Economía al diván
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Economía al diván

Desempleo, inflación y crisis bajo la mirada de la psicología

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Economía al diván

Desempleo, inflación y crisis bajo la mirada de la psicología

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Este libro realiza un cruce entre la psicología y la economía, o más precisamente, la psicología y la macroeconomía. Pablo Mira indaga si la psicología humana tiene algo que ver con el magro desempeño que mostró la economía argentina en las últimas décadas y que la relegó a ser un país con ingreso medio bajo, pese a ser considerado históricamente un país con potencial para ser rico. "La imagen tradicional en el análisis económico de los agentes como máquinas optimizadoras casi omniscientes ha sido desdibujada eficazmente por las investigaciones de la Economía del Comportamiento (EC). Como ilustra bien Pablo Mira en su libro, las personas de carne y hueso recurrimos a procedimientos aproximados, y ciertamente falibles, para desenvolvernos en el complejo entorno de la vida económica. /// "El libro propone más que esa afirmación general; busca vincular a proposiciones de la EC con el análisis de grandes fenómenos macroeconómicos (crisis, procesos inflacionarios), con particulares referencias a la Argentina. El resultado es ameno, interesante y al mismo tiempo elude el simplismo. Cuesta imaginar que el diván devele todos los secretos de los desarreglos macroeconómicos: los vaivenes en las dinámicas del sistema económico y las dificultades para preverlos parecen exceder los sesgos de conducta de rápida identificación y tratamiento. En todo caso, la exploración de las herramientas cognitivas y decisorias que los actores económicos emplean concretamente en la práctica abre un amplio campo para el trabajo futuro, que la macroeconomía no puede dejar de aprovechar. El libro de Pablo contribuye útilmente en esta dirección". Daniel Heymann (Macroeconomista, Director del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la UBA). /// "Desde su nacimiento en la década del 70 y también durante el boom de los últimos diez años, a la Economía del Comportamiento –la cruza entre economía y psicología– siempre se le criticó su sesgo muy marcado hacia las cuestiones "micro" o de conductas individuales, con pocas enseñanzas para las políticas públicas. Este libro suple esta carencia y pone el foco en el eslabón perdido de la economía comportamental: el de la macroeconomía, las políticas públicas y cuestiones centrales como el crecimiento, el desempleo y la inflación. Con un estilo descontracturado y ameno, ideal para un lector no especializado, Mira repasa las enseñanzas –que son muchas y valiosas– de este campo emergente de la teoría para el desarrollo económico de la Argentina. Una línea relevante en el país con mayor cantidad de terapeutas por habitante del mundo, y donde las películas de Woody Allen, famoso por retratar como nadie personajes con neurosis agudas, tienen más éxito que en otras partes del planeta". Sebastián Campanario (Economista y Periodista del diario La Nación). /// "La macro argentina nos ofrece un mundo en donde el rango de la validez de los axiomas que se postulan generalmente en los modelos macroeconómicos convencionales es casi siempre muy limitado. Pablo Mira, quien ha dedicado su vida profesional a entender la economía argentina, analiza el por qué, y nos conduce a través del libro por un rico camino en el que se analizan las consecuencias de desviarnos de los supuestos de plena racionalidad para el comportamiento del sistema y para las políticas económicas". Martin Guzman (Investigador de Columbia University y Profesor de la Universidad de Buenos Aires). ///

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Información

Año
2019
ISBN
9788416467464
CAPÍTULO V
Psicología del consumo y el ahorro
El consumo es responsable de más de la mitad del producto mundial. Comprender su naturaleza significa por tanto en buena medida entender qué es lo que define las fluctuaciones de la actividad agregada. Como veremos, no es posible hablar de ciclo sin saber por qué el consumo es volátil, ni desentrañar las crisis sin analizar la dinámica del consumo antes, durante y después de ellas. En este capítulo hablaremos de la psicología del consumo y el ahorro. Examinamos primero el rol del consumo en el Modelo Macroeconómico Estándar (MME). Luego abordamos la psicología del ahorro, para mostrar lo diferente que es la percepción humana de este fenómeno, en comparación con el tratamiento que recibe en el MME. Con estas herramientas develamos los sesgos de conducta que afectan las decisiones de consumir y ahorrar. La última sección hurga en los orígenes evolutivos del consumo, para responder la siguiente pregunta: ¿somos naturalmente racionales o no al momento de consumir y ahorrar?
