Millán-Puelles. III. Obras completas
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Millán-Puelles. III. Obras completas

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Millán-Puelles. III. Obras completas

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Este tercer volumen comprende los títulos La función social de los saberes liberales (1961), Persona humana y justicia social (1962) y La formación de la personalidad humana (1963).Con un permanente horizonte metafísico, Millán-Puelles ha desarrollado una ontología del espíritu que investiga la articulación de las facultades superiores en la estructura trascendental del sujeto. Razón y libertad son temas de los que siempre parte y a los que continuamente retorna. La amplitud de su planteamiento filosófico le permite abrir su indagación hacia cuestiones específicas del ámbito económico, social o cultural, con lo que sus hallazgos antropológicos quedan contrastados en campos aparentemente ajenos a su ontología del ser humano. Su amplia bibliografía es clara muestra de la universalidad de sus intereses intelectuales, que cubrían la práctica totalidad del saber filosófico.

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Información

Año
2013
ISBN
9788432142871
Categoría
Literature
Categoría
Literary Essays

La formación de la personalidad humana
(1963)

Prólogo

El origen de este libro fue el propósito de hacer una antología de los pasajes en que santo Tomás, a lo largo de toda su obra, trata del tema de la formación de la persona humana. La razón de ser de tal propósito era doble. En primer lugar, una necesidad de tipo práctico: la de contar con un material de trabajo indispensable para algunos de mis cursos universitarios. En segundo lugar, la conveniencia de dar a conocer todo un sector del pensamiento de santo Tomás que, salvo muy pocas excepciones, desde luego enteramente insuficientes, se acostumbra estudiar de una manera harto especulativa, si es que cabe usar esta palabra para expresar con ella la carencia de un auténtico método positivo atenido a las fuentes y ajustado, ante todo, a lo que ellas mismas pueden ofrecer.
Los escasos estudios sobre las ideas de santo Tomás acerca de la educación suelen, en efecto, consistir en las propias ideas de los autores de estos mismos estudios, inconcretamente referidas a unos pocos textos y acogidas al cómodo expediente de una filosofía ad mentem Divi Thomae que se dispensa de acudir a la letra. En reacción frente a este procedimiento, se trataba, pues, en un principio, de brindar un muestrario, suficientemente representativo, del pensamiento original de santo Tomás sobre la educación. Pero al seleccionarlo y darle forma, la misma necesidad de establecer un orden que pudiera hacer bien perceptibles las principales líneas sistemáticas y, por otra parte, el interés de hacer alguna exégesis, indispensable a veces por la dificultad o la riqueza de los textos, fueron convirtiendo poco a poco lo que había de ser una pura y simple antología en lo que es este libro, que aunque estimo acorde con sus fuentes, tiene además, y con independencia de ellas, el derecho a su propia aventura. Basado en santo Tomás, he tratado fielmente de exponerlo. Pero a la hora de dar un título a este libro, he preferido no beneficiarme de la autoridad de santo Tomás; y así, lo ofrezco simplemente con el nombre de La formación de la personalidad humana, que responde al asunto examinado en la totalidad de estas páginas y a la intención de presentar una doctrina que al ser personalmente asimilada se me ha hecho tan mía como espero que también pueda serlo del lector.
Es, pues, toda esta obra, en sus diversas fases, un diálogo con las ideas educativas de santoTomás. En él se empieza por hacer aparecer esas ideas tal como su propio autor las formulara, y no adivinándolas ni construyéndolas con ningún artificio. A esta presentación subsigue en cada caso una respuesta de glosa o comentario desde la problemática actual y muchas veces inspirada en ella. En otras ocasiones la respuesta sobrepasa el alcance del simple comentario y pretende ser un desarrollo o un tratamiento puramente personal.
En realidad, el pensamiento de santo Tomás sobre la educación es escasamente conocido. Las alusiones a los principios generales, que sin duda aparecen en algunos estudios, deben concretarse y referirse, de una manera directa, al tema mismo de la educación considerado en sus dimensiones peculiares y explicado según sus causas propias. Es éste uno de los principales motivos de la investigación que aquí presento. El recurso a los principios generales es indispensable muchas veces, pero no suficiente en la mayoría de los casos, y, por supuesto, siempre deja un lugar para el examen de la etiología propia de la actividad educativa. Pero no es la vaguedad o la abstracción el único defecto en que se incurre. Hay todavía otro defecto peor: el de la escasa, o punto menos que nula, información acerca del pensamiento educativo de santo Tomás. Basten dos ejemplos. El Lexikon der Pädagogik, de Francke (Berna, 1954, tomo III, pág. 31), cita únicamente un artículo de O. Willmann y los trabajos de E. A. Pace y J. Mausbach. Y en nuestra lengua, el viejo Diccionario de Pedagogía Labor (págs. 188-190) dedica al tema unas peregrinas consideraciones que aciertan a compensarse con su bien recortada brevedad.
Lo que aquí se pretende, sin embargo, no es un examen de todos los aspectos del asunto. Se trata únicamente de estudiar los de índole filosófica; y en consecuencia quedan excluidos los de carácter teológico. Evidentemente, esto es una abstracción en la plenitud vital del ser humano, que no funciona como si en realidad le fuese ajena la dimensión sobrenatural de su existencia. Pero acerca de ella tienen la palabra los teólogos, y no los meros filósofos. Es muy de desear que los primeros analicen a fondo, desde su superior y más perfecto ángulo de mirada, lo que los segundos ven tan sólo bajo la simple luz de la razón. Para ello, no obstante, es conveniente que los filósofos realicen su tarea en la medida de sus posibilidades propias. En este sentido, las enseñanzas de santo Tomás encierran unos valores naturales que merece la pena recoger. Y eso es lo que aquí se ha pretendido.
Sólo queda añadir que este trabajo, fruto de varios años de investigación, es también puramente filosófico en el sentido de que no intenta dar normas concretas para la formación de la personalidad humana. Su objetivo es únicamente la teoría de dicha formación, el conocimiento de sus bases y de sus presupuestos esenciales: un indispensable requisito para que las normas directrices de la concreta práctica educativa puedan establecerse sobre un cimiento sólido.

