el de hallarse presente ante una conciencia en acto.
A diferencia de lo que aquí acaba de hacerse, las razones que justifican el acierto en la determinación del principio ordenador para la clasificación hartmanniana de lo puramente irreal no han sido especialmente examinadas por el propio Hartmann, quien se limita a la afirmación de este principio, como si su adecuación o idoneidad fuese indudable y saltara a la vista de una manera inmediata. En definitiva, ello se explica por el carácter meramente «incidental» de la atención prestada por Hartmann a este asunto, tratado únicamente con el fin, como ya se indicó, de deslindar el ámbito propio de los objetos ideales, excluyendo de él todos los géneros de lo puramente irreal. Esa misma «incidentalidad» explica también el escaso rigor de la delimitación y ordenación de los tipos harmannianos de lo (puramente) irreal, distribuidos, sin que se nos diga por qué así y no de otro modo, en los cinco grupos siguientes:
1.º La esfera de las configuraciones o construcciones del pensamiento («die Sphäre des Gedankens»). Depende de las estructuras de la lógica, pero no coincide con ellas bajo el punto de vista del contenido, por lo cual viene a ser como algo intermedio entre la esfera propiamente lógica y la del pensamiento en el sentido de la actividad misma del pensar. En el dominio de estas construcciones o configuraciones entran objetualidades tan complejas como todos los sistemas de pensamiento, v. gr., las concepciones del universo ofrecidas por la filosofía. (A este ejemplo, que es el aducido por el propio Hartmann, puede ser útil añadirle en general todos los casos constituidos por las ciencias, como sistemas de proposiciones válidas, no como hábitos existentes en los sujetos psíquicos que forjan tales sistemas).
2.º Todos los productos de la fantasía, sea cualquiera su índole y su graduación («Phantasiegebilder aller Art und jeder Abstufung»), de los cuales suministra un ejemplo el discutido mundus fabulosus o universo de los mitos y las leyendas. Aunque esté penetrado por estructuras ideales con el en-sí correspondiente, y aunque acaso pueda hallarse trazado enteramente de una manera lógica, siempre es algo puramente intencional. Cabe que varias subjetividades compartan algunos de estos productos de la fantasía, los cuales, por consiguiente, vienen de esta forma a ser «intersubjetivos» o, lo que es igual, separables de la actividad intencional de un determinado sujeto psíquico, pero nunca son productos separables de toda intención en general.
3.º Las configuraciones oníricas y las alucinatorias, emparentadas con ellas. Ambas presentan como rasgo común la apariencia del ser-en-sí, siendo también común a ambas la posibilidad, al menos en principio, de que esa apariencia se disipe (en el despertar)...

Índice

  1. Comité editorial
  2. Portadilla
  3. Índice
  4. Antonio Millán-Puelles. Obras completas
  5. Introducción
  6. Primera parte. El concepto de objeto puro
  7. Segunda parte. Taxonomía de lo irreal
  8. Tercera parte. Etiología del objeto puro
  9. Índice de nombres
  10. Créditos