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| Diagnóstico de las sectas y grupos fanáticos |
La Real Academia Española nos da tres acepciones para la definición de secta. Como doctrina religiosa o ideológica que se aparta de lo que se considera ortodoxo. Como conjunto de seguidores de una secta. O como comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos.
Etimológicamente suele atribuirse al término “secta” un étimo latino con doble procedencia: por un lado el verbo latino sequor-sequi, secutus/secuta, significando seguir, seguido/a, que reflejaría el seguimiento de los adeptos al fundador o líder de la secta; por otro la posible derivación seco-secare, sectus/secta, que alude a la separación de un grupo, al desgajamiento de una rama de un árbol o religión e ideología ya existente y más numerosa (ALTAREJOS y cols., 1999; GONZÁLEZ ÁLVAREZ, IBÁÑEZ, MUÑOZ, 2000).
La Encyclopedia of Religion, afirma que el término secta “deriva del latín sequi (seguir), y no de secare (cortar), por lo que no implica necesariamente un cisma, aunque con frecuencia se haya utilizado con esta connotación negativa. Especialmente en aquellas sociedades en las que existe una Iglesia oficial o muy mayoritaria, han sido calificadas como ‘sectas’ todas las organizaciones religiosas separadas de dicha Iglesia” (ESTRUCH, 2002).
El sentido general de la palabra secta es claramente peyorativo, porque evoca fanatismo, intolerancia, peligrosidad social y todo lo que pueda contribuir a amenazar las estructuras de la sociedad, dando una imagen espectacular y dramática (VARGAS, 2000).
Según PRAT (1997), lo que diferencia a unos grupos religiosos de otros es una pura cuestión de legitimidad social. En las páginas introductorias de su libro El estigma del extraño queda reflejado: “Pienso —escribe el autor— que la vida de un monje benedictino y la vida de un monje de Hare Krisna son objetiva y estructuralmente similares, por no decir idénticas; aquello que cambia de forma radical es la mirada cultural con la que juzgamos a uno y a otro” (ESTRUCH, 2002).
Esta afirmación corroboraría la mirada social de George SIMMEL (2012), sobre como una persona puede sentirse extranjero por sus creencias, por sus costumbres...
Si bien, CUEVAS (2019) opina que la cuestión sectaria para nada se caracteriza por su enfoque de ilegitimidad, puesto que también existe sectarismo en las iglesias oficiales. Por otro lado, tanto las sectas sin el amparo de grandes religiones oficiales, a través de asociaciones religiosas o bajo otras formas, están legalmente registradas en España, son totalmente legítimas en ley, igual que son legítimas las órdenes sectarias en la Iglesia católica por ejemplo. Pareciera que estuviéramos persiguiendo las “sectas” y que no denunciamos a los grupos religiosos que ejercen sectarismo (que a efectos prácticos son como “sectas”; como WEBER y otros autores sostienen, cualquier secta puede acabar transformándose en religión). De hecho cuando nos hemos enfrentado legalmente con una secta nunca lo hemos hecho en base a que son sectas, sino en base a los presuntos delitos que cometen: lesiones, estafas, intrusismo profesional, asociación ilícita (C.P. 515), etc. De hecho la asociación ilícita, que nunca se ha aplicado como condena en España en sectas, se aplica para aquellas asociaciones que aun lícitas en sus metas, emplean medios violentos o de alteración o control de la personalidad... en este sentido aquí podría incluirse algunos subgrupos religiosos. Desde la psicología lo que caracteriza realmente el sectarismo es el carácter abusivo y explotador del grupo, el que ejerzan técnicas de control mental (el que desarrollen persuasión coercitiva), esa es la clave. Más allá de sus características que suelen ser jerárquicas, con líder, etc.
