Desahógate ¡Despierta ya!
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Desahógate ¡Despierta ya!

  1. 204 páginas
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Desahógate ¡Despierta ya!

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Información del libro

Comprende que más allá de nosotros mismos, existe una voz superior, que nos está esperando y nos invita a vivir en la consciencia. Sin embargo, nos produce miedo y preferimos vivir en la comodidad de la voz inferior, que nos ata, que nos miente y a la que le encanta perturbarnos. Esta voz se vale de diez emociones complejas que menciono en este libro: miedo, envidia, ira, celos, ansiedad, culpa, apegos, soberbia, pereza y baja autoestima, para esclavizarnos y perturbar nuestra comunicación con nuestra voz superior, la voz de Dios. Así mismo, Desahógate contiene tres capítulos que escribí especialmente para ti querido lector(a), al ver que estos temas involucran de una manera intensa a nuestras emociones, como una especie de ruleta rusa: las adicciones, la muerte y la enfermedad. Como adicto al juego durante más de catorce años y con dos recaídas, más una enfermedad mental: trastorno de ansiedad, logré aprenderque la clave está en educar mis emociones, amaestrar a mi voz inferior y escuchar a la voz superior y hacerle caso.Este libro es para ti, para que construyas tu verdad, tu belleza interior y sobre todo, para ser libre de ti mismo.Un libro escrito con el corazón para quienes desean liberarse del miedo, la envidia, la ira, los celos, la ansiedad, la culpa, los apegos, las adicciones, la soberbia, la pereza y la baja autoestima. La libertad es un regalo de Dios, no permitas que los pensamientos y sentimientos negativos que mantienen a millones de personas atadas a su voz inferior y esclavista siga perturbando tu mente.

