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Sobre el comportamiento médico
Antes de considerar los aspectos científicos y técnicos de la práctica clínica, es necesario comprender que la atención médica es solicitada por un ser humano que sufre y requiere ayuda, entendimiento y consuelo. No es un cliente en condiciones de igualdad y mucho menos un objeto o una enfermedad. El médico debe considerar siempre todos los aspectos involucrados en la atención de su paciente; también debe recordar que, frente a cada una de las decisiones clínicas –tanto diagnóstica como terapéutica–, se verán afectados el individuo y su interacción con un grupo social conformado por familiares, amigos, empleados o empleadores y todo un sistema de aseguramiento. El diagnóstico y el tratamiento propuesto pueden afectar no solo el curso de la atención, sino también –potencialmente– la existencia del paciente y su familia. Adicionalmente, debe tenerse en cuenta que el acto médico está sometido permanentemente al escrutinio de la sociedad, basado en el juicio de sus pares a través de los comités de ética y del estado de derecho con la legislación vigente.
Existen muchos textos de semiología en los que se encuentra plasmada la importancia del acercamiento al pensamiento médico, a través de la historia clínica y la interpretación de la literatura científica. Sin embargo, aún es insuficiente la enseñanza, de forma concomitante, de los aspectos clínicos con la enseñanza de los aspectos éticos y de calidad involucrados en la atención en salud. Estos tienen la misma relevancia que los procesos técnicos y científicos en el pensamiento y actuar del médico (2). Él se verá enfrentado a escenarios difíciles, que se deben abordar bajo principios éticos y de calidad, con el fin de que la práctica clínica sea armónica y eficiente, y para que los problemas sean resueltos de forma satisfactoria. Esto debe realizarse dentro de un marco jurídico reglamentado en el entorno social.
1. El aspecto ético
La deontología médica establece los principios y reglas éticas que deben inspirar la conducta del profesional de la medicina, es decir, lo que debe ser. El modelo médico está fuertemente ligado a la ética y, en su estructura más íntima, influenciado por la antigua escuela griega; hasta el punto de mantener el juramento hipocrático, con una adaptación moderna establecida por la Asociación Médica Mundial (AMM) en 1948 en Ginebra.
El juramento médico se presentó como respuesta a los actos atroces de la medicina nazi en la Segunda Guerra Mundial. En este periodo oscuro de la humanidad, muchos seres humanos, principalmente judíos (y otros grupos étnicos involucrados como gitanos, musulmanes e individuos de raza negra, entre otros), fueron expuestos a condiciones extremas e inhumanas de altura, profundidad, temperatura y agentes químicos, entre otros, para determinar los límites de supervivencia. También ejecutaron a personas de diferentes edades y conformaciones raciales, para realizar mediciones antropométricas de cráneos. Esto lo hicieron con el objetivo de demostrar la superioridad aria.
En la actualidad, hay diferentes versiones del juramento hipocrático, como esta versión actualizada el miércoles 7 de diciembre de 2005 y disponible en la web, que reza así:
YO JURO en la presencia del Todopoderoso y delante de mi familia, mis maestros y mis colegas que, según mi capacidad y mi juicio, guardaré este Juramento y cada una de sus cláusulas:
TENDRÉ a todos los que me han enseñado este arte el mismo afecto que a mis padres, y con su mismo espíritu y entrega impartiré a otros el conocimiento del arte médico. Con diligencia seguiré al día los avances de la Medicina. Sin discriminación y, en la medida en que ello no ponga en peligro la atención que debo a mis otros pacientes, trataré a todos los que soliciten mis servicios y buscaré, cuando así lo requiera el beneficio de mi paciente, el consejo de colegas más competentes.
SEGUIRÉ el método de tratamiento que, según mi capacidad y juicio, me parezca mejor para beneficio de mi paciente, y me abstendré de toda acción dañina o malintencionada. Nunca prescribiré ni administraré a ningún paciente, aun cuando me lo pidiere, una Medicina en dosis letal, y nunca aconsejaré cosa semejante; tampoco haré nada, por acción u omisión, con el propósito directo y deliberado de acabar con una vida humana. Tendré el máximo respeto a toda vida humana desde el momento de la fecundación hasta el de la muerte natural, y rechazaré el aborto que destruye intencionadamente una vida humana única e irrepetible.
