Bass Culture
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Bass Culture

La historia del reggae

  1. 432 páginas
  2. Spanish
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Bass Culture

La historia del reggae

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Información del libro

Este libro es un viaje. A los guetos de Jamaica, en el corazón del Caribe, pero también al eco hipnótico de los tambores y los graves primigenios del África profunda. En "Bass Culture: La historia del reggae", Lloyd Bradley cuenta la apasionante historia de la música jamaicana en su contexto social, político, económico y espiritual, desde los sound systems de los años cincuenta, pasando por el ska, el rocksteady y el dub, hasta el éxito internacional de Bob Marley y el posterior nacimiento del dancehall.Más allá de documentar la evolución musical, Bradley se sumerge en una historia de Black Power, altavoces que retumban, cantantes con agujeros en los zapatos, vudú anticolonialista, ligoteo en la pista de baile, rastas antisistema, productores avariciosos, espiritualidad profunda, filrteos con el puk, malotes barriobajeros, estudios de grabación envueltos en marihuana, skinheads que bailan música negra, tejemanejes de la guerra fría, pistoleros en las chabolas, miembros de los Rolling Stones locos por el reggae, revueltas en las calles británicas, reciclaje sonoro y cultura del pueblo para el pueblo. Cargado de testimonios de los grandes del género (Prince Buster, Horace Andy, Bunny Lee, Jimmy Cliff, Lee Scratch Perry), "Bass Culture" captura en una narración narcótica la historia de una comunidad del llamado "tercer mundo" que alzó la voz para decir que no solo existían, sino que tenían ganas de dar guerra y bailar hasta el amanecer.

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Información

Año
2015
ISBN
9788491141365

Tercera Parte

Studio Kinda Cloudy
1

«La gente ya había tenido bastante del rollo dibidibidabidoo, ya no aguantaba más sin algún tipo de alternativa que representase cómo se sentía. Ahí es donde entró mi nueva generación de deejays, gente más joven, porque sabíamos de dónde debía venir la alternativa. En los sound systems había mucha más cercanía con la gente, mucha más de la que tenían muchos de los productores en aquella época, así que, aunque hasta entonces el trabajo del deejay era cantar en plan chick-a-bow2, nos dimos cuenta de que la música que teníamos entre manos era música educativa. Llegamos con un concepto urbano, espiritual y cultural.»
Big Youth
Notas al pie
1Recopilación de la primera época del roots reggae, con temas producidos y en algunos casos inter-pretados por Keith Hudson en los años setenta. El título (algo así como «Un estudio algo nublado» o «Niebla en el estudio») alude al consumo de marihuana por gran parte de los músicos –muchos de ellos rastas– que participaron en estas sesiones.
2Las dos expresiones utilizadas por Big Youth (dibidibidabidoo y chick-a-bow, esta última típica de U-Roy) son ejemplos de glosolalia, es decir, la práctica de los deejays de incluir en sus recitados «lenguaje ininteligible, compuesto por palabras inventadas y secuencias rítmicas y repetitivas, propio del habla infantil, y también común en estados de trance o en ciertos cuadros psicopatológicos» (definición de glosolalia en el diccionario de la Real Academia Española).