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Información

Año
2020
ISBN
9789585680852
CAP. II
ADICCIONES
«La senda de la virtud es muy estrecha
y el camino del vicio ancho y espacioso».
Miguel de Cervantes.
Quise escribir de manera detallada sobre lo que significa ser adicto, con la intención de generar conciencia sobre este mal que aqueja a millones de personas en este planeta y al considerar que el ser adicto reúne un sinnúmero de emociones. Todos somos proclives de ser adictos.
Los vicios son felices deambulando en el ser interno de los adictos, buscando inmiscuirse en nuestras vidas ante la menor debilidad y entrar de lleno a destruirla. Soy Carlos Alberto Sánchez Ortiz y soy ludópata. Para los que no conocen el termino les comparto la definición de la Real Academia Española de la Lengua:
«Adicción patológica a los juegos electrónicos o de azar».
Siempre me he preguntado, por qué me tocó ser adicto al juego. He pasado por todos los estados emocionales: ira, culpa, depresión, ansiedad, miedo, pereza, apego, en fin, he aprendido a la fuerza a convivir con mi ser adicto, pero la verdad me despierta sentimientos contradictorios: por una parte, un odio profundo por todo el sufrimiento que tuve que padecer y por otra, ha sido la llave que me ha permitido acercarme más a mi parte espiritual, a aprender a reconocer mi mundo interior a partir de mi enfermedad y conectarme con mi voz superior.
Desde muy joven, quise dejarme llevar por las tentaciones: me encantaban el sexo, la fiesta, la marihuana, el alcohol, el cigarrillo y las máquinas tragaperras, aparatos que en su momento maldecía, porque se llevaron una gran cantidad de mi dinero, producto de mi trabajo.
Que idiota me sentí durante muchos años, sobre todo porque terminé trabajando para los casinos. Fui su esclavo durante más de catorce años. Sin duda, padecí una temporada permanente de altibajos, tratando de detener mis impulsos, que siempre me degradaban a la mínima expresión. Al final, les hacía caso y terminaba perdiendo la batalla, en desmedro de la voz de la buena voluntad (voz superior) —una voz a la que llamo el «ángel de la guarda»—, que te induce a no entrar y a que respetes tu vida*.
Permanecí limpio durante siete años, pero he tenido breves recaídas que me recuerdan que la culebra sigue viva y, por ende, sí o sí se debe aprender a convivir con ella. En estos momentos está dormida, pero al menor descuido sé que puede reaparecer y destilarme su veneno.
He tenido largos recesos, pero no puedo ocultar el hecho que, en los casinos, evadía la realidad de un mundo que me es ajeno y que me hace cuestionar las razones por las que estoy aquí.
Estas palabras denotan una realidad en torno a mis pensamientos ludópatas, locos, extraños y hasta miserables en el pasado:
Soy impaciente y tengo lapsos de sentirme avergonzado y tomaba como propios los resentimientos por las palabras o acciones de otros. Aunque nunca debo olvidar cómo eran las cosas antes, tampoco debo permitirme realizar visitas al pasado que me atormenten —solo por pura morbosidad de la voz inferior—. Ahora que estoy alerta a las señales de peligro, sé que estoy mejorando día a día, para dejar atrás mi vicio. A veces, me pregunto: ¿Qué sucedería si surge una crisis con el juego? ¿O si un problema me frustra? ¿Entro derecho al casino, para evadir mi dolor frente a situaciones que a veces considero injustas de este planeta tan lleno de mentiras y complicidad frente a la ignorancia espiritual?
Quisiera estar sereno, pero la ansiedad me recuerda que no lo soy, por ende, trato de robarle escenas a la victimización y a veces me asumo como un pobre diablo que no fue capaz de manejar su vida. Me pregunto si estoy enfermo de la mente, del alma, del cerebro. Sin embargo, sigo vivo, a pesar de mis miserias, frente a un pasado que me ha atormento y un presente positivo y de amor. Me debato entre la dualidad de entrar y destruirme, o vivir en la plenitud de mi ser interior. Hoy opté por lo segundo: vivir en paz y amaestrar a mi cerebro adicto.
Los adictos al juego tenemos ciertas particularidades en nuestra personalidad y el hecho de haberme convertido en consejero, a partir de mi dolor, el cual logré transformar haciendo conscientes mis palabras y acciones, por ende, pude frenar mis pensamientos impulsivos, desgastantes y acosadores, y hoy a partir de mi experiencia doy consejos a adictos para que logren comprender su enfermedad.
La siguiente oración forma parte de las sesiones de apoyo a otras personas que, como yo, han sufrido de adicciones. Si te encuentras en esta situación, lee en voz alta siempre que necesites ser fuerte:
ORACIÓN
En estos momentos hay miles de personas consumiendo drogas, jugando en un casino, comiendo sin parar, comprando de manera compulsiva, en fin, atados a sus mentes.
Su sufrimiento es vivir en el infierno.
Dios te pido te apiades de estas personas que necesitan de tu luz,
para salir del hueco en el que se encuentran.
Pido por ellos y ellas, por la paz de sus almas, por sus encierros internos.
Haz que vean la luz en la oscuridad.
Sé lo que es estar en el infierno, en el hueco de las sombras.
Ten compasión y en estos momentos de consumo, dales consciencia,
para que tu voz se escuche y salgan de esa esclavitud.
Tú que lo puedes todo,
protégelos de sus pensamientos incesantes y conviértelos en pensamientos de amor.
Amén.
El autor.
Pero, ¿qué es el impulso?
Para mí es esa voz descontrolada que, te invita a perder la razón y dejarte arrastrar por ella, llevándote al hoyo. Es un disco rayado que actúa con total impunidad cuando no le pones freno y los paganinis son el cuerpo, el cerebro y, sin duda, el alma.
Ser impulsivo es igual a fracasar porque es una emoción primaria a la que se le debe poner freno con el antídoto de la voluntad, cuyo uso es simple pues se trata de comenzar a hacerle caso a esa voz, para que se vaya fortaleciendo.
La voluntad actúa y se fortalece cuando le haces caso. Esto no sucede de la noche a la mañana y menos si estás atrapado, pero ella comienza hablando muy suave y se hace más fuerte cuando la comenzamos a escuchar y a hacerle caso.
