La otra cara de la adopción
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La otra cara de la adopción

Aspectos emocionales de lo que no se habla

  1. 148 páginas
  2. Spanish
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La otra cara de la adopción

Aspectos emocionales de lo que no se habla

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Un libro que se propone elucidar aquello que es poco conocido o que se transparenta tan sólo en la actitud consciente de la pareja que ha decidido adoptar un niño. Si las motivaciones para la adopción responden a una asimilación madura y coherente de las dificultades para engendrar de manera natural, el proceso de selección de la pareja adoptiva no ofrece demasiadas dificultades, excepto las que pueden derivarse de un niño adoptado más o menos traumatizado por el abandono de que ha sido víctima y por los trastornos genéticos potenciales que pueda vehicular.El malestar surge, en cambio, en aquellas parejas que han llegado a la decisión y al anhelo ferviente de adopción como una salida precipitada a la gran frustración de no conseguir tener descendencia por las vías naturales o por la reproducción asistida. Esta problemática negada —la otra cara de la adopción— es responsable de las serias dificultades que surgirán cuando la adopción se ha realizado con estas premisas, las cuales agravarán las situaciones delicadas que cualquier adopción conlleva.Un libro que servirá para una toma de conciencia colectiva de estas deficiencias, responsables de tantos errores y sufrimientos que afectan a la intimidad más desolada de los que los padecen. Pere Folch Mateu

