Obras Escogidas de Clemente de Alejandría
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Obras Escogidas de Clemente de Alejandría

El Pedagogo

  1. 304 páginas
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Obras Escogidas de Clemente de Alejandría

El Pedagogo

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En la presente obra, El Pedagogo, Clemente ofrece un manual de instrucciones para creyentes, donde presenta a Cristo como el Guía y Maestro de la humanidad, el Médico del alma, que introduce al creyente en la moral y las cuestiones prácticas de la vida cristiana.

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Información

Año
2018
ISBN
9788416845088

LIBRO II

LA CONDUCTA

DEL SEGUIDOR DE CRISTO

1

Cómo debemos comportarnos en lo relativo a los alimentos

1.1. Siguiendo nuestro propósito, ahora vamos a describir brevemente, a la luz de los textos de la Escritura que se refieren a la parte práctica de la pedagogía, la conducta que debe seguir a lo largo de su vida, todo aquel que se llame cristiano. Comencemos por nosotros mismos y, más en concreto, por nuestra manera de comportarnos.
2. Para dar a nuestra exposición un tratamiento adecuado, debemos comenzar por describir el comportamiento correcto respecto a nuestro cuerpo o, mejor, cómo es necesario dirigirlo. En efecto, cuando uno, a partir de las cosas exteriores y del cuidado de su propio cuerpo, y con la ayuda que le brinda el Logos, se entrega a la meditación, adquiere un conocimiento perfecto de lo que hay en el hombre según la naturaleza, y aprende a no afanarse por las cosas exteriores, y a purificar lo que es propio del hombre: el ojo del alma, y a consagrar también la propia carne.
3. El que ha sido purificado y liberado de su incuestionable naturaleza de polvo, ¿qué otro medio más eficaz que sí mismo podría encontrar para llegar directamente a la visión de Dios?
4. Algunos hombres viven para comer, como los animales privados de razón, para quienes su vida no es más que su vientre.107 A nosotros, el Pedagogo nos invita a comer para vivir; ni el comer debe ser nuestra obsesión, ni el placer nuestra meta; sino que el alimento es lícito para facilitarnos nuestra estancia aquí en la tierra, estancia que el Logos educa para la inmortalidad.
2.1. Nuestro alimento sea simple y sin refinamiento, como corresponde a la verdad; que se ajuste a la conveniencia de niños sencillos y simples, y que sirva para la vida, no para la sensualidad. Esta vida consta de dos elementos: la salud y el vigor, relacionados con un tipo de alimentación fácil de digerir, provechosa para la digestión y la ligereza corporal. Este alimento proporciona el crecimiento y mantiene la salud y la fuerza de forma equilibrada, y no ese vigor exagerado, peligroso y digno de lástima, propio de los atletas, que siguen un régimen alimentario forzado.
2. Nuestro deber es rechazar toda variedad de manjares que produzcan diferentes daños, como las indisposiciones del cuerpo, las náuseas de estómago. El gusto se adulterado por los malos condimentos, por los artificios culinarios y por el vano aderezo de las confituras.108 Hay quienes se atreven a llamar alimentación a la afanosa búsqueda de la glotonería que nos hace resbalar por los placeres dañinos.
3. Antífanes, médico de Delos, ha afirmado que una sola es la causa de la enfermedad: la multiplicidad de alimentos; característica de aquellos que, hastiados de la sencillez desdeñan, por su multiforme vanidad, la moderación del régimen alimentario, y se preocupan por alimentos allende los mares.
3.1. Me compadezco de los que sufren esta enfermedad, pero ellos no se avergüenzan de celebrar su glotonería. Su única preocupación se centra en las murenas del estrecho de Sicilia, en las anguilas del Meandro, en los cabritos de Milos, en los mújoles de Esciato, en los crustáceos del cabo Peloro, en las ostras de Abidos; no descuidan tampoco las anchoas de Líparis, ni la naba de Mantinea, ni tampoco las acelgas de Ascra y buscan los peces de Metimna y los rodaballos de Ática, los tordos de Dafne, los higos secos negros como golondrinas, por los que el infortunado persa109 llegó a Grecia con cinco millones de hombres.
