Justicia intercultural y bienestar emocional
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Justicia intercultural y bienestar emocional

Restableciendo vínculos

  1. 342 páginas
  2. Spanish
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Justicia intercultural y bienestar emocional

Restableciendo vínculos

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Hacer justicia, desde el punto de vista andino, es restablecer vínculos. Esa es la principal conclusión a la que llegamos al término de nuestro trabajo con estudiantes y docentes de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga.Esta manera de entender la justicia choca con la concepción legalista que se centra en la imposición de la formalidad de la ley abstracta e impersonal por encima de la búsqueda de la justicia. En la perspectiva de una justicia intercultural, el derecho moderno ofrece otras alternativas como lo muestra, por ejemplo, la actual corriente de justicia restaurativa, cuyos principios se acercan a los principios andinos al buscar como ella la restauración de los vínculos sociales y generando así bienestar emocional y social.Los autores de este libro son Juan Ansion, Antonio Peña Jumpa, Miryam Rivera Holguín, Ana María Villacorta Pino.

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Información

Año
2017
ISBN
9786123173449
Edición
1
Categoría
Sociologie
Capítulo 1
Aprender el «Derecho»
y los desencuentros con la realidad
Leoncia Dania Pariona Tarqui
Las reflexiones en torno a mi vida estudiantil en la Facultad de Derecho en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga (UNSCH) son las que me motivan a escribir este artículo, así como mi participación en el Proyecto Hatun Ñan y mis primeras experiencias como egresada en los Talleres de Investigación sobre Justicia y Bienestar. Lo hago sin ánimos de caer en el dramatismo ni en la denuncia.
La facultad de derecho, así como otras facultades y escuelas de la UNSCH, son espacios de encuentro de identidades culturales, que algunos o, mejor dicho, la mayoría de estudiantes no reconocemos porque no vemos el detrás de la vida de cada estudiante y porque no existe un espacio reflexivo que nos motive a mirarnos. Pero ese espacio está allí, en nuestra lengua, en nuestra actitud, en nuestra manera de pensar y hasta de vestir, que a veces deseamos ocultar.
En este espacio académico fue donde empecé a cuestionar silenciosamente cómo aprendemos el derecho. Ello me motivó a preguntarme ¿cómo la manera de aprender el derecho, en cuanto a contenido y metodología, genera cambios de mentalidad conforme se va avanzado en la carrera? y ¿cómo esta forma de aprender el derecho incide posteriormente en nuestro ejercicio profesional, en el que identificamos muchos desencuentros con nuestra identidad cultural y con las personas que buscan justicia?
1. Mi experiencia estudiantil
Estar en la categoría de estudiante de derecho después de permanecer más de un ciclo en la CEPRE es sentirse diferente. Es una sensación de alegría con preocupación por lo que no se sabe qué vendrá. Mis expectativas con respecto a la carrera eran superfluas, porque no había tenido una orientación sobre lo que implicaba ser abogada. En ese entonces solo me importaba que mis padres sintieran la satisfacción de verme crecer y encaminarme positivamente. Mis aspiraciones en convertirme en profesional eran grandes.
El inicio de mi carrera estuvo enmarcado por huelgas de docentes, administrativos, faltas de docentes y tomas de locales. En la medida que pasaban los meses de mi primer año, sentía un enorme chasco y desánimo por estudiar. Cuando hablábamos entre los estudiantes de estos acontecimientos en la universidad, muchos solían decirme: «Acostúmbrate, te quedan buenos años en la UNSCH».
A medida que pasaban los años iba entendiendo que muchos estudiosos del derecho lo describían como un conjunto de normas que regulan la conducta del hombre, por lo que el mensaje permanente en las clases era: «conoce las normas, códigos y leyes lo más que puedas». Esta manera de concebir el derecho nos lleva a pensar que solamente se podrán resolver los conflictos de dos o más partes en el Poder Judicial. En ese entonces lo comparaba a una fórmula matemática, «hecho 1 + hecho 2 = sentencia», resuelta por el Poder Judicial. Pero no podemos reducir los problemas de las personas en una norma, si fuera así, el abogado sería un mero aplicador de ella. Así divagaba mi mente mientras escuchaba las clases.
Estos cambios que se producen en nuestras mentes, en la facultad son poco percibidos por los mismos estudiantes y más aún por los docentes, y no solo se da en nuestras ideas sino también influyen en nuestra personalidad. Es como cuando los campesinos, después de estar en la comunidad con ojotas, sombrero y poncho, en el camino a la ciudad tienen que cambiar las ojotas por zapatos de jebe o zapatillas, y el poncho por una chompa o una casaca para sentir que son parte de la ciudad. Del mismo modo, nosotros, los estudiantes de procedencia rural, quechuahablantes, tenemos que vestir ropa formal (sastre) para exponer en clases, para hacer las prácticas, etcétera —que, por cierto, pocos podemos costear—, para sentir que en algo nos parecemos al abogado que estamos aprendiendo a ser.
Algunos de mis compañeros compartían esta idea romántica de estudiar el derecho para ayudar a los demás. Pero yo comprobaba que poco a poco esta idea cambiaba a medida que avanzaban los ciclos en la carrera. Esa idea de servir a los demás mediante la carrera se iba perdiendo con el «servirme de los demás». Para entonces me preguntaba ¿qué pasa con nosotros en este proceso de aprender el derecho? Es como cuando un profesor litigante pregunta a su alumno: ¿Por qué estudias derecho? Y el alumno responde: «Para defender los derechos de los más necesitados, para buscar la justicia». Entonces el profesor, con un rostro sarcástico, lo mira y le dice: «Eso piensas ahora, espera a que termines la carrera». El mensaje que te trasmite se entiende luego, cuando se ejerce: «Eres abogado si defiendes casos y eres el mejor si los ganas a costa de lo que sea».