12

Pressure Drop
3

Durante los seis primeros años de independencia, Jamaica había vivido un periodo de gran expansión económica. La industria de la bauxita era entonces la más productiva del mundo, responsable de un 21 por ciento del total mundial, y el número de turistas que querían pasar unos días en la isla crecía de manera casi diaria. Pero a los barrios pobres apenas llegaba esta riqueza. Al igual que había ocurrido con el Gobierno colonial, solo se beneficiaban unos cuantos funcionarios de alto rango y directivos de empresas, junto con un número creciente de multinacionales extranjeras, mientras que en el mundo real llegaba tan poco a la mayoría de la población que el supuesto bienestar general era puramente teórico.
En los cinco años posteriores a la independencia, el Gobierno de derechas del JLP había basado su estrategia económica en el modelo de Puerto Rico, donde la denominada Operation Bootstrap (un nombre bastante explícito, ya que bootstrap se refiere a iniciar una actividad emprendedora con poco o nada de capital, empleando únicamente los recursos disponibles) animaba a los empresarios a buscar una inversión extranjera para activar la economía, pero la limitaba al mínimo necesario para dar a los negocios y a la agricultura portorriqueña un impulso para ponerse en marcha. Esta fórmula se trasladó a Jamaica excluyendo estas limitaciones, de modo que el Gobierno abrió la puerta a las grandes empresas norteamericanas para que se pusieran manos a la obra. Y vaya si se pusieron. El resultado fue una ecuación en la que se saqueaban los recursos del país y se aumentaba la dependencia económica jamaicana, al tiempo que los beneficios se fugaban al norte del golfo de México. Un auténtico «sírvase usted mismo».
Aunque la situación iba a empeorar mucho más en los diez años siguientes, hacia el final de los sesenta el ambiente era más sombrío que en los días posindependencia. El país nunca se había recuperado del todo de las hambrunas y la devastación agrícola que había causado el huracán de 1963; había habido pocas ayudas públicas para sustituir las cosechas, y grandes cantidades de tierra cultivable se habían vendido a promotoras. La elevada proporción de comida y bienes de consumo que se importaban dejaba a la población en una posición muy vulnerable respecto a las fluctuaciones de los tipos de cambio, de ahí que la inflación alcanzara los dos dígitos. El estado del bienestar de Jamaica, que había sido el orgullo del Caribe, estaba al borde de la quiebra ante la reducción de fondos públicos y el aumento de los posibles receptores. También comenzaba a notarse la fuga de trabajadores cualificados, ya que en algunas profesiones había trabajos que no se cubrían pese a que la tasa de paro superaba el 20 por ciento. Esta estadística era aún peor entre los jóvenes. En 1969, el informe Doxey, un estudio encargado por las autoridades sobre las condiciones sociales y económicas de la isla, afirmaba que «muchas personas jóvenes pasarán gran parte de sus vidas sin haber tenido nunca un empleo estable».
Para completar el panorama, al pueblo llano se le vendía la versión estatal del orgullo negro. No cuesta comprender por qué, desde el punto de vista institucional, el tiro salió por la culata.
Antes mencionamos los esfuerzos del Gobierno para reencauzar el flujo de ideas revolucionarias con una defensa fervorosa de la herencia negra del país, pero para finales de los sesenta era obvio que este plan no iba a funcionar. Lo que este proceso de difusión universal del patrimonio negro logró fue, no solo despertar al gigante dormido, sino incordiarle constantemente con un palo, hasta que la bestia enloqueció y decidió que ya estaba harta. La gente, al tener una confianza y un espíritu contestatario del que antes carecía, comenzó a hacer preguntas y a exigir respuestas. Respuestas que tardaban en llegar. Además, la intelectualidad poscolonial –jóvenes de mentalidad abierta y generalmente de izquierdas–, que formaba un nuevo estrato en el pastel social de la sociedad jamaicana, estaba tan descontenta como los habitantes del gueto y además conseguían que su voz se oyera mejor. Como las revueltas, los desórdenes y las protestas que siguieron a la expulsión de Walter Rodney habían persistido durante tanto tiempo, daba la impresión de que la orden del Gobierno contra el activista suponía en realidad un pretexto de la población para expresar problemas más profundos. Una alianza entre la clase media y la baja, entre los estudiantes universitarios y la gente ordinaria, instaba a frenar la inversión extranjera y nacionalizar ciertas industrias clave y pedía que la mayoría negra tuviera una representación proporcional en el Gobierno y la economía.
PETER TOSH FEATURED IN THE FILM “ROCKERS“
Como era de esperar, este descontento generalizado se reflejó en la música del momento, como se ve en Everything Crash de los Ethiopians, que habla sobre las huelgas de la época y añade este comentario: What go bad a morning / Can’t come good a evening / Every day carry bucket to the well / One day the bottom must drop out / Everything crash [Lo que está mal por la mañana / No puede estar bien por la noche / Tanto va el cántaro a la fuente / Que un día se va a romper / Todo estalla]. Es una canción que da una idea de lo que estaba pasando en el país. Probablemente compuesta y grabada antes del incidente de Rodney, llegó al número tres de ventas en Jamaica en 1968, pero no era más que la punta de un iceberg que incluye Israelites, de Desmond Dekker, Happy Land, de Carlton and his Shoes, Declaration of Rights, de los Abyssinians, Pressure Drop, de Toots & the Maytals, Steppin’ Razor, tema escrito por Joe Higgs que se convirtió en el himno de Peter Tosh, y Doctor Rodney de Prince Buster, que, sin andarse con rodeos, pedía al Gobierno que retirara la orden contra Rodney. Estos discos marcaban el inicio de una de las fases más fértiles y apreciadas de la historia de la música jamaicana: el roots reggae.
