Nacimiento de la mujer burguesa
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Nacimiento de la mujer burguesa

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Nacimiento de la mujer burguesa

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Nacimiento de la mujer burguesa pretende proyectar luz, a partir del modelo genealógico de análisis, sobre las raíces de una concepción supuestamente universal, atemporal y asocial de las mujeres, que se ha perpetuado hasta el presente.Julia Varela elabora el concepto de dispositivo de feminización para hacer explícita la lógica de fondo que articula diversos procesos históricos que afectaron, y afectan, de forma diferenciada a mujeres de distinto rango y condición. Este dispositivo, en el que se entrecruzan saberes y poderes específicos, hizo posible, pensable y representable la imagen de la mujer burguesa, del eterno femenino, y constituye una pieza esencial de la génesis de la Modernidad y del nacimiento del capitalismo.

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Información

Año
2019
ISBN
9788471129468
5. Los humanistas y la redefinición social de los sexos en la modernidad
5
LOS HUMANISTAS Y LA REDEFINICIÓN SOCIAL DE LOS SEXOS EN LA MODERNIDAD
El peso que adquirió el heterogéneo grupo social, al que Weber denominó patriciado urbano, a partir especialmente del siglo XV, se puso bien de manifiesto con el auge de los llamados humanistas y el gran impacto de tuvieron sus escritos. La difusión del pensamiento humanista se vio propiciada no solo por las redes de amistad que establecieron entre ellos, reforzadas por una correspondencia continuada y por frecuentes viajes, sino también por la recuperación de géneros literarios propios de la Antigüedad clásica que dieron gran difusión a sus textos, gracias especialmente a la imprenta. Sus obras contribuyeron a la formación de una nueva civilidad, y también a la formación de modernas categorías de conocimiento —razón, naturaleza, civilidad, identidad, y otras— que abrieron la vía a formas alternativas de pensar y de conocer. La nueva civilidad rompía tanto con la cultura comunal medieval como con la cultura de las cortes feudales medievales. Por otra parte, se conformó una nueva episteme, una nueva organización o configuración del saber, que permitió que el saber dominante de carácter jurídico y teológico, dejase paso a una pluralidad de disciplinas que iban desde los comentarios de los textos sagrados, la filosofía, la ciencia y la literatura hasta la pintura, la arquitectura, la música, la poesía, la retórica y el teatro. No es posible, por tanto, desligar totalmente, como pretenden algunos autores, el pensamiento de los humanistas de la cambiante dinámica social de los siglos XV y XVI, aunque Humanismo y Renacimiento no deban confundirse1.
José Antonio Maravall, en su estudio sobre El mundo social de La Celestina, sostiene, siguiendo en parte a Max Weber, que en el siglo XV se produjo una crisis social en la que jugó un importante papel la entrada en la escena social de un nuevo grupo, los nuevos ricos, la alta burguesía afincada en las ciudades y dedicada al comercio. La concurrencia y la lucha social empezaron así a imponerse por influjo de las relaciones económicas pre-capitalistas que rompieron la armonía del mundo medieval en el que reinaba una cosmovisión unitaria, jerárquica, que abarcaba al cielo, al universo y también a la ordenación moral y social. De ahí que según J. A. Maravall, para el hombre del Renacimiento, desde su situación histórico-social concreta, el problema en la economía, en la moral, en las concepciones básicas sobre el universo, consistirá en establecer una nueva y fundamental concordantia oppositorum, dicho según la fórmula de Cusa, la cual está muy lejos de haberse convertido en la creencia general de la época. El estatus de esta alta burguesía no se confundía ya con el de la nobleza tradicional, con su código de moral caballeresca y su modo de vida, sino que pasaba a estar fundamentalmente ligado a las riquezas. Esta nueva clase social, integrada en el patriciado urbano, tuvo por tanto que buscar y establecer nuevas formas de distinción.