Para entonces ya era parte del programa Hatun Ñan-UNSCH, donde tuve un encuentro con otros estudiantes universitarios de otras facultades y pude mirarme a mí misma en ellos. Fue un encuentro con mi cultura, mi identidad y posterior autorreconocimiento, al igual que con mis padres. Fue allí donde empecé a comprender que el espacio académico era una de las tantas formas de aprender la justicia y donde empecé a expresar mis ideas, sin temor a equivocarme, al ver que había muchos estudiantes que tenían problemas similares al mío.
«¿Por qué participas en tantos grupos?», me preguntó un compañero, porque yo solía llegar tarde a clases por este motivo. Mi respuesta en ese momento fue: «Es que necesito saber cómo voy a ejercer mi carrera después de que termine», porque en ese momento sentía que no cumplía el perfil de la abogada clásica: yendo al juzgado bien vestida o litigando un caso. Eso me frustraba.
El participar en muchos grupos me permitía reflexionar, cuestionar y pensar por mí misma. Esto implicaba muchas veces tener bajas notas, porque no tenía tiempo para memorizar tantas cosas y estudiaba para aprobar los cursos. En las aulas todos estábamos callados y tranquilos, escuchábamos y escuchábamos, y de vez en cuando los mejores estudiantes procesalistas se atrevían a preguntar delante de todos.
Así, iba comprendiendo que aprender el derecho de una manera mecanicista y convertirte en un aplicador de él, muchas veces te hace poco sensible frente a los problemas de los demás y no promueve el uso de los mecanismos alternativos de resolución de conflictos como parte de la solución de un problema como alternativa inicial.
Las profesiones liberales como la abogacía y la medicina están concentradas en los textos y el saber profesional; cuando uno acude al médico, este se fija en los exámenes de laboratorio y en el cuerpo, pero no en lo que siente la persona, de igual modo los abogados y abogadas encasillan el problema humano en una norma legal, y casi nunca en lo que vive la gente. A veces en la medicina y en el derecho encuentran solución a sus problemas al ser simple y francamente escuchados (Beristain, 2009, p. 11).
Lo que dice Beristain lo corroboré cuando hice prácticas en el Consultorio Jurídico de la UNSCH.
La manera cómo aprendemos (metodología) y qué aprendemos (contenido) influye en la forma de afrontar los problemas como abogados. Cuando hablamos de metodología me refiero a la manera de enseñar y aprender el derecho, pues muchos conocimientos son trasmitidos desde un solo punto de vista que está orientado, muchas veces, a una idea individualista. Esta concepción nos aleja de la realidad o simplemente la vemos como creemos que es. En clases, solíamos simular casos que eran resueltos de una determinada manera, mirando el contexto de manera homogénea, cuando en realidad cada caso es particular y complejo. Más aún, en Ayacucho, provincia enmarcada en la diversidad cultural, la realidad demanda, cada vez más, soluciones concretas.
En cuanto al contenido, me refiero a los sílabos: aprendemos sobre Kelsen y la estructura jerárquica del ordenamiento positivo, según la teoría pura del derecho (Muñoz Osorio, 2011). Pero ¿qué hay de las otras maneras de concebir la justicia, el derecho o el pluralismo jurídico? ¿Cómo estos conceptos interactúan con nuestro contexto social, cultural, etcétera? La idea de derecho no parece configurarse en lo que la sociedad realmente necesita.
Por todo esto, al momento de ejercer el derecho, tuve desencuentros entre lo que aprendí y lo que honestamente necesitan las personas. Por ello, me pregunté: ¿Dónde está el problema? ¿En mí, como persona, como abogada, o en el sistema judicial? ¿Será que tengo la culpa o es que nadie me enseñó en la universidad ni en el ejercicio de la profesión a aproximarme de manera racional a la realidad?2
2. Desencuentros en el ejercicio del derecho
Cuando realizaba prácticas preprofesionales en el Consultorio Jurídico de la UNSCH3 tuve la oportunidad de llevar casos de manera independiente, es decir, era responsable directa del proceso, analizaba el caso, hacía el escrito, conversaba con la persona, etcétera Al inicio me daba cierto temor a equivocarme pues una cosa es conocer la teoría y otra es llevarla a la práctica con lo que crees que se debe hacer. Mi acompañamiento fueron mis compañeros en la misma situación que yo, quienes usualmente también tenían las mismas dudas referentes a un proceso y los mismos miedos al ir a una audiencia.
Recuerdo que en esta primera experiencia tuve ciertos desencuentros con lo que había aprendido en la Universidad, en relación con lo que debía hacer según el derecho y lo que creía que se debía hacer según el contexto.
En casos como violencia familiar, pensión de alimentos, régimen de visitas, casos muy comunes en el consultorio jurídico, de acuerdo al derecho sabemos que debemos elaborar las demandas y exigir la protección de ciertos derechos. Sin embargo, el contexto de las partes no coadyuva a seguir un proceso judicial porque por la propia dinámica judicial amerita estar pendiente del caso y asistir a las audiencias programadas por el juzgado en cuanto te citen en cualquier momento. Pero muchos de los casos eran de personas con muy bajos recursos, cuyos trabajos respondían a solventar el día; algunos venían de zonas aledañas, centros poblados, distritos, comunidades lejanas.
Este contexto de las partes me hacía ver que para la protección de sus derechos vulnerados debía pensar en otras alternativas funcionales para su vida. Posteriormente en otro espacio corroboré este mismo desencuentro cuando según el derecho los hijos biológicos tienen derecho a heredar, pero ¿qué hay con los «hijos de juramento»4 que fueron adoptados verbalmente por el abandono de sus hijos biológicos? El derecho no reconoce esto, pero el contexto nos dice que estos hijos adoptados cuidan y ayudan en el cultivo de sus tierras a sus padres adoptivos, y son recurso afectivo para salir adelante. Esta no consideración o no desear ver el contexto de la persona sucedía en muchos casos por el conflicto armado interno en el que, con el fin de limitar la persecución o por la condición de orfandad, se cambiaron de nombre y no pueden acceder a las reparaciones que les correspondía5 por el derecho de ser víctimas directas. O que cuando se programan las diligencias en los procesos de judicialización no se considere la dinámica comunal que dem...

