Teología para inconformes
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Teología para inconformes

Claves teológicas de Leonardo Polo

Juan Fernando Sellés Dauder

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Claves teológicas de Leonardo Polo

Juan Fernando Sellés Dauder

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Este libro es una síntesis de tres claves de la teología de Leonardo Polo.Como su antropología trascendental supone un avance respecto a las antropologías precedentes, y su teología se compenetra con los hallazgos de su antropología, este texto goza de un valor cada día mayor.Sellés destaca tres piezas clave en esta teología: - Cómo afecta el pecado a las diversas dimensiones humanas;- Cómo opera en ellas la elevación sobrenatural mediante la filiación, las virtudes teologales, los dones y los frutos, los sacramentos, etc.; y- Cómo esas dimensiones son elevadas en la gloria.Buen conocedor de la antropología de Polo, Juan Fernando Sellés presenta ahora su teología de un modo ordenado, indicando cómo actúa cada realidad sobrenatural en las capas que conforman el ser humano. Bien podría servir de inspiración para revitalizar el estudio de numerosas cuestiones teológicas fundamentales.

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Información

Año
2019
ISBN
9788432151538
Edición
1
Categoría
Theology
PARTE II
ELEVACIÓN
INTRODUCCIÓN
LA ELEVACIÓN ES EL TEMA DE LA GRACIA, un don sobrenatural muy grande otorgado por Dios al hombre. Este es un amplio tema que aparece tanto en la Sagradas Escrituras como en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, que resumiremos brevemente. Luego se indicará cómo lo describe Polo.
a) La gracia en las Sagradas Escrituras
La palabra ‘gracia’ se emplea de muchas maneras en el texto sagrado. Por una parte, se usa abundantemente en el sentido de ‘dar gracias a Dios’, serle agradecido por los dones recibidos. Por otra, se emplea para designar ‘el haber hallado gracia a los ojos de alguien’, en especial, ‘de Dios’. Asimismo, se entiende como ‘don recibido de Dios’. Si nos centramos en esta última acepción, enseguida se ve en los relatos bíblicos que los favores divinos a los hombres son de dos tipos: sensibles y espirituales.
Entre los primeros está la protección divina a la vida de sus fieles frente a los enemigos, ante situaciones adversas para la supervivencia, curaciones de enfermedades, lesiones, muerte, e incluso la resurrección del cuerpo. El mismo Cristo hizo muchos milagros en este sentido. Los segundos, los dones divinos espirituales, aunque no son directamente visibles, son más relevantes que los primeros, pues de ellos se dice que “tu gracia vale más que la vida”. Ps., LXIII, 4; también son de no menos tipos que los sensibles: perdón de los pecados, bendiciones, dones permanentes como la filiación divina sobrenatural, dones actuales como el caer en la cuenta de algo que antes no se veía, etc.[1].
En algunos textos bíblicos se distingue la gracia de la gloria, aunque suelen ir unidas: “El Señor da la gracia y la gloria”. Ps., LXXXIV, 12, lo cual indica que dentro de los dones inmateriales los puede haber de dos clases: ‘espirituales y celestiales’, lo que da pie a distinguir entre gracia creada e increada (Espíritu Santo). De los santos de Dios se dice que están en su gracia. Pero sólo de una criatura, María, se declara que es ‘llena de gracia’ en este tipo de dones, pues, aunque también se dice que Cristo es ‘lleno de gracia y de verdad’, él no es criatura. Precisamente por esa plenitud, Cristo otorga a los demás ‘gracia sobre gracia’, y derivadamente, la otorga Santa María.
