Capítulo 1.
La organización del trabajo
1.1.- INTRODUCCIÓN
Toda organización, sea ésta una empresa, un club deportivo o una Universidad, está constituida por un conjunto de personas que aúnan sus esfuerzos y utilizan un conjunto de medios con la intención de alcanzar unos objetivos que denominamos objetivos de la organización.
Una organización es un hecho social, se crea y existe para alcanzar conjuntamente, como grupo, objetivos que de manera individual serían inalcanzables; o bien, siendo eso posible, para poder obtenerlos con una mayor eficacia y eficiencia que las que una sola persona sería capaz de alcanzar.
Las organizaciones son grupos humanos que persiguen determinados objetivos
Organización y división del trabajo son dos términos inherentes, pues en toda organización nos encontraremos con un reparto de tareas o actividades entre sus miembros (división del trabajo). Si fuese de otra manera, si a una sola persona se le asignasen o realizase la totalidad de las operaciones y actividades que caracterizan a cualquier organización, tal situación carecería de sentido. Para que una organización funcione adecuadamente, debe existir una asignación de medios y un reparto de actividades entre sus miembros que permita a cada uno de ellos realizar la función encomendada.
Organizar una empresa, una Universidad o un club deportivo implica dividir el trabajo entre sus miembros e implantar algún tipo de mecanismo de coordinación (la autoridad o la normalización del trabajo, por ejemplo) para facilitar que todos, conjuntamente, trabajen de forma armónica y aquéllas puedan alcanzar los objetivos que persiguen.
En toda organización existe un reparto de tareas y se implanta algún sistema de coordinación con la pretensión de armonizarlas
Organizar es una labor que tradicionalmente desarrollan los directivos en las organizaciones; por ello, es habitual incluir entre las funciones directivas, entre otras, a la función organización.
En 1916, Henry Fayol publicaba su conocido libro Administration industrielle et générale (Administración industrial y general) en el que, por vez primera, se exponía una teoría general de la administración, lo que le valió el nombre de padre de la teoría de la administración. Sus ideas, que tuvieron continuación en las aportaciones de Luther Gulick y Lyndall Urwick, como más destacados exponentes, constituyen el núcleo de la denominada escuela del proceso administrativo, conocida también como escuela clásica o tradicional de la administración. Su aportación esencial es la división del trabajo del administrador o directivo en un conjunto de funciones, así como la enunciación de un conjunto de principios generales de administración, válidos para todo tipo de organizaciones
Según Fayol (1987, p. 7) en toda empresa se realizan seis tipos de operaciones o funciones, a saber:
1. Operaciones técnicas: Fabricación, producción, transformación.
2. Operaciones comerciales: Compras, ventas, intercambios.
3. Operaciones financieras: Financiación o búsqueda de capitales, así como su administración.
4. Operaciones de seguridad: Protección de las personas y los bienes
5. Operaciones contables: Inventarios, balances, etc.
6. Operaciones administrativas o de administración: Previsión, Organización, Mando, Coordinación, Control.
Fayol se quejaba de la preeminencia que, en general, se concedía a la función técnica, en detrimento de las otras y recalcaba la importancia de todas ellas, así como su estrecha interdependencia. Además, correspondería a la función de administración la armonización de todas las funciones empresariales y la formulación del programa general de acción de la empresa. La función de administración o de dirección actúa sobre el cuerpo social, es decir, sobre el personal de la organización y Fayol la sistematiza subdividiéndola en un conjunto de sub-funciones: planificar, organizar, mandar, coordinar y controlar.
Desde que Fayol hiciese sus aportaciones, la fórmula más utilizada para explicar el trabajo directivo, tanto en el ámbito académico como en el profesional, es la referencia a un conjunto de funciones características, que deben ser asumidas cuando se ejerce cualquier puesto o cargo de ese tipo, sea cual sea su rango o categoría. Las funciones planificar, organizar, dirigir y controlar son citadas siempre cuando se trata de conceptualizar el trabajo directivo.
Cuando un directivo planifica configura o determina el QUÉ, con la intención de dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿qué es lo que vamos a hacer? Y, para ello, establece unos objetivos a alcanzar en un plazo de tiempo y diseña un conjunto de acciones a emprender (planes) para lograrlos.
Cuando un directivo organiza lo que determina es el CÓMO, intentando dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿cómo vamos a actuar?, ¿cómo vamos a emplear los recursos de los que disponemos?, En definitiva, ¿cómo vamos a hacer lo que está previsto que hagamos?
Cuando organizamos, diseñamos el esquema de funcionamiento de la organización, su estructura organizativa, que identificamos con la denominada organización formal. Se trata de un esquema que debe ser respetado y con el que pretendemos regular el comportamiento organizativo, evitando que aparezcan el desorden y el caos.
Detrás de toda decisión de este tipo (de diseño organizativo) está la intención de establecer e imponer un conjunto de pautas y modos de actuar, que se consideran los más adecuados para que la organización pueda alcanzar de modo eficaz, y con eficiencia, los objetivos que persigue. Una acertada elección en este campo facilitará el camino hacia el éxito y puede convertirse en un elemento diferenciador clave o ventaja competitiva básica frente a otras organizaciones. Una elección inadecuada implicará, probablemente, todo lo contrario.
Frederick Taylor, al que dedicaremos una especial atención en un próximo capítulo, se refiere a la importancia de la organización en los siguientes términos:
En general, no se reconoce en absoluto que, con independencia del sistema que se use -y habida cuenta de que los negocios son de naturaleza compleja- erigir una organización eficiente es algo necesariamente lento y a veces sumamente gravoso. Casi todos los directores de compañías de fabricación aprecian el ahorro que supone disponer de una planta moderna, actualizada y eficiente, y están dispuestos a pagar por ella. Sin embargo, muy pocos de ellos se percatan de que la organización –sea cual sea su coste- es, en muchos casos, más importante incluso que la planta; ni tampoco se dan claramente cuenta de que no se puede levantar una organización eficiente de clase alguna sin gastar dinero. El gasto dedicado a comprar buena maquinaria les seduce porque las máquinas pueden verse tras haberlas comprado; invertir dinero en algo tan invisible, intangible y, para el hombre medio, indefinido como la organización, se les antoja casi lo mismo que arrojarlo a la basura. (…) Recientemente, a uno de los fabricantes más prósperos de este país, un grupo de hombres de finanzas le preguntaban si, a la postre, importaba mucho qué estilo de organización se escogiese, una vez que la compañía poseía una planta moderna y adecuadamente situada. Su respuesta fue: «Si ahora tuviera que elegir entre abandonar mi organización actual o que todas mis plantas, que me han costado millones, fuesen pasto del fuego, escogería esto último. Mis plantas pueden reconstruirse con dinero prestado en un plazo breve; pero a duras pe...