La vida bella
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La vida bella

La relación complementaria entre hombre y mujer vista por el Papa Francisco con otros catorce intelectuales y líderes religiosos

  1. 148 páginas
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La vida bella

La relación complementaria entre hombre y mujer vista por el Papa Francisco con otros catorce intelectuales y líderes religiosos

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Índice
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Información del libro

En 2014, Roma fue testigo de una extraordinaria reunión de cuatrocientos intelectuales y líderes religiosos de todo el mundo, convocados en un coloquio internacional para hablar sobre la complementariedad del hombre y la mujer en el matrimonio. Inaugurado por el Papa Francisco, el coloquio Humanum puso a los líderes religiosos en diálogo directo con académicos, investigadores, consejeros familiares, trabajadores sociales, y organizadores comunitarios, todo con el sencillo propósito de reflexionar juntos sobre el bien fundamental de la unión complementaria entre el hombre y la mujer.

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Información

Año
2017
ISBN
9788432147142
Edición
1
Categoría
Philosophy
1.
PAPA FRANCISCO
No solo bueno, sino bello
«Reflexionar sobre la complementariedad no es otra cosa que considerar las dinámicas armonías que hay en el corazón de toda la Creación… No es solo algo bueno, sino también bello».
PAPA FRANCISCO[1]
Me gustaría empezar compartiendo con ustedes una reflexión sobre el título del simposio. «Complementariedad» es una palabra preciosa, con muchos significados. Se puede referir a situaciones donde una de las dos cosas, añade, completa, o llena un vacío en otra. Pero complementariedad es mucho más que eso. Los cristianos encuentran su más profundo significado en la I Carta a los Corintios, donde san Pablo nos dice que el Espíritu nos ha otorgado a cada uno diferentes dones, de modo que —igual que los miembros del cuerpo humano trabajan juntos en beneficio de los demás—, los dones de cada uno pueden trabajar en beneficio de los otros (Cfr. 1 Co, 12). Reflexionar sobre la «complementariedad» no es otra cosa que considerar las dinámicas armonías que hay en el corazón de toda la creación. Esta es la palabra clave: armonía. Todas las armonías fueron hechas por nuestro Creador, porque el Espíritu Santo, que es su Autor, es Quien las logra.
Es bueno que os hayáis reunido aquí en este simposio internacional para reflexionar sobre la complementariedad entre el hombre y la mujer. Está en la misma raíz del matrimonio y la familia, que es la primera escuela donde aprendemos a apreciar nuestros propios dones y los de los demás, y donde comenzamos a adquirir el arte de la convivencia. A muchos de nosotros la familia nos proporciona el lugar principal donde podemos empezar a «respirar» valores e ideales, y a darnos cuenta de toda nuestra capacidad para la virtud y la caridad. Al mismo tiempo, como sabemos, en las familias hay tensiones entre el egoísmo y el altruismo, la razón y la pasión, los deseos inmediatos y los objetivos a largo plazo. Pero las familias también proporcionan el marco para resolver dichas tensiones. Esto es importante. Cuando hablamos de complementariedad entre hombre y mujer en este contexto, no hay que confundir el término con la idea simplista de que lo roles y relaciones de los dos sexos están fijos en un único patrón estable. La complementariedad tomará muchas formas a medida que cada hombre o mujer aporte sus distintas contribuciones en el matrimonio y en la formación de los hijos; su riqueza y su carisma personal. La complementariedad se convierte en una gran riqueza. No es solo algo bueno sino también bello.
En nuestros días, el matrimonio y la familia están en crisis. Ahora vivimos en una cultura de lo temporal, en la que cada vez más gente está dejando de considerar el matrimonio como un compromiso público. Esta revolución de las formas y la moral a menudo ha enarbolado la bandera de la libertad, pero en realidad ha traído la ruina espiritual y material a incontables seres humanos, especialmente a los más pobres y vulnerables. La evidencia muestra que el debilitamiento de la cultura del matrimonio se asocia con el aumento de la pobreza y conlleva otros males sociales que afectan de manera desproporcionada a las mujeres, a los niños y a los ancianos. Siempre son los que más sufren en estas crisis.