En cuanto a la índole de la gracia creada de corte permanente, se ve claro que esta no es algo accidental o periférico, sino que seguramente incide en el acto de ser personal humano. El texto de san Pablo en el que el apóstol de las gentes declara “por la gracia de Dios soy lo que soy”[2] es bastante indicativo al respecto, pues habla de ‘ser’, no de ‘tener’. Por tanto, si bien parece correcto decir que tal gracia ‘es habitual’, sin embargo, caracterizar dicha gracia creada como un ‘hábito’ no parece preciso, porque en rigor los hábitos —como su nombre indica— son del orden del ‘tener’, no del ‘ser’. Es claro que en nosotros son del orden del tener los hábitos adquiridos de la inteligencia y las virtudes de la voluntad, así como los hábitos innatos. Todos ellos son naturales, no sobrenaturales. Pero si bien —como veremos— hay gracias sobrenaturales que inciden sobre ellos (ej. los dones del Espíritu Santo), no todos son así, porque otros indicen directamente en el acto de ser personal humano (ej. las virtudes teologales), y a estos no se los puede caracterizar como un ‘tener’, porque la persona tampoco lo es, ya que es un ‘acto de ser’. Más aún, si todas las gracias fuesen ‘tenencias’, no se podría hablar del Espíritu Santo como de ‘gracia increada’, porque obviamente la Tercera Persona de la Trinidad no es ‘tener’ alguno, sino ‘ser’. En cualquier caso, como Polo no trata de este asunto, dejaremos este tema a la discusión de los expertos.
b) Los tratados clásicos sobre la gracia y el Catecismo de la Iglesia Católica
Los tratados sobre la gracia son abundantes en la historia del cristianismo. Así, de entre los clásicos se pueden mencionar algunos lugares en los que Tomás de Aquino trata de ella, por ejemplo, en las Cuestiones Disputadas sobre la Verdad, dedicándole una cuestión[3] y en la primera parte de la Suma Teológica, dedicándole cinco cuestiones[4]. El enfoque tomista de este estudio fue secundado posteriormente sobre todo por diversos autores de la Escuela de Salamanca e incluso recientes[5]. Son asimismo numerosos los actuales manuales sobre la gracia[6], así como los libros de espiritualidad que versan sobre este tema[7]. Demorarnos en su estudio y comparación con lo que Polo entiende por ‘gracia’ sería excesivo.
En consecuencia, parece mejor indicar brevemente qué entiende el Catecismo de la Iglesia Católica por ‘gracia’, porque este documento del Magisterio es muy claro y sintético al respecto. Así, luego, cuando se describa qué entiende Polo por este don divino, se podrá apreciar mejor su sintonía con lo que se dice en este compendio de la doctrina católica. En primer lugar, hay que indicar que el Catecismo atribuye la gracia al Espíritu Santo y que esta tiene dos vertientes, el perdón y la elevación: “La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos la justicia de Dios por la fe en Jesucristo (Rom., III, 22) y por el Bautismo (cfr. Rom., VI, 3-4)”[8]. Sí, el perdón o la justificación es la primera gracia del Espíritu Santo[9], justificación que “establece la colaboración entre la gracia de Dios y la libertad del hombre[10]. En segundo lugar añade que la gracia es la elevación de la persona humana: “La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf. Jn., I, 12-18), hijos adoptivos (cf. Rom., VIII, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (cf. II P 1, 3-4), de la vida eterna (cf. Jn., XVII, 3)”[11]. Esto último se expresa en el número siguiente del Catecismo: “La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria”[12].
Seguidamente dicho documento explicita que tal participación en la vida divina equivale a la vocación, y que “esta vocación a la vida eterna es sobrenatural”[13]. Indica asimismo que “la gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural”[14], lo cual no significa que sea un ‘hábito’. Así distingue la gracia habitual de las actuales, y más abajo, de la de estado[15]. En síntesis, y en primer lugar, hay que recordar que “la gracia es, ante todo y principalmente, el don del Espíritu Santo que nos justifica y nos santifica”[16]: se trata de la gracia increada. “Pero la gracia comprende también —añade el mismo punto— los dones que el Espíritu Santo nos concede para asociarnos a su obra”[17], y en este ámbito se alude a la gracia de los sacramentos, de los carismas, y de los demás dones y frutos que nos otorga la Tercera Persona divina. De todo ello se tratará seguidamente siguiendo los textos de Leonardo Polo.
c) Añadidos polianos
Lo que Polo añade al planteamiento precedente se puede resumir en esta expresión: precisión al radicar los diversos dones divinos en cada una de las distintas dimensiones humanas. Esto quier...

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