A mí también me llama
eBook - ePub

A mí también me llama

Libertad y vocación personal

  1. 116 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

A mí también me llama

Libertad y vocación personal

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

¿Quién soy yo, realmente? ¿Qué hago aquí, cuál es el sentido de mi vida? ¿Mi camino está ya prefijado por Dios? ¿No soy yo, entonces, quien decide? ¿Y cómo se percibe ese camino? ¿No sería todo más fácil si Dios se mostrara más claramente? ¿Y si no me atrevo? ¿Y si no acierto?Estas preguntas se dirigen a lo más hondo de nuestra vida y, por tanto, a la fuente misma de la felicidad. El autor explica cómo Dios llama a todos, no solo a algunos, y espera siempre una respuesta libre, alegre, confiada y generosa en el camino concreto que toca a cada uno discernir y vivir.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a A mí también me llama de José Manuel Fidalgo Alaiz en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Teología y religión y Denominaciones cristianas. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2018
ISBN
9788432149931
Vocación tiene todo cristiano —y toda persona—, porque todos estamos llamados personalmente a una vida plena de amor: amor a Dios y a los demás. No es llamada porque se oiga o se sienta, sino porque constituye mi existencia desde su raíz: Dios me ha creado para el amor y me ha elegido en Cristo. Para seguir esta llamada no necesito discernir nada, sino vivir mi fe en profundidad.
La vocación como llamada personal de Dios a la santidad (a la felicidad) no es, por tanto, una opción sino lo esencial de mi vida: buscar el amor en plenitud. Expresiones como “tiene o no tiene vocación”, “se está planteando la vocación”, “ha descubierto su vocación”, “ha sentido la vocación”, “ha perdido la vocación”, etc., no son exactas. No se refieren al sentido primordial de la vocación sino a su modalidad en un camino determinado.
La llamada a ser santo —a la unión con Dios— no se gana ni se pierde ni aparece ni desaparece, ni se pone en duda. No hay que perder nunca de vista que la única meta de la vida es el Amor. Todo se ordena a esta ley del amor. Hay que amar a Dios «con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (Lc 10,27).
Por tanto, la santidad no hay que discernirla sino vivirla. Sí necesito, en cambio, discernir el modo concreto de vivir la santidad. Porque la santidad no es algo abstracto. Porque mi llamada al amor se ha de recorrer necesariamente por caminos en este mundo, con personas a mi alrededor, en circunstancias distintas: caminos diversos —distintos unos de otros— y, a la vez, comunes: compartidos con otros y para otros.
¿CÓMO SE PERCIBE EL CAMINO?
La vida cristiana —que da sentido a toda la vida— tiene senderos variados. Algunos de ellos comprometen la vida de modo parcial o temporal; otros en su totalidad.
Alguien puede decidir, por ejemplo, dedicar los fines de semana a una catequesis o a una actividad caritativa en su parroquia. Esto forma parte de su modo vocacional de santidad, y tiene conciencia —y así lo vive— de que se lo pide el Señor. Este itinerario concreto —que puede ocuparle meses o años— no afecta íntegramente a su vida; pero no por ello deja de ser un camino de amor a Dios. Es, por tanto, un camino vocacional que se puede entrecruzar y recorrer con otros caminos de más o menos alcance y significación.
Esa persona quizá también está casada y tiene una familia que sacar adelante (sin duda, esto es más significativo que dar una catequesis); tiene un trabajo profesional que procura ofrecer a Dios para servir en la sociedad; a la vez puede formar parte de una institución eclesial, un movimiento o grupo parroquial, una hermandad. Todo ello —así lo entiende y así es— forma parte y queda integrado en su vocación personal, en su vía concreta de santidad hacia Dios.
Entre los fieles bautizados hay dos vías principales en la Iglesia: laicos y clérigos (estos últimos requieren el sacramento del orden). La consagración religiosa es un estado de vida para servir a la misión de la Iglesia. «Por institución divina, entre los fieles hay en la Iglesia ministros sagrados, que en el derecho se denominan clérigos; los demás se llaman laicos”. Hay, por otra parte, fieles que perteneciendo a uno de ambos grupos, por la profesión de los consejos evangélicos, se consagran a Dios y sirven así a la misión de la Iglesia (CIC, can. 207, 1, 2)»[1].
Algunos caminos vocacionales tienen un carácter omnicomprensivo —como la misma vocación cristiana—. Articulados con las vías principales de la Iglesia, suponen una significación global y una orientación que afectan a todos los elementos de la vida. En este tipo de significación encontramos el celibato, el matrimonio, el sacerdocio, la consagración religiosa, y otros caminos, con sus variantes diversas.
