Belleza y responsabilidad
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  1. 280 páginas
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El presente escrito, surgido a partir de una reflexión sobre la situación política actual, y nutriéndose del pensamiento del filósofo francés personalista Jacques Maritain, se propone demostrar que sin el concepto de persona humana todas las acciones del hombre pierden por completo su sentido originario.En este libro el autor trata de reconstruir una especie de unidad del saber en torno al tema de una estética de la belleza, vista como un complejo teórico-práctico de múltiples inserciones, que van desde la relación entre individualidad personal y comunidad política, a las dimensiones éticas y pedagógicas de la experiencia humana. En la obra el autor se propone demostrar que la consideración de persona humana desde el sentido ético, estético y pedagógico permite la construcción de una ciudad más bella en un marco político.

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Capítulo II
LOS MARITAIN Y LA EXPERIENCIA DEL PLURALISMO DE LA BELLEZA (187)
El encuentro: un arte de lo bello
Analizar lo bello en Maritain significa detenerse, ante todo, en su aspecto físico, que bien define el escritor Corrado Pavolini en base a un cuadro del pintor Enzo Parisi. En el retrato se evidencia un hombre amante de lo “bello estético” que eleva hasta hacerlo “trascendente”. Maritain es
… un tipo descontracturado e ingenioso de unos sesenta años, con apenas una pizca de universitario junto a la soltura del artista. Tiene los cabellos casi blancos pero todavía abundantes. Lo primero que impacta es su transparente humanidad; se ofrece totalmente, enseguida vibra contigo, es todo alma. Pero no tiene nada del místico convencional. Es un hombre afable, simple, ni demasiado delgado ni demasiado robusto. No se adivinaría a un filósofo; más bien hace pensar en un pintor, qué sé yo, el último sobreviviente de los impresionistas: invisibles, el caballete plegable, la caja de colores en bandolera, la pipa en un costado de la boca (188).
Su existencia es búsqueda, es “arte de lo bello” vivido en todos los aspectos de su humanidad, desde las relaciones personales al estudio, de la religión a la política, de la poesía a la música, del sufrimiento humano a su Dios providencial. Su principio fundamental es su intenso amor por lo verdadero, que sabe que va a encontrar a través de los dones que el buen Dios ha dejado en su persona. No tiene nada del estudioso, pero lo es; no tiene nada del filósofo, pero todos lo aclaman como tal; esa soltura artística lo hace permanecer humilde hasta confundirlo entre la gente de su tiempo
¿Quién soy yo, entonces?, me pregunto. ¿Un profesor? No lo creo, enseño por necesidad. ¿Un escritor? Puede ser. ¿Un filósofo? Eso espero. Pero también, un romántico de la justicia demasiado listo para imaginarse, en cada combate, que entre los hombres surgirá, por supuesto, tanto la justicia como la verdad […]. Y tal vez como cualquier cristiano, no obstante las paralizantes miserias y debilidades y todas las gracias traicionadas de las que tomo conciencia en el atardecer de mi vida, soy también un mendigo del cielo disfrazado de hombre de nuestro siglo, una especie de agente secreto del Rey de reyes en los territorios del príncipe de este mundo, que asume los propios riesgos como el gato de Kipling, vagabundeando totalmente solo (189).
El análisis hecho por Pavolini coincide con el realizado sobre sí mismo por el filósofo francés, en el cual se destaca el convencimiento, al final de su vida, de ser un mendigo de lo “bello”, no siempre comprendido por los hombres de su tiempo y por ende dejado vagabundear en la soledad de su existir. Pero no obstante su vagabundeo interior, Maritain comprende que puede comunicar su “arte”, impregnado de humanidad, a través de su testimonio y de sus relaciones, pues en efecto no puede prescindir de algunas amistades particulares “con Cocteau y Reverdy, con Bernanos y Green, con Rouault y Chagall” (190). Son amistades que se convierten, a nivel humano y cultural-estético, en puntos de referencia recíprocos. A ellos debe agregarse la relación fundamental con Raïssa, que transformará completamente la vida de Jacques y lo llevará hacia el mundo del arte. Es verdaderamente difícil pensar en el arte de Jacques sin la poesía de Raïssa. Los dos, después de su encuentro en París, se convertirán en una única persona. Roberto Addino, profundizando sobre todo la figura de Raïssa, en el libro Raïssa Maritain, un’ebrea-cristiana tra mistica e poesía, afirma que “aun reconociendo inseparables a los Maritain, debe destacarse sin embargo el diferente enfoque sobre la espiritualidad y la cultura que ambos tuvieron: en una dimensión más lúcida y sistemática el de él, en una dimensión ampliamente más espiritual y poética el de ella” (191). En esta distinción, que creo seguramente muy precisa por parte del estudioso Addino, se quiere tomar al filósofo por una parte y a la poetisa por la otra. Es una interpretación que aclara perfectamente el rol de los dos pensadores, que no deben ser escindidos pero tampoco confundidos en su camino cultural y espiritual.