CON PUREZA, SANTIDAD Y BENEFICENCIA DIRIGIRÉ mi vida y practicaré mi arte. A no ser que sea necesario para la prudente corrección de un peligro inminente, nunca trataré a mis pacientes ni haré ninguna investigación sobre ningún ser humano sin el válido consentimiento informado del sujeto o de su protector legal pertinente, con tal que la investigación tenga por finalidad la mejora de la salud de ese individuo. A cualquier lugar al que vaya a atender a los pacientes, iré para beneficio de ellos, me abstendré de toda acción voluntaria maliciosa o abusiva, y jamás seduciré a ningún paciente.
TODO LO QUE, CON OCASIÓN de mi práctica profesional o sin relación con ella, pueda ver u oír de la vida de mis pacientes y que no deba ser divulgado, no lo diré a nadie, consciente de que de todo ello deberé guardar secreto.
MIENTRAS GUARDE inviolado este Juramento, que se me conceda disfrutar de vida, y practicar el arte y la ciencia de la Medicina con la bendición del Todopoderoso y el respeto de mis colegas y de la sociedad. Pero si quebrantara y violara este Juramento, que lo contrario sea mi destino (3).
En Colombia, la Ley 23 de 1981 establece la obligatoriedad de cumplir el juramento médico al momento de su graduación como Ley de la República. El artículo 2 de la Ley 23 dice:
Artículo 2º. Para los efectos de la presente Ley, adóptense los términos contenidos en el Juramento aprobado por la Convención de Ginebra de la Asociación Médica Mundial, con la adición consagrada en el presente texto. El médico deberá conocer y jurar cumplir, con lealtad y honor, el siguiente juramento médico:
Prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad;
Otorgar a mis maestros el respeto, gratitud y consideración que merecen;
Enseñar mis conocimientos médicos con estricta sujeción a la verdad científica y a los más puros dictados de la ética;
Ejercer mi profesión dignamente y a conciencia;
Velar solícitamente y ante todo por la salud de mi paciente;
Guardar y respetar los secretos a mí confiados;
Mantener incólumes, por todos los medios a mi alcance, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica;
Considerar como hermanos a mis colegas;
Hacer caso omiso de las diferencias de credos políticos y religiosos, de nacionalidad, razas, rangos sociales, evitando que estas se interpongan entre mis servicios profesionales y mi paciente;
Velar con sumo interés y respeto por la vida humana, desde el momento de la concepción y, aun bajo amenaza, no emplear mis conocimientos médicos para contravenir las leyes humanas;
Solemne y espontáneamente, bajo mi palabra de honor, prometo cumplir lo antes dicho (4, p3-4).
El juramento hipocrático es un resumen ético, considerado incompleto por algunos, del deber del médico frente a su paciente. La ética de la profesión expresada en este juramento debe ser considerada sagrada y debe mantenerse siempre por encima de cualquier condición. El estudiante de medicina debe familiarizarse con su ética desde el inicio de sus estudios y comprender los alcances profundos de la profesión que ejercerá.
Los médicos y «científicos» nazis no han sido los únicos que han hecho daños al ser humano en nombre de la ciencia o el bienestar de la sociedad. Fuera de la Segunda Guerra Mundial, se reconocen múltiples hechos atroces en nombre de la medicina y el bien común. Tal es el nefasto experimento Tuskegee, reconocido hasta la fecha como la más infame investigación biomédica (pero no la única), realizada en los Estados Unidos de Norteamérica. En este experimento, se ensambló una cohorte de hombres afroamericanos con diagnóstico de sífilis. El proceso fue seguido por los servicios de salud pública en el estado de Alabama desde 1932 hasta 1972, cuando debió ser terminado «prematuramente» por filtración de la prensa.
Para dicho experimento, 400 jornaleros negros con sífilis fueron reclutados desde 1932, momento en que no se tenía una terapia efectiva contra este padecimiento. Estuvieron bajo observación sin tratamiento específico, para ver la historia natural de la enfermedad, inclusive, durante muchos años después de que se conoció la cura definitiva con penicilina en 1947. De la cohorte inicial, ensamblada desde 1932, 128 hombres habían fallecido, 28 por la sífilis y 100 por complicaciones relacionadas, 40 mujeres fueron contagiadas y 19 niños nacieron con sífilis congénita (5). Este «experimento» fue motivo de vergüenza para los servicios de salud pública de los EE.UU. Sin embargo, los investigadores involucrados siempre creyeron que su participación otorgó beneficios a los individuos con los que experimentaron, al dar reconocimi...