Inteligencia moral
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Inteligencia moral

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¿Cabe hablar de "inteligencia moral" en el contexto de las inteligencias múltiples? Sin duda se puede proponer un concepto descriptivo de inteligencia moral afirmando que es la capacidad para razonar en términos de bondad, de lo bueno y justo, de lo que es mejor, de lo que más humaniza, de lo que nos hace mejores; es la capacidad para discernir lo que es debido en cada momento, razonando y argumentando; es una capacidad cognitiva que, ayudada de la habilidad emocional y social, impulsa a la acción buena, a lo mejor en cada caso. Es la capacidad para resolver dilemas y problemas morales.La inteligencia moral puede coincidir en parte con lo que se entiende como discernimiento ético, como capacidad para distinguir el bonum, lo que "se debe hacer", en medio de una pluralidad axiológica o en la ausencia total de esta. Es una capacidad para hacer juicios morales correctos, para dirimir argumentativamente dilemas que incluyen la carga de lo ético. Este tipo de capacidad se basa en la racionalidad y se sitúa cerca de un pensamiento abstracto, activo y crítico que va más allá de lo dado. La inteligencia moral así entendida se sitúa en línea con las aportaciones de Piaget, de Kohlberg y, antes, de Kant, donde se supone que el ser humano, en una evolución deseable, es capaz de hacer juicios morales cada vez más profundos y matizados. La inteligencia moral pretende, en virtud de su vertiente lógica, encontrar soluciones equilibradas en los conflictos morales en los que se ve involucrada.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2017
ISBN
9788428830980
Categoría
Didattica
1