Aunque las canciones con comentarios sociales habían formado parte de la música popular jamaicana desde las primeras grabaciones, con la llegada de los setenta surgió un sentido de dirección en el negocio de la música que se manifestó tanto en la cantidad como en la intensidad de este material. Y, a pesar de que todos los discos antes mencionados tuvieron una buena acogida en 1968 y 1969, la protesta en la música no comenzó a tomar velocidad hasta dos o tres años después de las revueltas provocadas por el cierre de la frontera a Walter Rodney. Este efecto retardado no se debe a que las condiciones en Jamaica hubieran mejorado de la noche al día, pues en todo caso las cosas habían ido incluso a peor, ya que este nuevo espíritu pronacionalización se consideró en el extranjero como un alarmante fenómeno proteccionista y, por lo tanto, hizo que comenzara a cundir el pánico. La inversión externa estaba secándose, lo que significaba una reducción de las importaciones subvencionadas y, a su vez, tenía un impacto negativo en la oferta de empleo y elevaba los precios de los bienes de consumo y la comida. Este efecto era muy notable entre la población del gueto, hasta el punto de que la desnutrición entre los pobres de Kingston –niños y mayores– había alcanzado niveles preocupantes. No, el motivo por el que la nueva escena de reggae fue relativamente lenta en expresar la frustración de la gente era porque, para ella, las cosas iban bien, sin más.
A finales de los sesenta, el negocio de la música era una de las pocas industrias que iba contra la corriente negativa de la economía jamaicana. Las abultadas cifras de ventas de discos en Inglaterra hacían del reggae uno de los pocos sectores de crecimiento en Jamaica; también era uno de los aún más escasos sectores de exportación en manos de jamaicanos; y era, sin duda, el único ejemplo de una industria que estaba teniendo un efecto directo positivo en la vida del gueto, pues, aunque la mayoría de los artistas no recibían ni mucho menos lo que les correspondía (más adelante nos extenderemos sobre este asunto), el efecto global era favorable. El rechazo del Gobierno a ayudar a este sector es otro ejemplo de cómo tiraba piedras sobre su propio tejado, ya que si las instituciones (a) hubieran contabilizado los másteres que se enviaban al otro lado del Atlántico o (b) hubieran al menos reconocido el reggae como una forma artística jamaicana con valor en el mercado mundial, la música podría haber tenido un impacto bastante favorable en la balanza comercial durante esos años. Los productores del momento, como es lógico, aún se sienten maltratados por el hecho de que la única ayuda del Gobierno al mundo de la música fueran los pagos a Byron Lee para tocar en la Feria Mundial de 1964.
En las calles de Kingston, el efecto más significativo del éxito internacional de la música era que el negocio discográfico jamaicano estaba empezando a comportarse, en gran medida, como cualquier otra industria internacional del pop. No se trataba de la primera vez que ocurría –Prince Buster había grabado singles a medida del mercado británico más de cinco años antes–, pero no había ocurrido nunca en esta magnitud. El resultado fue que el propio sistema de clases interno del reggae había evolucionado más allá de la simple polarización entre los grandes sound systems influyentes y los demás. Para finales de los sesenta, el estatus de la escena musical se definía en función de los socios internacionales. Los nuevos aristócratas eran los que se habían ganado un respeto del público jamaicano y tenían buenos contactos en Inglaterra, lo que lógicamente quería decir Coxsone Dodd y Duke Reid (aunque la estrella de este último comenzaba a perder brillo con la conversión del reggae en rocksteady), seguidos muy de cerca por Bunny Lee, Joe Gibbs, Harry J, Derrick Harriott, Leslie Kong (hasta su muerte en 1971) y Lee Perry. Cada uno de estos productores tenía al menos un sello británico dedicado a sus producciones y la mayoría ya contaba con algún gran éxito en el Reino Unido. Justo por debajo estaban los recién llegados, gente joven –o productores no tan jóvenes que acababan de meterse en el mundo de los estudios– que dependía de la innovación en lugar de la reputación, pero que tenía la habilidad y convicción necesarias para fijarse en el gran mercado internacional: Herman Chin Loy, Harry Mudie, Rupie Edwards y Winston Riley, por ejemplo.
Lógicamente, los que imponían su ley eran los grandes, y no tenía sentido que estos productores de éxito se pusieran a comprobar la dentadura de sus caballos regalados. Y menos aún que trataran de reinventar el reggae con el cambio de década, ya que habrían corrido el riesgo de que al equino se le cayeran los dientes. Es decir, estaban bastante satisfechos ofreciendo más de lo mismo, de forma que, a finales de los sesenta y durante los dos primeros años de los setenta, se limitaron a singles almibarados influidos por el soul, versiones s...

Índice

  1. Una cultura supersónica
  2. Introducción
  3. Bass Culture: La historia del reggae
  4. Primera parte First Session
  5. Segunda parte Simmer Down
  6. Tercera parte Studio Kinda Cloudy
  7. Cuarta parte Fist to Fist Days Gone
  8. Lecturas recomendadas
  9. Agradecimientos
  10. Glosario
  11. Listado de portadas