Norbert Elias, al estudiar la transformación que sufrió la estructura social en Occidente a partir del siglo XIII, destaca una etapa decisiva que abarca los siglos XV y XVI, y especifica con mayor detalle las transformaciones que entonces tuvieron lugar. En la nueva configuración social los reyes adquirieron cada vez más oportunidades de poder y, debido a los títulos nobiliarios que otorgaban, se formó, junto a la antigua nobleza terrateniente y feudal, una nueva aristocracia cortesana cuyos privilegios estuvieron ligados a los títulos y rentas monetarias que les otorgaban los monarcas. La constitución de este nuevo grupo social tenía lugar al mismo tiempo que los baillis burgueses, los tribunales formados por plebeyos, y los parlamentos, hacían retroceder cada vez más las formas de administración y la judicatura medievales. De este modo, para entender la dinámica de los siglos XV y XVI, es preciso tener en cuenta el hecho determinante de que ya han escapado de manos de la nobleza las funciones de administración y jurisprudencia y que, en virtud de tales funciones, se han constituido ricas y, por consiguiente, poderosas corporaciones burguesas.
Norbert Elias nos describe así una dinámica social atravesada por luchas y conflictos entre los distintos grupos: luchas entre las grandes casas nobles para acceder a la Corona, luchas de la nobleza empobrecida por los efectos de la economía monetaria y dividida en facciones para seguir conservandosus privilegios frente al rey y a otros estamentos, luchas de los estados generales que aspiran a la cogestión del Estado y, en fin, luchas de determinados grupos urbanos para conservar y conseguir libertades estamentarias frente a la nobleza y a las clases populares.
Michel Foucault, por su parte, ha mostrado como el arte de gobernar se perfila, a partir del siglo XVI, con rasgos bien definidos en íntima conexión con el desarrollo del aparato administrativo de los Estados Modernos. El nuevo arte de gobierno se ejerce de forma simultánea, a propósito de cuestiones muy distintas, y bajo múltiples formas. Cuestión, por ejemplo, del gobierno de uno mismo, del gobierno de la familia, de los pobres, de los niños..., y, en fin, solo en fin de cuentas, del gobierno de los Estados por el Príncipe. Estas cuestiones están, por tanto, interrelacionadas entre sí, y de su correcta resolución depende el buen gobierno de la República.
Únicamente en este contexto se puede comprender el especial protagonismo que lograron entonces los llamados humanistas, quienes no solo eran representantes y valedores de los intereses del patriciado urbano ante los Monarcas, sino que además diseñaron específicos programas de gobierno destinados a proporcionar soluciones a muchas de las cuestiones antes mencionadas. Para comprender la redefinición social de los sexos que entonces se operó interesa especialmente subrayar que el arte de gobierno político se vinculaba al problema de cómo “introducir “la economía”, es decir, el buen gobierno de “la familia”, en la gestión del Estado. Se establecieron así profundas y solidarias interdependencias entre la institucionalización de la familia cristiana y el buen gobierno político en cuya trama se incardinó el dispositivo de feminización y se instituyeron nuevos códigos de relación entre los sexos2.
Erasmo, junto con otros humanistas, se sirvió de la metáfora de la unidad indisoluble del Corpus mysticum como ideal de una unidad política formada por grupos sociales diferentes —ideal que el príncipe de los humanistas trató de naturalizar remontándose a la antigua Polis-Estado griega—. Sostenía que, para que en la ciudad reinase el buen gobierno, era necesario que valga más el que más sabe, y obedezca el que supiere menos, porque ninguna cosa hay más desconcertada y torpe que la gente baja y ruin del pueblo. Y por eso ha de obedecer siempre a los que gobiernan y no ser parte para gobernar. El texto expresa con claridad las propiedades de la nueva identidad social e individual con que quiere dotarse este grupo social formado por las nuevas élites intelectuales, una identidad que se conforma especialmente en oposición a tres polos de referencia y contraste: los monjes de las órdenes religiosas de relajadas costumbres, rutinarios y zafios; la aristocracia feudal tradicional; y, por último, la gente baja y ruin del pueblo. Frente a estos tres grupos sociales los humanistas trataron de encontrar un espacio propio, el espacio de mediación de los consejeros áulicos, para hacer de fiel de la balanza en la reorganización social. Erasmo, afirmaba, siguiendo a Platón, que la razón está asentada en el cerebro, igual que lo está el rey en el palacio; las aficiones más cercanas a la razón se sitúan entre la cerviz y lo más bajo del pecho; así los principales estarán en medio, distinguidos y apartados de lo más alto y de lo más bajo, porque si estuvieran mal, y vecinos de palacio pudieran algunas veces con su bullicio turbar el reposo del rey también si a lo más bajo descendieran pudieránse corromper y, juntándose con el pueblo vil dieran en hacer alguna traición..., y, por último, están las inclinaciones viles que tendrán su aposento en los más bajo de las entrañas, en el hígado y el vientre, donde estén muy lejos de palacio como desterradas y aún atadas 3.
