De la inexistencia de España
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¿Quiénes son españoles?

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Como otras veces en la historia moderna de España, miles de ciudadanos se contemplan ante un espejo en la búsqueda de su identidad colectiva. La imagen que descubren es la de una ausencia desesperanzada. Ahora que el Estado de las autonomías se despedaza, otra vez.'De la inexistencia de España' taladra la historia canónica de la cultura española para re-descubrir una auténtica arquitectura moral hispánica. Culto y heterodoxo, valiente y transgresor, el escritor Juan Pedro Quiñonero piensa desde el destierro y construye un relato alternativo al de los nacionalismos españoles.

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Información

Editorial
ED Libros
Año
2018
ISBN
9788469779422
Categoría
History

IX. EL SIGLO DE ORO Y LA DESTRUCCIÓN ESPIRITUAL DE ESPAÑA

1. Dámaso Alonso y la siembra de un glorioso desierto
Estudiando la huella literaria del poderío y la decadencia de España durante los siglos xvi y xvii, Dámaso Alonso afirma que «probablemente, en la historia de la Humanidad no hay un paralelo más impresionante que el de los destinos de Roma y Castilla».
Conocemos con bastante precisión la historia de esa épica, gloriosa y dramática aventura. Destino universal de una lengua. Descubrimientos que modificaron el puesto del hombre en la Tierra y el cosmos. Construcción del primer Imperio de proporciones planetarias. Victoriosas guerras de religión que concluyeron instaurando una geopolítica de la Fe que ha perdurado hasta el siglo xxi. Creación de varios mitos, Don Juan, Segismundo, Don Quijote, que hoy forman parte bien presente y fecunda del patrimonio espiritual de otras civilizaciones, de la humanidad entera.
Ese majestuoso y fabuloso proceso histórico, cultural y espiritual, apenas duró dos siglos cortos. Quinientos años menos que la existencia de la España musulmana, a través de la cual Europa descubre el pensamiento griego. Carlos I de España y V de Alemania comenzó a reinar en 1517. Calderón murió en 1681. Todo transcurre entre 1492 y la extinción del más grande de los dramaturgos que han escrito en lengua española: ciento ochenta y nueve años, casi dos siglos justos.
Una eternidad en la historia de una familia. Un período de tiempo muy importante en la historia de un pueblo, pero relativamente corto en la historia de una lengua o las creaciones del espíritu. La noción de alma se dibuja, perfila, matiza y cobra su máxima plenitud entre los quinientos años que separan a Platón y los autores de los Evangelios. Las nociones griega, persa, árabe musulmana, cristiana y judía del amor que se confunden en el Libro de Buen Amor son el fruto de muy cerca de dos mil años de mestizajes espirituales de todas las lenguas de los profetas y apóstoles de las tres grandes religiones del Libro. Las nociones renacentistas y neoplatónicas del amor perdurarán no menos de dos largos siglos, si es que no han llegado a nosotros, a través del romanticismo. La conquista del Reino de los Cielos cristiano, a través de la guerra santa musulmana, que bien pudiera estar presente en Jorge Manrique, como quiere Américo Castro con muy buenas razones para pensarlo, es el fruto de más de quinientos años de intenso comercio espiritual en la España de las tres culturas.
Dámaso Alonso termina su melancólico periplo por las vastísimas parameras de la literatura castellana de los siglos xvi y xvii, sin fronteras definitivamente exploradas, a través de la fronda y prodigiosa obra de Garcilaso, Fray Luis de Granada, Santa Teresa, Fray Luis de León, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera, San Juan de la Cruz, Mateo Alemán, Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Quevedo, Ruiz de Alarcón, Tirso de Molina, Calderón, Gracias, citados por riguroso orden cronológico, con esta frase implacable y cruel:
«La fertilidad española –ese maravilloso despertar de todas nuestras energías, con la unión bajo los Reyes Católicos– se había extinguido también en lo literario, y a la muerte de Carlos II, España es un cadáver en pie, en lo nacional y en lo internacional, y ya casi solo una oquedad o una última resonancia apagadísima en poesía, en novela, en teatro».
La fertilidad española se había extinguido... La fertilidad comienza siendo el fruto maduro del amor, mucho antes de convertirse en manifestación creativa, política y social. Reducida a su mera dimensión reproductora, la fertilidad es un atributo y una cualidad zoológica. Y a ella nos reducen las estadísticas contemporáneas de alzas y bajas de la natalidad.
A través de las figuras del espíritu y la palabra, la fertilidad transforma el sonambulismo social en un fruto de la cultura. A través de su concepción del amor, cada hombre, cada pueblo, cada sociedad, modifican su puesto en la historia de los hombres y la historia de nuestras concepciones del cosmos.
2. En el camino de Garcilaso se cruzan las ninfas camino del exilio y los demonios que colonizaron España
Diego de San Pedro y Fernando de Rojas fueron los primeros en advertirnos que, a través de su nueva concepción del amor, el hombre español podía perder la gracia de la que parecía estar tocado el Arcipreste de Hita, para caer en un infierno poblado de diablos y seres desalmados. Con ellos y en ellos comienzan a ser visibles los nefandos e inquietantes estigmas de una enfermedad del espíritu que había comenzado a poseer, vampirizando, el sistema nervioso de España, mancillando y emponzoñando los fundamentos de su conciencia. A través del fuego, el sonambulismo y la asfixia, esa plaga comenzó a socavar y destruir los muros y cimientos de la antigua casa espiritual de los españoles.
El Dios de la Biblia y el Dios de Plotino que se habían combatido y cohabitado en la mística árabe y judeoespañola durante unos trescientos años, como poco, entre los siglos ix y xiii, entre Salomón ibn Gabirol (1020?-1057?) y Moisés de León (1240?-1305), como nos recuerda Scholem, todavía tienen una fecunda prolongación en el Libro del Arcipreste y llegan a continuar dialogando en la obra de Fray Luis y San Juan de la Cruz. Pero comenzarán a perder muchas de sus cualidades de seres del espíritu y la imaginación, frutos del Verbo, creados por el hombre, cuando la lengua y los demonios de la duda y la germanía, que habían comenzado a poblar la Cárcel de Amor y La Celestina, impusieron una nueva realidad donde no podían existir, condenados a la persecución, el escarnio y el exilio, viejas y venerables formas, manifestaciones y metamorfosis del espíritu.