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Información

Año
2012
ISBN
9788490073278
Edición
1
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoterapia
Lo que no se dice y lo que se dice cuando todavía no se está preparado para poder escucharlo
Por ley, nadie tiene derecho a adoptar
Por mucho que se sepa que nadie tiene derecho a adoptar un niño, puesto que este derecho no existe, en algunos medios de comunicación sigue hablándose del derecho de las personas a hacerlo, y casi todo el mundo que desea adoptar está convencido de que tiene derecho a ello.
En alguna ocasión, hay quien se atreve a hablar públicamente del único derecho que tienen las personas en esta cuestión: el de presentar una solicitud de adopción. Evidentemente, este derecho sí que lo tiene todo el mundo, pero una cosa es ejercerlo y otra es conseguir aquello que se pide. Para poder llevar a término una adopción en buenas condiciones, debe contarse con unas características emocionales, físicas y sociales determinadas, idóneas, como ya hemos comentado, sin las cuales es desaconsejable seguir con el proyecto.
El niño es el único que, según el Convenio de la Haya, según el sentido común de toda persona responsable y según la Declaración Universal de los Derechos de los Niños, tiene derecho a contar con una familia a su disposición y, en el caso del niño abandonado, tiene derecho a disponer de unos padres adoptivos que le garanticen un buen futuro en todos los aspectos. Los derechos del niño desamparado son los únicos a tener en cuenta cuando se decide buscarle unos padres adoptivos. El niño es quien está sufriendo una situación tremenda de abandono y desamparo y quien tiene necesidad de unas personas apropiadas, emocionalmente adultas, que le protejan, le ayuden a digerir los daños sufridos, le faciliten la reconciliación con su pasado doloroso y le proporcionen el bienestar necesario, psicológico y material, para llevar adelante su vida en buenas condiciones.
Hay un número importante de adopciones que no van bien
Esta sí que es una cuestión muy silenciada. Si alguna vez aparece un caso dramático en la palestra televisiva, las personas que tienen decidido adoptar y miran el programa quedan convencidas de que se trata de un caso aislado y que a ellos no les ocurrirá nunca nada parecido. Este es un recurso al que se suele acudir con mucha facilidad cuando algo produce una gran desazón. Pensemos, como ejemplo, en el caso de los fumadores que no consiguen dejar el tabaco y que, ante los múltiples avisos que muestran los desastres que el tabaco puede producir, siguen convencidos de que a ellos no les ocurrirá nunca nada parecido. A partir de este convencimiento ilusorio pueden seguir fumando, aunque los casos repetidos de enfermedades graves a causa del tabaco les demuestren que lo que se están haciendo a sí mismos es un engaño descomunal.
Ahora bien, hay otra cosa de la que casi nunca se habla públicamente: el hecho de que hay un porcentaje elevado de adopciones que van muy mal. Debemos pensar que, para aquellas criaturas que han sido abandonadas e institucionalizadas, es horrible sentirse rechazadas por segunda vez, pero hay casos en que llegan a serlo incluso una tercera vez. A un niño rechazado por los padres adoptivos a causa de su mal comportamiento, se le confirman los temores sobre su poca valía y sobre sus capacidades de estropearlo todo. Este niño o niña tendrá muchas más dificultades que antes para poder convivir con una familia y deberá tenerse un cuidado muy especial cuando se le busquen unos nuevos padres.
De todas maneras, debemos tener en cuenta que los datos oficiales sobre los retornos no quieren decir que el resto de niños adoptados funcione satisfactoriamente. Hay otro porcentaje importante de familias adoptivas que se encuentran con dificultades más o menos serias en el funcionamiento diario. La experiencia de los psicólogos clínicos y de muchos de los profesionales que trabajan en primera línea como, por ejemplo, en los Centros de Salud Mental Infanto-Juvenil, hace pensar que, hoy en día, este hecho se ha agravado más todavía: hay más retornos de niños, los hay que deben ser retirados de los padres adoptivos por malos tratos y también se detectan casos en los que toda la familia está muy alterada.
El problema principal es que un gran número de familias, en cuanto consiguen el hijo, siguen estando internamente tan convencidas de que pueden resolver las cosas sin ayuda, que no piden ninguna clase de asesoramiento externo. A algunas les es imposible crear el vínculo afectivo bidireccional, de padres a hijos y de hijos a padres. El hijo adoptivo también debe poder adoptar a los padres que se le han asignado, y tiene que hacerlo por medio de una adopción auténtica, nada idealizada, hecha a partir de un conocimiento real, de una relación afectuosa y de aceptarlos tal y como sean. Es exactamente lo mismo que los padres adoptivos deben poder hacer con él.
