Contra el olvido
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Conversaciones con Simón Alberto Consalvi

  1. 302 páginas
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Contra el olvido

Conversaciones con Simón Alberto Consalvi

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"Contra el olvido. Conversaciones con Simón Alberto Consalvi" es historia dialogada; es un retrato del siglo XX a través del testimonio de un personaje de excepción: a ratos protagonista, a ratos testigo, pero siempre partícipe del proyecto de construcción de una democracia de partidos para Venezuela que implicara el abandono definitivo del recurso de las armas y de la voluntad del hombre fuerte y que supusiera la construcción de un régimen democrático y la consolidación de una república civil.Es también historia revisada, íntima, distanciada del relato convencional y profusa en detalles reveladores de aspectos poco conocidos de este proceso de construcción de institucionalidad democrática. En este sentido, relecturas y reinterpretaciones copan la escena: el pretendido talante democrático de figuras como Medina Angarita y Uslar Pietri; la posibilidad incierta de construir apoyos sólidos para un eventual gobierno de Diógenes Escalante; el 18 de Octubre y su carácter revolucionario; el proceso de pacificación, tradicionalmente atribuido a Caldera; las divisiones de Acción Democrática y el inicio de su decadencia; el atentado contra Rómulo Betancourt; la imposibilidad de incorporación de la izquierda al Pacto de Puntofijo; los efectos del primer gobierno de Rafael Caldera sobre la institucionalidad democrática, son algunos de los episodios que Consalvi revisa y replantea de la mano de su entrevistador: Ramón Hernández.

