1
DIOS ES COMPASIVO Y MISERICORDIOSO
Señor, Señor, Dios misericordioso y compasivo,
paciente, rico en clemencia, fiel (Ex 34,6).
El Dios revelado en la Escritura es un Dios apasionado y compasivo. Dios padece por el hombre porque le ama. Dios se «com-padece» de él porque «padece con» el ser humano roto, desahuciado, humillado. Dios es «apasionado»; su movimiento es de «sim-patía» con el ser humano.
Dios, precisamente porque no vive de espaldas al hombre, sino que se deja afectar por él, por su situación, y porque lo hace «apasionadamente», se irrita por la dureza de corazón de su pueblo. La ira de Dios se lee en un contexto de pecado obstinado del hombre. La sentencia no está dictada, por eso el creyente puede orar con la confianza en que Dios cambiará su veredicto.
Estabas irritado porque habíamos pecado [...]
Con todo, Señor, tú eres nuestro padre,
nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero:
somos todos obra de tus manos.
No te irrites, Señor, en demasía,
no recuerdes por siempre nuestra culpa:
mira que somos tu pueblo (Is 64,4b.7-8).
La oración que brota del corazón y balbucean los labios en forma de pregunta pide una respuesta: «¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado?» (Sal 79,5). Dios se apasiona y se enoja, pero de forma pasajera; por el contrario, su compasión acompaña al pueblo sin abandonarle:
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su favor, de por vida (Sal 30,5-6).
El Dios que se irrita por el pecado del pueblo es el Dios que sufre por la situación del hombre. Dios no se queda «impasible», sino que busca, perdona y ama al ser humano porque es un Dios misericordioso. Los textos sagrados de Israel se sirven hasta de cuatro términos distintos en hebreo y otros tantos en griego para decirnos cómo es Dios.
El primero y más importante nos lleva al mundo de la «misericordia», que en hebreo se expresa de forma visual con las «entrañas». De Dios se dice que es «misericordioso» o, más literalmente, que tiene «entrañas»; de ahí también que a veces la imagen de misericordia vaya unida a la de la «ternura» 11.
El texto bíblico se sirve de otro término para expresar la «compasión» que se siente por otro. De Dios se dice que es «compasivo»; nadie le obliga a compadecerse del ser humano ni volcarse sobre él 12.
Una tercera raíz, predicada de Dios, expresa el «favor inmerecido», la «gracia favorable» de Dios. También lo traducimos por «clemencia», pues, cuando un juez, un gobernante o un superior es «clemente», muestra su «favor». No es paternalismo, sino disposición a actuar por el bien de esa persona o por la resolución positiva de una situación 13.
Para facilitar la lectura, evitar repetir a cada momento a qué palabra nos estamos refiriendo, siendo conscientes de que la mayoría no tiene acceso a las lenguas bíblicas, vamos a seguir como criterio, y siempre que se pueda, la traducción de los términos tal como acabamos de indicar. Seguimos este criterio aun sabiendo la dificultad que tiene, y aun siendo conscientes de que la traducción griega de los LXX no mantiene la misma traducción de los términos. Ternura y misericordia, amor y fidelidad, gracia y favor son las experiencias de Moisés, la experiencia del antiguo Israel en labios del profeta Oseas, la experiencia del creyente israelita cuando subía al Templo a presentar su oración con un corazón pobre y humillado.
1. El Señor es un Dios compasivo
La revelación de Dios es histórica y en la historia. Por eso sería una elección errónea limitarnos a hacer un recuento de todas las veces que aparece la palabra «misericordia», o «compasión», o «piedad» en los textos. La Biblia es, ante todo, una gran narración. Pero sería también un error escribir un ensayo sobre la misericordia sin tener en cuenta, como hilo conductor, todas las palabras de este amplio campo semántico que van apareciendo de forma explícita.
Israel ha hecho una larga historia con su Dios, historia de alianzas y de infidelidad por parte del pueblo, de correcciones, de enojos y de segundas oportunidades por parte de Dios. El pueblo va descubriendo poco a poco quién es Dios, cómo es Dios. Es una revelación lenta, paulatina, entre ilusiones y sinsabores. La idea de una revelación pedagógica, progresiva, no es atractiva para los occidentales. Preferiríamos una revelación de manual, con todos los aspectos bien cerrados, sin contradicciones internas. Sin embargo, la revelación de Dios en la Biblia tiene que ver más con la experiencia que se sufre y se saborea. Solo como aproximación podemos pensar en dos situaciones, a modo de ejemplo, en las que todos nos reconozcamos.
Cuando en la madurez de nuestra vida echamos la vista atrás, entendemos muchas decisiones de nuestros padres que en el pasado no comprendíamos, aunque ellos dijeran que lo hacían por amor: un castigo (correctivo, no punitivo) cuando hacíamos algo mal; una prohibición explícita cuando ellos veían un peligro que nosotros no percibíamos; una decisión sobre estudios o sobre relaciones con los amigos que nosotros considerábamos una imposición. En la infancia o primera juventud se percibía de forma negativa, impositiva, castradora, lo que después descubrimos como un acierto de nuestros padres, a los que les estamos agradecidos. La «revelación», el «descubrimiento» del amor de nuestros padres ha sido progresivo, experiencial, y ha necesitado su tiempo. Solo con perspectiva entendemos muchas cosa...