Me explico: todos los días jugaba en el casino, por lo menos seis horas diarias. Cada entrada significaba pérdida de dinero. Luego de salir, terminaba sumido, deprimido y con ganas de no volver. La voz de la buena voluntad, en esos instantes de dolor hizo su aparición y, de manera muy tímida, me invitó a no regresar. Le hice caso y aprendí a escucharla. A punta de paciencia, persistencia y ser consciente de su poder transformador, poco a poco fui entrando en consciencia, al punto que logré salir e incluso superar las recaídas, que buscan destruir para siempre nuestro ser divino.
¡Gracias divina voluntad, gracias por tanto!
Si trabajan esa voz de la buena voluntad, los adictos podrán salir de cualquier dificultad que se les presente dentro de su adicción. Yo lo logré, e incluso pude superar dos recaídas que, por experiencia puedo decirlo, es más difícil salir de ellas. Los adictos sentimos un vacío, una carencia, una incapacidad, miedo, nos sentimos solos, tristes, confusos, fracasados, desesperados, culpables, ¿de dónde salen esos sentimientos? Pueden despertarlos situaciones actuales, pero nos remiten a la falta de comprensión y de amparo en nuestra infancia. Por eso, por más que tratemos de salir una y otra vez, nada llega a satisfacernos.
Necesitamos comprender que ese dolor no es actual, no tiene que ver con el adulto que somos ahora, sino con el niño que un día fuimos y que tan siquiera recordamos. Ese niño que está tan inconforme, ansioso, triste, que quiso protestar, pero que no fue escuchado, porque a los niños no se les escucha, tan solo deben seguir los lineamientos de los adultos.
La infancia es una etapa que nos marca profundamente y la relación que tuvimos con nuestros padres es la que define el tipo de vida que tendremos en la vida adulta. Si durante esta etapa se ha sufrido de maltrato, bien sea físico o psicológico, la persona tiene más probabilidades de engancharse a un vicio, producto de esa realidad compleja.
De acuerdo con el Instituto Nacional sobre la Drogadicción de Estados Unidos, más de dos tercios de las personas que se encuentran en tratamiento para dejar una adicción reconocen haber sufrido algún tipo de maltrato durante su infancia.
Después de haber experimentado alguna situación traumática durante la niñez, se generan cambios permanentes en el sistema de respuesta al estrés, lo que acarrea que el individuo en su vida adulta sea proclive a vivir esclavizado a algún tipo de hábito negativo, generando costumbres en este que, en últimas, lo direccionan a vivir enganchado a ciertas situaciones a pesar de comprender que no le convienen; su cerebro no le responde de manera adecuada, esclavizándolo a sus caprichos. Díganmelo a mí que era consciente de que me destruía y, sin embargo, seguía cuesta abajo hacia la autodestrucción.
Estudios científicos en seres humanos y otros animales han demostrado que quienes se enfrentaron a una infancia difícil, presentan mayores niveles de estrés y ansiedad, llevándolos a ser presa fácil de las adicciones. Por ende, la responsabilidad de los padres en la infancia de sus hijos es enorme, pues una mala relación puede llevar a que sus vástagos terminen viviendo una vida miserable, producto de dicha esclavitud2.
Como adicto, en las conferencias que ofrezco a padres de familia, personas y adictos comparto varios consejos que en su momento me sirvieron para ganarle la partida a la voz adicta, acompañado de disciplina, constancia y fe, mucha fe:
1. Cuando dejamos de consumir, los adictos entramos de inmediato en la ansiedad, para manejarla es de necesario practicar algún deporte, para calmar las «ganas» del cerebro de su dosis. Además, está demostrado científicamente que, si manejamos durante veintiún días la ansiedad, salimos a la otra orilla.
2. La respiración calma los nervios y el afán desmesurado por consumir. Aprendí varios ejercicios claves a la hora de calmar los pensamientos repetitivos.
3. Tomar agua ayuda muchísimo. Más del 70% del cerebro es agua, por consiguiente, esta mejora nuestro estado de ánimo, calma la ansiedad, nos ayuda a pensar mejor y a estar más enfocados.
4. Regañar a la voz adicta inferior cuando se ponga cansona y, de ser necesario, hasta gritarle improperios. En mi caso funciona y logro calmarla.
5. Ante una recaída no tiene razón de ser el sentirse culpable, al contrario, se debe reflexionar en torno a su propia humanidad y seguir adelante. A la voz adicta inferior le encanta hacernos sentir mal.
6. Rodearse de personas positivas no de seres tóxicos que te juzguen o critiquen, y muchos menos que no comprendan la realidad de lo que significa ser adicto, es fundamental.
7. El cambio de hábitos es imperativo. A mí me funcionó: amo el deporte, salir a caminar con mi perro, tomar café, ir a cine, ver películas y leer portales de noticias, entre otros. Antes estaba enfocado en ir al casino, luego de salir sin un peso me fumaba un cigarrillo, tomaba media botella de aguardiente y finalizaba con un cacho de marihuana.
8. Los adictos somos jueces implacables de nosotros mismos, no tiene sentido «darse palo». ¿Qué sentido tiene maltratarnos? Ninguno. Construir consciencia frente al vicio es una tarea de años.
9. Bajarle a la intensidad. Los adictos somos intensos y hablamos todo el tiempo de nuestra enfermedad y de que estamos luchando por salir y hasta contamos los días en que no estamos en nuestra adicción. Para mí, pensar tanto en la enfermedad no hace sino recodar una y otra vez que existe. Pienso que ignorarla es la clave; a mí me ha funcionado.
El adicto está en la obligación de vencer, a su voz esclavista inferior. Ojo, considero que le puede ganar la partida al impulso, si media con su ansiedad y súper importante,...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Portada
  5. Introducción
  6. Contenido
  7. Cap.I. Mundo Interior: aquí estoy, conóceme
  8. Cap.II. Adicciones
  9. Cap.III. Emociones: edúcate, hazlo por ti
  10. Cap.IV. ¿Por qué nos dejamos llevar por las emociones básicas?
  11. Cap.V. El miedo
  12. Cap.VI. La envidia
  13. Cap.VII. ¡Peligro!, la ira anda suelta
  14. Cap.VIII. La ansiedad, un grito del alma
  15. Cap.IX. Los celos: yo y solo yo pierdo
  16. Cap.X. La culpa
  17. Cap.XI. El apego
  18. Cap.XII. La soberbia
  19. Cap.XIII. La pereza
  20. Cap.XIV. La autoestima
  21. Cap.XV. Muerte, la ruleta rusa emocional
  22. Cap.XVI. Te hablo a ti, enfermedad
  23. Notas al pie
  24. Contracubierta