Comentario al Nuevo Testamento Vol. 09
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Comentario al Nuevo Testamento Vol. 09

Corintios

  1. 336 páginas
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Comentario al Nuevo Testamento Vol. 09

Corintios

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Información del libro

William Barclay fue pastor de la Iglesia de Escocia y profesor de N.T. en la Universidad de Glasgow. Es conocido y apreciado internacionalmente como maestro en el arte de la exposición bíblica. Entre sus más de sesenta obras la que ha alcanzado mayor difusión y reconocimiento en muchos países y lenguas es, sin duda, el Comentario al Nuevo Testamento, que presentamos en esta nueva edición española actualizada. Los 17 volúmenes que componen este comentario han sido libro de texto obligado para los estudiantes de la mayoría de seminarios en numerosos países durante años.

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Información

Año
2012
ISBN
9788482676074

1 CORINTIOS

LA INTRODUCCIÓN DE UN APÓSTOL

1 Corintios 1:1-3

Pablo, llamado por la voluntad de Dios para ser apóstol de Jesucristo, y nuestro hermano Sóstenes, escriben esta carta a la Iglesia de Dios que se encuentra en Corinto; es decir, a los que están consagrados en Jesucristo, que han recibido el llamamiento para formar parte del pueblo de Dios en compañía de los que en todas partes invocan el nombre del Señor Jesús, su Señor y el nuestro:
¡Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo!
En los primeros diez versículos de la Primera Carta de Pablo a los Corintios, el nombre de Jesucristo aparece no menos de diez veces. Esta iba a ser una carta difícil, porque iba a tratar de una difícil situación; y en tal situación, el pensamiento de Pablo se centraba en primer lugar y repetidamente en Jesucristo. A veces en la iglesia intentamos tratar una situación difícil aplicando un reglamento y en un espíritu de justicia humana; a veces en nuestros propios asuntos intentamos resolver una situación difícil con nuestros propios poderes mentales o espirituales. Pablo no hacía así las cosas; llevaba a sus situaciones difíciles a Jesucristo, y buscaba tratarlas a la luz de la Cruz de Cristo y del amor de Cristo.
Esta introducción nos habla de dos cosas.
(i) Nos dice algo acerca de la Iglesia. Pablo habla de La Iglesia de Dios que se encuentra en Corinto. No era la Iglesia de Corinto, sino la Iglesia de Dios. Para Pablo, dondequiera que estuviera una congregación individual, era una parte de la Iglesia de Dios. Pablo no habría hablado de la Iglesia de Escocia o de la Iglesia de Inglaterra; no le habría dado a la Iglesia una designación local, y mucho menos habría identificado una congregación con la denominación determinada a la que perteneciera. Para él la Iglesia era la Iglesia de Dios. Si pensáramos en la Iglesia de esa manera, nos acordaríamos más de la realidad que nos une, y menos en las diferencias locales que nos dividen.
(ii) Este pasaje nos dice algo acerca del cristiano individual. Pablo dice tres cosas acerca de él.
(a) Está consagrado en Jesucristo. El verbo consagrar (haguiázein) quiere decir apartar algo para Dios, hacerlo santo ofreciendo sobre ellos un sacrificio. El cristiano ha sido consagrado a Dios mediante el sacrificio de Cristo. Ser cristiano es ser una persona por la que Cristo murió, y saberlo, y darse cuenta de que ese sacrificio hace que pertenezcamos a Dios de una manera muy especial.
(b) Describe a los cristianos como los que han sido llamados a ser el pueblo dedicado a Dios / recibido el llamamiento para formar parte del pueblo de Dios. Hemos traducido una sola palabra griega por toda esta frase. La palabra es háguios, que la Reina-Valera traduce por santos. Esa palabra no nos sugiere lo que aquí quiere decir. Háguios describe a una persona o cosa que se ha consagrado como propiedad y al servicio de Dios. Es la palabra que se usa para describir un templo o un sacrificio o un día que se han señalado para Dios. Ahora bien: si una persona está señalada como propiedad exclusiva de Dios, debe mostrarse idónea en su vida y carácter para tal servicio. Así fue como háguios llegó a significar santo.
Pero la idea de la raíz de esta palabra es separación. Una persona que es háguios es diferente de los demás, porque ha sido apartada de lo ordinario para pertenecer a Dios de una manera especial. Este era el adjetivo con el que los judíos se definían a sí mismos: eran el háguios laós, el pueblo santo, la nación que era completamente diferente de las demás porque pertenecían a Dios y estaban apartados para Su servicio. Cuando Pablo dice que el cristiano es háguios quiere decir que es diferente de las demás personas porque pertenece a Dios y está al servicio de Dios. Y esa diferencia no consiste en retirarse de la vida corriente, sino en una calidad de vida que distingue de los demás a los que la viven.
(c) Pablo dirige esta carta a los que han sido llamados en la compañía de los que en todas partes invocan el nombre del Señor. El cristiano es llamado a formar parte de una comunidad cuyas fronteras incluyen toda la Tierra y todo el Cielo. Nos haría mucho bien si a veces eleváramos la mirada por encima de nuestro pequeño círculo y nos viéramos como parte de la Iglesia de Dios que es tan amplia como el mundo.
(iii) Este pasaje nos dice algo acerca de nuestro Señor Jesucristo. Pablo menciona a nuestro Señor Jesucristo, e inmediatamente, como si se corrigiera, añade su Señor y el nuestro. Ninguna persona ni iglesia tiene el monopolio de Jesucristo. Él es nuestro Señor, pero también el Señor de toda la humanidad. La maravilla del Cristianismo es que cada uno de nosotros puede decir de Cristo: «Él me amó y se entregó a Sí mismo por mí;» y que «Dios ama a cada uno de nosotros como si no tuviera a nadie más a quien amar, y así a todos.»

