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Información del libro
Uno de los grandes aportes de la filosofía de Gadamer fue haber redescubierto el momento de aplicación que acompaña a todo acto de comprensión, algo que tanto la hermenéutica jurídica como la hermenéutica teológica conocían bastante bien, pues la ley debe ser concretada en situaciones particulares siempre cambiantes y la revelación de la palabra debe encarnarse en la predicación. En la comprensión, afirma Gadamer, "siempre tiene lugar algo así como una aplicación del texto que se quiere comprender a la situación actual del interprete", 1 lo cual no se traduce en pérdida de objetividad o relativismo desbocado, sino en la oportunidad de temporalizar la comprensión y permitir la movilización de perspectivas, sensibilidades y necesidades diversas en un diálogo permanente entre pasado, presente y futuro. Frente al sueño de neutralidad y pureza metodológica de las ciencias sociales —preocupadas por suprimir cualquier reducto de subjetividad interpretativa—, Gadamer defiende una concepción que sitúa la verdad y la objetividad en medio de la condición humana y no más allá de ella, reivindicando así el antiguo vínculo entre teoría y praxis que Emile Durkheim, padre fundador de las ciencias sociales modernas, había puesto en duda en su tesis doctoral de 1892, La contribución de Montesquieu a la constitución de la ciencia social. Hechos por un lado e interpretaciones y valores por el otro, proclamaba la recién nacida ciencia social, confiada en que el puritanismo metodológico por fin liberaría al estudio del hombre de los sesgos caprichosos de los investigadores que de ahora en adelante tendrían que dejar sus valores, creencias y horizontes en el perchero de sus laboratorios, como los científicos naturales venían haciéndolo desde el siglo xvii. El hallazgo clave de Gadamer es que la idea de una comprensión sin horizonte es absurda, pues no es que primero comprendamos y luego apliquemos lo comprendido a nuestra situación concreta. Lejos de ello, la radicalidad de la tesis gadameriana consiste en afirmar que no es posible comprender sin mediar el asunto al que nos enfrentamos con toda una constelación de creencias, preconcepciones y respuestas habituales que constituyen nuestro horizonte vital: "Comprender es siempre también aplicar".