Sin duda, durante los siglos xvi y xvii se escribieron en español algunos de los sonetos de amor más bellos de la historia de nuestra civilización. Pero las huellas y desvelos de nuestros grandes enamorados, Garcilaso, Lope, Villamediana, Quevedo, entre tantos otros, de tan rico y variado talento, nos anunciarán muy pronto la irrupción de fuerzas ciegas y brutales que habían comenzado a perseguir a los hombres con sus máquinas de guerra y gloria endemoniada, sus rostros de aladas bestias mecánicas, el Hado, la Fama y la Fortuna, para mejor destruir la conciencia y el alma humanas, sembrando con azufre y cicuta los fundamentos de un antiguo, complejo y sofisticado tejido social.
Los grandes poetas castellanos todavía recurrirían durante un par de siglos a la terminología y conceptos de la imaginería grecorromana. Pero se trata de meros artificios retóricos. Ellos hablan de Venus y Marte para glorificar a sus amantes y a sus reyes. Pero bien conocen el costo monetario y sombrío de la financiación onerosa de la guerra en Flandes y la depravación de la curia romana denunciada por Lutero. Y se sirven de viejos y gastados conceptos, como el Hado o la Fortuna, para intentar nombrar, espantados, un devenir que saben o adivinan funesto, y cuyo origen último se les escapa.
El poeta castellano del Barroco da nombres clásicos a sus amantes y sus héroes. Pero él mismo sabe que esas flores del espíritu son flores artificiales. Son muy ciertos y elocuentes, por el contrario, su soledad, su dolor y su angustia.
Escrita en el alba imperial, cuando todavía podían esperarse frutos gloriosos de la primavera erasmista, en la obra de Garcilaso ya se cruzan los antiguos dioses y divinidades, camino del exilio, y las nuevas fuerzas ciegas y mecánicas, que convierten a los hombres en muñecos de un espantoso guiñol.
Arquetipo muy representativo de la conciencia de un caballero cristiano de su época, encrucijada capital de las literaturas españolas, a través de su diálogo con Virgilio, los italianos, y los catalanes Boscán y Ausias March, la obra de Garcilaso, luminosa y estelar, crece y echa sus raíces en un espacio espiritual donde algunos atributos del alma humana, como la memoria y la imaginación, están puestos al servicio de la gloria terrenal, que solo alcanza su plena justificación en el espacio olímpico e inmaterial de la leyenda, tramada en el telar de la lengua (Égloga III, 193-200):
«La blanca Nise no tomó a destajo
de los pasados casos la memoria,
y en la labor de su sotil trabajo
no quiso entretejer antigua historia;
antes, mostrando de su claro Tajo
en su labor la celebrada gloria,
la figuró en la parte donde’l baña
la más felice tierra de la España».
La blanca Nise no tejerá a destajo viejas historias... Todos los más eminentes editores de Garcilaso han insistido, sorprendidos, en esa nota de amarga ironía. Las hilanderas de la época trabajaban a destajo: el tiempo social se había convertido en una propiedad mercantil y monetaria, que se compra y se vende en el nuevo mercado universal. Muchas diosas han caído, ya, en ese triste lupanar donde la carne y la conciencia tienen un precio forzosamente bajo. Garcilaso ha sido testigo de esa metamorfosis de lo divino en mercancía no siempre imaginaria. Ante tal realidad histórica, el soldado fiel, el poeta apasionado y solo, en el umbral luciferino de esa degradación fatal de las cosas del alma y del espíritu, opondrá, desarmado, una desigual resistencia moral. Su Nise no se someterá al imperio de la cadena del trabajo pagado a tanto la hora. Ella no tejerá a destajo los milagros de la pasamanería más delicada y fina, a mayor gloria de la ciudad natal del poeta, Toledo. Náyades y Nereidas, las ninfas fluviales, que ofician de Ángeles, entre la noche estrellada del cosmos y la oscuridad iluminada de la razón, poniendo en comunicación a los hombres con lo divino que hay en ellos y en la tierra, como quería Plotino, precisamente, a las puertas de la muerte, hilarán y tejerán el paño más luminoso de la historia, la memoria y la conciencia de sus contemporáneos (Égloga III, 101-112):
«... luego, sacando telas delicadas
que’n delgadeza competian con ellos,
en lo más escondido se metieron
y a su labor atentas se pusieron.
Las telas eran hechas y tejidas
del oro que’l felice Tajo envía,
apurado después de bien cernidas
las menudas arenas do se cría,
y de las verdes ovas, reducidas
en estambre sotil, cual convenía,
para seguir el delicado estilo
del oro, ya tirado en rico hilo.»
Las palabras tejen una tela o un paño de espíritu que también es la morada más íntima del hombre (Canción IV, 101-106):
«De los cabellos de oro fue tejida
la red que fabricó mi sentimiento,
do mi razón, revuelta y enredada,
con gran vergüenza suya y corrimiento,
sujeta al apetito y sometida,
en público adulterio fue tomada...»
Ese conflicto entre la razón y el apetito ciego de las pasiones y los hados tiene un origen medieval, pero, en este caso, anuncia una metamorfosis trágica del concepto clínico de amor que deberá transformar la conciencia y el alma en un desolado campo de batalla, donde perecerán los hombres y los pueblos, inmolados al fuego fatuo y saturnal de la historia y su incierto destino (Égloga II, 533-539):
«... mi cruda suerte,
queriéndome llevar do se rompiese
aquesta tela de la vida fuerte,
hizo que de mi choza me saliese
por el silencio de la noche’scura
a buscar un lugar donde muriese...»
Con esos versos, el Albanio de Garcilaso se precipita en la noche oscura de su suerte. Que es la nuestra.
La antigua tela del espíritu, fundamento de una vida fuerte, era el fruto del trabajo de sucesivas generaciones de hombres hilando las palabras del verbo, tramando el delicado tapiz del alma. En la noche oscura de su perdición, el enamorado de Garcilaso huye de sí mismo, en busca de una suerte trágica y deshonrosa, porque con ella pierde todas las cualidades del alma que diferencian a la persona humana de otros seres de más precaria y sonámbula condición zoológica o vegetal.
Para intent...

