La cultura y la vida
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La cultura y la vida

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La cultura y la vida

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Tradicionalmente la historia se escribía en las secciones de Política e Internacional de los diarios, dejando a la de Cultura el trabajo de las personalidades creadoras: su obra, estilos de vida, aspiraciones y andamiaje espiritual. Pero hoy sabemos que a menudo ciertas atmósferas de época quedan mejor explicadas ahí que en los vaivenes de un gobierno, y que la información cultural es uno de los grandes campos de innovación del periodismo. Sergio Vila-Sanjuán, uno de los periodistas culturales más prestigiosos de España -además de novelista, ganador del premio Nadal 2013-, reúne catorce piezas que confirman que la vida cultural late tan o más fuerte que la vida a secas. Han sido elegidas tanto por su interés temático -son relatos cerrados, de apasionante lectura- como por su aportación informativa. De su mano nos adentraremos en el legendario Bucarest donde se cruzaban intelectuales judíos y fascistas; en el primer taller literario del ámbito hispanoparlante, que puso en marcha el novelista chileno José Donoso; y en la peripecia de los intelectuales españoles en Estados Unidos, auspiciados por el programa Fulbright... Visitamos el Museo Bodmer de Ginebra, paraíso del bibliófilo, y discutimos la teoría de la creatividad de Ferran Adrià.También encontramos la leyenda de un asesino que inspiró a Flaubert su relato sobre librerías; la figura injustamente ejecutada que anticipó el enfrentamiento civil de 1936; la vida cultural de la burguesía en la Barcelona de posguerra; los primeros grandes éxitos de TVE; la explosión pop de los años sesenta -con el endemoniado rodaje de la película Tuset Streetde por medio-, y el boom del diseño, las revistas modernas y los bares de noche en los ochenta...Los catorce textos recogen eclosiones culturales puntuales pero que configuran un retablo selecto, girando en círculos concéntricos desde el mundo y España hasta Barcelona, y viceversa.

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Información

Año
2015
ISBN
9788496642980

Segunda parte

Barcelona ciudad abierta

¿Era culpable Ferrer Guardia?