LA NECESIDAD DE LA GRATITUD

1 Corintios 1:4-9

Siempre estoy dándole gracias a mi Dios por vosotros, porque os ha otorgado Su gracia en Jesucristo. Y tengo motivos, porque en Él habéis llegado a enriqueceros en todos los sentidos en la expresión y en el conocimiento de tal manera que lo que os prometimos que Cristo podía hacer por Su pueblo se ha demostrado en vosotros que era cierto. El resultado es que no hay don espiritual en el que os hayáis quedado rezagados, mientras esperáis anhelantes la aparición de nuestro Señor Jesucristo, Quien os mantendrá a salvo hasta el mismísimo fin para que nadie os pueda echar nada en cara el Día de nuestro Señor Jesucristo. ¡Podéis confiar en el Dios Que os ha llamado a participar en la compañía de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo!
En este pasaje de acción de gracias hay cuatro cosas que sobresalen.
(i) Está la promesa que se cumplió. Cuando Pablo les predicó el Evangelio a los corintios, les dijo que Cristo podía hacer ciertas cosas por ellos; y ahora está satisfecho de que todo lo que él aseguró que Cristo podía hacer se ha hecho realidad. Un misionero le dijo a uno de los antiguos reyes pictos de Escocia: «Si aceptas a Cristo, descubrirás maravilla tras maravilla, y todas se harán realidad.» En último análisis, no se puede convencer a nadie para que se haga cristiano; pero sí le podemos decir: «Haz la prueba, y ya verás lo que pasa,» en la seguridad de que, si lo hace, lo que le hemos anunciado se hará realidad en su vida.
(ii) Está el don que se otorgó. Pablo utiliza aquí una de sus palabras favoritas, járisma —de donde viene la palabra carisma—, que quiere decir un regalo que se le da a una persona que no lo merece ni paga de ninguna manera. Este don de Dios, como lo veía Pablo, nos llega de dos maneras.
(a) La Salvación es el járisma de Dios. El llegar a estar en una relación perfecta con Dios es algo que nadie podría lograr por sí mismo. Es un don inmerecido, que nos llega de la absoluta generosidad del amor de Dios (Romanos 6:23).
(b) A cada persona Dios le da los dones que posea y los recursos especiales que necesite en la vida (1 Corintios 12:4-10; 1 Timoteo 4:14; 1 Pedro 4:10). Si uno tiene el don de la palabra, o el de la sanidad, si tiene el don de la música o de cualquier arte, si tiene los dones de artesanía en las manos, todos estos son dones de Dios. Si nos diéramos cuenta de esto como es debido, la vida tendría para nosotros un ambiente y un carácter nuevos. Las habilidades que poseemos no son nuestro mérito, sino dones de Dios que tenemos como en depósito. No los podemos usar como nos dé la gana, sino como Dios manda; no para nuestro exclusivo provecho o prestigio, sino para la gloria de Dios y el bien de los demás.
(iii) Hay un fin definitivo. En el Antiguo Testamento se usa frecuentemente la frase El Día del Señor. Quería decir el día que los judíos esperaban que Dios interviniera directamente en la Historia, el día en que desaparecería el mundo antiguo y nacería un mundo nuevo, el Día del Juicio de toda la humanidad. Los cristianos asumieron esa idea, pero tomando El Día del Señor en el sentido de El Día del Señor Jesucristo, cuando Jesús volverá a la Tierra con todo Su poder y gloria.
Está claro que ese sería un día de juicio. Caedmon, uno de los poetas ingleses primitivos, trazó un cuadro del Día del Juicio en uno de sus poemas. Se figuró que la Cruz estaba en medio del mundo, y que de ella salía una luz extraña que tenía la cualidad de los rayos X de penetrar más allá de los disfraces de las cosas y de las personas, mostrándolas tal como eran. Pablo creía que, cuando llegara el juicio, el cristiano —es decir, la persona que está en Cristo— podría presentarse sin miedo, porque no estaría vestido con sus propios méritos, sino con los de Cristo, de tal manera que nadie podría echarle nada en cara.