I. Consumo y ahorro en el MME
Pese a la centralidad que tiene la conducta del consumidor en la microeconomía, el consumo agregado en el MME es una variable secundaria. El MME refleja simplemente qué hace la gente con el ingreso que obtiene de su trabajo. Refresquemos brevemente la lógica de las decisiones de consumo del agente representativo descripta en el Capítulo I. El individuo racional elige primero cuánto tiempo desea trabajar, y esto define sus ingresos. Recordemos que encontrar empleo no es un problema, ya que al salario de mercado el MME asegura que siempre habrá trabajo para todos (los que quieran trabajar). Luego la persona debe dividir su ingreso en dos grandes grupos, el consumo y el ahorro. ¿Qué variables pueden afectar esta decisión? La variable fundamental en el MME es lo que me paga el mercado por ahorrar (la tasa de interés), comparado con mi grado de impaciencia (mi tasa de descuento temporal). Esto es coherente: como dijimos, en el MME las variables centrales son los precios y la tasa de interés es, podríamos decir, el precio del tiempo.
Fiel a su diseño, el MME minimiza el papel macro del consumo, que no constituye un motor de actividad económica, ni directo ni indirecto. Contra la intuición común, la demanda de bienes de consumo no es un determinante del producto de la economía. Todo lo contrario: el ingreso (que es el producto), determinado por las horas que la gente elige trabajar, es el que se divide luego entre consumo y ahorro. Keynes, el creador de la macroeconomía, había sido el primero en plantear la lógica contraria. Él diferenciaba entre consumo y ahorro justamente para capturar el papel de la demanda de consumo como estímulo a la actividad productiva. En su cabeza, un consumo errático significaba una actividad económica también errática, y por eso incluyó al consumo como una variable decisiva para explicar los ciclos.
Pero los detractores de Keynes pronto razonaron que si el mercado de trabajo se encontraba siempre en pleno empleo, lo que ocurriera con el consumo era irrelevante para la determinación del producto. Y esto nos lleva a la conclusión opuesta a la de Keynes: en el MME las decisiones racionales de cuánto ahorrar y cuánto consumir ayudan a estabilizar, no a desestabilizar la actividad económica. Pero hay más. El MME está dispuesto a postular que el ahorro estabiliza la economía incluso en contextos de riesgo e incertidumbre. En efecto, en los enfoques más extremos del modelo, el consumo y el ahorro privados operan como contrapeso de desequilibrios generados por el sector público. Por ejemplo, ante un gasto excesivo del gobierno, los privados compensan el desequilibrio reduciendo el consumo y aumentando el ahorro.
La “ley psicológica” keynesiana del consumo
En la Teoría General, Keynes presentó una función agregada del consumo que fundamentó como una “ley psicológica”. Según ella, los individuos modifican su consumo con los cambios recientes en el ingreso (el ingreso corriente), aunque en una proporción inferior (ver Refrescando conceptos 5). Desde luego, Keynes entendió que las decisiones de consumo implican decisiones de ahorro, y creyó importante establecer las razones que impulsan este último. Explicó varios factores, todos subjetivos: la precaución, la previsión, el desarrollo e independencia personal, el espíritu empresario, el orgullo y la avaricia. Pero Keynes razonó que estos motivos debían cambiar lentamente, por lo que la variable central para afectar el consumo (y por añadidura el ahorro) era el ingreso.
REFRESCANDO CONCEPTOS 5.