Este proceso, el de la auténtica adopción por ambas partes, es largo y delicado, porque la convivencia diaria siempre genera tensiones y, cuando se produce un cambio tan importante como la entrada de un niño en el hogar, un niño que ha vivido en el desamparo, los conflictos de la convivencia dificultan el hecho de poder pensar con claridad. A veces, un comportamiento incómodo o simplemente difícil de entender por parte del hijo puede hacer que se inicie un proceso de discrepancias y discusiones entre la pareja sobre la manera de tratarle. Si los padres no consiguen ponerse de acuerdo y cada cual decide ir a su aire por lo que respecta al hijo, la situación se crispa y se enrarece cada vez más. Si uno de los dos promovió la adopción con entusiasmo y el otro simplemente se dejó llevar, o en el caso de que sólo uno de los dos sea estéril, pueden empezar a aparecer en el panorama mental de uno de los miembros de la pareja sentimientos contradictorios y reproches respecto del otro, respecto de quien sería el «causante» de aquella adopción que tantos dolores de cabeza les genera. Hay personas que optan por silenciar estas cosas ante el miedo a hacerle daño a su pareja. Si esta situación no puede llegar a aclararse, el daño que se hacen es mucho peor que el que temían hacerse si lo hablaban con claridad y sin tapujos. Naturalmente, una situación así repercute inevitablemente en el hijo, ya que emocionalmente es el más frágil, pero también puede desembocar en una ruptura de la pareja, con lo cual todo el mundo resultará perjudicado.
El problema es el abandono y el desamparo, no la adopción
El problema esencial de los niños adoptados es el abandono, el desamparo y los malos tratos que hayan podido sufrir. En cambio, de lo que suele hablarse, incluso entre profesionales de la psicología y la psiquiatría, es de los problemas de la adopción. La adopción en sí no es ningún problema, la adopción es una de las posibles buenas soluciones al desamparo. Otra cosa muy distinta es que pueden aparecer problemas en las situaciones de adopción, pero nunca serán los mismos problemas: en cada caso habrá que investigar con mucho cuidado cuáles son los factores que están produciendo el malestar familiar.
Ya hemos comentado más arriba que un abandono siempre es traumático. Si, además, ha habido malos tratos físicos o psíquicos, el trauma se multiplica. Ahora bien, si la criatura, a pesar de todo, hubiese podido ser atendida después del abandono en una institución pensada para ayudar adecuadamente a los niños y no para almacenar niños y niñas, el paso hacia la adopción, este intento de encontrar solución a un drama que clama al cielo, podría hacerse de una manera equilibrada y se evitarían muchos conflictos. Otro elemento fuente de problemas es el hecho de que a menudo, a lo largo de pocos años, las criaturas se ven obligadas a cambiar de institución una o dos veces. Y ello ocurre por razones de edad: hasta una edad pueden estar en un centro determinado y, después, deben pasar a otro. Estos cambios, si no están bien preparados, pueden seguir minando la autoestima del niño, ya bastante maltrecha, provocar réplicas del trauma inicial y hacerle perder la esperanza de poder sentirse algún día a gusto en un lugar seguro y duradero. Si estos cambios, que de momento son inevitables por cuestiones internas de las instituciones, pudiesen hacerse con una buena preparación psicológica y respetando el tiempo que cada niño pueda necesitar, la criatura estaría más capacitada para asumir, cuando ello fuese posible, la salida del centro para pasar a un hogar adoptivo. De todas maneras, este último paso también debe hacerse sin prisas a fin de evitar o suavizar posibles problemas posteriores.
Ha habido experiencias, en Cataluña, que lo han demostrado. Experiencias de un buen trabajo con respeto de las necesidades de cada niño para irse haciendo a la idea y con dedicación de todo el tiempo que hiciese falta para preparar bien el traspaso de la institución a los padres adoptivos. En los contactos posteriores con las familias, se ha comprobado que la adaptación a la nueva situación y la integración familiar se conseguía mucho mejor y más rápidamente que cuando las cosas se hacían sin tanta delicadeza. Desgraciadamente, a causa de las prisas y exigencias de los futuros padres adoptivos por tener rápidamente el niño en casa, aquellas experiencias piloto quedaron abortadas y, de momento, no han podido repetirse desde un ámbito institucional. Ahora todo depende del buen criterio de una institución determinada y de la comprensión de los aspirantes a la paternidad adoptiva.
No todos los niños abandonados son adoptables
Es cierto que en el mundo hay muchos niños abandonados, algunos ni tan solo están recogidos en ninguna institución, y estos suelen ser los casos más aterradores. Pero esta certeza es usada muy a menudo de manera demagógica para intentar demostrar que deberían adjudicarse niños a toda persona que lo solicitase. En primer lugar, hay que tener muy presente que muchos de los que esgrimen dicha argumentación no estarían dispuestos a hacerse cargo, en su casa, de uno de los niños que malviven por las calles del Brasil, para poner un ejemplo. Por otra parte, hay aspectos legales que impiden adoptar a determinados niños, por muy desamparados que realmente estén, si no se demuestra que padecen un abandono total.