Siglas

Analyt.: In libros Posteriorum Analyticorum expositio
Anima: De anima
Cont. Gent.: Summa contra Gentiles
Ethicor.: In decem libros Ethicorum Aristotelis ad Nichomachum expositio
Epist. ad Cor.: In Epistolam ad Corinthios
Epist. ad Ephes.: In Epistolam ad Ephesios
Epist. ad Gal.: In Epistolam ad Galatas
Epist. ad Haebr.: In Epistolam ad Haebreos
Epist. ad Rom.: In Epistolam ad Romanos
Malo: De Malo
Metaphys.: In duodecim libros Metaphysicorum Aristotelis expositio
Polit.: In Politicorum seu de rebus civilibus libri VIII
Pot.: De Potentia
Sum. Theol.: Summa Theologica
Verit.: De Veritate
Virt.: De virtutibus in communi

PRIMERA PARTE
EL CONCEPTO DE LA EDUCACIÓN

I. Análisis semántico del término educación

VARIEDAD Y UNIDAD DE SENTIDOS
La primera impresión que el lector actual experimenta ante los textos en que santo Tomás emplea la palabra educatio suele ser de sorpresa. Ello se debe al uso sumamente elástico y flexible que el Santo hace del término, dentro de una cierta ambigüedad que, a primera vista, es totalmente equívoca. Dos hechos contribuyen a conformar esta situación: uno imputable al propio santo Tomás, y el otro, a su lector contemporáneo. El primero de estos hechos es que el Santo, tan cuidadoso en otras ocasiones de enumerar y establecer los sentidos de las palabras que usa —sobre todo, cuando estas palabras tienen en el lenguaje común una pluralidad de acepciones—, no se preocupó por distinguir de una manera explícita los varios significados en que toma la voz educatio. Y el otro hecho es que el lector contemporáneo, aun el más advertido de la etimología, está habituado a hablar de la educación —cuando no le añade de propósito y como por excepción al adjetivo física— en un sentido, por decirlo así, espiritual, o al menos ampliamente inmaterial.
Es explicable que, en estas condiciones, lo que menos quepa imaginar es que la educación consista, dentro de algunos textos de santo Tomás, en la alimentación o nutrición de la prole. Educare y, por tanto, educatio son voces que primordialmente significan la acción y el efecto de alimentar o nutrir. Es verdad que estos términos pueden tomarse, lo mismo en castellano que en latín, de una manera muy amplia, que reviste un carácter metafórico cuando se aplica en su sentido más noble. Pero no es menos cierto que esta acepción más alta supone la más baja, que es la originaria e inmediata. Y, sobre todo, hay que atenerse al hecho de que en más de una ocasión santo Tomás, como luego veremos con detenimiento, emplea la palabra en esta acepción física y directa, contrapuesta al sentido espiritual o moral.
Otras veces, no obstante, la emplea con una ancha significación, que se parece más, y hasta se iguala, a la forma actual de utilizarla. Todo esto engendra confusión en quien no está avisado; y todavía es necesario añadir que, por virtud del sentido material que la educatio tiene en varios textos, su contraposición en ellos a la palabra instructio no se parece en nada al distingo que hoy solemos hacer entre la educación y la instrucción; por lo cual es preciso no dejarse llevar por las simples apariencias de los términos, so pena de incurrir en grave anacronismo y de falsear el pensamiento del Santo.
Para explicarse esta fluctuación o ambigüedad de la educatio en los textos aquinatenses, puede constituir un buen recurso el paralelismo entre este término y la voz castellana crianza. Lo que en nuestro lenguaje denominamos crianza no se limita a algo puramente material, como lo son la alimentación y los cuidados físicos en general, ni consiste tampoco, solamente, en el cultivo de las facultades espirituales de la prole. En rigor, la crianza abarca estos dos aspectos de una manera sintética y global, aunque también ocurre que unas veces se toma la palabra en el sentido propiamente físico y otras en la significación más elevada. Con la expresión higiene de la crianza se significan los cuidados físicos que conviene tener con la prole, en beneficio de su salud. En cambio, cuando se habla de la buena —o, respectivamente, de la mala— crianza de una persona, es el sentido moral de la palabra el que se toma en consideración; y así se dice que la cortesía es parte de la buena crianza, y que es, en cambio, indicio de la mala el comportarse con alguien, aunque sea un inferior, de una manera hiriente o desatenta.