Pero el Paradigma del Grupo Mínimo de Tajfel (1970), también nos da algunas claves sobre este fenómeno, donde la minoría infravalorada se encierra en sí misma elaborando una minicultura en la que cada sujeto ocupa un lugar que el dignifica y por el que no se siente despreciado, convirtiéndose en refugio emocional de sus miembros (RODRÍGUEZ, 2000; RAMOS, 2006).
RODRÍGUEZ (1990), las define como “grupo de personas aglutinadas por el hecho de seguir una determinada doctrina y/o líder y que, con frecuencia, se ha escindido previamente de algún grupo doctrinal mayor, respecto al cual, generalmente, se encuentran críticos”. SALARRULLANA (1990), otra experta, apunta hacia una definición sociológica como “grupo convencional de gentes que participan de las mismas experiencias, aportándoles diferentes factores: de seguridad y certeza, afectivo y rigorismo doctrinal, disciplinar y moral”. El especialista GUERRA y cols. (1999) las define como “clave existencial, teórica y práctica, de los que pertenecen a un grupo autónomo, no cristiano, fanáticamente proselitista, exaltador del esfuerzo personal y expectante de un cambio maravilloso, ya colectivo —de la humanidad—, ya individual o del hombre en una especie de super-hombre” (GONZÁLEZ ÁLVAREZ, IBÁÑEZ, MUÑOZ, 2000).
Según SAMUEL (1989), una secta es un grupo de tendencia religiosa y filosófica, que une a sus adeptos en torno a un maestro venerado. Intenta actualmente tomar un aspecto paracientífico y a menudo terapéutico. Se caracteriza igualmente por un comportamiento elitista, muy particularista y cerrado. Finalmente, manifiesta una intolerancia más o menos marcada y un proselitismo vigoroso que utiliza métodos y procedimientos propagandísticos.
SANTAMARÍA (2018), religioso especializado en sectas, nos indica que una secta es un grupo que hace una propuesta alternativa de sentido al hombre, pero en el que se está dando un abuso espiritual y una manipulación que acaba con la libertad de sus miembros. Y tienen la suficiente entidad por su difusión para que haya una preocupación constante por parte de las instituciones que, a veces, no se toman todo lo serio que deberían, un problema que destroza a miles de familias.
PERLADO (2016), psicoterapeuta y presidente de la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP): “Las sectas son grupos con una estructura jerárquica y piramidal, con la presencia de un gurú carismático que exige una dedicación y una devoción que es de tipo explotadora y que puede acabar desembocando en diversos niveles de daño personal, económico y emocional sobre las personas”.
LANGONE (1988) las define como “un grupo o movimiento, que exhibe una devoción excesiva a una persona, idea o cosa y que emplea técnicas antiéticas de manipulación para persuadir y controlar (a sus adeptos); diseñadas para lograr las metas del líder del grupo; trayendo como consecuencias actuales o posibles, el daño a sus miembros, a los familiares de ellos o a la sociedad en general”.
Para URRA, una secta es un grupo hermético que se asienta en una estructura piramidal, liderado por un gurú carismático que inocula fanatismo irracional, manipulando desde una falsa espiritualización. Es innegable su peligrosidad, en muchos casos delictiva.
A ninguna secta le gusta ser identificada como tal, aunque lo sean, por lo que han tratado de introducir otras denominaciones más neutras y descomprometidas como “nuevos movimientos religiosos”, “nueva religiosidad”, “movimientos religiosos alternativos”, o “nuevos cultos”. Estos Nuevos Movimientos Religiosos Alternativos (N.M.R.A.) se caracterizan por ser recién nacidos, tener un éxito expansivo debido a la configuración del medio social como una sociedad de información, por su sincretismo religioso en el cuerpo doctrinal y normativo, por constituir una alternativa a la religiosidad y sociedad establecidas, por un proselitismo fuerte, por afirmar la falsedad de la religión existente y por pretender un cambio radical (GONZÁLEZ ÁLVAREZ, IBÁÑEZ, MUÑOZ, 2000).
DEFINICION DE SECTA |
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