1. Reunirse
«Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado»
(Marcos 6,30)
Textos bíblicos
Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mateo 18,20).
Al llegar, reunieron a la comunidad, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe (Hechos 14,27).
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar (Hechos 2,1).
No faltemos a las asambleas, como suelen hacer algunos, sino animémonos tanto más cuanto más cercano veis el Día (Hechos 10,25).
Y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones (Hechos 2,42ss).
Para ir a fondo
Por definición, el ser humano es sociable. Encontrarse con los demás es una necesidad. Construir cualquier empresa o realizar un proyecto supone reunirse para planificar y crear las condiciones de llevar a cabo lo previsto. La reunión es una realidad en todos los ámbitos.
El creyente, cuando se reúne, hace lo mismo que el Maestro, lo mismo que los primeros cristianos: encontrarse con los demás. El militante cristiano no es una persona aislada.
El Maestro, justo al iniciar su predicación, hace escuela y crea un grupo de seguidores: los apóstoles. No encontraremos jamás a Jesús predicando solo. El grupo, los amigos, los seguidores del Señor lo serán después de haberse reunido una y otra vez con él. Cuando va a su pueblo se reúne en la sinagoga para leer e interpretar las Escrituras (Lc 4,16-20). Se encuentra en privado (Nicodemo: Juan 3). Se reúne para revisar con los apóstoles cómo les va la experiencia de evangelización (Mc 6,30).
Mucha gente se reunió a su alrededor (Mc 4,1) para escucharle junto al mar. Jesús se reunía en las casas para proponer un paso hacia la conversión (Zaqueo: Lucas 19,1-10). Se reúne con los apóstoles para celebrar la Última Cena. Después de la resurrección, en medio de los apóstoles reunidos, le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?» (Hechos 1,6). Y podríamos deducir que, durante el itinerario que los evangelistas nos exponen de Jesús, hay muchas más ocasiones en las que se encuentra con toda clase de gente. Más aún, Jesús se lamenta de los que van como ovejas sin pastor.
«Entonces se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos... Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban: Pedro y Juan y Santiago y Andrés... y María, la madre de Jesús» (Hechos 1,12-14).
«Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios» (Hechos 4,31).
Y después de Pentecostés vemos cómo la primera comunidad y los evangelizadores se reúnen y crean grupos para anunciar el Evangelio.
La reunión más excelente es la asamblea litúrgica: en la Eucaristía está toda la grandeza del Misterio cristiano. Esta asamblea es para celebrar, alimentar y proclamar la fe. Hay otra clase de reuniones, de grupos, que son necesarias: la catequesis, la revisión de vida y el diálogo para contrastar progresivamente el crecimiento personal y de equipo. Dice la escritura: «La opinión del sensato es requerida en la asamblea» (Eclesiástico 21,17).
Las familias, los vecinos, las entidades y cualquiera que se disponga a hacer camino con otros necesitan contrastar, comunicar y compartir aquello que se tiene entre manos. Y, a veces, sencillamente, sentir el calor de los otros. En algunos momentos el grupo puede ser un refugio o un grupo estufa. Dios mismo también se presenta en perfecta comunión cuando se expresa trinitario. Perfectamente unido.
Para vivirlo
1. Cuando te dispones a hacer camino cristiano, ¿qué importancia das al grupo y a encontrarte con los demás?
2. ¿Qué has descubierto en el grupo? ¿Qué le aportas?
3. Escuchar al otro, mantener su ritmo, contrastar lo que se cree y descubrir cómo Dios habla a través del grupo es una inmensa riqueza. Valorad aquello que al reuniros os hace crecer y decidiros a manteneros fieles convocando a otros.
Oración
Señor, que nos has dicho que donde dos o tres se reúnan en tu nombre allí estás tú; haz que sintamos la fuerza de tu Espíritu como la experimentaron los apóstoles reunidos en el cenáculo; haz que nos encontremos con los hermanos en la Eucaristía, partiendo el pan y compartiendo la Palabra.
Señor Jesús, que oras para que estemos unidos; haz que en nuestras reuniones no nos juzguemos, sino que sean el motivo para amarnos y hacer crecer el Reino.
Señor Jesús, que compartías con tus amigos los apóstoles el tiempo, la reflexión, y les interpretabas aquello que no comprendían; haz que nos sea beneficioso lo que sentimos, lo que leemos y lo que programamos.
Señor Jesús, que pides que te recemos unidos con el Padrenuestro, haz que, reuniéndonos, escuchemos tus muchas voces a través del grupo; haz que no nos repitamos, sino que avancemos más y más.
Señor, haz que, cuando nos reunimos, no dejemos nuestras responsabilidades prioritarias; que convoquemos a los que se sienten solos; y que, juntos, entendamos más y mejor tu voluntad, como la entendió la primera comunidad ya unida a María, la Madre.
2. Vivir en cristiano
«Un cielo nuevo y una tierra nueva»
(Apocalipsis 21,1)
Texto bíblico
A vosotros los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Y como queráis que la gente se porte con vosotros, de igual manera portaos con ella. Pues si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? también los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed misericordiosos como vuestro Padre ...