2. En cuanto a las aves, buscan las de Fasis, las perdices de Egipto y el pavo de Media. Y tras aderezar todo esto con salsas, los glotones abren su boca, de par en par, ante los platos. Y todo cuanto produce la tierra, las profundidades marinas y el espacio inconmensurable del aire, todo se lo procuran con vistas a saciar su glotonería. Parece realmente como si estos infatigables golosos quisieran pescar en sus redes al mundo entero para satisfacer su gula, deseosos de oír “chirriar las sartenes”, pasando toda su vida entre mortero y almireces, estos comilones se apiñan como leña para el fuego. Incluso un alimento tan común como el pan, lo afeminan privando al trigo de sus efectos nutritivos, y así cambian en placer vergonzoso un alimento tan necesario.
4.1. La glotonería humana no conoce límites; los empuja hacia los pasteles, las golosinas y los dulces, ideando una gran variedad de postres y descubriendo toda clase de recetas. Me da la impresión de que un hombre glotón no es más que boca.
2. Dice la Escritura: “No codicies los manjares delicados, porque es pan engañoso” (Pr. 23:3). Los ricos son esclavos de los manjares, cuyos residuos, al poco rato son expulsados a la fosa; nosotros, en cambio, que dirigimos nuestros pasos en busca del alimento celeste, debemos dominar el vientre que se encuentra bajo el cielo, y, más aún, todo aquello que le es agradable, cosas que “Dios destruirá” (1ª Co. 6:13),110 dice el apóstol, ya que repudia, como es natural, los deseos de la gula: “Los alimentos son para el vientre” y de ellos depende esta vida carnal y corruptora. Y si algunos se atreven a llamar, con un lenguaje desvergonzado, ágape111 a ciertos platos que exhalan un olorcillo de asado y de salsa, injuriando con sus platos y salsas la obra bella y saludable del Logos, el ágape santo, santificado, blasfemando su nombre en la bebida, molicie y vapor oloroso, se equivocan si creen poder comprar con las comidas112 las promesas divinas.
4. Si quisiéramos clasificar las reuniones cuya finalidad consiste en disfrutar conjuntamente, denominaríamos “comida”, “desayuno” o “banquete” a este tipo de reunión, y estaríamos en nuestro derecho, mas el Señor a tales festines jamás los ha denominado ágape.
5. Dice en un pasaje: “Cuando fueres convidado de alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar. Ve, y siéntate en el último lugar” (Lc. 14:8, 10). Luego dijo: “Cuando ofrezcas un banquete, llama a los pobres” (Lc. 14:12, 13). Con esta intención y no otra debe celebrarse un banquete. Y de nuevo, insiste: “Cierto hombre organizó un gran banquete e invitó a muchos” (Lc. 14:16).
5.1. Creo saber de dónde procede el engañoso título de cena, a juzgar por las palabras del cómico:
de la garganta y de la manía, huésped habitual en la comida.
En verdad, “la mayor parte de las cosas, para la mayoría de la gente, existen sólo en función de la cena”. Sin duda, no se han dado cuenta de que Dios ha preparado para su obra –me refiero al hombre– alimento y bebida, para lograr su sustento, no para su placer.
2. Tampoco es natural que el cuerpo saque un gran provecho de una alimentación refinada, más bien todo lo contrario; quienes toman alimentos frugales son los más fuertes, los más sanos, los más vigorosos, como ocurre con los siervos respecto a sus amos, y con los labradores respecto a sus señores. Y no sólo son los más robustos, sino también los más sensatos, como en el caso de los filósofos respecto a los ricos, “ya que no han cegado su inteligencia con los alimentos, ni han pervertido su corazón con los placeres”.
3. Un ágape es, realmente, un alimento celestial, un banquete espiritual: “Todo lo sufre, todo lo soporta, todo lo espera; el amor (ágape) jamás decae” (1ª Co. 13:7, 8). “Dichoso del que coma pan en el reino de Dios” (Lc. 14:15).
4. Lo peor que puede suceder es que el amor (ágape), que no debe decaer, caiga desde lo alto del cielo hasta la tierra, sobre la salsa. ¿Crees tú que yo considero cena lo que carece de valor? Dice la Escritura: “Si repartiere todos mis bienes, mas no tuviere amor (ágape), nada soy” (1ª Co. 13:3, 2).
6.1. Sobre este amor se fundamenta toda la Ley y el Logos. Y si amas al Señor tu Dios y a tu prójimo, este es el verdadero banquete que se celebra en los cielos, en tanto que al banquete terrestre se le llama cena (deipnon), como lo muestra la Escritura, puesto que el banquete tiene como móvil el amor, mas la cena no es caridad (ágape); es solamente una demostración de una generosa y comunitaria benevolencia.