Índice

  1. Agradecimientos
  2. Participantes
  3. Introducción
  4. Primera parte. Desde dónde partimos
  5. Capítulo 1. Aprender el «Derecho»y los desencuentros con la realidad
  6. Capítulo 2. Desde la tradición occidental, el reto de abrirse a una justicia intercultural
  7. Capítulo 3. Metodología y contexto
  8. Segunda parte. Lo que nos encontramos
  9. Capítulo 4. Justicia comunal y prácticas de resolución de conflictos
  10. Capítulo 5. Bienestar emocional: clave para la justicia comunal
  11. Capítulo 6. Encuentros y desencuentros de la justicia comunal con la justicia de paz y la justicia letrada-profesional
  12. Tercera parte. EN BUSCA DE ALTERNATIVAS PARA UNA JUSTICIA INTERCULTURAL
  13. Capítulo 7. El Consultorio Jurídico Gratuito de la UNSCH como medio de encuentrocon la justicia letrada
  14. Capítulo 8. Políticas de atención en salud: lejos de promover bienestar emocional y justicia
  15. Capítulo 9. Dificultades y posibilidades para una formación universitaria en justicia intercultural
  16. COLOFÓN
  17. Capítul0 10Temas para el debate
  18. ANEXOS
  19. Anexo 1Glosario
  20. Anexo 2Ejemplos de casos narrados por estudiantes
  21. Anexo 3Secuencia temática desarrollada en talleres
  22. Anexo 4Formato de consentimiento informado
  23. Bibliografía