Tres Cuentos

Oscar Wilde

• Editorial: Ediciones Rialp
• Año: 2014
• ISBN:
  9788432144486
• Categoría: Literatura
• Categoría: Literatura general

Selección Doce Uvas ofrece doce pequeños grandes libros cada año. Nace de las numerosas sugerencias de decenas de intelectuales que han propuesto títulos de lectura indispensable."Todos estamos en la cloaca, pero algunos miramos hacia las estrellas". Este aforismo de Wilde puede ayudar a entender el profundo sentimiento de búsqueda del autor al escribir, entre otros muchos, los tres cuentos que recoge este breve volumen: El amigo fiel, El ruiseñor y la rosa y El millonario modelo.

UNO

EL AMIGO FIEL

Una mañana, la vieja rata de agua asomó la cabeza por la entrada de su madriguera. Era una rata macho de pequeños ojos brillantes, tiesos bigotes grises y una larga cola negra que parecía de caucho. Los patitos que nadaban por el estanque semejaban un montón de canarios amarillos, y su madre —que era de un blanco puro, con patas de rojo intenso— les intentaba enseñar a meter la cabeza en el agua.

—Nunca conseguiréis acceder a los mejores círculos sociales, si no aprendéis a meter la cabeza en el agua —les repetía con insistencia.

Una y otra vez les mostraba cómo debían hacerlo, pero los patitos no prestaban atención. Eran muy jóvenes todavía para percibir las ventajas que podía proporcionarles la vida social.

—¡Qué niños más desobedientes! —gritó la vieja rata de agua—. Merecen que se les ahogue.

—Ni hablar —contestó la pata—. Todos tienen que tener una primera vez, y la paciencia de los padres nunca es excesiva.

—¡Bah! Yo no sé nada de sentimientos paternos —dijo la rata de agua—. La familia no es lo mío. De hecho, nunca me he casado, ni pienso hacerlo. El amor está muy bien a su manera, pero la amistad es algo mucho más elevado; y no conozco en este mundo bien más noble y más escaso que la amistad fiel.

—¿Y qué idea tienes tú de las obligaciones de un amigo fiel? —le preguntó un pardillo verde que estaba posado en un sauce y había escuchado la conversación.

—Sí, eso es precisamente lo que yo quiero saber —dijo la pata.

Y se fue nadando al otro extremo del estanque, donde metió la cabeza en el agua para dar buen ejemplo a sus hijos.

—¡Qué pregunta tan tonta! —exclamó la rata de agua—. De un amigo fiel espero que sea fiel… A mí, claro.

—¿Y qué harías tú a cambio? —dijo el pajarillo columpiándose en una ramita plateada y agitando sus pequeñas alas.

—No te entiendo —contestó la rata de agua.

—Permíteme que te cuente una historia sobre esta cuestión —dijo el pardillo.

—¿Es una historia sobre mí? —preguntó la rata—. Si es así, te escucharé, porque me encantan las historias.

—Se puede aplicar a ti —contestó el pardillo.

Y bajó volando a la orilla del estanque, donde empezó a contar la historia del amigo fiel.

—Hace mucho tiempo —comenzó el pardillo—, había un honrado hombrecillo que se llamaba Hans.

—¿Era persona muy distinguida? —preguntó la rata de agua.

—No —contestó el pardillo—, creo que no era en absoluto distinguido, a no ser por su buen corazón y su divertida cara redonda de persona bienhumorada. Vivía solo en una pequeña casa de campo y se pasaba el día trabajando en su jardín. No había en toda la comarca un jardín tan bonito como el suyo. Tenía minutisa, clavellina, bolsa de pastor y botón de oro. Había rosa de Jericó y rosa amarilla, lila y violeta dorada, morada y blanca. La aguileña y el berro, la mejorana y la albahaca, la prímula y la flor de iris, el narciso y el clavel retoñaban o florecían en el orden correspondiente al paso de los meses, y unas flores ocupaban el lugar de las otras, de modo que siempre había cosas bellas que mirar y aromas agradables que oler.

»El pequeño Hans tenía muchos amigos, pero su amigo más fiel era el enorme Hugh, el molinero. Era tal la devoción que el rico molinero profesaba al pequeño Hans que, siempre que pasaba por su jardín, se encaramaba en el muro y cogía un buen ramillete de flores o de hierbas aromáticas, o llenaba sus bolsillos de ciruelas y cerezas, si era temporada de fruta.

»“Los verdaderos amigos deben compartirlo todo”, solía decir el molinero, y el pequeño Hans asentía, sonreía y se sentía muy orgulloso de tener por amigo a alguien con tan nobles ideas.

»A veces, a los vecinos les resultaba extraño que el rico molinero nunca le diera a Hans nada a cambio, a pesar de que tenía un centenar de sacos de harina almacenados en su molino, seis vacas lecheras y un enorme rebaño de lanudas ovejas. Pero a Hans nunca le preocupó eso, ya que nada le proporcionaba mayor placer que escuchar las cosas tan maravillosas que el molinero acostumbraba a decir sobre el desinterés de la verdadera amistad.

»Así pues, el mayor afán del pequeño Hans era el cuidado de su jardín. Durante la primavera, el verano y el otoño, era muy feliz, pero cuando llegaba el invierno y no tenía fruta o flores que llevar al mercado, pasaba mucho frío y hambre y, a menudo, se tenía que ir a la cama sin otra cena que unas peras secas o unas nueces duras. El invierno era también para él un tiempo de extrema soledad, porque el molinero no iba nunca a verle en aquella época.

»“No tiene sentido que vaya a ver al pequeño Hans mientras haya nieve”, le decía el molinero a su esposa, “porque, cuando uno lo pasa mal, hay que dejarlo solo y no importunarlo con visitas. Esa es al menos mi noción de la amistad, y no me cabe duda de que tengo razón. Así que esperaré a que llegue la primavera y le haré entonces una visita; entonces ya podrá darme una buena cesta de prímulas y seguro que eso le hace muy feliz”.

»“Eres tremendamente considerado con los demás…”, le contestó su esposa mientras se sentaba en su cómoda butaca, junto a la gran chimenea en la que ardían unos troncos de pino, “muy, muy considerado. Es una auténtica delicia oírte hablar de la amistad. Estoy segura de que ni siquiera el pastor sería capaz de decir cosas tan bellas en sus sermones, a pesar de que vive en una casa de tres plantas y lleva un anillo de oro en el meñique”.

»“¿Y no podríamos decirle al pequeño Hans que viniera aquí?”, dijo el hijo menor del molinero. “Si el pobre Hans lo está pasando mal, yo le daré la mitad de mis gachas y le enseñaré mis conejos blancos”.

»“¡Qué niño más tonto!”, exclamó el molinero. “No sé para qué te mandamos a la escuela. No parece que estés aprendiendo nada. ¿No te das cuenta de que, si Hans viniera aquí y vier...

Índice

• PORTADA
• PORTADA INTERIOR
• CRÉDITOS
• ÍNDICE
• INTRODUCCIÓN
• EL AMIGO FIEL
• EL RUISEÑOR Y LA ROSA
• EL MILLONARIO MODELO