El efecto Carmena
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El efecto Carmena

Así se gestó el "milagro" de Ahora Madrid

  1. 240 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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El efecto Carmena

Así se gestó el "milagro" de Ahora Madrid

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El efecto Carmena descubre los detalles y las intrahistorias de un partido instrumental, Ahora Madrid, casi desconocido al inicio de la campaña electoral del 24-M de 2015, y desvela las claves de cómo la exjueza Manuela Carmena se convirtió de la noche a la mañana en un fenómeno de masas que arrastró a más de mil personas que colaboraron gratuitamente en una campaña que la condujo a la alcaldía de la capital.

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Información

Año
2015
ISBN
9788416176236

1. ¡Que sí nos representan!

 

Oye, ¿y qué hacemos si viene ahora la poli y nos pilla bebiendo en la calle?
Pues tú diles que eres concejal reserva.
Son las 02:30 de la mañana del 25-M y estos treintañeros con ojeras no parecen haber derribado al rodillo de las mayorías absolutas del PP, a la tabla de salvación de Mariano Rajoy en Madrid. Están exhaustos. Se han dejado el pellejo en una campaña donde su mayor arma no fue el poder del aparato del partido no tenían, ni la publicidad el presupuesto, 159.000 euros, apenas llegó para una cifra irrisoria de carteles, ni los mítines casi no hubo, sino la ilusión. La suya, y la de la gente, miles de madrileños que sintieron algo propio en el proyecto y colaboraron desinteresadamente para propagar por cada rincón de la ciudad el «efecto Carmena», que al inicio era una ola de esperanza y al final un tsunami imparable.
Es un día en el que han hecho historia y los jóvenes, lejos de los dispendios de otros partidos, beben Mahous compradas a un chino en plena calle. No lo hacen por gusto, sino porque en el bar El Juglar no cabe un alma. Es el único abierto en el barrio de Lavapiés, la cuna sobre la que se meció Ahora Madrid cuando no era Ahora Madrid, sino un grupo de personas que descubrió en la Puerta del Sol, en el 15-M, que el mundo no se cambiaba invadiendo una plaza. Se cambiaba haciendo política. Formando parte del sistema. Cuatro años después, el grito había cambiado: «¡Que sí, que sí, que sí nos representan!».
Al inicio de la campaña, quince días atrás, que la exjueza Manuela Carmena obtuviera sólo un edil menos que Esperanza Aguirre 20 por 21 y pudiera gobernar con el apoyo del PSOE era algo impensable. La mayoría de encuestas pronosticaban un nuevo golpe en la mesa de la presidenta del PP de Madrid. La catarsis convierte el bar, lleno, asfixiante, en una estafeta de abrazos y sonrisas. Por allí hay integrantes de Ahora Madrid y de Podemos, como Íñigo Errejón, secretario político de la formación morada, que apura un gin-tonic mientras se suma al grito unánime: «¡Esa, esa, esa, Manuela alcaldesa!».
A su lado está Rita Maestre, politóloga, número cinco de Ahora Madrid, coordinadora de campaña con sólo veintiséis años. «Lo ha hecho muy bien», coinciden varias personas de la candidatura. Sus funciones sobrepasaron lo meramente político. Si había que tuitear, tuiteaba. Si había que retirar una lona, la retiraba. Que se había acabado la cerveza tras un mitin, iba a por más.
A veinte kilómetros de allí, Manuela Carmena, alcaldesa in pectore, lleva durmiendo un buen rato en su casa de Arturo Soria. Su marido, Eduardo, y su hijo, Manuel, no pueden despegarse de la televisión. Antes, en una cocina repleta de montoneras de papeles, apuntes de campaña, estudios, leyes, presupuestos municipales, habían hablado del éxito conseguido, de la locura de ambiente que encontraron en la Cuesta de Moyano, donde una muchedumbre de carmenistas vivió el desenlace electoral. Con toda naturalidad, tras beberse un vaso de leche, la exjueza les suelta: «Bueno, chicos, me voy a la cama, hasta mañana». Se va a dormir como una noche cualquiera mientras 563.292 madrileños veían su sueño cumplido, y esta vez el sueño ni era olímpico o sí, ni fracasó.
