Unas pocas palabras
Me doy cuenta, con toda mi inteligencia y con todo mi sentido, de cuán intrincado es para mí el camino hacia Jesús. Como Pedro, piso sobre olas salvajes en el intento de alcanzarlo. Pero siento con todo mi ardiente corazón que solo Él existe. Y cuando pierdo la fe y me vengo abajo, Él viene a mí para tenderme la mano:
«Mujer de poca fe, ¿por qué dudaste?».
Con esta esperanza intento escribir estas páginas.
*
* *
¿Qué fue esa repentina exhortación?
¿Por qué la luz apagada se encendió sola?
No perderme este viaje.
A qué profundidad estaba enterrada esta nostalgia irresistible por un país que no conozco.
¿Que no conozco? Pero la fantasía del alma que trabaja, desde hace años, junto con nuestra respiración, ¿no es ella misma conocimiento?
No perderme este viaje.
Algo más. Sabía que, si me lo perdiese, me quedaría psíquicamente inválida durante el resto de mi vida.
Tampoco me era posible ocultar mi deseo atormentador por medio de formas de hablar.
Comencé los preparativos. Mi concentración diaria en Su pensamiento y en los textos sagrados.
Estudié con dedicación el Antiguo Testamento hasta la elevada baza de la Profecía. ¿Cómo si no sentiría la tierra prometida, la tradición y el entorno de Jesús?
¿Cómo conocería mejor la Ley? ¿La sabiduría sellada por el advenimiento del único Dios y de Su justicia?
«Porque el fin de la ley es Cristo», dijo Pablo a los romanos.
ESTE PÓRTICO PERMANECERÁ CERRADO
Esta frase de Ezequiel posee toda la paciencia y la esperanza que las Escrituras encierran. Las calamidades de la historia se borrarán con el tiempo; pero algún día «la Puerta cerrada» se abrirá para que lo eterno pase: Cristo.
La Biblia comienza por el logos poético perfecto, el Génesis:
«La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo […]. Dijo Dios: “Hágase la luz”, y hubo luz».
Y nos encontramos la luz, esta poesía, a cada paso, en textos, en frases, en duras narraciones de batallas, estrella en oscuros cielos. Es espontánea porque palpa la esencia de la vida.
La conciencia única siente que «parcial es nuestra ciencia» y se libera para escuchar el misterio. El Dios en pro del logos está allí. Pondrá en movimiento el himno, regalará el espíritu de la profecía.
En la Biblia, a menudo charlatana, a menudo lacónica, escuchamos por entre sus renglones aleteos que laten al ritmo de una vida apócrifa. Unirse el secreto de Dios con el deseo del hombre. Y esto nos ayuda a entender en mayor profundidad las Escrituras. Todo lo que sentimos es un camino adicional de comprensión.
Así sabemos que, entre los escombros y las ilusiones, la gran espera, durante siglos y más siglos, llama al Señor.
En todo el Antiguo Testamento, un único Dios. Pero durante los primeros siglos, en Éxodo, en Jueces, en Reyes, en Profetas, Yahveh está ahí, a cada paso. Lucha al lado del pueblo elegido. Consolida el ...