FUNCIÓN CONSUMO KEYNESIANA Y CICLO
No es nuestra intención complicar al lector con ecuaciones, pero aquí usaremos una para quienes así les resulta más intuitivo. La ley psicológica keynesiana recién enunciada se suele escribir así:
Image
En esta ecuación ct es el consumo en el momento t, mientras que yt representa el ingreso en el momento t. La letra γ representa una constante cuyo valor se asume en general entre 0 y 1. Ella indica cuánto cambia el consumo cuando se modifica el ingreso. Por ejemplo, un aumento de $1.000 en el ingreso incrementaría el consumo en un monto algo menor, por ejemplo $800. Los $200 restantes, obviamente, se destinarán al ahorro. La proporción γ, que en este caso toma el valor 0,80 (800/1.000), suele llamarse propensión marginal a consumir (PMC). Por su parte,
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representa la parte del consumo que no responde al ingreso, que es independiente de él, y que responde a los gustos, la moda, etc. El término se denomina consumo autónomo.
La consecuencia más importante de la ley keynesiana es que hace al ciclo más volátil. Cada suba de la demanda aumenta la producción y los ingresos y, a través de la PMC, el consumo. Este aumento del consumo incrementa nuevamente el producto y el ingreso, dando lugar a una nueva vuelta de subas en el consumo. A esto llamamos el efecto multiplicador de la demanda.
La mala noticia es que el shock inicial también puede ser negativo y provocar caída de los ingresos primero, y caídas sucesivas del consumo luego. Imaginemos un pueblo que debe su existencia a una gran empresa que quiebra por razones financieras externas. Como consecuencia de la acción del multiplicador, el pueblo verá caer sus ingresos en mucho más que en el valor de la firma.
La existencia de un multiplicador elevado no es una propiedad atractiva para el MME, que asume la estabilidad del sector privado. De hecho, uno de los “caballitos de batalla” de los defensores del MME ha sido intentar probar que el multiplicador es muy bajo, cero, o incluso negativo.
Un economista particularmente interesado en el consumo fue George Katona, quien en 1975 hizo tres objeciones teóricas a la propuesta de Keynes. Primero, la ley psicológica es verdad solo si la gente utiliza su ingreso para sus necesidades básicas, ya que en sociedades con mayores recursos los agentes pueden utilizar las subas del ingreso para ahorrar. Segundo, Katona indicó que el consumo crea hábito: si bien el individuo puede incrementar su consumo con una suba de ingresos, si el ingreso cae es posible que lo reduzca en una menor proporción. Tercero, Katona marcó que Keynes olvidó por completo el rol de las expectativas sobre el comportamiento del consumo, que como veremos es muy importante. Los aportes de Katona, más que marcar errores en la justificación keynesiana, apuntaban a complementar su tesis.
Pero otros plantearon un cuestionamiento totalmente distinto, con el fin de suplantar la intuición keynesiana por ideas más “sólidas”. Se referían a que la función de Keynes no incorporaba los hallazgos bien establecidos de la microeconomía. Esta fue la primera vez que se exigió a la macro la necesidad de dotarla de los así llamados “fundamentos micro consistentes”. Las primeras teorías que intentaron reemplazar a la función keynesiana se fundamentaron en las ideas originales de un destacado economista de los años veinte y treinta llamado Irving Fisher. Hoy estas teorías constituyen la piedra angular de la teoría del consumo del MME.
El modelo de Fisher
Como supongo que al lector le cuesta habituarse a esta idea, la repetiré una vez más. En el MME, luego de definir cuántas horas trabajar, el agente debe elegir qué proporción destinará a consumir y cuánto a ahorrar. Dado que ahorrar es no gastar hoy para hacerlo mañana, el individuo elige entre consumo presente y consumo futuro, una decisión que llamaremos intertemporal. Pero para decidir en el tiempo debemos tener alguna preferencia definida respecto del valor del consumo presente versus el futuro, es decir, una compensación que lo deje igual de satisfecho entre consumir ahora y mañana. Esta preferencia se refleja en una tasa de descuento subjetiva y personal (ver Apartado 8).