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Información

Año
2016
ISBN
9788416687480

Desidia ciudadana

En los pocos ratos de holganza que se permite, conversa con los amigos y revisa viejos papeles, documentos y libros, que amontona por donde pasa y al lado del sitio que escoja para sentarse. Unos los deja abiertos y boca abajo y otros los marca con un papel para volver después sobre algún párrafo determinado. Pasar de la anticuada máquina de escribir a la computadora no le ocasionó traumas; al contrario, significó una verdadera liberación y la apertura de un ventanal todavía mayor a través del cual observar el mundo, con sus callejones, autopistas y laberintos. Dejó de depender de secretarias y de mecanógrafas; ya no se moleta porque tengan la recurrente extravagancia de pintarse las uñas segundos antes de que se presente una emergencia.
—Al revisar el proceso político de 1945, uno debe preguntarse cuál fue el papel del doctor Arturo Uslar Pietri, el hombre más inteligente y el intelectual de mayor proyección y de mayor influencia. Tenía tanto poder que era, simultáneamente, ministro de Relaciones Interiores, diputado al Congreso por Caracas y presidente del Partido Democrático Venezolano, el partido oficial. Sin embargo, en la discusión de la reforma de la Constitución de 1944 en el Congreso, no aparece la figura de Uslar Pietri en primer plano, que era el estratega del Gobierno y el consejero más destacado del presidente Isaías Medina Angarita. Fue el que más influyó en los debates de ese momento, pero todavía nos preguntamos cómo percibió Uslar los cambios. Medina, en algunos momentos, en particular en 1945, en una conversación con Mario Briceño Iragorry, se mostró arrepentido y se dio golpes de pecho por no haber aceptado las reformas para que el presidente de la República fuese elegido mediante el voto universal, secreto y directo. Briceño Iragorry contó que Medina le dijo: «No sabe cuánto me arrepiento de no haber acompañado a los que querían reformar la Constitución en 1943. Si hubiera apoyado esa idea, no estaría ahora en el brete en el que estoy. Esto me ocurre por no haber resuelto la elección directa del presidente de la República». Medina se hizo su autocrítica; Uslar Pietri guardó silencio, un silencio que ensordece. ¿Cómo es posible que la voz más autorizada, más significativa, más influyente, no aparezca en ese debate? A la distancia, uno piensa que era muy difícil que Uslar Pietri saliera ileso de las decisiones y del proceso que condujo al 18 de Octubre.
¿Qué contó Uslar?
—Muy poco. Si alguien tuvo la obligación de escribir a fondo sobre el 18 de Octubre fue Uslar Pietri, pero siempre lo eludió. Nunca dijo por qué se opuso a la reforma constitucional para que la elección del presidente de la República fuese directa, universal y secreta, como lo reclamaba el país desde 1936. En algún momento apenas dijo que era prematuro. Al entregarle el poder a Medina, López Contreras expresó: «Espero que el próximo presidente sea elegido por el pueblo». No sé si en ese instante López pensaba que él podía ser ese presidente, pero en todo caso propuso modificar la Constitución. Los medinistas, que presumían de ser grandes demócratas, fueron los que la negaron. La reforma constitucional se discutió y fue negada en 1944, pero en 1945 se promulgó de manera inesperada la propuesta de Medina. Jóvito Villalba y Andrés Eloy Blanco, dos de los pocos parlamentarios de oposición, y algunos otros lograron que de manera unánime los diputados y senadores emprendieran otro debate sobre la reforma. El diario El Nacional publicó a ocho columnas: «Será reformada la Constitución para dar el voto universal, secreto y directo». Fue un título ingenuo, como lo fue también el movimiento. Estaba por elegirse el candidato oficial y no sería ese año cuando se discutiría la reforma de la Constitución. La idea era que la comisión redactase la reforma que establecería la elección del presidente de la República mediante el voto directo, universal y secreto, pero no para discutirla en 1945, sino para que fuese considerada por el próximo Congreso. La comisión la integraron el senador Mario Briceño Iragorry, presidente del Congreso, y el diputado Rafael Pizani, ambos importantes dirigentes del PDV; Jóvito Villalba, independiente, y Andrés Eloy Blanco, de AD. La propuesta no fue negada, sino algo peor. Los parlamentarios del PDV se retiraron paulatina, secreta y discretamente hasta dejar la sala sin Cuórum. ¿Cómo sería la autonomía del Poder Legislativo que