UNA IGLESIA DIVIDIDA

1 Corintios 1:10-17

Hermanos: Os suplico por el nombre de nuestro Señor Jesucristo que dirimáis vuestras diferencias y que hagáis todo lo posible para que no se produzcan divisiones entre vosotros, sino que estéis como una piña teniendo una misma mentalidad y una actitud en común. Porque he visto muy claro, hermanos, por la información que he recibido de los de la casa de Cloe, que hay brotes de peleas entre vosotros. Me refiero a eso de que cada uno va diciendo: «¡Yo soy de Pablo!», o «¡Yo soy de Apolos!», o «¡Yo soy de Cefas!», o «¡Yo soy de Cristo!» ¿Es que vais a repartiros a Cristo? ¿Fue Pablo crucificado por vosotros u os habéis bautizado en el nombre de Pablo? Por el giro que han tomado las cosas, me alegro de no haber bautizado a ninguno de vosotros más que a Crispo y a Gayo, para que nadie vaya por ahí diciendo que fue bautizado en mi nombre. Ahora que me acuerdo, también bauticé a la familia de Esteban; pero de los demás no sé si bauticé a ningún otro. Y es que Cristo no me mandó a bautizar, sino a proclamar el Evangelio; y eso, no con oratoria intelectual, no fuera que se vaciara de su eficacia la Cruz de Cristo.
Pablo inicia la tarea de remediar la situación que ha surgido en la iglesia de Corinto. Escribía desde Éfeso. Esclavos cristianos que pertenecían al establishment de una señora llamada Cloe habían tenido ocasión de visitar Corinto, y habían vuelto con la triste historia de la disensión y desunión.
Dos veces se dirige Pablo a los corintios llamándolos hermanos. Como el antiguo comentarista Beza dijo, «También en esa palabra hay escondida una razón.» Por el mismo uso de la palabra Pablo hace dos cosas. Primera, suaviza la reprensión dándola, no con la palmeta como un maestro de escuela, sino como alguien que no tiene más argumentos que los del amor. Segunda, debería habérseles ocurrido lo equivocadas que eran sus disensiones y divisiones. Eran hermanos, y deberían vivir unidos en amor fraternal.
Al tratar de aproximarlos, Pablo usa dos frases interesantes. Los exhorta a dirimir sus diferencias. La frase que usa es la habitual entre partidos hostiles que llegan a un acuerdo. Quiere que se suelden, un término médico que se refiere a los huesos que han estado fracturados, o que se coloque en posición una coyuntura dislocada. La desunión es contraria a la naturaleza y debe curarse para restaurar la salud y eficacia del cuerpo de la iglesia.
Pablo identifica a cuatro partidos en la iglesia de Corinto. No se han separado de la iglesia; las divisiones son por lo pronto internas. La palabra que usa para describirlas es sjísmata, que es la que se usa para una ropa que se rasga. La iglesia corintia corre peligro de ponerse tan fea como una ropa hecha jirones. Debe notarse que las grandes figuras de la Iglesia que se mencionan —Pablo, Cefas y Apolos— no tenían nada que ver con las divisiones. No había disensiones entre ellos. Sin su conocimiento y sin su consentimiento, aquellas facciones corintias se habían apropiado de sus nombres. No es infrecuente el que los supuestos partidarios de una figura le traigan más problemas que sus enemigos declarados. Echémosles una ojeada a estos partidos a ver si podemos descubrir lo que representaban.
(i) Había algunos que pretendían estar de parte de Pablo. Sin duda serían principalmente gentiles. Pablo siempre había predicado el Evangelio de la libertad cristiana y el fin de la ley. Es muy probable que los de este partido estaban convirtiendo la libertad en libertinaje, y usando el Cristianismo como excusa para hacer lo que les daba la gana. Bultmann ha dicho que el indicativo cristiano siempre conlleva el imperativo cristiano. Aquellos corintios habían olvidado que al indicativo de la Buena Nueva va unido inseparablemente el imperativo de la ética cristiana. Habían olvidado que eran salvos para ser libres del pecado, no libres para pecar.