Apartado 8. Preferencia temporal: ¿cuánto vale mi tiempo?
El modelo tradicional del consumo asume que la tasa de descuento subjetiva individual es calculable, positiva y no tan diferente de la tasa de interés de mercado. ¿Pero estamos seguros de que esto es verdaderamente así?
Las razones por las que los individuos descuentan el futuro fueron muy discutidas en el pensamiento económico y varios economistas clásicos usaron explicaciones psicológicas para dilucidarlas. Por ejemplo, Senior y Jevons enfatizaban los factores motivacionales: para Senior la abstinencia era dolorosa y por eso ahorrar constituía una virtud; mientras que para Jevons, en cambio, la diferencia entre consumir hoy o mañana era que el consumo futuro era incierto y por eso valía menos. Alfred Marshall reconocía ambas razones como válidas, pero puntualizó que la primera era objetiva mientras que la segunda dependía de las características personales de cada individuo. Finalmente, Böhm-Bawerk y Fisher indicaron que los humanos tienden a subvaluar su satisfacción futura y que deben tener suficiente voluntad para no gastar hoy, debido a su impaciencia. A partir de 1930, con la formalización creciente del análisis económico, el interés en las justificaciones psicológicas del descuento intertemporal se fue perdiendo y solo se recuperó hace pocas décadas atrás, gracias a los experimentos de la Economía de la Conducta.
Varios trabajos intentaron determinar el valor empírico de la preferencia temporal y los resultados parecen confirmar la dificultad de generalizar la conducta humana en estas cuestiones. La mediana (el valor que divide por mitades la muestra) de la tasa de descuento subjetiva de estos experimentos excede con facilidad el 30% anual, valor muy poco común para una tasa de interés de mercado1. Esta mediana oculta sin embargo la notable volatilidad de la tasa de descuento, que fluctúa entre -6% (sí, un valor negativo) e infinito. El valor negativo lo encontró Loewenstein (1987), quien preguntó a un grupo si valuaba más recibir un beso de su estrella favorita hoy o dentro de tres días. La mayoría eligió, sin compensación alguna, la segunda opción. El valor infinito fue encontrado por varios autores y significa que en algunas circunstancias nada nos puede compensar el consumo actual: el consumo de alcohol o de drogas es un excelente ejemplo.
En un episodio de la serie The Office (versión estadounidense), la secretaria está recolectando regalos en dinero para su boda. Un compañero no muy afecto a colaborar le ofrece el siguiente trato: “No tengo los dólares aquí, pero qué prefieres ¿100 dólares ahora o 5.000 dólares dentro de un año?” (sugiriendo que invertiría ese dinero y lograría ese retorno). La chica contesta sin dudar: “100 dólares ahora”. Si la inversión fuera cierta, esta decisión correspondería a una tasa de descuento intertemporal de casi 5.000%. Pero la elección está perfectamente justificada: el negocio que su compañero propuso para ganar 5.000 dólares era una martingala (un algoritmo) para ganar apuestas en juegos de básquet. La alta tasa de descuento reflejaba la nula credibilidad de la secretaria en ese negocio.
El modelo de Fisher fue el primero en caracterizar la decisión intertemporal de consumo. Se supone una economía que dura dos períodos 1 y 2 (el 1 puede significar “primeros 40 años de vida” y el 2 “segundos 40 años de vida”). Los individuos consumen porque esto les genera utilidad o satisfacción. Esta utilidad tiene por detrás tres supuestos muy sencillos y lógicos. El primero es que el consumidor prefiere consumir una misma cantidad en el período inicial antes que en el período futuro. El segundo es que la utilidad siempre crece con el consumo. El tercero es que cada incremento del consumo provee una utilidad positiva pero decreciente: si el individuo goza de un alto consumo en el período 1, su utilidad tiende a saciarse y cada nuevo aumento del consumo en ese período mejora su utilidad, pero cada vez menos. Ejemplifiquemos: si vamos a consumir chocolate, el primer supuesto dice que preferimos comer un chocolate hoy antes que mañana; el segundo dice que, en cualquiera de los dos períodos, más chocolate nos hace más felices (nos da más utilidad); mientras que el tercero dice que en cualquiera de los dos períodos, cada nuevo chocolate mejora nuestra utilidad, pero cada vez menos. La primera barra valdrá mucho, y las sucesivas sumarán, pero menos que las anteriores.