Índice

  1. DE LA INEXISTENCIA DE ESPAÑA
  2. PRÓLOGO
  3. LA PRIMERA Y MÁS GRAVE DE LAS CRISIS
  4. A manera de prólogo
  5. I. UNA ENCRUCIJADA HISTÓRICA
  6. II. EL ESTADO, INCAPAZ DE CREAR UNA CASA COMÚN
  7. III. UN ORIGEN MAL ESTUDIADO DEL ALEJAMIENTO EUROPEO DE ESPAÑA
  8. IV. 1789-1989: ANTECEDENTES DE UNA GUERRA ESPIRITUAL MUNDIAL
  9. V. MARTIRIO DE UN PUEBLO PRIVADO DE ARQUITECTURA MORAL
  10. VI. NECESIDAD DE RECONSTRUIR EL ESPACIO ESPIRITUAL DE UN PUEBLO
  11. VII. CIMIENTOS DE UNA ARQUITECTURA DESCONOCIDA
  12. VIII. LOS DEMONIOS IRRUMPEN EN EL PARAÍSO
  13. IX. EL SIGLO DE ORO Y LA DESTRUCCIÓN ESPIRITUAL DE ESPAÑA
  14. X. «... Esta España que se arrastra entre unos y otros, sin hallar jamás unos hijos que la traten como a una madre...»