al secretario del Congreso lo nombraba el ministro de Relaciones Interiores? Cuando ya se había convenido el texto de la propuesta de reforma en el debate, un diputado de Mérida, Armando González Puccini, pidió la palabra y dijo: «Señores, estamos perdiendo el tiempo. Este debate es muy largo y muy aburrido, pero quiero decirles que no hay cuórum». Uslar Pietri, que era el jefe del partido oficial, les había ordenado que abandonaran el hemiciclo. Romper el cuórum fue la vía de Uslar para impedir que se aprobara la propuesta del voto directo, universal y secreto para elegir al presidente de la República. No tenía argumentos en contra de la reforma. Enarbolaba los mismos argumentos de los positivistas a comienzos de siglo, en plena época de Gómez: que el pueblo no estaba en condiciones de elegir y decidir, que el pueblo tenía que ser controlado desde arriba por un gendarme necesario. Ahí quedó ese esfuerzo. Jóvito Villalba, que era un hombre de una enorme cordialidad y tolerancia, pronunció un discurso terrible. Dijo que en su vida no tendría años, ni meses ni días suficientes para arrepentirse de la vergüenza de haber pertenecido a un Congreso incapaz de comprender la necesidad de las reformas políticas. Inverosímil. El PDV, un partido que presumía de democrático, rechazó de manera injustificada y absurda la reforma que impedía que los ministros fuesen diputados y que los diputados fueran ministros simultáneamente. La discusión sobre la reforma llenó prácticamente el debate político desde 1936 hasta 1945, pero el medinismo se negó, incluso, a remitir una propuesta al próximo Congreso. Se limitó a manifestar que el candidato presidencial del Gobierno, Ángel Biagini, se ocuparía de impulsar la reforma desde Miraflores. Por ese detalle, algunos pensaban que en 1951 el presidente sería elegido por el Congreso; es decir, que los partidos oficiales iban a mantener indefinidamente la tesis de Gómez. Los regímenes que son incapaces de divisar los cambios y de realizarlos se derrumban solos. En la Constitución que se aprobó en 1945 aparece el mismo artículo de la Constitución de Gómez para la elección del presidente de Venezuela, con los mismos términos, las mismas palabras, los mismos puntos y las mismas comas. El medinismo pretendía que la oposición volviera con un candidato simbólico y ellos elegir otra vez el presidente. No se trata de establecer responsabilidades ni culpas. Mario Briceño Iragorry señala a Uslar Pietri y al hermano de Medina Angarita, Julio, otro parlamentario, como los asesores presidenciales que más porfiaron contra las reformas. Suponían que ellos controlarían la elección del próximo jefe del Estado, pero el juego se les fue de las manos. Al negar las reformas, la crisis fue de tal naturaleza que debieron aceptar al doctor Diógenes Escalante como candidato presidencial, que no estaba en el pizarrón de Uslar Pietri. Trajeron a Escalante porque era el gran amigo de López Contreras, con lo que le creaban al general una situación personal embarazosa. Inesperadamente, el episodio terminó con la enfermedad mental de Escalante. Hasta Uslar Pietri fue sorprendido.
¿Por qué el candidato no fue Uslar Pietri?
—Quería serlo. Todas las maniobras que maquinaba como máxima autoridad del partido tenían el propósito de mantener en manos del presidente la facultad de ser el gran elector con la intención de que lo eligieran a él, la estrella que más brillaba, sin duda. Medina, no se sabe por qué, no lo escogió, algo que debió frustrarlo mucho, y quizás sea esa la razón por la que la defensa del medinismo de Uslar Pietri no fue tan fuerte ni tan apasionada.
¿Por qué no lo escogió?
—Un misterio. Es posible que Uslar brillara mucho y, a veces, los presidentes se resienten cuando algunas luces cercanas los opacan. No sé si es el caso en la relación Medina Angarita-Uslar Pietri.
¿No temían un golpe de Estado?
—Se gobernaba con un gran desdén por los acontecimientos, con una gran indiferencia frente a las cosas que ocurrían. El 17 de octubre en la noche, Betancourt prácticamente anunció el golpe en el mitin en el Nuevo Circo. Alguien que trabajaba en la Gobernación de Caracas le informaba al presidente sobre los acontecimientos importantes del día, de trascendencia. Después del discurso en el que Betancourt anunció la toma del Gobierno, ese funcionario le hizo no sé cuántas horas de antesala, pero el presidente Medina Angarita no lo recibió. Le iba a informar el significado del discurso de Betancourt: la toma del poder. Había esa indolencia, esa indiferencia gubernamental, que termina siendo un síntoma claro del derrumbe. Por las características de Medina, su manera de gobernar y su dedicación a otros menesteres, como el golf en los campos del Country Club, los diputados y senadores se le fueron alejando. En la política venezolana es común que en la medida que un presidente entra en el ocaso, los adherentes busquen otra estrella bajo la cual resplandecer.