A estas alturas es simple comprender cómo los Maritain pasan de la belleza teórica a la belleza más próxima a lo humano, hecha de experiencias concretas y de amistades “bellas”, que los hacen regresar a lo “trascendente”. La experiencia como camino a seguir en la búsqueda, pero también como base sobre la cual hacer crecer el amor hacia el arte en general.
Maritain retoma la definición objetiva de “belleza trascendental” de santo Tomás de Aquino para buscar la “belleza estética” presente en la actividad artística subjetiva de poetas, pintores, novelistas y músicos, y “todas maduran en el ambiente de fraterna amistad que Jacques y Raïssa Maritain saben animar en un espíritu familiar en Meudon y en Princeton” (192). Pero, según Viotto, junto a las amistades que se convierten en fundamentales para la búsqueda de lo bello por parte de los Maritain, “hay que distinguir entre estética, poética y poesía, porque una cosa es saber qué es la belleza (estética), otra es saber en qué modo se puede crear la belleza (poética) y finalmente otra cosa es saber poetizar. No hay que confundir el saber con el saber hacer o con el hacer, se trata de niveles de inteligencia cualitativamente diferentes” (193).
No se puede hablar de una estética sin la poética, porque esta tiene necesidad de una ciencia práctica “que tiene por objeto no algo a conocer sino algo a hacer, no depende del intelecto teorético sino del intelecto práctico y solo se puede construir al amparo de la acción que debe efectuarse” (194). En este sentido
la poética, como la política o la pedagogía, es una ciencia poiética, no estudia el ser sino el poder ser, no estudia lo real o lo ideal sino lo posible; analiza el acto de la creación artística en su materializarse, en las reglas concretas de su expresarse; por este motivo los artistas, reflexionando sobre su operar, son capaces de indicar al filósofo los criterios metodológicos de la creación artística y de llevarlo a verificar, en la existencia concreta de la obra de arte, los principios de la estética (195).
En este encuentro entre las reglas de la estética y la subjetividad del artista, participa la importancia de lo “bello”, que supera la condición idealista, pero al mismo tiempo también la empirista. Lo “bello” maritainiano no está alejado del bello trascendental, sino que nace de una acción humana que lleva a lo bello estético. En este camino no liberado de la vida cotidiana, la vida de los filósofos se hace visible a través de las obras I grandi amici (196), el Diario di Raïssa (197) y Riccordi e appunti (198), pero también y sobre todo la de los dos artistas.
En este largo viaje del arte, si Raïssa fue la poetisa, Jacques la acompañó a través de sus reflexiones filosóficas desde la primera obra Art et scolastique (1920) hasta la última obra maestra de 1960, año en el cual ella muere, La Responsabilità dell’artista. En efecto, después de esta fecha el filósofo francés no escribirá más ninguna obra de estética, hecho que nos hace comprender que era su esposa quien daba un aporte para estos temas. Una estética experiencial, de relaciones intensas, que se alimenta de fuertes relaciones, de amistades y de búsqueda continua.