LA PERSPECTIVA DE J. PIAGET

JACQUELINE GLASER
1. Mi punto de partida
Personalmente me he acercado al estudio del desarrollo moral a partir de investigaciones sobe el fracaso escolar de muchos niños, a los que he tratado a lo largo de mi trayectoria profesional como psicopedagoga. La moral incluye las reglas, principios y valores en los que una persona se apoya para fundamentar su trayectoria de vida, de modo que interrogarse respecto a la manera como aquella se desarrolla en el ser humano se convierte en una cuestión fundamental. «La moral infantil explica la del hombre. Nada es entonces más útil para formar a los hombres que aprender a conocer las leyes de esta formación» (Piaget, 1932, p. 1).
Nos apoyamos, pues, en Piaget, así como en autores constructivistas e interaccionistas para comprender la moral infantil. Encontramos en la teoría piagetiana un paralelo estricto entre los desarrollos cognitivo y moral. Es imposible disociar la razón de la moral, simplemente porque, para analizar y juzgar una situación, el niño necesita utilizar sus herramientas cognitivas. El desarrollo cognitivo es una condición fundamental del desarrollo moral, y viceversa, y así, para este autor, comprender el desarrollo moral del niño es comprender su desarrollo lógico. La afectividad también juega un papel importante en esta dinámica, pues los factores cognitivos y afectivos son interdependientes e indisociables los unos de los otros. La afectividad constituye la parte energética, y la inteligencia hace referencia a la estructura del comportamiento humano.
Los conocimientos son construidos por el sujeto en sus intercambios con el medio. Piaget estableció y describió unas etapas por las cuales pasa el ser humano durante la formación de sus procesos cognitivos o de cómo aprende y otorga significado a las realidades a las que se enfrenta y da sentido a sus conocimientos. En lo que concierne al desarrollo moral, este es construido por el niño y pasa por diversas auto-organizaciones a través de interacciones sociales: «La vida del niño se desarrolla dentro de la familia y en la escuela, donde va a construir sus primeros aprendizajes y sus primeros valores. El tipo de relación que el niño construirá con el objeto, el medio y con los otros será la matriz de su proceso de aprendizaje. El hecho de que el niño encuentre un medio que favorezca sus exploraciones, su curiosidad, dará origen a los conocimientos y más especialmente al amor por el conocimiento» (Glaser, 2007, p. 1).
Los valores construidos por el niño en sus interacciones derivan más de los hábitos de reciprocidad propios del respeto mutuo que de los deberes impuestos, propios del respeto unilateral y vividos en las relaciones de autoridad. Depués de formarse, los valores penetran nuestras acciones a lo largo de la vida y orientan todos nuestros comportamientos. Por tanto, conocer los valores de una persona puede permitirnos comprender sus actos. Durante la vida escolar es normal que los niños pasen por períodos de dificultades, sea en relación con los contenidos que han de aprender o en relación con el momento emocional que viven personalmente; las piedras son inherentes al camino.
Además, determinados hechos dramáticos nos impresionan cotidianamente, con relación a nuestro entorno, en las relaciones personales, familiares o profesionales. No siempre podemos comprender las reacciones de los otros, que muestran a veces la destrucción y crueldad de la que los individuos son capaces. En nuestra época, da la impresión a veces de que los vicios resaltan más que las virtudes. La Taille (2009), psicólogo brasileño que estudia la psicología moral, aportó una investigación llevada a cabo con jóvenes en la que se les preguntó acerca de las virtudes. Es sorprendente que la mayoría de los jóvenes respondió que admiraba a las personas que se hicieron famosas y conocidas en los medios de comunicación por su belleza, el dinero ganado o por su fuerza. Estas personas son los ídolos de los adolescentes de hoy. Pocos fueron los jóvenes que citaron a personalidades que permanecen en la historia por un recorrido memorable, por su inteligencia o por los hechos realizados para contribuir al bien de la humanidad, y de los que somos herederos. En otra investigación dirigida por La Taille en 2004, llevada a cabo con jóvenes de una escuela pública, se les pidió que escribieran cómo les gustaría vivir en los próximos diez años, cuáles serían sus proyectos de vida. Un tercio de ellos tenía proyectos de vida que no incluían al otro. Esto refleja, entre otras cosas, la evidencia de un cierto individualismo que impide la cooperación.
Diversos autores denominan «patética moral» al hecho de que muchas personas expresan su pensamiento y sentimientos con la frase «antes era mejor» cuando se refieren a los problemas actuales de la sociedad. Para estas personas, actualmente vivimos en una permanente «crisis de valores». De acuerdo con los trabajos de La Taille (2009), lo que nosotros vivimos no es una «crisis de valores», en el sentido de que los valores estén enfermos, muriendo, desapareciendo, sino que se está produciendo un verdadero cambio de concepciones en relación con ellos. De manera más exacta cabe decir que a lo largo de la historia ha habido evidentes progresos morales, como por ejemplo la abolición de la esclavitud, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la mejora de la condición de las mujeres y de los niños, así como de otros colectivos; es evidente que todo esto ha cambiado. Claro está que todavía hay mucho que hacer en relación con diversas esferas de la vida en sociedad, pero eso no quita que haya habido verdaderos progresos morales a lo largo de los años.
De todos modos, lo que observamos frecuentemente en nuestros días es que, debido a la duda con respecto a la conciencia moral de los otros, las relaciones sociales se vuelven frágiles, la desconfianza reina en todos los niveles, la falta de honestidad se trivializa, la violencia tiende a propagarse. Según La Taille (2006, p. 28), «las constantes referencias actuales a la ética parecen más acordes con una demanda casi desesperada por las normas, por los límites, por el control». Esto nos lleva de nuevo a la preocupación por los niños y a su educación.