A Carmena, jubilada, dedicada a leer, a sus nietos, a sus amigos, a sus excursiones en bici en el extranjero, a sus estudios sobre cómo mejorar la gestión pública, a la tienda solidaria que tiene en Malasaña, le costó meses tomar la decisión. «Mamá, si no coges este tren ahora, lo perdemos todos; tienes que ser tú», le venía a repetir Manuel, arquitecto como su padre y que sirvió de enlace entre la campaña del sector joven de la candidatura y la paralela de los numerosos amigos de la exjueza, entre los que estaba José Luis de Zárraga, en su día gurú demoscópico de José Luis Rodríguez Zapatero.
«Si había alguien que podía ganar al PP era ella, yo lo tenía claro», señala su amiga del alma, el tercer pie de Carmena, Marta Higueras, que tenía veintidós años cuando la conoció en los juzgados de Plaza Castilla, donde juntas acabaron con las astillas sobornos a los funcionarios y donde iniciaron un viaje que les ha situado en el Palacio de Cibeles.
Dos personas más fueron clave para convencer a la exjueza de que liderara este partido instrumental que entonces era y sigue siendo un totum revolutum entre Podemos, Ganemos, Equo, expolíticos de IU, líderes de plataformas vecinales, de movimientos okupas y anticapitalistas. Una de esas personas era su amigo el psicólogo clínico del Hospital La Paz, Javier Barbero, que acudió a ella hace treinta años para pedirle ayuda a aquella jueza de vigilancia penitenciaria que ya se granjeaba fama de defensora de los derechos humanos. Ese día le ayudó con aquellos presos que querían ir al entierro de un familiar. Desde entonces, amigos para siempre.
La otra persona, Jesús Montero, hombre fuerte de Pablo Iglesias en Madrid, que convenció a Juan Carlos Monedero de que no tenía que presentarse para alcalde de Madrid, algo que el fundador de Podemos sopesó, «pero no era lo que tenía que hacer, porque él tenía que estar en el futuro en el núcleo duro con Pablo en el Congreso». Este sociólogo inició, con el visto bueno del líder de Podemos, una operación secreta que llamó «One Girl» para tratar de que Carmena dijera que sí.
Lo cuenta Montero dos días antes de las elecciones, en el mitin del humilde barrio de Adelfas donde Carmena, en el cierre de campaña, habla de que nadie se quede sin un techo, de ayudar a los más desfavorecidos, de «milagro». «Vamos a ganar, en el PP están acojonados, tienen encuestas que nos dan por encima», afirman convencidos en la candidatura. Unos enormes altavoces escupen Freed From Desire, un hit de música dance de finales de los noventa que trae reminiscencias a las 200 personas que quedan tras el mitin, integrantes y colaboradores del partido, la mayoría de entre 30 y 45 años, que empiezan a saltar como locos. Aquella canción les pilló en la época de salir a bares y a discotecas. Son de la generación puente entre la analógica de sus padres y la completamente digital que va a dar pronto sus primeros pasos en la Universidad. La generación que, según Albert Rivera, debe protagonizar la regeneración democrática, algo que ya empieza a intuirse: Iglesias, Pedro Sánchez, el propio Rivera…
Al acabar la música a medianoche, algunos recogen. Lo primero son las mesas de los periodistas, compradas en Ikea. «¿Pero retiráis vosotros las mesas?, ¿esto qué es?», bromea un informador. «¿Qué quieres? Somos el 15-M», responde uno de los integrantes de Ahora Madrid que estuvo en Sol y que hace año y medio era una de las 30 personas que empezaban a pergeñar la posibilidad de montar un partido. Se reunían en librerías, como Traficantes de Sueños, o en el espacio autogestionado La Tabacalera. O, si hacía bueno, en la calle. De ahí nació Municipalia, luego Ganemos, y más tarde Ahora Madrid. Meses de discusión. De trabajo en Red. De elaborar manifiestos que leían unos pocos. «El 15-M nos enseñó a ser animales políticos», dice Carolina Pulido, abogada de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y ahora edil reserva.