Como se ve, la palabra crianza —igual que la educatio en el lenguaje de santo Tomás— puede tomarse disyuntivamente, bien sea en sentido físico, bien en el espiritual o moral, pese a que asimismo tiene una acepción copulativa o sintética. Y es que tanto en el caso de la voz latina como en el de la castellana, existe una unidad bajo la variedad, es decir, una analogía permanente a través de los sentidos variables, que es, por cierto, lo que un término precisa para significar cosas diversas sin llegar por ello a ser equívoco. En nuestro caso, la unidad subyacente a la diversidad que se ha observado estriba en la coincidencia de todas las acepciones, por ser, cada una de ellas en su estilo, un modo de presentarse la noción de perfeccionamiento.
Alimentar a la prole y dedicarle todos los cuidados que el sacarla adelante requiere es completar (per-ficere) la obra de la simple procreación, que por sí sola deja al ser humano en la indigencia, menesteroso de la ayuda imprescindible para su debido desarrollo, sin el cual no está en condiciones de atender por sí mismo a todas sus exigencias físicas. Y es también, indudablemente, un perfeccionamiento el que se busca al dar al ser humano los medios encaminados al gradual despliegue de su espíritu. Al venir al mundo, tiene el hombre la inteligencia y la voluntad como dormidas, todavía incapaces de servir a su fin, por falta de desarrollo y madurez. El adquirir la respectiva formación es tan necesario a estas potencias como lo es el alimento al cuerpo; de forma que la metáfora por la que se ve a la formación como el alimento del espíritu expresa una analogía o proporción enteramente justa y admisible.
Merced a esa analogía, es lícito aplicar a la ayuda precisa para el desenvolvimiento y perfección de nuestro espíritu el mismo término con el que inicialmente se designa la que hace falta para desarrollar nuestro organismo. Y así ha sido posible que la palabra educatio, cuyo primer sentido fue el de la alimentación o nutrición, haya pasado a significar la actividad por la que se promueve y favorece el perfeccionamiento de las facultades espirituales del hombre.
ACEPCIONES PARCIALES Y COMPLEMENTARIAS
Tomados en conjunto, los textos nos presentan el término educatio en amplia sinonimia con las tres voces siguientes: nutritio (o, respectivamente, nutrimentum), instructio y disciplina. Sin embargo, conviene realizar todas las aclaraciones necesarias para determinar los diversos matices, que, como veremos, son parciales y complementarios entre sí.
a) El sentido primario y más inmediato de educatio es, en santo Tomás, el de suministrar (el padre) el alimento (al hijo). De esta acepción tenemos que partir para luego extendernos a otras más elevadas o complejas, como lo es la de ayudar y contribuir, quien fuere (no ya los progenitores, sino otra persona que los sustituya y represente, o incluso el mismo educando, en el caso de la autoeducación), a la formación de los aspectos más nobles de la personalidad humana.
Considerado así, en su sentido más rigurosamente físico o biológico, el término educatio aparece en los textos de santo Tomás contrapuesto a los de instructio y disciplina. Veamos un ejemplo de este uso:
«el padre es para el hijo causa de tres supremos bienes. Pues, en primer lugar, engendrándole es causa de su ser, que es tenido como algo supremo; en segundo lugar, educándole es causa de su nutrición, y, en tercer lugar, es causa de su enseñanza»[115].
La educatio aparece aquí entendida como un beneficio que el hijo debe al padre: uno de los tres mayores beneficios que de éste recibe y que consiste, concretamente, en la nutrición. Una vez procreado, el hombre es también nutrido y enseñado por quien le engendró. Nutrición y enseñanza coinciden en seguir a la generación; pero el pasaje no se refiere propiamente a ésta ni a ninguna otra coincidencia especial, sino que se limita a enumerar la procreación, la nutrici...

Índice

  1. Comité editorial
  2. Portadilla
  3. Índice
  4. ANTONIO MILLÁN-PUELLES OBRAS COMPLETAS III
  5. La función social de los saberes liberales (1961)
  6. Persona humana y justicia social (1962)
  7. La formación de la personalidad humana (1963)
  8. Bibliografía
  9. Créditos