Perdón y Reconciliación
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Perdón y Reconciliación

  1. 80 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Información del libro

Este libro aborda la novedad que supone el retorno de un tema tan viejo como el del perdón en contextos como el de la psicología y el de la espiritualidad. Supone una ayuda para poder integrar el perdón en una vida mucho más sana

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2014
ISBN
9788428827270
1

 

PERDONAR.
LO QUE EL PERDÓN NO ES

 
En su libro sobre el arte de perdonar, Jean Monbourquette escribe: «Durante más de tres años me debatí en el intento de sanarme de una herida afectiva. Pensaba que resultaría posible encontrar una solución milagrosa a todas mis amarguras mediante un perdón impuesto únicamente por la voluntad. Pero no fue así. No conseguía encontrar esa paz interior tan buscada». Esta experiencia le impulsó a profundizar en la dinámica del perdón para así comprender por qué, «a pesar de toda su buena voluntad y sus grandes esfuerzos», no conseguía liberarse de sus resentimientos y perdonar de verdad 1.
En algunos momentos de la vida, todos tenemos necesidad de perdonar y de ser perdonados. Sin el perdón se corre el riesgo de quedarse encallados en el mal que se ha hecho o sufrido, esperando que sea el otro quien dé un improbable primer paso. Puesto que siempre estamos convencidos de que la culpa es de los demás. Es así como seguimos sufriendo, viviendo en un constante resentimiento y consumiendo energías emotivas e intelectivas (con repercusiones también corporales) que podrían ser utilizadas mucho mejor de otra manera. Es así como se permanece prisioneros del pasado y se pierden las oportunidades que ofrece el presente, puesto que uno es incapaz de imaginar un futuro relacional diverso y afectivamente satisfactorio. Se piensa que la venganza tendría un poder resolutivo y terapéutico sobre el propio sufrimiento. Pero, evidentemente, no la tiene, y terminamos por quedarnos como esclavos.
Sobre el perdón existen falsas concepciones que es preciso desenmascarar de inmediato:
 
Perdonar no es olvidar, antes bien comporta una buena memoria, así como un conocimiento y una cuidadosa valoración de la ofensa. Por otra parte, olvidar no es una cuestión de la voluntad: tanto más se esfuerza uno en olvidar, tanto más corre el riesgo de que se produzca el efecto contrario.
Perdonar no significa tampoco negar: frente a un gran sufrimiento, nuestra psique se defiende removiendo aquello que ha sucedido y haciendo que desaparezca mágicamente de la conciencia. Pero el perdón no es posible sin llamar a la ofensa –y al ofensor– por su nombre y sin tomar conciencia del sufrimiento producido. La ofensa no desaparece de nuestra mente mágicamente.
Perdonar no depende solo de la voluntad: en el perdón entran en juego emociones, valoraciones, valores, decisiones y comportamientos. La voluntad es importante, pero no basta por sí sola.
No se puede imponer el perdón: el perdón es un acto libre, fruto de una decisión de la que se aceptan las consecuencias; también los mandamientos funcionan en cuanto puestos en acto «libremente» por el individuo.
Perdonar no quiere decir volver a estar como antes: nada puede ser ya «como antes»; algo importante ha sucedido y nos ha dejado una marca en nuestra vida; no solo han cambiado las relaciones con quien nos ha ofendido, sino también nosotros mismos. Hacer como si nada hubiera sucedido o como si la ofensa no se hubiera producido, tapándola con una mentira piadosa, no funciona. Bajo esta mentira piadosa todo puede quedar como antes y se corre el riesgo de que se restablezca la relación con quien ha ofendido sobre esa base. La superficie de amabilidad puede ser muy bonita, pero por debajo late una rabia que puede seguir minándonos.
Perdonar no significa renunciar a los propios derechos: un perdón que no combata la injusticia corre el riesgo de tolerar el abuso y de perpetuar el crimen; no es un signo de fortaleza, sino de debilidad.
Perdonar no significa justificar o excusar a quien ofende: justificar o excusar puede ser una maniobra psicológica –y a veces inconsciente–para atenuar el propio sufrimiento; pero puede ser también un signo de falta de estima hacia quien nos ha ofendido, que es tratado como alguien que no tiene culpa porque la razón de su comportamiento está «más allá de él» o porque, «¡pobrecillo!», no sabía lo que hacía. Buscar entender es una cosa y justificar es otra.
Perdonar no es querer demostrar la propia superioridad moral: algunos modos de perdonar terminan por humillar al otro. Son una forma de ostentación de la propia grandeza moral –así al menos se considera– en confrontación con la «bajeza del otro». Se trata de una forma sutil de arrogancia que busca de una manera más o menos consciente esconder la propia humillación. Se trata de un agradecimiento farisaico, puesto que pretende no ser «como ellos», o al menos no parecerlo.
Perdonar no es descargar sobre Dios la responsabilidad de hacerlo: precipitarse en delegar a Dios la tarea de perdonar a quien nos ha ofendido puede ser un intento de fugarse de ese tomar conciencia de lo que verdaderamente ha sucedido, de hacer cuentas con lo que hemos vivido y con lo que todavía nos quema por dentro, y de aceptar nuestra responsabilidad. Cosa muy distinta es presentarle a Dios nuestra dificultad para perdonar y pedirle la capacidad para hacerlo «temporalmente» ante nosotros mismos, cuando todavía no nos sentimos preparados y tenemos necesidad de un poco más de tiempo.
 