Un mayor carácter omnicomprensivo de la vida tiene una resonancia mayor en el discernimiento. De ahí que normalmente las decisiones que suponen esa globalidad —por ejemplo, ser sacerdote—, se experimentan psicológicamente como una decisión más fuerte, más comprometida. Y, habitualmente, producen más temor e inseguridad. Quizá por ello, este tipo de caminos —que algunos denominan vocaciones peculiares— parecen demandar una percepción especial de la llamada de Dios. Esto en ningún caso significa que estas personas estén más llamadas por Dios a la santidad que las demás.
Hay una tendencia —a veces exagerada— a plantearse la vocación esperando o buscando una señal extraordinaria, una “voz de Dios” especial que me indique el camino: un “algo especial” que siento o un “acontecimiento peculiar” que me afecta. Pero la llamada de Dios —del tipo que sea— no se mide en función del modo de percibirla. La llamada de Dios siempre está, esencialmente, en la libertad de la persona que responde al diálogo con la voluntad de Dios.
La percepción de la llamada puede ser muy variada y Dios puede —por supuesto— utilizar los medios que estime oportunos. Pero conviene no perder de vista que es siempre en la libertad —don maravilloso de Dios— donde realmente más actúa Dios: «Ha de tenerse muy claro que Dios no solo ha querido que nuestra voluntad sea libre, sino que tal libertad es un don suyo; y que, aunque no lo percibamos, la gracia está en la raíz de cualquier íntima decisión libre por el bien. Cuando alguien elige libremente algo en sí mismo excelente, tal persona está inundada por la gracia e inspirada por el Espíritu Santo, aun cuando no perciba en absoluto esta moción sobrenatural y la voluntariedad permanezca intacta»[2].
Por tanto, en cualquier modalidad vocacional del tipo que sea —con significado o compromiso más o menos global— la libertad ha de asumir su verdadero papel protagonista y no tanto el modo —más o menos especial— de la percepción. En definitiva, actuar con libertad es tomarse en serio la iniciativa y la gracia de Dios.
No es tan fácil actuar con auténtica libertad interior. La verdadera libertad es el señorío sobre mi propia vida, decidir sin dejarme coaccionar por nada ni por nadie. Es proyectar mi vida siendo verdaderamente yo mismo, sin dejarme dominar por miedos y cobardías, falsas imaginaciones y preocupaciones exageradas, afán desmesurado de seguridad, cálculos e intereses mezquinos, opiniones de los demás, comparaciones y ambiciones a veces poco nobles, pereza, falta de generosidad, miedo al compromiso, miedo al amor, etc. Todo esto en gran medida son huellas del pecado en mi interior que dificultan el ejercicio de mi libertad más profunda.
La libertad tiene que ver, por tanto, con la valentía y la autenticidad para no dejarme llevar por un miedo excesivo que no me deje ser yo mismo. La libertad verdadera se ejerce con la confianza en Dios que me lleva a confiar en mí mismo, en mis decisiones por algo bueno y noble. En la decisión verdaderamente libre actúa la gracia de Dios.
Debido a esta dificultad que experimenta la libertad de la persona, se entiende que un modo vocacional omnicomprensivo de la vida —o un compromiso permanente— se pueda percibir psicológicamente con más miedo: parece un camino más exigente, más arriesgado, más comprometido y más inseguro.
En realidad, esto puede llevar fácilmente a engaños. La percepción psicológica de la dificultad es algo relativo. Puede depender del carácter de la persona, del contexto social, histórico, de la opinión general, de la mayor o menor formación, etc. A una persona introvertida, por ejemplo, le puede parecer más cómoda la vida contemplativa; en algunas épocas o lugares se puede ver como algo natural y socialmente reconocido —más que en el occidente europeo actual— ordenarse sacerdote o ingresar en una orden religiosa.
No es cierto —así en términos absolutos—, que sea más arriesgado ni más comprometido ni más exigente el celibato que el matrimonio. Tampoco se puede afirmar categóricamente que sea más difícil ser un buen sacerdote que un buen marido, o que la vida laical sea menos exigente que la entrega religiosa. Depende del imaginario colectivo, la percepción personal y las aptitudes personales, de las circunstancias, etc.
En las circunstancias actuales en occidente —de fuerte secularización—, se puede sentir la entrega a Dios en el celibato —laicos, sacerdotes, religiosos— como un camino especialmente difícil, exigente: algo excepcional para pocos selectos. Al margen de la cuestión numérica (pocos o muchos) la percepción de la dificultad o de la excepcionalidad puede venir dada por múltiples factores, por la propia cultura y la sociedad del momento. A la vista está hoy que la dificultad para el amor se manifiesta tanto en la escasez de sacerdotes y personas célibes entregadas a Dios, como en la escasa permanencia de la fidelidad conyugal.
En realidad como lo que busca todo corazón humano es un amor total, a lo gran...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADA INTERIOR
  3. CRÉDITOS
  4. ÍNDICE
  5. INTRODUCCIÓN
  6. I. ¿QUIÉN ES DIOS? ¿QUIÉN SOY YO? ¿Y QUÉ HAGO AQUÍ?
  7. II. LLAMADA AL AMOR EN CRISTO
  8. III. ¿QUÉ QUIERE DIOS DE MÍ?
  9. IV. ¿CÓMO DECIDO EL CAMINO CONCRETO DE LA VOCACIÓN?
  10. SOBRE EL AUTOR