En segundo lugar, en lo que respecta a los niños legalmente adoptables, los hay que han sufrido unas agresiones tan devastadoras en unos momentos tan delicados y frágiles de su vida, que no deberían ser cedidos en adopción hasta que no se viese claramente que empiezan a superarlo. Los problemas que les ha generado su sufrimiento son tan graves que requieren ser contenidos y tratados dentro de un marco profesional muy especializado. Si se intenta ponerles en un ambiente familiar antes de que estén preparados para vivir en él, lo más probable es que se muestren tan insoportables que se acabe optando por devolverlos a una institución, a veces en forma de internado, con lo cual se corregiría el error de haber pensado que lo mejor para cualquier niño es formar parte de una familia sin tener en cuenta que hay casos y casos. La adopción puede ser lo mejor para algunas criaturas, ¡naturalmente!, pero no para todas y, sobre todo, no para aquellas que han sido tan traumatizadas que han podido quedar gravemente afectadas a nivel mental, a veces para toda la vida. Colocarlas en una familia es malo para ellas, para la familia y para la sociedad en general, porque las repercusiones suelen ser muy difíciles e incluso imposibles de prever y controlar.
Ni en el campo de la Medicina ni en el de la Psicología puede resolverse todo. Se puede ayudar mucho, siempre que el problema se detecte pronto. Se pueden paliar, más o menos, los efectos adversos, se puede intentar dar una cierta buena calidad de vida, pero lo que no podemos olvidar es que siempre habrá casos irresolubles que, para evitar males mayores, requerirán unas atenciones constantes y especiales.
Para que las adopciones pudiesen ser objeto de un desarrollo saludable al máximo, antes de colocar a la criatura en el seno de una familia, habría que poder hacer, además de un estudio muy esmerado de las condiciones emocionales y materiales de los padres potenciales, un estudio también muy profundo de las características médicas y psíquicas del niño. Ello permitiría detectar, en la mayoría de casos, si realmente un ambiente familiar puede ayudar al niño y, también, qué perfil de padres sería el más conveniente para cada criatura. En la mayoría de los casos, y sobre todo en los de las adopciones internacionales, esto no puede hacerse.
Con el amor no es suficiente
Contrariamente a una creencia general muy enraizada entre la población, en el caso de una adopción el amor no garantiza absolutamente nada. No es cierto que el amor lo cure todo, no es cierto que el amor sea suficiente para poder hacerse cargo de un hijo adoptivo, pero este es el mensaje que suele aparecer cada vez que se debate el tema y cada vez que alguien intenta hacer reflexionar sobre los posibles problemas que derivan de una experiencia de desamparo.
Además del amor, hace falta una gran dedicación y tener suficiente capacidad de empatía, de paciencia, de sensibilidad, de comprensión, de flexibilidad, de tolerancia y, sobre todo, hay que disponer de una gran capacidad de reparación como elemento básico a lo largo de todo el trayecto adoptivo. Como hemos ido viendo, el proceso posadoptivo, en los casos de infertilidad o de esterilidad, tropieza con dos frentes de lucha muy importantes, ya que deben restaurarse dos sufrimientos: por una parte, el que han padecido los padres derivado de los múltiples fracasos para engendrar y, de otra parte, las heridas psíquicas del niño, aunque no se sepa de qué clase de heridas se trata. También es importante poder considerar, como ya hemos dicho, que estas heridas tal vez no consigan cicatrizar nunca del todo.
Cuando a alguna persona le ha faltado algo esencial para su supervivencia, puede costarle mucho reconocerlo si finalmente lo tiene a mano. Lo único que siente es que tiene un gran vacío dentro de sí, pero su percepción ha quedado alterada y no puede ver que lo que ahora tiene a su alcance es precisamente lo que le permitiría llenar aquel vacío. La rabia por no haberlo tenido cuando lo necesitaba hace que, en vez de poder recogerlo y agradecerlo, lo rechace, incluso a veces con gran violencia. Esta reacción es muy frecuente entre los lactantes. Si alguna vez, ...

Índice

  1. Créditos
  2. Sumario
  3. Dedicatoria
  4. Prólogo de la autora
  5. Agradecimientos
  6. Introducción
  7. Primera parte
  8. Consideraciones psicológicas sobre fecundación, embarazo y parto
  9. Nacimiento psicológico de la persona
  10. Carencias de los niños desamparados
  11. Funciones familiares y dificultades «normales» de toda familia
  12. Segunda parte
  13. La demanda de adopción
  14. Lo que no se dice y lo que se dice cuando todavía no se está preparado para poder escucharlo
  15. Tercera parte
  16. Sistema actual de selección de los padres adoptivos
  17. Sobre el procedimiento de formación-selección
  18. Epílogo
  19. Bibliografía
  20. Anexo
  21. ApéndicePsicoanálisis y salud mental
  22. Sobre la autora