El perdón es un fenómeno complejo y una experiencia que implica a toda la persona: cabeza y corazón, alma y cuerpo, personalidad y relaciones. Es un proceso que requiere de todas las facultades de la persona y que tiene necesidad de tiempo.
La psicología puede ayudar a entender su complejidad, a resolver los conflictos y a prevenir situaciones que hacen sufrir de modo muy especial.
2

EL TIEMPO ES IMPORTANTE,
PERO NO BASTA POR SÍ MISMO

«En junio de 1992, en Leópoli y en circunstancias insólitas, un joven SS que estaba a punto de morir me confesó sus delitos. Según me dijo, quería morir en paz tras haber obtenido el perdón de un judío. Sostuve que tenía que negárselo» 2. Son palabras de Simon Wiesenthal. Describen el núcleo de un asunto que le atormentó largamente y que reflejó en su relato El girasol. Pedí a unas cuantas personas importantes y de distintas nacionalidades que comentaran ese escrito suyo, y les pregunté si, en su opinión, tenía o no razón al negar el perdón.
No hace falta remontarnos a lejanos acontecimientos. Cada día los periódicos y la televisión nos ofrecen episodios de violencia de todo género. El periodista, con su micrófono y su cámara, siempre tien...

Índice

  1. Portadilla
  2. Poema
  3. Prólogo, de José Carlos Bermejo
  4. Presentación. La mirada de la psicología
  5. 1. Perdonar. Lo que el perdón no es
  6. 2. El tiempo es importante, pero no basta por sí mismo
  7. 3. Nosotros y ellos. El fariseo que hay dentro de nosotros
  8. 4. Como un viaje. Los factores en juego
  9. 5. El perdón es terapéutico, para quien lo da y para quien lo reciba
  10. 6. Aprender a perdonar. El camino para hacerlo
  11. 7. Perdonarse a sí mismo, reconciliarse con la propia vida
  12. 8. Perdonar a los seres queridos. Las ofensas que más nos hacen sufrir
  13. 9. Una verdadera confesión. También Dios es llamado a declarar
  14. 10. La relación entre los grupos. Del perdón a la reconciliación
  15. 11. La terapia del relato. Reconstruir un futuro
  16. 12. Resiliencia psicológica. La fuerza de la reconciliación
  17. 13. Perdón y reconciliación. El abrazo del padre
  18. Conclusión. Sanadores heridos
  19. Notas
  20. Contenido
  21. Créditos