1. La belleza entre espíritus en dificultad
La experiencia de los Maritain con respecto a la estética debe ser analizada, como puede observarse en las obras, a través de cuatro canales fundamentales: la literatura, la poesía, la música y las artes figurativas. En estos encuentros se debe considerar la perspectiva de la relación con los numerosos literatos que los Maritain conocieron a lo largo de su camino. En efecto, esta trayectoria
… debe ser considerada en dos prospectivas correlacionadas entre sí. Por una parte, hay que observar su testimonio cristiano que los lleva a ayudar a los espíritus en dificultades, a seguir a los jóvenes arrastrados por el surrealismo, lo que puede ser verificado en la relación y en la correspondencia tanto con los maestros André Breton, Jean Cocteau, Max Jacob, como con los discípulos Paul Sabon, André Grange, René Crevel, Maurice Sachs y Jean Bourgoint. Por otra parte es necesario analizar la crítica literaria, sobre todo en lo que se refiere a la novela, y en la cual se puede captar la reflexión teorética que lleva a Maritain a elaborar sutiles distinciones entre el arte y la moral (199).
Las relaciones de los Maritain con el mundo artístico comienzan con Léon Bloy (200), con el cual viven una experiencia auténtica de belleza espiritual. Bloy será fundamental en la vida de los dos cónyuges, dado que no solo marcará el punto de encuentro con tantos otros literatos y músicos, sino que también será el intermediario que los llevará cada vez más hacia un camino de conversión. Los Maritain recibirán mucho de este “maestro”, primero al leer la novela La donna povera, luego a través del testimonio de su vida, en el cual encuentran no a un hombre común sino a un testimonio de rica “pobreza”. Bloy vive por elección y con coraje el encuentro con la condición más infeliz del hombre, la pobreza, pero en ella recoge también una gran diferencia que debe distinguirla de la miseria: una es la falta de lo necesario, la otra es la falta de lo superfluo. La pobreza sola puede hacer comprender a la persona su condición de fragilidad, de no poder ser autónomo en su devenir humano, de tener necesidad de Dios, el único que puede cuidarlo y alimentarlo con Su Gracia. En el momento en el cual Bloy conoce a los Maritain, no obstante una cierta desconfianza que el escritor tenía con respecto a la filosofía, se enamora de ella y considera a su ahijado —Maritain, ya convertido y bautizado, un genio por la claridad de sus conferencias filosóficas a las que sigue con admiración y curiosidad. Pero al mismo tiempo no se apaga el fuego que los Maritain sienten por la cultura, es más, precisamente en casa de Bloy descubren su vocación por el arte, la música y la poesía, esta última muy fuerte en Raïssa. En este período, después de regresar de Heidelberg, donde los Maritain habían vivido dos años intensos junto al P. Clerissac, quien los había acompañado hacia Cristo a través del bautismo, la amistad con Bloy se hace fuerte y crece en ellos sobre todo la búsqueda continua de lo bello interior. Pasaban tardes y veladas juntos para poder leer, reflexionar y discutir fragmentos de algunos textos: “(…) en el estudio, a una temperatura de 25-30” (201) grados encontraban un incomparable alivio, creando un verdadero aunque pequeño salón cultural. Durante estas veladas Raïssa canta canciones propias, dichosa de poder alegrar los corazones de sus seres predilectos. Todos están contentos y la animan. Jeanne Bloy la exhorta seriamente a no malgastar los dones que en ella existen” (202). Todos aprecian las capacidades de Raïssa, aun planteando las dificultades “de las seducciones del arte” (203) existentes en Alemania. El mismo Jacques invita a Raïssa a dedicarse al arte, a la vocación poética, porque esta nace a través de “la melodía y la música” (204). Los Maritain aman la música y verdaderamente evidencian cómo toda la creación artística nace de una pulsión musical. El primer síntoma, la primera señal del surgimiento de una intuición poética en el alma, son dados por una emoción musical, por una música sin palabras y sin sonidos, que es la raíz profunda de todas las formas de expresión artística, gestual o gráfica, escultórica o arquitectónica, literaria o musical, y que se presenta con pulsiones, como oleadas sucesivas que expanden la intuición. Jacques comprende que poesía y...

Índice

  1. Portadilla
  2. Prefacio
  3. Introducción
  4. Capítulo I. La Belleza según Maritain en el debate contemporáneo
  5. Capítulo II. Los Maritain y la experiencia del pluralismo de la belleza
  6. Capítulo III. La esencia interior entre arte y conocimiento
  7. Capítulo IV. La virtud de la prudencia y del arte: una relación conyugal
  8. Capítulo V. La virtud del arte: Instrumento pedagógico para una política más auténtica
  9. Capítulo VI. Belleza y responsabilidad ontológica: La virtud política
  10. Bibliografía