Millán-Puelles. I. Obras completas
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Millán-Puelles. I. Obras completas

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Millán-Puelles. I. Obras completas

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Este primer volumen incluye tres títulos: El problema del ente ideal. Un examen a través de Husserl y Hartmann (1947), Ontología de la existencia histórica (1955) y La claridad en filosofía y otros estudios (1958).Con un permanente horizonte metafísico, Millán-Puelles ha desarrollado una ontología del espíritu que investiga la articulación de las facultades superiores en la estructura trascendental del sujeto. Razón y libertad son temas de los que siempre parte y a los que continuamente retorna. La amplitud de su planteamiento filosófico le permite abrir su indagación hacia cuestiones específicas del ámbito económico, social o cultural, con lo que sus hallazgos antropológicos quedan contrastados en campos aparentemente ajenos a su ontología del ser humano.Su amplia bibliografía es clara muestra de la universalidad de sus intereses intelectuales, que cubrían la práctica totalidad del saber filosófico.

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Información

Año
2012
ISBN
9788432142048
Edición
1
Categoría
Filosofía

El problema del ente ideal.
Un examen a través de Husserl y Hartmann
(1947)

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO PRIMERO

A. DOS ASPECTOS DE LA FENOMENOLOGÍA
El interés suscitado por la especulación que en nuestro siglo constituye el amplio recinto filosófico denominado «fenomenología», se ha dirigido, desde su inicio, con manifiesta exclusividad hacia los apartados de esa escuela, que, de una u otra forma, rozan el tema epistemológico —a saber, el capítulo de su método y el del idealismo fenomenológico en que se culmina el pensamiento de Husserl—. Y es justo reconocer que esa actitud de críticos y comentaristas ante la nueva filosofía recoge en ella una dimensión capital: incluso, para los mismos fenomenólogos, la substancial dimensión de su doctrina.
La primera sorpresa que la fenomenología depara radica, en efecto, en la novedad del método. De ahí que a su comprensión y enjuiciamiento le haya sido dedicada toda una serie de las más tempranas indagaciones sobre la escuela.
No menos sorprendente, sin embargo, que la novedad del instrumento es el carácter de «objetividad» con que la propia doctrina se aparece. Su más grave quehacer inicial se halla enfocado a la refutación del psicologismo, a la debelación de aquel tipo especial de subjetivismo que constituye el aire respirado en la atmósfera que preside al nacimiento de la nueva doctrina. Inesperada, brusca acaso, esa refutación consigue retener el interés completo de la crítica.
Séame permitido incluirme aquí entre aquellos que, precipitados o ingenuos, vieron en la refutación del psicologismo el orto de una nueva corriente realista en el clima, quizá un tanto equívoco, de la fenomenología. Nueva sorpresa, pues, más espectacular aún, el «idealismo fenomenológico» de Husserl. Su aparición hace cambiar el tema de la crítica. Lo que interesa entonces es denunciar la índole de la relación entre el «método» y el «idealismo» fenomenológicos. Tal interés se halla motivado por el que tienen en mantener su primitiva interpretación fenomenológica los que entendieron su ataque al subjetivismo como una incipiente floración realista; y por el hecho, extraño para otros, de toda una serie de discípulos de Husserl, ajenos a su idealismo.
Con estas sucesivas inflexiones, el tema del comentario cambia en su repertorio problemático; mas al seguir girando en torno al mismo asunto, no hace otra cosa que acrecentar y confirmar el interés por el aspecto epistemológico de la nueva escuela. Pero la crítica, que se detiene en él, constituye un acontecimiento filosófico, que lleva en la estrechez de su problema la propia revelación de su sentido. Al recluirse en el tema epistemológico, la crítica y el comentario de la fenomenología han obrado, tanto por recepción de los indudables motivos que en esa doctrina existen, cuanto por ejercicio de una propia y marcada vocación. La filosofía que comenta a Husserl es, también ella, una filosofía vocacionalmente epistemológica. De ahí que haya dejado en el olvido todo un segundo aspecto de aquella doctrina, justamente el capítulo ontológico. Lo que equivale a decir que los supuestos y fundamentos de la dimensión epistemológica han quedado también desatendidos.
Apoyándose siempre en una ontología, no en todos los casos una doctrina epistemológica exhibe ese fundamento. Tal es, precisamente, lo que acontece a la filosofía moderna. Capturar su sentido ontológico es, en cambio, tarea vocacional de nuestra época.
La especulación fenomenológica, aunque explícitamente es, en su mayor parte, epistemología, tiene un doble substrato ontológico: la doctrina del ser ideal, fundamento nutricio del «objetivismo» de esta filosofía, y el substrato genérico compartido con otro sistema del pensamiento moderno, a saber: la vigencia exclusiva de la categoría «relación» en la interpretación del ser; substrato este último que nos explica el tema idealista de la «conciencia pura» de Husserl.
No es ésta la ocasión de insistir sobre la diferencia entre ambos substratos; basta, pues, subrayar que el «objetivismo» de la fenomenología es perfectamente compatible con el idealismo de Husserl, aunque no se le enlace necesariamente, como lo prueba el carácter antiidealista de la doctrina de la idealidad de Hartmann.
De ambos substratos, el presente trabajo selecciona el primero por su carácter específico y propio de la fenomenología, constituyendo, por tanto, una detenida indagación sobre el aspecto ontológico, especial de esta doctrina. Su sentido, no obstante, debe ser más rigurosamente definido, si se despliega en la serie de razones parciales que justifica mi selección.
