Estoy deprimido. ¿Cómo salir de aquí?
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Estoy deprimido. ¿Cómo salir de aquí?

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Estoy deprimido. ¿Cómo salir de aquí?

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Este libro sobre las personas que padecen depresión rezuma sufrimiento y angustia, pero también esperanza y posibilidad. En palabras de una persona deprimida, la depresión es "la angustia de sentir que no siento nada". Pero también, en muchas ocasiones, la aparición de la enfermedad depresiva supone un paso hacia adelante y un refuerzo en los vínculos afectivos familiares. De todo esto se habla en este libro, que quiere ayudar a tantas personas -y sus familias- a encontrar pistas para abordar saludablemente el sufrimiento que acarrea la depresión.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2014
ISBN
9788428827959
1

SALUD Y ENFERMEDAD MENTAL

1. Modelo patogénico y modelo salutógeno
Si preguntáramos a nuestros familiares o amigos qué es la salud, la mayoría nos diría que es la ausencia de enfermedad. Estar sano, según este modelo, es no tener ningún síntoma (ni fiebre, ni dolores, ni molestias musculares, ni hipertensión…), es decir, no tener que ir al médico ni tomar medicamentos sería signo de salud. Sin embargo, estar sano es algo más: supone la capacidad de disfrutar de la vida, con o sin síntomas patológicos. Es evidente que con una enfermedad es más difícil, pero no imposible.
La propia OMS (1948)1 ha cambiado su criterio sobre la salud. Ya en esa fecha definía la salud como «el estado de bienestar físico, social y mental, así como la capacidad de funcionar en la sociedad, y no solo la ausencia de enfermedades». Se produce, pues, un cambio de visión. De un «modelo patógeno», que se centra en la enfermedad, se pasa a un «modelo salutógeno», en el que lo importante es la manera de vivir; de un interés exclusivo por la curación se enfatiza la prevención; de la pasividad del sujeto en su proceso de curación se promueve la importancia de su participación activa en el tratamiento. No se trata solo de curar, sino también de cuidar; desde el «modelo salutógeno» se da gran importancia a la información, decisión y autonomía de los usuarios, y a la calidad de sus hábitos y comportamientos.
No obstante, la medicina oficial tradicional está inmersa en un «modelo patogénico» en el que lo que prima es el síntoma, y la función del profesional de la salud (médicos, enfermeras, etc.) es corregir esa deficiencia, y donde el sufriente (paciente) solamente debe cumplir las prescripciones dictadas; por el contrario, desde el «modelo salutógeno», el ayudador, aun teniendo en cuenta la sintomatología, pone su énfasis en las capacidades del usuario para afrontar, resistir e incluso aprender y crecer en el conflicto o enfermedad.
a) La salud mental positiva
En la línea del «modelo salutógeno» se encuentra lo que se ha denominado salud mental positiva. La OMS (2001)2, en el Informe sobre la salud en el mundo, plantea que la salud mental «abarca, entre otros aspectos, el bienestar subjetivo, la percepción de la propia eficacia, la autonomía, la competencia, la dependencia intergeneracional y la autorrealización de las capacidades intelectuales y emocionales». El propio Informe afirma que, desde una perspectiva transcultural, es casi imposible llegar a una definición exhaustiva de la salud mental. Lo que sí es evidente, para el Informe, es que la salud mental implica algo más que la ausencia de trastorno mental.
En este sentido positivo, la salud mental es la base para el bienestar y funcionamiento efectivo del individuo y de la comunidad. Desde esta perspectiva, estar bien no solo es dejar de estar mal. La salud mental supone un estado emocional positivo, una aceptación de nuestras posibilidades y limitaciones, y una adaptación activa a la situación concreta que estamos viviendo. Por tanto, desde esta posición hay que promocionar las cualidades del ser humano y facilitar su máximo desarrollo.
b) La resiliencia
Desde el «modelo salutógeno» podemos decir que la persona puede salir fortalecida de las adversidades. Esto dependerá fundamentalmente de su gradiente de resiliencia. Esta se puede definir como «la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, aprender de ellas, superarlas e incluso ser transformado por ellas»3.
La resiliencia supone un giro copernicano en la concepción del enfermar. El modelo médico tradicional se centra más en la carencia, en la discapacidad, en el síntoma; mientras que el modelo resiliente se preocupa más por las capacidades y potencialidades del sujeto, intentando poner énfasis en los propios recursos (psicológicos, sociales, etc.) del individuo y no en sus defectos. En esta segunda perspectiva se prima la prevención sobre la intervención cuando surge el conflicto. De aquí se deduce la importancia de la propia biografía de cada persona, pues es donde se ha ido construyendo su característica resiliente4.