El modelo se completa con la “restricción presupuestaria temporal”, que simplemente dice que el agente no puede gastar a lo largo de su vida más que los ingresos totales que obtendrá, que se suponen fijos y conocidos por el individuo. Como los ingresos se producen en distintos períodos (1 y 2), para poder sumarlos debemos descontarlos mediante la tasa de interés de mercado, que también se supone constante. Por ejemplo, supongamos que el individuo gana un ingreso de $5.000 en el primer período y $5.000 en el segundo: no puedo decir que mi ingreso suma $ 10.000 en total, ya que hoy no dispongo de todo el dinero. Si tuviera todo hoy podría depositar ese monto y ganar un interés. Por lo tanto, no es lo mismo tener la plata hoy que mañana y lo correcto para sumar ambos ingresos es descontar los $5.000 futuros por la tasa de interés de mercado. Si cada período fuera de un año y la tasa fuera de 5%, el ingreso medido a valores de hoy sería 5.000 + 5.000 / (1+5%), que da casi 9.762, que es menos que 10.000.
Bajo estas condiciones el modelo predice que, salvo situaciones extremas, un aumento en el ingreso se dedicará a un consumo adicional más o menos equilibrado entre los dos períodos, en lugar de concentrar el aumento del consumo en un período solo. Intuitivamente el modelo dice que si queremos ser lo más felices posible, debemos dividir los aumentos en el ingreso de manera pareja en ambos períodos, lo que se entiende en economía como “suavizar su consumo a lo largo del tiempo”.
Veamos cómo funciona esto. Recordemos la función de utilidad que define las preferencias. La propiedad 3 decía que en cada período un nuevo chocolate nos daba satisfacción positiva, pero cada vez menos positiva. Ahora asumamos que estoy consumiendo mucho chocolate hoy y poco mañana: ¿en qué período me rendirá más un nuevo chocolate? Lógicamente, la mayor satisfacción ocurrirá en el período futuro (porque tengo menos chocolate para consumir), y por lo tanto asignaré ese chocolate al período 2, es decir, lo voy a ahorrar. Y al contrario, si tendré muchos chocolates mañana y pocos hoy, un nuevo chocolate me lo comeré ahora (consumo, no ahorro). La tendencia natural es que el consumo terminará repartiéndose de manera más o menos pareja en el tiempo.
El modelo de Fisher nos permite establecer una diferencia conceptual que usaremos mucho, entre ingreso corriente e ingreso permanente. El ingreso corriente es el ingreso reciente y por lo tanto objetivamente conocido por el individuo. El ingreso permanente, en cambio, es el ingreso promedio que el individuo espera conseguir durante toda su vida. Refleja la idea...

Índice

  1. Cubierta
  2. Página de derechos de autor
  3. Portada
  4. ÍNDICE
  5. PREFACIO
  6. INTRODUCCIÓN
  7. Capítulo I: Crisis internacional y teórica: el fracaso del MME
  8. Capítulo II: Economía de la Conducta
  9. Capítulo III: Nuevos fundamentos macro: Psicología Evolucionista
  10. Capítulo IV: Psicología del desempleo y la inflación
  11. Capítulo V: Psicología del consumo y el ahorro
  12. Capítulo VI: Consumo, ingreso y crisis
  13. Capítulo VII: La crisis internacional de 2009
  14. Capítulo VIII: Psicología y macroeconomía argentina
  15. Capítulo IX: Psicología y política macroeconómica
  16. Capítulo X: Psicología y política macro en Argentina
  17. Epílogo: Merlina, Pericles y la psicología de la macro Argentina de la década de 2000
  18. Bibliografía