El nuevo tipo de racionalidad que la nueva nobleza de las letras quiere instaurar es también, como la racionalidad aristocrático cortesana en vías de formación, una racionalidad jerárquica y excluyente, pero vinculada de una nueva forma a las relaciones de poder y dominio, ya que se legitima a través de la posesión de un nuevo saber, el de las letras clásicas o humanidades, un saber a la vez erudito y aplicado a resolver urgentes problemas políticos de gobierno.
Los humanistas y la educación
Interesa especialmente, para comprender como contribuyeron los humanistas a la redefinición social de los sexos, analizar sus propuestas educativas. No nos basaremos sin embargo aquí en las obras que tratan específicamente de la reforma de los estudios y la enseñanza de las buenas letras, textos muy numerosos que tuvieron una enorme repercusión en el sistema de enseñanza de algunas órdenes religiosas en la época de la Contrarreforma, especialmente en la de los jesuitas, que constituyeron el antecedente inmediato de nuestras instituciones escolares, y sobre las que hemos trabajado anteriormente4. En este apartado comenzaremos por definir las principales características de los estudios de humanidades, para pasar luego a detenernos en algunos de los tratados de educación, en su sentido más amplio, dirigidos a instituir y legitimar diferencias entre los sexos.
1. Los studia humanitatis: un modelo educativo para las élites burguesas
Diversos historiadores han mostrado de forma clara cómo el tipo de educación elaborado y defendido por los humanistas rompía con los modos de educación entonces vigentes. Únicamente así se pueden entender en su justo sentido las críticas e invectivas que lanzaron los humanistas contra los escolásticos a los que no dudaron en calificar con el apelativo de bárbaros e ignorantes. Estas críticas, que hicieron extensivas a la nobleza de armas, ponen bien de relieve que aprender el oficio de caballero, aprendizaje que se remontaba a una tradición que contaba con varios siglos de existencia, no consistía precisamente en el aprendizaje de las letras clásicas, de las humanidades, ni tenía como referente principal los libros, sino que suponía un modo de educación propio, el oficio de las armas5. Algunos medievalistas sostienen que el oficio de dama, es decir, la educación que recibían las mujeres de la alta nobleza, y que las preparaba para gobernar sus reinos, no era tan distinta del oficio de caballero como tendieron a subrayar algunos historiadores6.
La educación caballeresca medieval implicaba, por supuesto, al igual que los otros modos de educación, un ethos propio, el aprendizaje de un código estético y moral que se materializaba en la adquisición de una serie de cualidades que conferían una identidad social y personal específicas, ethos que Cervantes ilustra bien en El Quijote precisamente en un momento en el que estaba en definitivo declive el espíritu caballeresco medieval pues la nobleza feudal, levantisca y orgullosa de su independencia, estaba sufriendo un fuerte proceso de reconversión. La formación de la naciente nobleza cortesana, eminentemente urbana, pone bien de manifiesto el triunfo tendencial del proceso de pacificación. La educación humanística se oponía a la educación de la nobleza medieval, pero también al modo de educación de las universidades cristiano-escolásticas en donde se formaban los hombres de la Iglesia, y de “las escuelas” —los clérigos—. Sin embargo el elitismo humanista arremetía con especial virulencia contra los modos de educación propios de las clases populares.
Los studia humanitatis, en donde los primeros humanistas desarrollaron programas de estudios específicos que, según parece, comprendían gramática, retórica, poesía, historia y ética, siguiendo a los autores clásicos, inauguraron un tipo de educación que trataba de romper con el monopolio que hasta entonces detentaban las universidades cristiano-escolásticas y, sobre todo, con la enseñanza que las órdenes mendicantes, los franciscanos y dominicos especialmente, impartían en su seno. La nueva educación, que se e...

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  1. 00portada
  2. 01primeras
  3. 02creditos
  4. 03notaeditorial
  5. 04contenido
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  7. 06introduccion
  8. 07cap1
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