La nueva biografía de Francisco Bergasa arroja luz sobre los sucesos barceloneses de 1909, el contexto cultural que los propició y el increíble proceso que acabó con el fusilamiento de un pedagogo y activista
Para algunos un santo laico, para otros un monstruo, Francisco Ferrer Guardia (tal como firmaba sus libros) era un hombre elegante y misterioso, cuya exaltación juvenil dio paso a un carácter frío que le permitió afrontar con calma sus últimas horas en Montjuïc, desechando una tras otra, sin perder la paciencia, las sucesivas ofertas de asistencia espiritual que le hicieron distintos clérigos sin sentido de la oportunidad, y plantarse de pie con los ojos bien abiertos frente al piquete de fusilamiento mandado por un jovencísimo teniente en el foso de Santa Amàlia del castillo barcelonés, a las nueve de la mañana del 13 de octubre de 1909.
Había nacido en el pueblo de Alella cincuenta años antes, hijo de agricultores acomodados. Desde muy pronto se mostró enérgicamente en contra del orden establecido y en uno de sus primeros empleos, como revisor de ferrocarril, ya hacía de correo entre Francia y España para el exiliado Ruiz Zorrilla, militar republicano que fue uno de los grandes conspiradores del siglo XIX. Casado con Teresa Sanmartí, tuvo con ella siete hijos, de los que cuatro morirían pronto; protagonizaron un matrimonio desgraciado que hizo crisis definitiva en París cuando ella le disparó tres tiros en plena calle, de los que Ferrer salió ileso.
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ALVG
Francisco Ferrer Guardia en un retrato de los últimos años de su vida
Instalado en la capital francesa desde 1885, amparó a distancia la ascensión de su amigo Alejandro Lerroux en el seno del partido republicano, aunque él mismo se iba deslizando cada vez con más firmeza del republicanismo al anarquismo. Las policías española y francesa siguieron su trayectoria desde estas fechas y documentaron bien su trayectoria conspirativa: Ferrer lanza en 1892 la proclama revolucionaria A los 300, en la que solicita la colaboración de otros tantos revolucionarios “decididos a jugarse la vida para hacer rodar las cabezas de la familia real y sus ministros” –una frase que diecisiete años más tarde se volvería drásticamente en su contra–, ingresa en la masonería y da dinero al anarquista Paulino Pallás, que intentó asesinar al general Martínez Campos.
En las últimas decadas del XIX el terrorismo político sacude Europa, y Ferrer se relaciona con algunos de sus instigadores. Las fuerzas represivas tampoco se quedan cortas: en 1896 se celebra en Montjuïc, nuestro Guantánamo, el proceso por la bomba de la calle Cambios Nuevos barcelonesa, y cinco anarquistas son condenados a muerte, tras un proceso marcado por las torturas que provoca un escándalo internacional.
Entre 1897 y 1900 trabaja en Francia como profesor, al tiempo que sus inquietudes políticas van dando paso a las pedagógicas. En esta época consigue que una de sus discípulas, una dama soltera y católica varios años mayor que él llamada Ernestina Meunier, se convierta a sus ideales y le ceda un sustancioso legado para que los ponga en práctica; de ahí surge la base de su luego muy debatida solvencia económica. Tiene un hijo con Leopoldina Bonnard, al que llama Riego. Distintos testimonios coinciden en que, al igual que Rousseau, el pedagogo Ferrer Guardia, obsesionado con la educación de toda la humanidad, se desentendió notablemente de su propia progenie.
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ALVG / FRANCISCO X. RAFOLS
Ferrer Guardia en París con Soledad Villafranca, con quien se emparejó en 1905 tras separase de su mujer
De vuelta en Barcelona, abre en 1901 con treinta alumnos de ambos sexos la Escuela Moderna, caracterizada por su “racionalismo, antiautoritarismo, educación interclasista, laicidad e higiene”, así como por su aspiración a ofrecer una “formación integral” que los críticos equiparan a un adoctrinamiento precoz de espíritus revolucionarios. Funda el periodico La Huelga General y lanza las Publicaciones de la Escuela Moderna, con textos de la tradición anarquista (de Kropotkin a Malatesta) y todo tipo de opúsculos sobre pedagogía, sociedad y política, entre los cuales es corriente el contenido antimilitarista y anticlerical, a menudo en tono muy ácido. Ferrer, que ya se ha distanciado de Lerroux, tampoco comulga con el catalanismo en alza (es un internacionalista que prefiere enseñar a los niños esperanto a catalán). Se lleva mejor con distintos colectivos anarquistas, algunas de cuyas actividades subvenciona. Tras romper con Leopoldina, en 1905 se empareja con la joven navarra Soledad Villafranca, su compañera hasta el final.
Las cosas se ponen feas para el activista de Alella en 1906, tras la bomba contra Alfonso XIII el día de su boda, que causa veintitrés muertos y más de cien heridos, entre ellos muchos niños. Pronto se comprueba que el autor del atentado, Mateo Morral, que se suicida tras ser capturado, era un hombre próximo a Ferrer, quien lo había empleado como bibliotecario en la Escuela Moderna. El pedagogo es también detenido y encausado. En el proceso afloran testimonios de que Morral había pretendido sin éxito a Soledad Villafranca, lo que sugiere que podía haber actuado movido por el despecho. Peor aún, en una carta de Ferrer a un amigo enviada tiempo antes del atentado aparecerá la fatídica fecha del 31 de mayo de 1906, lo que sugiere su implicación en el asunto, o al menos algún conocimiento del plan. Resulta absuelto por falta de pruebas, pero en amplios sectores de la sociedad española queda señalado como un culpable que ha salido bien librado. Clausurada la Escuela Moderna, marcha con su compañera a París, donde permanece hasta unas pocas semanas antes de que estalle la Semana Trágica.
Los acontecimientos de Barcelona se activan el 18 de julio (sin duda una fecha marcada) de 1909, y pasan a mayores entre el 26 de julio y el 2 de agosto. En todos estos días, la relación de Ferrer con el conflicto es la siguiente: el lunes 26 está en Barcelona por temas relacionados a su editorial, y cuando ve que la revuelta estalla se pone en contacto con algunos líderes radicales con la intención de animarles a que la lideren, sin que le hagan demasiado caso. Vuelve andando –18 kilómetros– a la finca de El Masnou, donde reside: una caminata que dura toda la noche. El martes se queda en casa descansando. El miércoles se desplaza a la localidad vecina de Premià e intenta convencer al alcalde de que proclame la república. Según un testimonio dijo a unos jóvenes: “Ánimo, es el momento de destruirlo todo”. Fuentes distintas apuntan que habría animado a otros a quemar el convento de los marianistas, sin que la cosa pasara a mayores. Pero aquí se acaba su participación en la materia. Nadie en esos días vinculó a Ferrer Guardia a los desórdenes.
Por qué estalló la Semana Trágica
La Semana Trágica de Barcelona se activó por una inmoralidad institucional y una escandalosa falta de sensibilidad social. El domingo 18 de julio de 1909 se embarcaba en Barcelona camino de Marruecos un nutrido grupo de reservistas catalanes destinados a un conflicto que ya había generado 500 muertos en un año, y de quien nadie sabía para que servía aparte de para defender los intereses de algunas compañías mineras, en las que tenían intereses potentados españoles como el conde de Romanones y el marqués de Comillas. En aquella época el servicio solo resultaba obligatorio para los jóvenes sin medios económicos, ya que se podía evitar la incorporación a filas abonando una sustanciosa cuota. Para más inri, algunas damas de la buena sociedad catalana no tuvieron mejor idea que ir al puerto a despedir solemnemente a estos desalentados reclutas forzosos entregándoles escapularios y tabaco.
El descontento dio pie a algunas comprensibles algaradas que irían subiendo de tono, hasta que el lunes 26 de julio se inició un paro general que duró...

Índice

  1. Portada
  2. Índice
  3. Introducción: El oficio que no cansa
  4. Primera parte: Historias de la cultura
  5. Segunda parte: Barcelona ciudad abierta
  6. Apéndice
  7. Sobre el autor
  8. Créditos