La crisis de la familia ha provocado la de la ecología humana, porque los ambientes sociales, al igual que los naturales, necesitan protección. Y aunque la raza humana ha llegado a entender la necesidad de abordar los problemas que amenazan a nuestros entornos naturales, hemos sido más lentos en reconocer que nuestros frágiles ambientes sociales también están bajo la amenaza, más lenta en nuestra cultura, y también en nuestra Iglesia Católica. Por lo tanto es esencial que fomentemos y promovamos una nueva ecología humana.
En primer lugar, es necesario promover los pilares fundamentales que gobiernan una nación: sus bienes no materiales. La familia es el fundamento de coexistencia y la garantía contra la fragmentación social. Los niños tienen derecho a crecer en una familia con un padre y una madre capaces de crear un ambiente adecuado para su desarrollo y madurez emocional. Por eso en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium subrayé que la contribución del matrimonio a la sociedad es «indispensable», es decir, que «supera el nivel de la emotividad y el de las necesidades circunstanciales de la pareja» (n. 66). Y por eso os agradezco el énfasis de vuestro simposio sobre los beneficios que el matrimonio puede proporcionar a los niños, a los mismos cónyuges, y a la sociedad.
Durante estos días que os embarcáis en una reflexión sobre la belleza y la complementariedad entre el hombre y mujer en el matrimonio, os animo a que elevéis otra verdad sobre el matrimonio: que el compromiso permanente de solidaridad, fidelidad, y amor fecundo responde a los más profundos anhelos del corazón humano. Tengamos especialmente en la cabeza a los jóvenes, que representan nuestro futuro. Es importante que no caigan en la mentalidad venenosa de lo temporal, sino que sean valientemente revolucionarios para buscar el amor verdadero que dura, en contra de la tendencia común.
Respecto a esto quiero decir algo: no caigamos en la trampa de ser calificados según conceptos ideológicos. La familia es un hecho antropológico, una realidad social y cultural. No podemos calificarla con conceptos de naturaleza ideológica que únicamente son relevantes en un momento concreto de la historia y luego pasan. No podemos hablar de una noción conservadora o progresista de familia. ¡La familia es la familia! No se puede calificar con conceptos ideológicos. La familia es fuerte en sí misma y por sí misma.
Que este simposio sirva de inspiración para todos los que buscan apoyar y fortalecer la afirmación de que la unión entre hombre y mujer es única, natural, fundamental, y un hermoso bien para las personas, las familias, las comunidades, y las sociedades enteras.
[1] El papa Francisco es el líder de la Iglesia Católica. Antes de ser elegido Pontífice el 13 de marzo de 2013 era el Cardenal Jorge Mario Bergoglio de Argentina. Es el primer papa jesuita, el primero de América, y el primero en tomar el nombre de Francisco, inspirado en san Francisco de Asís, que fue llamado «el hombre de los pobres, el hombre de paz, el hombre que amaba y cuidaba la creación».
2.
GERHARD MÜLLER
La apertura al misterio de Dios
«Este hecho indeleble en la naturaleza humana revela nuestra radical dependencia: no nos completamos a nosotros mismos, no somos totalmente autosuficientes».
GERHARD MÜLLER[1]
Nos hemos reunido para considerar con más profundidad la complementariedad entre el hombre y la mujer. Cada uno de nosotros, reflexionando sobre su condición humana, percibe cómo su propia humanidad no se agota en sí misma. El ser masculino o femenino de cada uno no es suficiente para uno mismo. Cada uno de nosotros se siente necesitado y tiene que ser completado. Este hecho indeleble en la naturaleza humana, revela nuestra radical dependencia: no nos completamos a nosotros mismos, no somos totalmente autosuficientes.
Esta sencilla consideración, totalmente clara, bastaría para demostrar lo inadecuado del marcado rasgo individualista tan característico de la mentalidad moderna. En las raíces de nuestro «yo» hay una tensión natural inscrita que se opone a esa mentalidad, que por desgracia se ha difundido en muchas partes del mundo.
Nuestra reunión toma como punto de partida esta reflexión elemental abriéndola al misterio de Dios. Y da lugar a la siguiente pregunta: ¿qué importancia tiene la complementariedad entre el hombre y la mujer respecto a la relación entre la persona humana y Dios? Es la pregunta que cada una de nuestras tradiciones culturales y religiosas está invitada a considerar.
Una apertura de perspectiva desde la Biblia