Saber la medida exacta de la autoridad necesaria es una tarea difícil para los padres, que no quieren inclinarse hacia el autoritarismo ni hacia el otro extremo, el dejar hacer. Trappeniers y Boyer (2006, p. 49) nos recuerdan que «etimológicamente, la palabra “autoridad” designa lo que hace nacer, lo que hace crecer. Viene del verbo latino augere, que también deriva hacia la palabra “autor”. Así, en otros tiempos decíamos los “autores” de nuestros días para designar a los padres. En cuanto tales, los padres tienen autoridad sobre sus hijos». A propósito de esto se plantea si el adulto favorece la educación moral de los niños, principal tema de nuestra reflexión.
En la escuela, el niño debe apropiarse de las normas y reglas que a veces no son las mismas que las de su casa, y esta diversidad y choque de valores pueden llevar a confusiones. El alumno puede constatar tal ambigüedad, con la consiguiente dificultad para conducirse dentro de esos dos mundos a veces tan diferentes. Con frecuencia, el conflicto está servido de la mano de esa disonancia interior que en el joven provoca tal contraste y confrontación de valores. Para Piaget, hay «una misión insustituible: ayudar al niño a deshacerse de su egocentrismo espontáneo para permitir al adulto alcanzar una dimensión más objetiva y universal».
2. Reencuentro con J. Piaget
Como ocurrió con las grandes obras musicales, por ejemplo las Pasiones de J. S. Bach, que estuvieron olvidadas durante mucho tiempo y solo tras el descubrimiento que de ellas hizo Mendelssohn pasaron a ocupar el lugar que merecen y que ya nadie discute, las primeras y muy importantes publicaciones de Piaget quedaron sepultadas en el olvido hasta que fueron redescubiertas a partir de los años sesenta, lo que dio lugar al cognitivismo, al constructivismo y a otras variantes psicológicas hoy en boga.
Nos ha parecido importante y oportuno hacer este paralelismo a propósito del tema que nos ocupa, porque estimamos que debemos a Piaget, en gran medida, la posibilidad de relacionar la moral con la dimensión cognitiva del ser humano. Él ya lo hace. Nosotros intentamos subrayarlo y prolongarlo en esta propuesta sobre la inteligencia moral.
Aunque cabe atribuir a Rousseau el origen del interés por la infancia como elemento de reflexión, es a partir de los trabajos de Piaget, junto con los de otros psicólogos y pedagogos, cuando el niño comienza a ser contemplado a partir de la observación continuada y rigurosa y considerado como objeto de estudio. Anteriormente era el aspecto educativo el que estaba privilegiado, sin detenerse previamente en la consideración psicológica del sujeto de dicha educación.
Piaget es considerado como uno de los más grandes pensadores de las ciencias humanas y como un epistemólogo de excepción, que formuló la más amplia y fascinante teoría sobre el desarrollo del niño. No hay, en nuestra opinión, hasta el momento ninguna otra que la supere o que disponga de argumentos plausibles para ir contra ella. Habiendo empezado por su dedicación a la biología, especialmente por el estudio de los moluscos, Piaget, curioso y emprendedor, muy pronto exploró las áreas de la filosofía, la historia de las ciencias, la lógica, la psicología y la educación. A la edad de 11 años escribió su primer artículo a partir de sus estudios, observaciones y experiencias en el campo de la zoología. Esto fue solo el comienzo, ya que sus numerosas lecturas sobre sociología, así como sobre religión, le permitieron afirmar que gracias a la biología había encontrado la clave para explicar todas las cosas, incluyendo el pensamiento humano. A partir de ahí se decidió a consagrar su vida a la explicación biológica del conocimiento.
De hecho, la pregunta que Piaget se propuso responder era cómo adquirimos los conocimientos y cómo se desarrollan estos en el ser humano. En aquella época, la epistemología del conocimiento era un desafío para los filósofos. Dos ideas, de pensadores y filósofos anteriores, se oponían: Locke afirmaba que el ser humano nace como una pizarra en blanco y que todos los conocimientos provienen de su entorno. Por el contrario, Descartes defendía el postulado de que el conocimiento es innato en el ser humano. Piaget rechazaba las tesis empiristas, conductistas y neodarwinistas. Él creía en el interaccionismo, por lo que estaba convencido de que los conocimientos se forman en un proceso de intercambio del sujeto con su medio físico y social. La perspectiva de Kant también inspira a Piaget e influye decisivamente en él, desarrollando una especie de «kantismo evolutivo», donde encontramos el apriorismo de las categorías de la comprensión extendido a la vida, como interpretan no pocos autores.
En última instancia, Piaget considera la psicología genética como la prolongación de la biología y plantea una teoría al mismo tiempo constructivista e interaccionista. El desarrollo tiene un carácter y origen genéticos y, a partir de ahí, evoluciona, generándose una serie de sistemas dinámicos e interactivos.
Piaget defiende que la construcción de los conocimientos sea considerada como la elaboración progresiva por el sujeto de un modo de relación con el mundo exterior, ya que la capacidad del sujeto y su relación con el medio son igualmente importantes. Para Piaget es en las...

Índice

  1. Portadilla
  2. Prólogo. Historia y objetivos de este libro
  3. 1. La perspectiva de J. Piaget
  4. 2. La perspectiva de L. Kohlberg
  5. 3. La perspectiva del modelo de las inteligencias múltiples
  6. 4. Perspectiva de las aplicaciones educativas de la inteligencia moral
  7. 5. Perspectiva de la desconexión moral
  8. 6. Otras perspectivas sobre el estudio de la inteligencia moral
  9. 7. Síntesis
  10. Referencias bibliográficas
  11. Contenido
  12. Créditos