B. RAZÓN DEL TEMA
A ese fin, es oportuno el separado estudio de los motivos que me han impuesto tal selección. Son los unos de índole sistemática, por inspirarse directamente en la consideración del objeto y del método propios de la fenomenología. Conciernen los otros a la vertiente histórica que todo hecho filosófico, por serlo, arrastra y provoca desde el momento mismo de su aparición.
1. Motivos sistemáticos
Razón primaria y fundamental es ya la que se desprende de la consideración del objeto de la fenomenología, tal cual aparece caracterizado desde su inicio por el propio Husserl.
Ante todo, la fenomenología no es ciencia de hechos, sino de esencias, de eidos. A lo largo de la obra de Husserl, como asimismo de la de sus discípulos, lo esencial e ideal aparecen insistentemente contrapuestos a lo fáctico. Frente a la psicología, verbigracia, caracterizada en toda ocasión como una ciencia experimental, la fenomenología queda definida como ciencia de esencias.
Vertida, pues, a las esencias e ideas, la especulación fenomenológica obtendrá la más exacta determinación de su sentido al quedar aclarada la índole ontológica de sus objetos.
* * *
Renovada confirmación adquiere la preferencia ejercida sobre el tema del ser ideal cuando se vuelve la atención hacia el método propio de la filosofía fenomenológica. Si el objeto especial a que se orienta defínese ideal, el método de que se sirve responde en su estructura a una pura noética de las esencias. El método fenomenológico es un instrumento substancialmente enderezado a la especulación sobre esencias. Ni podría ser de otra manera, so pena de quebrar violentamente su natural adecuación al objeto.
De abundantes raíces matemáticas, la filosofía de Husserl muévese, por otra parte, en una amplia panorámica de quiddidades y formas puras que sucumben a la oculta eficacia de los hábitos contraídos. Sin adelantar cuestiones, que serán tratadas oportunamente, puede decirse que la orientación y estructura esencialistas del método fenomenológico explican rectamente dos típicas formalidades de su constitución:
a) La eliminación de la etiología. —Como las matemáticas, el saber fenomenológico se preocupa tan sólo de causas formales, de quiddidades puras. Lo que con ellas deba hacerse, si se ha de respetar su contextura propia, sólo podrá consistir en las descripciones —paralelamente a las definiciones en matemáticas— y en el estudio de sus relaciones ideales. Pero constituyendo seres ideales, en modo alguno tolerarían un tratamiento etiológico, una «reducción explicativa», de la que sólo son capaces los seres dotados de realidad existencial.
b) El sentido de la ἐποχή husserliana. —Las consideraciones más atentas del método fenomenológico tocan siempre la vieja disyuntiva de la polémica entre el idealismo y el realismo. Para los que prefieren encuadrarlo en una orientación realista, el método fenomenológico se definiría esencialmente por el procedimiento de las «descripciones», o, en otros términos, por la actitud ingenua con que el fenomenólogo aborda los objetos y situaciones objetivas de que se hace problema. Para los que, contrariamente, piensan que el método fenomenológico debe ser rotulado con la etiqueta del idealismo, su único aspecto interesante quedaría recluido en la epojé o abstención fenomenológica.
En el fondo, una y otra actitud, interesantes por muchos conceptos, significan un abandono de la verdadera cuestión que al método concierne. La pregunta primera y más radical a que la naturaleza de un método científico debe subyacer, es aquella que consiste en interrogarnos sobre su adecuación o falta de adecuación con la estructura noética peculiar del objeto. Como los signos, como las realidades relativas todas, los métodos tienen su acento ontológico fuera y por encima de su propia figura. El procedimiento de la ἐποχή, idealista en sus consecuencias, e incluso de por sí, representa, si se le considera en relación al objeto de la fenomenología, el único procedimiento verdaderamente adecuado a la naturaleza de las esencias, tal como en Husserl se nos aparecen. La posición de la existencia «entre paréntesis», por más que en su seno cobije la tendencia idealista, es el inevitable cariz negativo con que tiene que hallarse maculado un método que se dirige a seres puramente ideales y desprovistos de todo contacto ontológico con la individualidad existencial.
Una primera consideración nos hace ver, pues, cómo la abstracción de la existencia, su Einklammerung o ἐποχή, aparece reclamada por la índole misma de los objetos sobre que se aplica. Pero ello no obsta para que más tarde esa abstracción, de simplemente impuesta, pase a ser activa y eficaz, condicionando, a su vez, el rumbo de la especulación fenomenológica. Desatendida la cuestión de la existencia de los seres ideales, éstos terminarán por caer automáticamente, englobados en las noesis subjetivas como sus términos intencionales, y entonces la consideración fenomenológica regresará a la pura actividad subjetiva en que aquéllos se insertan. Un empleo radical y polar de la ἐποχή conducirá a la fenomenología a emplazarse ante el tema de la «conciencia pura o trascendental», el máximo esfuerzo regresivo de la filosofía idealista. De esta forma, la polarización extrema del esfuerzo filosófico no reside, por cierto, en la abstracción llevada al grado máximo, sino en la reflexión, que se retrotrae al último y más trasero opistódomos del ser subjetivo.
Con esto hemos ganado una nueva razón para la preferencia por el estudio del ser ideal. El idealismo fenomenológico e...

Índice

  1. Comité editorial
  2. Portadilla
  3. Índice
  4. Presentación de las obras completas de Antonio Millán-Puelles
  5. Antonio Millán-Puelles, Obras completas
  6. El problema del ente ideal. Un examen a través de Husserl y Hartmann (1947)
  7. Ontología de la existencia histórica, (1951)
  8. La claridad en filosofía y otros estudios (1958)
  9. Créditos