2. “No sea pues blasfemado vuestro bien: que el reino de Dios no es comida ni bebida, –dice el Apóstol, de manera que lo efímero sea tenido lo por mejor–, sino justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo” (Ro. 14:16, 17). Quien coma de este alimento poseerá el mejor de los bienes existentes, el Reino de Dios, preparándose desde aquí para la santa unión del amor, la Iglesia celestial.113
7.1. El amor (ágape) es, pues, algo puro y digno de Dios, y el fin de su obra es la liberalidad. Afirma la Sabiduría: “El desvelo por la educación es amor, y el amor consiste en la observancia de sus leyes” (Eclesiástico 6:17, 18). Los festejos tienen una cierta chispa de caridad (ágape), que habitúa a pasar del alimento vulgar al eterno. La caridad (ágape) no es, por consiguiente, una cena, más ésta debe perfeccionarse con la caridad.
2. “Que tus hijos amados, Señor, aprendan que no alimentan al hombre las diversas especies de frutos, sino tu Palabra, que conserva a aquellos que en ti creen” (Eclesiástico 16:26); porque “el hombre no vivirá de solo pan” (Dt. 8:3; Mt. 4:4; Lc. 4:4).
3. Que nuestro alimento sea frugal y ligero, que nos permita estar despiertos, sin mezcla de salsas variadas, lo que no significa falta de educación; ya que tenemos una excelente nodriza: la caridad, que al poseer abundante provisión para todos, introduce la moderación, que preside toda alimentación equilibrada, dando la salud al cuerpo y reparte también con el prójimo. En cambio, la dieta que sobrepasa la moderación es altamente nociva para el hombre, daña su alma y provoca que su cuerpo sea propenso a la enfermedad.
4. Sí, ciertamente, los placeres de la gula reciben nombres malsonantes: gula, glotonería, sibaritismo, deseo insaciable, voracidad. Semejante a éstos son los nombres de moscas, comadrejas, luchadores y “enjambres de salvajes parásitos”.114 Al placer del vientre algunos sacrifican la razón, otros la amistad y aun la vida misma, gente que arrastra el vientre, cual bestias con figura humana, a imagen de su padre, la bestia golosa.115
5. Pienso que los antiguos, al llamarles asótoi (perdidos), sugerían dejándolo entrever, el fin que perseguían, considerándolos asóstoi (insalvables), por la supresión de la letra sigma. ¿No son éstos, en verdad, los que centran su atención en los platos y en la fatigosa elaboración de los condimentos; seres infelices, formados de barro, ofuscados tan sólo por la persecución de una vida efímera, como si no estuvieran destinados a la vida eterna?
8.1. El Espíritu Santo se compadece de ellos, y por boca de Isaías, les llama miserables, rehusando tácitamente el nombre de ágape para sus banquetes, porque no eran conforme a la razón (logos): “He aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comer carne y beber vino, diciendo: Comamos y bebamos, que mañana moriremos” (Is. 22:13; 1ª Co. 15:32). Y, como muestra de que considera un error esta vida desenfrenada, añade: “Este pecado no os será perdonado hasta que muráis, dice el Señor” (v. 14). No establece la muerte física como absolución de la falta, sino la satisfacción del pecado está en una muerte salvadora. “No te dejes arrastrar por un pequeño placer” (Eclesiástico 18:32), dice la Sabiduría.
3. Debo recordar ahora, a propósito de los que reciben el nombre de idolóthytes (que sacrifican a ídolos), la manera con que se recomienda el deber de abstenerse de ello.116 Me parecen francamente sucias y abominables estas carnes rociadas de sangre,
almas de cadáveres, que salen del fondo del Erebo.117
4. Dice el apóstol: “No quiero que vosotros seáis partícipes con los demonios” (1ª Co. 10:20), ya que el alimento de los que se salven es distinto del alimento de los que van a perecer. Es preciso que nos abstengamos de tales alimentos, sin miedo alguno, ya que los demonios carecen de poder; con repugnancia, tanto por nuestra conciencia pura, como por la desvergüenza de los dem...

Índice

  1. Cubierta
  2. Página del título
  3. Derechos de autor
  4. Índice General
  5. Prólogo a la Colección Grandes Autores de la fe
  6. Introducción: Clemente, Artífice de la Cultura Cristiana
  7. Libro I la Obra del Pedagogo
  8. Libro II la Conducta del Servidor de Cristo
  9. Libro III Consejos Para una Vida Mejor
  10. Himno a Cristo Salvador
  11. Índice de Conceptos Teológicos
  12. Títulos de la colección Patrística