Podemos concluir diciendo que la resiliencia es la forma positiva y saludable de enfrentarse a las situaciones conflictivas de la vida. La personas resilientes no es que no sufran, ni que estén exentas de dolor, sino más bien son personas que saben sacar provecho de las circunstancias más adversas. La perla de la ostra es uno de los símiles que nos puede ayudar a comprender el fenómeno de la resiliencia: la perla produce una sustancia viscosa para mitigar el dolor que le causan los granitos de arena cuando penetran dentro de la concha. Posteriormente, esta sustancia se convierte en una perla. Como consecuencia de ese dolor e incomodidad, la ostra se engrandece y adquiere otro valor mayor: el que le da la perla. De la misma manera, muchas personas, ante la crisis, brillan con luz propia, se enriquecen personalmente y hacen que los que les rodean se sientan más fortalecidos.
2. La salud mental: equilibrio inestable
Recuerdo que en la casa de mi abuelo, en La Mancha toledana, entre los utensilios para vender existía una romana, que servía para pesar las hortalizas (verduras y legumbres) o los cereales (trigo o arroz). Cuando la romana estaba completamente horizontal era señal de que se había conseguido el equilibrio entre el fruto y el pilón, que marcaba el peso exacto de la mercancía. El aumento o disminución del producto provocaba que hubiera que modificar el pilón para conseguir un nuevo equilibrio. Hoy se me antoja que la existencia humana es como la romana de mi abuelo: su mundo interior y exterior deben estar en equilibrio para conseguir la felicidad.
La salud mental como objetivo no es un proceso lineal y ascendente, sino que más bien se representa por una línea quebrada, con sus más y sus menos, que convierte la biografía de cada uno de nosotros en una historia de avances y retrocesos, de estar sanos mentalmente y estar menos sanos, donde lo que cuenta es el final, pero también los pequeños y grandes logros cotidianos. Por eso podemos afirmar que la salud mental es un «equilibrio inestable», que se puede perder y recuperar de forma transitoria o de forma definitiva, como ocurre con las grandes patologías psíquicas que se cronifican (esquizofrenia, depresiones psicóticas, etc.).
Una persona sana mentalmente no es la que no tiene problemas ni angustias, sino aquella que ha sabido mantener un equilibrio entre sus deseos y su realidad, entre sus proyectos y sus capacidades, entre sus necesidades y sus posibilidades, entre su dependencia y la relación con los demás. Y esto lo va actualizando cada día y cada minuto de su existencia. Sabremos, pues, si una persona tiene un alto nivel de salud mental por su «estabilidad inestable» en su vida cotidiana y por su capacidad para afrontar los grandes y pequeños contratiempos diarios.
Algunas personas manifiestan cierta reticencia a acudir al psiquiatra o psicólogo, pues están convencidas de que no están locas. Pero la enfermedad mental tiene un amplio recorrido, como ocurre con las enfermedades somáticas. Así, al médico de Atención Primaria acuden personas que tienen un cáncer, pero también otras que presentan una simple gripe. En el terreno psíquico ocurre lo mismo: existen consultantes que tienen «una gripe» (no saben qué decisión tomar, sienten angustia por una ruptura sentimental reciente, etc.) y otros que tienen «un cáncer» (una esquizofrenia, por ejemplo). La salud y la enfermedad mental son dos extremos de un amplio abanico de situaciones vivenciales y cotidianas. Lo que ocurre es que unas veces estamos en el extremo patológico y otras en la parte más sana.
La salud mental positiva se manifiesta cuando existe un equilibrio entre nuestros deseos y nuestras realidades, cuando vivimos armónicamente con nuestro entorno y nuestras posibilidades psíquicas, físicas y económicas. Es decir, hemos aceptado que tenemos limitaciones (de salud, de integración social, etc.) y hemos logrado una adaptación sana a nuestra realidad. Esto no supone una acomodación a nuestras deficiencias, sino más bien un intentar crecer, pero desde la propia realidad de cada cual. Este es el camino para llegar a la salud mental, que es una realidad dinámica, no estática, y por eso debemos cultivarla todos los días, para no caer en el malestar o en la locura propiamente dicha.
El gradiente, pues, de salud mental de una persona está en relación con la capacidad de adaptarse a las nuevas situaciones, de su manejo de las angustias y temores cotidianos, así como la capacidad de armonizar sus necesidades con las de los demás. Más adelante explicaré más extensamente el concepto de adaptación creativa.
3. Humanización del enfermo mental
La locura es consustancial al ser humano. La cordura y la locura son como la imagen reflejada en un espejo: hoy estamos cuerdos, pero mañana podemos estar locos; somos los mismos, pero estamos al otro lado del cristal. No existen, pues, los cuerdos y los locos como dos castas distintas, sino que los primeros pueden devenir en los segundos. Hablar, pues, de la humanización de la psiquiatría es, de alguna manera, hablar de nuestra posición ante nuestra propia locura y la de los demás.
a) Un poco de historia: la locura, el loco y el enfermo mental
La locura siempre ha estad...

Índice

  1. Portadilla
  2. Dedicatoria
  3. Prólogo
  4. Introducción
  5. 1. Salud y enfermedad mental
  6. 2. Emociones y sentimientos
  7. 3. La persona deprimida: «marioneta con los hilos rotos»
  8. 4. ¿Por qué se me cruzan los cables y me deprimo?
  9. 5. Las cuatro caras de la depresión
  10. 6. Cómo salir del pozo de la depresión
  11. 7. Mitos sobre la depresión
  12. 8. La familia: unidad de salud y de enfermedad
  13. 9. La «familia deprimida»
  14. 10. Convivir con una persona que padece una depresión. Claves psicológicas para la familia
  15. A modo de conclusión
  16. Bibliografía
  17. Notas
  18. Contenido
  19. Créditos