¿López Contreras tenía más fuerza que Medina en el Congreso y podía hacerse elegir presidente?
—Si Medina tenía perdida la elección con Escalante frente a López Contreras, mucho más perdida la tenía con Biagini, que no poseía ningún tipo de fuerza política, significación ni arrastre. Era como si Medina se hubiese obligado a sí mismo a escoger a alguien que no fuera Uslar Pietri. En ese panorama, sin el factor Escalante y sin el factor golpe de Estado, habría sido elegido López Contreras, no cabe duda. Pensemos en otra hipótesis: Escalante se comprometió con AD, con Betancourt y con Leoni en particular, a impulsar una reforma constitucional para que la elección del presidente fuese universal, directa y secreta. Pero ese pacto fue un ejercicio de ingenuidad no muy propio de Betancourt. ¿Con qué fuerza un hombre absoluta y totalmente desconocido, y desconocedor, se enfrentaría en el Congreso con la candidatura de López Contreras? ¿Con qué fuerza iba Escalante a persuadir a diputados y senadores de sacrificarse en nombre del pacto personal que él había suscrito con Betancourt y Leoni? ¿Los senadores y diputados iban a aceptar reformar la Constitución y desaparecer? ¿Era posible eso cuando existía la candidatura de López Contreras que les garantizaba su período parlamentario completo, además de convertirse en grandes actores políticos? Muchos tenían la ilusión de que a través de Escalante se establecería la democracia, pero no era así. Era una ilusión, y todavía esa ilusión alumbra mucho. Escalante fue un relámpago que encegueció a la gente, el clavo caliente del cual muchos se agarraron para evitar el 18 de Octubre, pero no era posible. Cuando se revisa el trato celebrado entre Diógenes Escalante y AD, se llega a la conclusión de que fue un esfuerzo muy idealista de ambas partes. Escalante se comprometía con asuntos que no estaban en su poder, como eran la reforma constitucional, su propia renuncia y la convocatoria a elecciones directas, universales y secretas para escoger al presidente de la República, un compromiso difícil de cumplir. No podía comprometer al Congreso de manera unilateral, como pretendía hacerlo. Ni siquiera dice: «Voy a tratar con el Congreso», sino que asume el compromiso de plano con Betancourt y Leoni. ¿Con qué fuerza pactaba Escalante? Convocar a elecciones generales en 1947 significaba la renuncia de diputados y senadores a su período legislativo de cinco años. ¿Esos diputados y senadores iban a elegir a quien había adquirido el compromiso de mandarlos para su casa? Si yo soy diputado o senador, no voto por el que al año siguiente me va pedir que renuncie. Estoy absolutamente seguro de que a Betancourt y a Leoni no se les escapó que negociaban una ilusión, pero extremaron la buena voluntad. Ese Congreso que elegiría a Escalante y que tendría que renunciar era el mismo que rechazó el intento de reforma constitucional que habían propuesto Mario Briceño Iragorry, Rafael Pizani, Jóvito Villalba y Andrés Eloy Blanco, que no era una reforma inmediata; a esos diputados les tocaba elegir a Escalante dos meses después. Una fantasía. La leyenda dorada. Escalante tenía muy pocas probabilidades de convertirse en presidente. El compromiso de Escalante, apoyado por Medina, de que al llegar a la Presidencia iniciaría la reforma constitucional era razón suficiente para que los senadores y diputados del PDV medinista no votaran por Escalante, sino por López Contreras, que iba a gobernar el período completo. La negociación con Escalante aumentó la posibilidad de que López fuese presidente.
¿El golpe de octubre no fue contra Medina sino contra López Contreras?
—No cabe la menor duda.
López Contreras contó que si Medina lo hubiese llamado en ese instante, él le habría aclarado que no estaba involucrado y entre los dos evitan el golpe...