(ii) Había algunos que pretendían estar de parte de Apolos. Tenemos un boceto de Apolos en Hechos 18:24. Era judío, de Alejandría, elocuente y versado en las Escrituras. Alejandría era un centro de actividad intelectual. Fue allí donde los estudiosos crearon la ciencia de la interpretación alegórica de las Escrituras, descubriendo los significados más recónditos en los pasajes más sencillos. Veamos un ejemplo de la clase de cosas que hacían. La epístola de Bernabé, una obra cristiana alejandrina cuya inclusión en el Nuevo Testamento se discutió durante un tiempo, deduce de la comparación de Génesis 14:14 con 18:23 que Abraham tenía 318 varones en su familia a los que había circuncidado. En griego se usan las letras como números, y el 18 se pone con la iota seguida de la eta, que son las dos primeras letras del nombre de Jesús (Iêsûs); y 300 se indica en griego con la letra tau, que tiene la forma de la Cruz; por tanto, ¡este antiguo incidente es un anuncio de la muerte de Jesús en la Cruz! La erudición alejandrina estaba llena de cosas así. Además, los alejandrinos eran unos entusiastas de los recursos literarios. De hecho, eran personas que intelectualizaban el Evangelio. Los que se presentaban como partidarios de Apolos serían, sin duda, los intelectuales que se estaban dedicando a toda prisa a convertir el Evangelio en una filosofía.
(iii) Había algunos que pretendían estar de parte de Cefas. Cefas, o Kefa, era el apodo original de Pedro, Petros, y los dos quieren decir piedra. Estos serían muy probablemente judíos que trataban de enseñar que los cristianos tenían que observar la ley tradicional judía. Serían legalistas que exaltaban la ley aun a costa de rebajar la gracia.
(iv) Había algunos que pretendían estar de parte de Cristo. Esto puede querer decir una de dos cosas. (a) No se usaban los signos de puntuación en los manuscritos antiguos griegos, ni se dejaba un espacio entre las palabras. Puede que aquí no se trate de otro partido corintio, sino del comentario de Pablo mismo. Tal vez deberíamos puntuarlo así: «Yo soy de Pablo», o «Yo soy de Apolos», o «Yo soy de Cefas»... ¡Pero yo soy de Cristo!» Bien puede ser esta la reacción de Pablo a toda esa desgraciada situación. (b) Si no es eso y aquí se describe a otro partido, como ha dicho alguien, «¡Serían los peores!»: puede que fueran una secta rígida e intolerante que pretendían ser los únicos cristianos que había en Corinto. El mal no estaba en decir que pertenecían a Cristo, sino en actuar como si Cristo les perteneciera exclusivamente a ellos.
No hay que pensar que Pablo menospreciara el Bautismo. Los que él mismo bautizó eran conversos muy especiales. Esteban fue probablemente el primer convertido (1 Corintios 16:15); Crispo había sido antes nada menos que el moderador de la sinagoga de Corinto (Hechos 18:8); Gayo probablemente había hospedado a Pablo (Romanos 16:23). Lo que Pablo quiere subrayar aquí es que el Bautismo era hacia dentro del nombre de Jesús: que representa nuestra incorporación a la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo.
La frase en griego implica la más íntima conexión posible. En griego eis, en inglés into, quieren decir hacia dentro. El dar dinero eis el nombre de alguien quería decir meterlo en su cuenta. El vender a un esclavo eis el nombre de una persona era pasarlo a su indiscutible posesión. Un soldado juraba lealtad eis el nombre del César; pertenecía totalmente al emperador. Hacia dentro del nombre de implica absoluta posesión. En la Iglesia implicaba todavía más: no sólo que el ...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Presentación
  4. Introducción general a las cartas de Pablo
  5. Introducción general a las cartas a los Corintios
  6. 1 CORINTIOS
  7. 2 CORINTIOS
  8. Palabras griegas, hebreas y latinas
  9. Nombres y temas que aparecen en el texto