En la perspectiva judeo-cristiana, este asunto es bastante relevante y emerge inmediatamente en la lectura e interpretación que encontramos en la tradición sobre la base de algunos textos bíblicos esenciales.
Comienzo con un pasaje del Libro de los Proverbios, un conjunto de dichos sapienciales de Israel: «Tres cosas hay que me maravillan y cuatro que ignoro: el camino del águila por los cielos, el camino de la serpiente por la roca, el camino de la nave por el mar y el camino del varón por la doncella» (Prov 30, 18-19).
Lo que se propone para nuestra consideración es un misterio de la sabiduría, relevante para el deseo de todas las religiones: entender cómo Dios se manifiesta en el mundo. El texto ofrece tres enigmas: el camino del águila en el cielo, de la serpiente en la roca, del barco en el agua. A estos tres se une un cuarto, según un paradigma que, en la literatura sapiencial, representa la síntesis y compleción de los otros tres: «El camino del varón por la doncella». Se sabe que la literatura sapiencial habla de Dios no directamente, sino desde el punto de vista de su presencia en ella y su acción en lo creado.
Los primeros tres enigmas reúnen todas las esferas del cosmos: el aire, la tierra, el agua, en su movimiento desde Dios y hacia Dios. En este sentido traen a la mente el primer capítulo del Génesis, que cuenta la creación de todos los elementos del cosmos y de todos los seres vivos, siguiendo el ritmo temporal de la semana hacia el descanso en Dios del Sabbat. Este relato culmina con la creación del hombre y la mujer, invitándonos de este modo a considerar el cuarto enigma, «el camino de un varón por una doncella», como la compleción de todos los modos en los que el Creador se hace presente en lo creado y lo atrae hacia sí. En este sentido, si el primer relato de la creación acaba precisamente con el Sabbat como día de alianza (Gn 2, 2-3), el segundo relato encuentra su cumplimiento en la aparición del hombre y la mujer, símbolo de la gran alianza entre Dios e Israel (Gn 2, 22-24).
Entonces, a la luz de esto, ¿qué significa «el camino del varón por una doncella»? Según algunos, se puede referir a la senda por la que un hombre se une a una mujer, a la unión conyugal: todo el cosmos participa en la unidad de una carne entre marido y mujer, asumida en el cuerpo de los cónyuges, y la abre en el amor hacia la presencia y acción de Dios. La expresión también puede significar la senda por la que el hombre y la mujer salen de sí mismos, es decir, el nacimiento como el lugar privilegiado para la presencia del Creador, que bendice a su criatura.
Según esto podemos concluir que la diferencia entre hombre y mujer, tanto en la unión del amor como en la generación de vida, se refiere a la presencia de Dios en el mundo, que cada persona es llamada a descubrir para encontrar un fundamento sólido y duradero y un destino en su vida.
La diferencia entre hombre y mujer como elemento esencial para entender al ser humano y nuestro camino hacia Dios
Estas reflexiones nos pueden ayudar a responder la pregunta que estará en el núcleo de nuestra reflexión durante este encuentro: ¿de qué modo se hace Dios presente en la complementariedad entre hombre y mujer? La respuesta no solo será útil para acercarnos al misterio divino, sino también para abrirnos a una comprensión más profunda de la persona humana.
La presencia de Dios aparece en primer lugar en el modo en que Dios modela el cuerpo del hombre y la mujer. La Biblia habla de Dios como del artesano que da forma a cada persona en el vientre materno (Jr 1, 5; Sal 139, 13). La fe en el Creador va unida a esta experiencia inicial: en el cuerpo existe un lenguaje primigenio, un regalo que nos permite comunicar y recibir amor. El cuerpo humano, en su diferencia sexual, no es producto casual de una evolución ciega o una determinación anónima de elementos.
¿De qué nos habla esta diferencia contenida en el lenguaje del cuerpo? Esto ha atraído la atención de todas las culturas. Por ejemplo, el conocido mito de Andrógeno, del que habla Platón en su Banquete. Por un castigo divino, el hombre original —un ser esférico, y al mismo tiempo, masculino y femeni...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADA INTERIOR
  3. CRÉDITOS
  4. ÍNDICE
  5. PREFACIO
  6. 1. PAPA FRANCISCO
  7. 2. GERHARD MÜLLER
  8. 3. JONATHAN SACKS
  9. 4. JOHANN CRISTOPH ARNOLD
  10. 5. WAEL FAROUQ
  11. 6. M. PRUDENCE ALLEN
  12. 7. NISSHO TAKEUCHI
  13. 8. JEAN LAFFITTE
  14. 9. N. T. WRIGHT
  15. 10. RICK WARREN
  16. 11. IGNACIO IBARZÁBAL
  17. 12. KALA ACHARYA
  18. 13. JACQUELINE C. RIVERS
  19. 14. TSUI–YING SHENG
  20. 15. HENRY B. EYRING
  21. 16. RUSSELL D. MOORE