—No. A Medina le quedaban tres o cuatro meses en el poder. Advirtamos que aunque el golpe fue más contra López Contreras que contra Medina Angarita, López Contreras también fue sorprendido y fue a quien más perjudicó. No lo tenía previsto en sus maquinaciones. No se defendió ni podía defenderse. Si se hubiese enterado, lo habría denunciado. Era el primer perjudicado. De ahí la guerra a muerte que le declaró al 18 de Octubre y a todo lo que significaba. López Contreras fue, después, un factor fundamental en el derrocamiento de Gallegos. Se entrevistó con Gallegos en Nueva York, en 1948, cuando a Gallegos le dieron la condecoración en Columbia y trabó amistad con el presidente Harry S. Truman. Conversaron secretamente. Gallegos no le hizo promesas. Le dijo: «Honestamente, hay cosas en las que este movimiento no permite reformas ni pasos atrás». Gallegos no dejó ni un apunte de esa conversación. Nada. Seguramente estaba aterrado de que se fuera a saber que había hablado con el más importante de los desterrados y el conspirador más fuerte.
¿A López Contreras lo sorprendió el golpe de los oficiales jóvenes o simplemente lo dejó correr?
—La disputa entre Medina y López Contreras dividió verticalmente el Ejército, pero los oficiales jóvenes lo dividieron horizontalmente. Eso explica también el éxito de la conspiración. La guerra de los generales fue uno de los factores que condujeron al 18 de Octubre. Medina le declaró la guerra a muerte a López Contreras. Un día dijo: «Sobre mi cadáver López Contreras será otra vez presidente de Venezuela». López se enteró. Un diputado, Manuel Vicente Tinoco, que estaba en esa reunión y oyó las palabras de Medina, se retiró del partido por considerar que no era legítimo que el jefe del Estado jurara que sobre su cadáver otro miembro del partido sería presidente de la República. Se generó una crisis muy fuerte. Los periódicos se llenaron de titulares y de opiniones. La ruptura horizontal, la generacional, la de los jóvenes discriminados y postergados dentro de las Fuerzas Armadas, decidió la suerte del 18 de Octubre. No había habido manera de que los generales gomecistas se separaran del poder y de sus prebendas. Aunque muchos no estaban activos, tenían una extraordinaria influencia. Capitanes y tenientes se preguntaban hasta cuándo iban a mandar esos carcamales. La división de los generales afectó todas las escalas del Ejército, pero los capitanes y mayores se dieron cuenta de que no debían pelearse entre ellos, que no eran medinistas ni lopecistas, y que los verdaderos adversarios eran los generales «chopo ‘e piedra», los viejos jefes militares de escasa formación académica que ejercían todavía tanto poder que en 1941 amenazaron con derrocar a López si nombraba a Escalante y no a un militar andino su sucesor. Estaban en sus casas, no tenían cargos de tropa ni estaban dentro de las Fuerzas Armadas, pero mantenían una influencia diabólica. El propio López Contreras relató esa historia de su puño y letra en el libro Proceso político social. Tuvo que ceder ante la amenaza de ser derrocado. En cinco años como presidente de la República no pudo con esos sectores.
Escalante era andino, tachirense…
—Pero no militar. Lo persiguió un sino extraño. Fue candidato de Juan Vicente Gómez a la Presidencia de la República en 1929, pero el general, por alguna circunstancia, prefirió a Juan Bautista Pérez; después López Contreras quiso nombrarlo, pero los gomecistas se lo impidieron; en 1945, la enfermedad lo sacó del juego. Son tres frustraciones, tres, pero la tercera estaba cantada. Si no lo inhabilita la enfermedad, lo habría derrotado López Contreras. Con todos los dramas, con todos los errores, con todas las afirmaciones y todos los episodios que ocurrieron, por la diversidad de factores que contaban y el poco desarrollo político del país, las posibilidades de un golpe de Estado enriquecían la escena frente a otras etapas de mar muerto, de mar de aceite, de mar rojo.
¿Por qué insiste López Contreras en volver a ser presidente, si ya había cumplido un papel exitoso al frente del Estado?
—Por la ambición de poder, que todavía la vemos en esta época con la reelección presidencial indefinida o continua, sin límites. López Contreras es una ...

Índice

  1. Prólogo
  2. Vientos de barbarie
  3. Le bastó un soplo
  4. Entre la bruma y la lluvia
  5. Perseguidos por la muerte
  6. Petróleo, desbarajustes y desconfianza
  7. Desidia ciudadana
  8. Revancha en La Habana
  9. Sutilezas fundamentales
  10. La democracia, una extravagancia
  11. Un vecindario perturbado
  12. El infierno está en un rincón
  13. El Estado proxeneta
  14. Aves de paso
  15. Sobreviviente solitario
  16. Lágrimas de la patria
  17. La cabeza congelada
  18. Un tsunami le sale por la boca
  19. Lo juzgarán por sus palabras
  20. Créditos