«Allí entendimos que por encima de cualquier lucha, de cualquier intento por cambiar las cosas, estaba la lucha por la democracia», precisa el hacker Pablo Soto apodado P2P, una de las piezas fundamentales de Ahora Madrid. Soto ha llorado todos los días de campaña. De emoción. Por la ilusión de saber «que estábamos tratando de ayudar a la gente que había que ayudar». «Una de las claves ha sido la emotividad», razona. A pocos días de las elecciones, un puñado de personas apareció en Gran Vía con unas letras enormes dibujadas sobre cartulinas, formando el nombre de Manuela. Los grupos de Telegram de la candidatura echaban humo. «¿Quiénes son?». Nadie lo sabía. «La entrega de la gente fue algo difícil de controlar, era tan espontánea que se nos fue de las manos», recuerda Pepa López, jefa de prensa de Carmena, sobre la avalancha de dibujos, ilustraciones y vídeos que más de mil artistas hicieron de Manuela y que inundaron las redes sociales. En el mitin del cine Palafox, quizá el más multitudinario, una señora se llevó el vaso de agua de donde había bebido la exjueza. Había nacido una estrella del rock que viajaba en metro mientras Aguirre se estancaba, sobre todo después del debate de Telemadrid. «A veces ha parecido que la radical era ella», señala un reputado exdirigente del PP.
Y precisamente porque la emotividad no suele ser un factor determinante en la ecuación política, nace este libro con el único afán de dar testimonio, basándose en notas tomadas desde el nacimiento de Municipalia y en decenas de entrevistas, de lo logrado por estos tipos que despertaron un 15-M y que cuatro años después consiguieron algo imposible precisamente porque no sabían que lo era.
Pero no todo fue un camino de rosas. Carmena se hundió a mitad de campaña tras salir a la luz los problemas judiciales de su marido con su estudio de arquitectura. Y anteriormente, el partido estuvo a muy poco de no formarse, de no salir adelante. «Durante 24 horas el pacto entre Ganemos y Podemos estuvo roto», recuerda sobre las negociaciones de las primarias Pablo Carmona, historiador, anticapitalista, otro de los fundadores, que acudió al acto de investidura con una camiseta comprada en Decathlon. Algo estaba cambiando.
«Yo lidero un grupo de personas», le dejó claro a su equipo durante la campaña Carmena, que cuando aceptó el reto, con sus gestos, nunca de su boca, hizo saber a todos que no quería grupos ni pugnas. «Es que a ella no le gustan los partidos políticos», explica Higueras. Pero, claro, esto es política, y hay intrigas, y luchas de poder. Ya gobiernan Madrid. Ese era el objetivo. Aunque ya han tenido su primera crisis de gobierno tras la dimisión del edil de Cultura, Guillermo Zapata, por sus crueles comentarios antisemitas y contra víctimas de la violencia. Y además, ahora deben decidir si crear o no una estructura orgánica de Ahora Madrid, si serán un partido político al uso, «y ese tema a tratar va a ser la guerra», admite un miembro de la candidatura.
Hay, sin embargo, más cosas en juego, y están relacionadas entre sí. «Esto es el inicio de algo muy importante; es el momento de volver a reencontrarnos con la democracia». Lo dice Monedero, manteniendo la mirada, buscando el silencio, como quien trata de visualizar el futuro, en el Palacio de Cibeles, minutos antes de que Carmena sea investida alcaldesa. «Está claro que hay muchas miradas observando a ver qué ocurre aquí», señala otro importante miembro de Podemos, una formación que podría pivotar sobre la capital de España su asalto al Gobierno en las próximas elecciones de diciembre.

2. Mortadela en Sol y agua de grifo en Alcalá

15 de marzo de 2011. Pablo Soto, hacker informático de 32 años, está esa noche en su casa del barrio de Pacífico. No se encuentra bien físicamente. Por eso no va a la manifestación convocada por la plataforma Democracia Real Ya bajo el lema «No somos mercancía en manos de bancos y políticos». Según le cuentan varios amigos y lee en Twitter, hay mucha gente que no quiere abandonar la Puerta del Sol. A su mente acuden imágenes de las revoluciones de la primavera árabe en la plaza Tahrir de El Cairo (Egipto) o en Sidi Bouzid (Túnez). «Esta es la nuestra», piensa. No lo duda. Mete el pan de molde y la mortadela en la mochila. Se acopla el saco de dormir a los hombros. Y sale a la calle. «Me fui en taxi a perroflautear», bromea. A Soto le habían diagnosticado meses antes una distrofia muscular, una grave enfermedad degenerativa que ya no le permitía andar con facilidad.
Llega al kilómetro cero de Madrid y conoce a Miguel Arana, doctorado en Física de partículas, un año menor que él. Charlan sobre cómo buscar una democracia real, de gobiernos más transparentes y menos hipotecados a los bancos, de que la gente tiene que tener más derecho a decidir en política, no sólo votando cada cuatro años. Se dan la razón mutuamente. «Éramos cuatro gatos, pero estaba convencidísimo de que ahí empezaba todo. Miguel y yo teníamos claro que aquello iba a cambiar el país».
La noche avanza. Los manifestantes se van marchando, y, en un momento, Arana coge un megáfono y se dirige a los que todavía se mantienen allí: «¿Alguien se quiere quedar a dormir?». 40 personas dicen que sí. Arranca así la historia de aquella noche y de las que le siguieron, unas jornadas que seguramente se estudiarán en los libros de Historia y donde se movilizaron cientos de miles de personas en toda España. Un movimiento que, en poco tiempo, ha puesto del revés el modo en que se ha hecho política desde la transición hasta ahora.
15 de junio de 2015. Exactamente cuatro años y tres meses después del 15-M. Soto y Arana, amigos desde entonces, entran en el edificio del Área de Gobierno de Hacienda y Administración Pública del Ayuntamiento de Madrid. Está en el número 45 de la calle Alcalá, a apenas un kilómetro de donde todo empezó. No van a hacer una sentada como en Sol. Ni una okupación. Soto, obligado a moverse ya en silla de ruedas, entra como el nuevo concejal de Transparencia y Participación Ciudadana de Ahora Madrid.
Al entrar al edificio les sorprende lo grandes que son los despachos, el mármol repartido aquí y allá, los funcionarios trayendo una botella de agua embotellada tras otra a cada reunión. Ellos se hacen con una jarra de cristal para servirse agua del grifo, y el primer día colocan en una pared una fotocopia en blanco y negro de una fotografía de Sol repleta de gente en el 15-M. Como hace cuatro años, siguen hablando de otra democracia.
«Ahora mismo no me siento poderoso, pero yo sé que lo soy», admite Soto, que lleva varios días sin dormir. Ha recibido cientos de amenazas de muerte después de que se conociera un tuit de 2012 en el que llamaba a «empalar» al entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, por aquella contundente ley del aborto que al final no salió adelante.
La oposición pide su cabeza. Que caiga como ha caído el edil de Cultura, Guillermo Zapata, por sus mensajes contra las víctimas de ETA y la violencia. «Claro que me arrepiento y pido perdón», repite como en un salmo el edil Soto desde hace días. La alcaldesa, Manuela Carmena, aguanta. Lo justifica diciendo que su concejal no es el mismo que aquel que escribió el mensaje. Que «ha cambiado». Que entonces estab...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Título y autor
  4. Dedicatoria
  5. Cita
  6. Prólogo. Por Pedro Simón
  7. 1. ¡Que sí nos representan!
  8. 2. Mortadela en Sol y agua de grifo en Alcalá
  9. 3. Podemos, mandar obedeciendo
  10. 4. Operación «One Girl»
  11. 5. Gobernar es escuchar
  12. 6. Deconstruyendo a Manuela
  13. 7. Promesas, sondeos y Dios
  14. 8. La inteligencia del enjambre
  15. 9. El gran golpe
  16. 10. #EfectoCarmena
  17. 11. El mitin del milagro
  18. 12. «Pues ha salido bien, ¿no?»
  19. 13. De claves y «tamayazos»
  20. 14. Un día para ponerse el traje
  21. 15. De Zapata y más crisis
  22. 16. Visión de futuro
  23. 17. Cara a cara con Manuela
  24. Mecenas
  25. Contraportada